Los peloteros de Rivadulla

La exposición conmemora dos fechas históricas para el béisbol cubano.

Orestes (Minnie) Miñoso, por Rivadulla. Foto: cortesía de la autora.

Alguna que otra vez escuché en mi infancia el nombre de Orestes (Minnie) Miñoso. Entonces no lo asociaba a una exitosa carrera deportiva que lo llevaría al Salón de la Fama del Béisbol cubano en 1983, en la ciudad de Miami, y luego en Cuba en noviembre de 2014. Del gran Minnie se hablaba mucho y también de otros que, dentro o fuera de la Isla, hacían de la pelota una pasión. Con el paso de los años, me acerqué más a torneos y campeonatos, no como una conocedora, porque aún me quedan dudas sobre las bolas y los strikes, pero sí como una aficionada que salta con un jonrón de Los Leones de Industriales y se alegra cuando el Latino se enciende y a mi actual casa llegan los destellos de sus luces no muy lejanas. 

Por esas cosas de la vida me casé con un ferviente admirador del Minnie, al punto de que, siendo niño, su mamá lo llamaba así, y en el estudio donde trabajamos cuelga una foto dedicada a él por El Cometa Cubano, como también le decían al gran pelotero, al fin incluido en 2021 en el Salón de la Fama de las Grandes Ligas de Cooperstown, Estados Unidos. Es el único pelotero que forma parte de seis Salones de la Fama de diversos países, solo le faltaba el estadounidense. Esa pasión, que comenzó con las preferencias de mis abuelos, quienes hablaban en susurro de las Ligas Mayores, despierta pasiones en mi hijo de cinco años, un industrialista en ciernes.

Pero, mi intención con esta nota no es hablar de mis apegos al béisbol, sino de comentarles sobre una exposición, también cercana, que cierra el 2021 en la Biblioteca Nacional de Cuba “José Martí”. A este recinto llega Minnie acompañado por Fermín Domínguez, Adolfo Luque y otros grandes, esta vez en los retratos e ilustraciones de Eladio Rivadulla (20 de mayo de 1923-La Habana, 28 de marzo de 2011), autor de la muestra Estrellas del béisbol cubano (1940-1950). Son reproducciones de dibujos publicados en Bohemia, la revista especializada Strike, el periódico El Mundo y otras publicaciones.

Notorios jugadores de la “pelota invernal” cubana profesional, constituida por los equipos Habana, Almendares, Marianao y Cienfuegos, aparecen en las obras de quien todas las semanas dibujaba a lápiz el rostro de un pelotero destacado para ilustrar la página “Suplemento deportivo” de Eladio Secades, en Bohemia. Sobre el valor artístico de estos dibujos hechos a mano, el profesor Jorge R. Bermúdez expresa: “… ‘el parecido’ del dibujo con la persona asunto del mismo, era la principal carta de presentación del artista, en este caso, de Rivadulla, cuyo virtuosismo y dominio técnico siempre fueron garantes de su aceptación por el público lector de la emblemática revista”.

Rivadulla, considerado como el más ilustre cronista visual de este deporte durante el período republicano, fue un maestro con una larga y fructífera trayectoria en el diseño y multiplicación de carteles y vallas, sellos de correos, ilustración y diseño de libros, entre otras publicaciones disímiles. Reconocimientos como el Premio Nacional de Diseño Libro (1998) y Premio Nacional de Diseño-ONDi (2009), avalan su legado gráfico, del cual se exhibe una parte en esta muestra, con curaduría de Jorge R. Bermúdez, Mercy Rivadulla y Félix Julio Alfonso.

La exposición conmemora dos fechas históricas para el béisbol cubano: el 27 de diciembre de 1874, cuando se celebró el primer juego ampliamente documentado, efectuado en el Palmar de Junco, Matanzas; y el 29 de diciembre de 1878, día del juego inaugural, en los terrenos de Tulipán, La Habana, del primer torneo oficial de la pelota criolla. Es, además, un homenaje a la Biblioteca Nacional en su aniversario 120 y a la reciente proclamación del béisbol como Patrimonio Cultural de la nación cubana.

A la galería del tercer piso de la Biblioteca Nacional llegarán estas estrellas para conformar un particular Salón de la Fama, que atraerá durante el primer mes de 2022 a los que aman este deporte e, incluso, a los que ya no están, como el entrañable Ismael Sené, erudito del béisbol, que murió sin disfrutar la noticia de la inclusión del Minnie en el Salón de la Fama de las Grandes Ligas de Cooperstown.

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