Carlos Lechuga, uno de los jóvenes realizadores cubanos que más lauros ha recibido en los últimos años, fuma con ansiedad mientras conversamos en la sala de su casa, a pocos días del estreno de Melaza, su primer largometraje de ficción, que participó en el Concurso de Óperas Primas del 34 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
A sus 29 años, Lechuga ya ganó un Coral por su cortometraje de ficción Los bañistas y se sintió muy feliz por haber estrenado su obra en Cuba, justo cuando empezaron a soplar los aires de festival y el público cubano aguarda expectante nuevas producciones; pues también, su ópera prima peregrinará por el Festival Internacional de Cine de Rotterdam, el Miami International Film Festival y el Festival Internacional de Cine de Panamá.
Melaza- producida entre la productora independiente cubana 5ta Avenida, dos productoras francesas y una panameña- se centra en la historia de Aldo y Mónica, un joven matrimonio que no encuentra cómo sobrevivir ante el cierre del central azucarero del pueblo que da título a la película, centro neurálgico de esa comunidad imaginaria.
Cuenta su realizador que el guión de esta película fue su tesis de graduación de esa especialidad en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), de la cual egresó en 2008. Anteriormente había cursado dos años de Dirección en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual del Instituto Superior de Arte (FAMCA).
Pero luego de haber pasado el taller “Cómo se cuenta un cuento”, que impartió Gabriel García Márquez en la EICTV, se decidió a estudiar guión. Entonces, ya tenía un libreto escrito- Guanajay- que pensaba filmar con Humberto Solás y estaba trabajando en él con Juan Carlos Tabío.
Por eso, manifiesta el también director del cortometraje Cuca y el pollo, estaba más interesado en saber cómo contar bien una historia que en dirigirla: “me parecía que primero debía aprender eso. Así, me pasé un año escribiendo antes de entrar, luego de aprobar en la segunda oportunidad en que me presenté a los exámenes de la EICTV.
Durante ese tiempo, por suerte llegaron algunos trabajos gracias a Arturo Infante, con quien escribí El edén perdido, ganador del Premio del público en el 1er. Festival de televisión de Málaga y Club Habana, ganador del Premio al Guión Inédito en el Festival Internacional de Cine Pobre, entre otros.”
A propósito de Melaza, destaca que no partió de la idea de alejarse del cine cubano o universal anterior, pues le gusta todo el cine, en sus más diversos estilos y le agradaría algún día formar parte de la gran familia del cine cubano.
¿Se podría definir a Melaza como una "historia de amor"? En ese caso, ¿qué particularidades decidiste otorgar a esa historia para convertirla en algo más que una "historia de amor común o manida"?
Lamentablemente, cuando uno se propone hacer un largometraje de ficción, tiene unos requisitos propios que quiere contar de cierta manera. Creo que Melaza se ha contado en otras películas o se ha abordado, pero de modos diferentes. No estoy diciendo que hayan sido mejores o peores. Con mi película, deseaba que la gente no se riera y tampoco llorara, aunque aquí al público le encanta experimentar esas sensaciones. Quería que los espectadores todo el tiempo vieran a estas dos personas: Aldo y Mónica, los protagonistas, como lo único de amor y de esperanza que irradiara en la pantalla, pues se encontraban dentro de un lugar desolado, destruido. Lo importante era que se pudiera percibir su amor desde el principio, luego se va descubriendo quienes son.
Mi otra intención era mantener un poco de distancia, ya sabemos que Cuba es un país en crisis, con muchos problemas; pero no sentía el deseo de contar esta película al lado de los personajes, sufriendo con ellos. El distanciamiento era necesario para reflexionar sobre lo que nos ha pasado a todos. Por eso determiné alejarla fotográficamente de los personajes y potenciar más los paisajes campestres que dan esa imagen de desolación que deseaba transmitir. Y, a pesar de estar más abierto el cuadro, hay gente que me dice: “es asfixiante, no te da respiro”… y mi respuesta es que quise tratar una realidad, no que me haya planteado hacer una película muy fuerte, ni contarla de una manera diferente. Esta historia la he visto de mil maneras, pero no la he visto así, que es como yo la sentiría más.
¿Qué era lo que más intentabas transmitir desde que comenzaste en el proceso de escritura?
El guión de Melaza, desde el principio no era lo más clásico, había muchas descripciones y era más de atmósfera. Es decir, uno iba viviendo el día a día; mas, como es una película que tiene que ver con la crisis económica, y con cómo salir adelante, no quería que fuera tampoco demasiado miserable: ellos están vestidos de una manera bonita, la casita donde viven está bien pintada, el central es uno de los que mejor se conserva. Defiendo un discurso en el relato, pero hay un momento en que pongo en duda ciertas cosas. Me gusta que las víctimas sean tan culpables como los victimarios y creo que eso era lo que no veía en otras películas, los dos lados de la situación. Era un proceso más complejo que, si lo hubiera contado más cerca de los personajes, se hubiera acercado demasiado al melodrama.
En más de una ocasión se ha apuntado que el cine cubano -el audiovisual cubano, en general- peca de "habanacentrismo" e ignora realidades o historias interesantes que pueden surgir de otras zonas del país. Además de esto, ¿qué otros elementos lo motivaron a ubicar la trama en un batey fuera de La Habana?
Todo el tiempo hablo de un central azucarero y de un batey, pero hay un cincuenta por ciento del drama de estas personas que me puede pasar a mí, viviendo en el centro de El Vedado. Creo que haber vivido tres años en San Antonio de los Baños y el hecho de que parte de mi familia provenga del campo haya influido; pero prefiero pensar que mi acercamiento fue desde lo que nos unía y no desde lo que nos separaba. No quería que ellos hablaran exactamente como puede hablar alguien en el Central Uruguay u otros de los pueblitos que conforman el pueblo de Melaza.
También me pregunté cuánto tiempo debíamos esperar para ver una película hecha completamente fuera de La Habana. A lo mejor una persona que viva en lugares más parecidos a Melaza me diga que así no es la vida en un central azucarero; pero al menos creo que hice el intento de desviar la mirada hacia las zonas rurales, algo que la cinematografía cubana parece haber soslayado.
Sé que el hecho de que yo sea habanero atenta contra eso, no obstante, no creo que uno tenga que pasarse quince años viviendo en un pueblito para hacer una película, porque cada persona que viva ahí tiene una película por contar. En otro sentido, me pregunto qué espectro de distribución tienen las películas realizadas fuera de la capital.
¿Crees que Melaza dialoga con el actual debate nacional que existe en torno a la educación en valores humanos, familiares, éticos, etc. y la relativa pérdida de estos en la sociedad cubana de hoy?
La pérdida de valores me interesa en el sentido de que existe a nivel universal, no solo en Cuba, y en Melaza yo no quería que fuera una historia de degradación de personajes marginales. Aquí son dos universitarios que se querían, tenían una casa, un centro de trabajo y no estaban en discrepancia alguna con la ley. Supuestamente, ellos lo tenían todo, mas vivían en un lugar donde eso no bastaba, y se veían precisados a convertirse en los más buscados, como Bonnie and Clyde, sin llegar a asesinar a nadie, ni robar grandes cosas. Es decir, para tener una vida plena, ellos deben buscar ciertas soluciones no del todo positivas.
Mi mayor intención era decir que ese lugar, para poder sobrevivir, para ser una familia modélica normal había que mentir y hacer ciertas cosas enjuiciables porque lo que les daba la vida espiritual y material, el central, estaba detenido. Me propuse ponerlos a luchar contra las circunstancias sin caer en la broma, sin demasiado sufrimiento. Claro que sí atiendo a la evolución de ambos personajes en su lucha por la supervivencia
¿Pudieras abundar sobre el proceso de casting?
Hay directores que dicen que un buen casting es el sesenta por ciento de tu película y yo quise hacer un casting de dos, o sea, no lograba nada teniendo a una buena muchacha sin tener a un muchacho con el que también hubiera química y que hubiera cierta armonía entre ellos. Por suerte los seleccionados son muy buenos actores y durante el rodaje las acotaciones de dirección realmente fueron muy pocas. Tuvimos muy buena comunicación.
Por otra parte, como hay algunos actores que son del pueblo, quería que estuvieran todos imbricados, que una persona que no los conociera pensara que vivían allí, con la pequeña diferencia de que forman una pareja muy bonita, que indiscutiblemente atraerá gente al cine.Al menos, tenía claro lo que no quería, partiendo de la necesidad de una actuación fuerte pero muy contenida, que expresara su estado interno con la mirada.
Y del resto de la familia, la niña Carolina Márquez y la abuela, una actriz santiaguera llamada Ana Gloria Goudel, se integró muy bien. En el caso de la abuela, con su mirada no me hizo falta ni hacerle pruebas, en cuanto vi su mirada, supe que me iba a dar el personaje. La niña me la sugirió Yuliet Cruz y me pareció muy inteligente. En la película él no es el papá de la niña y me gustaba esa idea de que no fuera la familia perfecta: la abuela está en silla de ruedas, la niña es gordita, el hombre mantiene la casa… y la mujer había tenido a su hija con un hombre que la había abandonado y ahora estaba con uno que le gustaba y temía a que se repitiera la historia. Entonces, el sostén de la familia, tiene que salir a la calle para mantenerla, pues no le basta con su salario de maestro.
¿Qué otra especialidad te pareció fundamental para la realización de tu película?
Quisiera resaltar la fotografía, realizada por Ernesto Calzado, quien tiene una carrera de asistente de cámara y de foco por muchos años, y esta es su primera experiencia como director de fotografía.
¿Alguna anécdota particular del rodaje?
Más bien, quisiera agradecer a todas las personas del pueblo y a los organismos estatales que apoyaron sobremanera a la realización de la película. Los habitantes de las comunidades (Güines, Santa María del Rosario, Caimito) donde estuvimos venían y contaban sus historias e incluso hicieron una coreografía, porque en un momento había que bailar, aunque lamentablemente no salió en la película, pero estará en el making off o en los extras del DVD. Creo que fue una experiencia muy grata para todos. De hecho, la filmación sirvió de entretenimiento, le dio vida a esos lugares. Fueron cinco semanas de rodaje donde me di cuenta de que la realidad siempre supera a la ficción… y por supuesto, Melaza tiene un poquito de todos estos pueblos.
¿Cuál es tu próximo proyecto?
Ahora mismo lo que sé es que saldrá en algún momento En fin, el mal, una película de Cremata, donde escribí el guión de uno de los cuentos; y estoy trabajando en otros proyectos que todavía no puedo adelantar. También me encantaría dirigir un guión de otro. Pero ahora es el momento de que Melaza tenga su vida y llegue a todo el público cubano.