Cuando Juan Formell (1942-2014) echó a andar la maquinaria, el 4 de diciembre de 1969, no debió imaginar que, más de cinco décadas después, aquel fenómeno de la música cubana sería un ícono de la cultura de este país. Eso sí, sabía que algo impactante saldría de la comunión de sus talentos musicales, así como de la fusión de géneros, que derivaron en novedades sonoras como el songo. La retroalimentación constante, canción a canción, con los bailadores, también fue una de las claves del éxito de Van Van.
“La cuestión no es llegar, sino cómo te mantienes”, recordaba Samuel Formell en las notas discográficas de la más reciente producción fonográfica de la agrupación, Modo Van Van (Amboss Media, 2023). Esa fue una de las enseñanzas de su padre. La frase cobra por estos días más sentido, si cabe, cuando “El tren de la música cubana” acaba de sobrepasar la estación de sus 55 años de vida.
En todo ese tiempo la orquesta, que cuenta con más de cuarenta producciones discográficas y “el Grammy americano en la mano” —citando a Robertón en el tema”Bla, bla, bla”—, ha hecho gala de una sólida estructura y base musical. Por Van Van han pasado notables intérpretes que han encumbrado sus diferentes etapas y mantenido la esencia sonora de la agrupación, tal y como la vislumbró Juan Formell.
Desde fundadores como César “Pupy” Pedroso, Jesús Linares, Miguel Ángel Rasalps “El Lele”, Julio Noroña (padre), luego José Luis Quintana “Changuito”, Pedrito Calvo, José Luis Cortés “El Tosco”, Mayito Rivera, Yeny Valdés, Ángel Bonne, hasta las actuales voces de Abdel Rasalps “Lele”, Roberto Hernández “Robertón”, Armando “Mandy” Cantero y Vanessa Formell, Los Van Van han sido parte de la vida de millones de personas, entrado en sus casas, animado sus fiestas, acompañado en los momentos más insospechados y en los trayectos más indómitos —una guagua, por ejemplo—.
Por ello, que un grupo de artistas de la plástica se reunieran para representar, a través de sus obras, el universo vanvanero —que es decir el universo cubano— es consecuencia natural de la interrelación de esta agrupación con la cotidianidad de los cubanos y un pretexto para esa labor tan honorable de poner a gozar a la gente a ritmo de songo.
Así sucedió hace unos días, el pasado 6 de diciembre, en La Lavandería, un espacio artístico ubicado en la avenida 54, entre 29 y 27, municipio Playa (La Habana), que desde 2011 sirve de base creativa a un colectivo de artistas para la realización de eventos, exposiciones y trabajos de producción artística.
El sitio que gestionan los artistas Rafael Pérez Alonso y Mario González sirvió de escenario para celebrar el aniversario 55 de existencia de “El tren de la música cubana”. 55 artistas visuales fueron convocados para hacerle una muestra-homenaje a la agrupación.
Después de varios intentos para hacer posible esta celebración, truncados por los distintos cortes de energía eléctrica y por el paso del huracán Rafael, la muestra “55 Palos. Tributo a Juan Formell y los Van Van” tuvo lugar con el momento culmen de un concierto de la orquesta.
Desde Roberto Fabelo, Manuel Mendive, Alberto Lescay, Alicia Leal, Eduardo Abela, Rafael Zarza, Pedro Pablo Oliva, hasta Felipe Dulzaides, Omar Estrada, Jorge Perugorría, José Ángel Toirac, Michel Mirabal, Duvier del Dago, Mabel Poblet, Zaida del Río, Alexis Leyva Machado “Kcho” y la obra de Ernesto Rancaño (1968-2022), se obró la confluencia entre pintura, escultura, grabado, videoarte, fotografía, instalación, entre otras formas de expresión, para celebrar un legado que va más allá del baile y la música. Van Van toca las emociones, los recuerdos, las vivencias de toda una nación.
“Van Van es de esta ciudad, de este país”, aseguró a OnCuba Maybel Martínez Rodríguez, una las curadoras de “55 Palos…”, una exhibición en la que “lo que más ha primado es la imagen de la mujer, porque Formell popularizó obras como ‘Marilú’. Tanto desde la canción como desde la interpretación de voces femeninas ha sido distintivo el tratamiento a la mujer. Y otra parte importante tiene que ver mucho con la zafra: la gente asocia la marca con la ‘Zafra de los 10 millones’ y por ahí anda una parte de las interpretaciones de los artistas”.
Sobre el criterio de selección de las obras que integran la muestra, la especialista hizo hincapié en los vínculos de la música con el quehacer de los artistas, de manera directa o conceptual. “Son personas como Rancaño o Mirabal, que han hecho portadas de los discos de Van Van, artistas con una relación personal, creativa o de otra índole con la orquesta. A partir de ahí reunimos a creadores de distintas generaciones, desde recién graduados del Instituto Superior de Arte (ISA) hasta Premios Nacionales de Artes Plásticas y personas con una carrera sólida, reconocida”, comentó.
“Más que pretender que nos hicieran una obra propia —aclaró Martínez—, aunque hay casos en los que sí ocurrió, quisimos mostrar que Van Van es mucho más que hacer una obra y decir que lo representa. Por eso [en la exposición] puedes encontrar obras de 2005, 2015, hasta de 2022. Se trataba de jugar con eso: el ambiente Van Van y la idiosincrasia del cubano que los ha acompañado durante 55 años”.
Frente a los contratiempos ya referidos, hechos que afectaron cuestiones de producción y el montaje puntual de alguna pieza, la gestora del proceso destacó que el diálogo y la disposición de cada uno de los artistas fluyeron desde el planteamiento de la intención de esta exposición. “La diversidad de inspiraciones ilustra el calado de esta orquesta en el imaginario popular. Hay otros artistas como Toirac, que se inspiró en las letras de las canciones; está el caso de Omar Estrada, con sus videos y los discursos de Fidel, la zafra. Hay otros, como Felipe Dulzaides, que dentro de su obra ya tenían elementos sueltos que servían y unidos funcionaban”.
Otro caso notable, refirió Maybel Martínez, fue el de Zarza. “Su litografía ‘Una diarrea almibarada’ no se había expuesto en Cuba y está hecha desde el año 1969; juega con el collage y forma parte de una serie de carteles de cuando la ‘zafra de los diez millones’. Obras como esta, más allá de la calidad artística, cargan la parte testimonial y aportan mucho a un conjunto que apela a experiencias personales de los espectadores”.
Maybel Martínez se confesó como alguien que en la etapa universitaria “no era muy vanvanera. Mis gustos eran más frikis, la trova, pero Van Van siempre ha estado ahí. Cuando vas a una fiesta y te ponen su música, tú lo bailas y aprendes a disfrutarlo; te aprendes sus canciones porque la cotidianidad te lo va planteando, al final son himnos. Estamos orgullosos de poder homenajearlos con esta exposición”, dijo.
La muestra, precisó la especialista, estará en exhibición durante un mes. Para más información sobre los horarios es recomendable estar atentos a las cuentas oficiales de redes sociales de La Lavandería. “La Lavandería es un espacio de trabajo y como tal funciona permanentemente, además de ser almacén para los artistas residentes, por eso no podemos hacer muestras extensas como en otros espacios que son más galerísticos. En realidad, esto es un espacio de interacción, de generar un evento en el que la gente pueda entrar en contacto con las obras, pero no permanentemente, como hemos hecho esta vez con los ‘55 Palos de Los Van Van’”.
“55 palos” y una noche para celebrar toda una vida
Lo que ocurrió en La Lavandería el pasado 6 de diciembre y cerró con una entrañable presentación de Formell y Los Van Van fue una velada verdaderamente estimulante. Mientras en el Yara decenas de cinéfilos asistían a ver los dos capítulos, en exclusiva, de la serie Cien Años de Soledad, de Netflix, en el espacio de creación de la avenida 54, en Playa, creadores, coleccionistas, amigos y seguidores de “El tren de la música cubana” se sumaban al agasajo vanvanero.
La imagen que ofrecía el interior de La Lavandería recordaba mucho al videoclip de “La maquinaria” (2012), tema del disco homónimo. Hasta andaba por ahí Jorge Perugorría, que en el audiovisual interpreta a un mecánico que acaba de echar a andar el almendrón de Juan después de ajustar unas piezas: “Tú tienes una pila de años, pero estás en talla. ¡Arráncalo ahí!”.
A esa fiesta —la del clip dirigido por Ian Padrón— se sumaban personalidades de otros ámbitos. Kelvis Ochoa, Michel Mirabal, Roberto Fabelo, Javier Sotomayor, un coro de niños, un mimo, gente del barrio. Eso ha sido siempre Van Van: un motivo para la reunión, un pretexto para la fiesta que lleva “en talla” 55 años.
“¡Representan toda una vida!”, me comentaba emocionada, vía WhatsApp, la pintora cubana Alicia Leal, horas antes de que arrancara la maquinaria en La Lavandería. A sus 67 años, esta reconocida artista de la plástica que forma parte de la muestra “55 palos…”, comenta que “esta orquesta, sin perder la esencia de sus comienzos, se ha ido renovando con los tiempos, con los sucesos por los que la sociedad cubana ha transitado en estos largos años. Para cada cubano Los Van Van tienen un momento en la vida, ya sea por algún tema específico o por la cubanía de su música. Y, claro, con los años esto va cobrando un lugar en lo más profundo del sentimiento por Cuba, que no se pierde ni por los años ni por la latitud geográfica en la que se esté”.
Leal presentó “Pastorita y su guararey”. “Esta obra, con la que quiero hacer un homenaje a la gran agrupación es, ante todo, mi Cuba. Con sus símbolos, su jocosidad, su tiempo en el espacio, en el amor, el odio, el olvido y el presente de cada cubano. Es la ilusión por una Cuba musical, genuina, ruidosa, dicharachera y magnética, como los acordes del guararey de Pastora, de Juan Formell”.
Para Omar Estrada, representar una parte del universo Van Van pasaba por sus tiempos fundacionales en los ‘70 y la “Zafra de los diez millones”. “El nombre del grupo viene de ahí. Mi generación creció con esa música y es, hasta cierto punto, como sucede con creadores como Silvio Rodríguez: son la banda sonora de la utopía de la Revolución. Ahí es donde entro yo con mi trabajo, para hacer ese contrapunteo entre el gran sueño del ‘70 y en lo que este devino, porque la gran utopía cambió, pero la banda sonora sigue ahí; nos sigue estremeciendo”.
“Mi pieza —detalla el creador— es, de hecho, la intervención que hace Fidel en el ‘69 anunciando la Zafra; un video que monto con la canción ‘Te traigo’, solo con la voz del cantante. Ahí tienes dos utopías paralelas: Fidel intentando que el pueblo cubano logre una zafra imposible —y él lo sabía— y Van Van cantando la parte bonita de aquello. Es una forma, también, de hablar de mi país, de cómo vivimos y cómo somos”.
Omar Estrada tiene 61 años y aunque se considera más cercano a la influencia de la Nueva Trova cubana. También se retrata como bailador, “y si lo eres, tienes que bailar con Los Van Van. Cuando entré en la Escuela Nacional de Arte, en el año 1979, recuerdo temas como ‘Marilú’, aquel de ‘estaba allá en la playa’ —’Cuéntame’—. La evolución de Van Van es una locura en términos musicales. Ha estado en todos los momentos de la historia de Cuba en el último medio siglo”.
“TV en color” (1981) es otro tema icónico del “Tren” que, en este caso, inspiró la creación de Felipe Dulzaides. “Siempre me encantó esa canción y siempre quise hacer este video con estas imágenes, pero no hallaba el momento para exponerlo. A veces uno trabaja y no sabe para qué. Pienso que parte del trabajo del artista es no saber qué está haciendo. Tendrá sentido después. Por eso estamos celebrando hoy. ¿Tiene sentido celebrar el placer, la maravilla que es la contribución a la cultura cubana de Juan Formell y Los Van Van? Por supuesto.
“Televisores en la calle, antenas en las azoteas y rombos en los muñequitos” es el resultado de una recopilación de imágenes que Dulzaides empezó a armar desde 2014 hasta ahora. Cuando la curadora de “55 Palos…” le comentó el propósito de la muestra, el artista halló el momento de construir esa propuesta con un tema que considera muy pegajoso, con la voz de Pedrito Calvo y una improvisación de flauta de José Luis Cortés “El Tosco”, elementos que funcionan como banda sonora a la sucesión de imágenes de antenas. Tiene una duración de dos minutos.
“Creo que todos los que vivimos en Cuba nos maravillamos con los inventos de antenas que hay por ahí. Y si de ellas se trata, Juan Formell captaba lo que pasaba en la ciudad y eso lo condensaba en expresiones como ‘La Habana no aguanta más’, ‘El carnicero es un cancha’, todas esas frases que ponían el ojo en la verdad. Veo esas antenas como si fueran esculturas, ready mades del ingenio popular”, explica el creador sobre las inspiraciones de esta obra, que también incluye imágenes de televisores Caribe encontrados en la calle y logotipos blureados en imágenes de dibujos animados, llamados “rombos” por el artista.
“Al arte —reflexiona Dulzaides— hay que dejarlo fluir. Si lo piensas mucho no sale. El trabajo de pensar es otro. Si le das muchas vueltas puede salir una obra contraída, y eso no es Los Van Van. Ellos son un fluir constante y un diálogo con la ciudad, con las cosas que pasan. En los muñequitos que transmite la televisión cubana aparecen rombos. ¿Hablamos entonces de algo cubano? Sin embargo, es un muñequito estadounidense, con un rombo. La música de Juan tiene mucha influencia de la música psicodélica, del jazz, del funk, del disco; él siempre tuvo un diálogo con la música de Estados Unidos, sin dejar de construir una obra muy cubana”.
Felipe Dulzaides conoce la obra de Los Van Van desde los inicios de su travesía en 1969. El artista colecciona vinilos y presume de tener toda la discografía del grupo en ese formato. Además, es hijo del pianista y compositor Felipe Dulzaides Badía (1917-1991), con quien llegó a tocar el percusionista José Luis Quintana “Changuito”, parte ineludible en la historia de la orquesta de Juan Formell.
“Tengo fotos de Changuito cargándome cuando era un niño”, rememora Felipe Dulzaides (hijo). “Juan Formell siempre dio el crédito. No estaba solo en ese viaje. Parte de su genio estaba en la capacidad de aglutinar talentos y una muestra de eso es el impresionante Changuito, uno de los percusionistas más grandes que ha dado la historia de la música en Cuba. Juan Formell y Los Van Van son parte del background de la vida de una pila de cubanos. Yo la sigo descubriendo y redescubriendo su música; disfrutando y redisfrutando”.
¿Qué tiene Van Van?
“Oye, estos son unos monstruos. ¡Métele, Samuelito!”. Así presentaba el concierto de Los Van Van el actor Luis Alberto García, en calidad de Dj de la noche, en el cenit de la velada del pasado 6 de diciembre. Lo que siguió puede imaginarse: deleite, goce, catarsis hasta la médula guiados por una de las bandas más electrizantes y boyantes del panorama musical cubano de las últimas cinco décadas. Entre clásicos como “¿Qué tiene Van Van?”, el “Popurrí de los ‘70”, “Se muere de sed la tía” y algo del disco más reciente —Modo Van Van (2023)—, que lleva un año caminando, con “Bla bla bla”, de la autoría de Roberto Hernández “Robertón”, se movió la gente.
Minutos antes de ese momento esperado, mientras Luis Alberto hacía de anfitrión musical —dejó la pista caliente—, Roberto Vázquez Ley, el bajista de la orquesta, aguardaba tranquilo, conversando en el backstage improvisado en un callejón contiguo a La Lavandería. El músico lleva casi dos años en la agrupación y recuerda el momento en que lo convocaron para integrar la nómina de Los Van Van “como una de las noticias importantes de mi vida, pero fue algo muy repentino”.
El 26 de mayo de 2023, Juan Carlos Formell, hijo mayor de Juan y bajista de Los Van Van —había entrado tras el fallecimiento de su padre, el 1 de mayo de 2014—, falleció de manera fortuita, como consecuencia de un ataque cardíaco mientras la orquesta llevaba a cabo un concierto en la ciudad de Nueva York, como parte de una gira por Estados Unidos. Luego de ese lamentable suceso Vázquez Ley asume el bajo de la orquesta.
“Fue un momento traumático para todos. A continuación, debí ponerme las pilas y aprenderme el repertorio en tres días, porque Van Van estaba en medio de una gira. A raíz de eso todo fue una gran sorpresa. Poco a poco fui interiorizando y entendiendo la envergadura del trabajo que estaba realizando”, recuerda el músico, quien reconoce su compromiso por mantener la esencia de la orquesta y el lenguaje que esta ha tenido durante 55 años.
Para Vázquez Ley, “estar en Los Van Van ha sido uno de mis retos más grandes como artista. La música de la orquesta es amplia, muy bien hecha, bien pensada y singular. Son creaciones que, como músicos, debemos respetar y conocer el lenguaje que quiso transmitir Juan a la hora de componer. Cuando logras entender eso, se te abren las puertas de la grandeza de esta orquesta y lo disfrutas”.
Como para tantas personas que han crecido fraguadas por las últimas cinco décadas en Cuba, el actual bajista de Los Van Van reconoce que la música del Tren estaba muy presente en su etapa de estudiante y, acota, “aunque no estuvieras en una familia que no fuera vanvanera por definición, te llegaba esa música”.
Ahora que suma kilómetros a su trayecto con la agrupación líder de la música popular bailable cubana, Roberto Vázquez Ley confiesa sentirse asombrado, pues “donde quiera que nos presentamos internacionalmente, cuando arranca la orquesta, la gente empieza a bailar y a levantar las manos, sin importar idiomas: eso lo dice todo”.
Refiere que entre sus temas preferidos de la agrupación figuran “Permiso que llegó Van Van” y “¿Qué tiene Van Van?”, por la fuerza y energía de ambos, aunque no son los únicos con los que se quedaría. Cuando se le pregunta por su visión del futuro de la orquesta, lo resume en una frase: “Hay Van Van pa’ rato, pueden estar seguros”.
Esa es una frase de la que estaban convencidos todos los asistentes a aquella noche de celebración en La Lavandería. Se sucedían los minutos y al tiempo que Pneuma —un proyecto musical experimental de jazz comandado por Jonathan Formell, nieto de Juan, hijo mayor de Samuel—, actuaba como telonero, en el backstage, Julio Noroña (hijo) acababa de llegar. Integrante de la orquesta desde hace tres años, entró para asumir el güiro y sustituir a su padre —quien actualmente tiene 84 años—, uno de los fundadores de Los Van Van.
El recuerdo más reciente que tengo de Julito Noroña sucedió hace un mes, durante una presentación del Tren. En medio del concierto, producto de una fatiga, Noroña debió abandonar el escenario. Sin dejar que pasara mucho el tiempo, cuando se supo recuperado, volvió al güiro y siguió con el trabajo hasta el final. “Esta familia ha sido todo para mí”, asegura este músico, como reflejo del compromiso que asume cada vez que sube a escena con la orquesta.
La historia de Los Van Van ha ido en paralelo con la vida de Noraña, quien desde su infancia ya convivía con un padre que entró al grupo para integrar la historia de la música cubana. La formación del hijo fue autodidacta: aprendió viendo al padre y conviviendo con todo ese entorno musical. Pero antes de decidir dedicarse a la música, Julio culminó sus estudios de bachiller, estudió Economía y, aunque no terminó la carrera, asegura que ese tiempo en la universidad lo ayudó a tener la certeza de que lo que le interesaba era la música. Y ahí estaba Van Van.
Empezó a preocuparse más por mirar con lupa ese mundo que lo rodeaba, recibió clases de solfeo y formación en cursos que se impartían por medio de la empresa musical “Benny Moré”. Empezó a curtirse en los escenarios, aprovechando las oportunidades que surgían con Los Van Van, para suplir alguna ausencia puntual de su padre, por temas personales o de salud. Así es como César “Pupy” Pedroso lo ve y lo llama para formar parte de un nuevo proyecto que estaba armando.
Julito Noroña formó parte de la nómina fundacional de Pupy y los que Son Son, desde 2001 hasta 2021, cuando se incorpora al Tren. “Cuando llego a Los Van Van ya conocía los manejos, gracias al tiempo que pude trabajar con ellos cuando Juan vivía. Conocía la estructura, o sea, no fue difícil integrarme a la orquesta. Ya dominaba el corte y el sello de Los Van Van. Claro, no es igual que hace años atrás, porque todo evoluciona y sufre cambios, pero estos siempre han sido muy positivos. Cuando ha pasado tanto tiempo, las cosas cambian. Ahora hay más gente joven que ya viene con otras ideas muy importantes, pero respetan la dinámica, y eso es importante”.
El artista se emociona cuando recuerda a su padre, Julio Noroña. “De estos 55, mi papá hizo 52. Eso es algo incomparable y yo como su hijo busco todos los días la manera de hacerlo lo mejor posible y contribuir a que el nombre de la orquesta perdure por muchos años más. Ese sería mi legado, en vida, como continuación de lo realizado por él: darlo todo por Los Van Van”.
Cuenta que le fue imposible ir a celebrar con su padre el aniversario de la orquesta el día 4 de diciembre —coincidió que ese mismo día el Sistema Electroenergético Nacional se desconectó durante más de doce horas y el país quedó sin servicio eléctrico por tercera vez en menos de dos meses—, pero al otro día sí estuvo con él, compartió anécdotas, un cake y música en un ambiente familiar. “Estaba muy contento y se encuentra gozando de mucha salud y serenidad. Hablamos mucho de música; me pregunta cómo está la orquesta y mantiene eso vivo en su memoria. Entonces sobrevienen los recuerdos, nos emocionamos y hasta compartimos nuestras lágrimas, pero de alegría, por lo que compartimos”, relata.
“¿Qué tiene Van Van?” es un tema que le fascina. “Esa es una de tantas creaciones que demuestran que Van Van es algo único. Hablo con el mayor respeto por el resto de agrupaciones y proyectos en lo popular, pero esta marca ha sido grande por toda la gente extraordinaria que pasó por aquí. Alguien como Pupy marcó muchas pautas con sus tumbaos a su paso por Los Van Van, y esa canción precisamente empieza con un tumbao suyo: lo tengo siempre presente. Y, ¿qué tiene Van Van, que sigue ahí? Sabrosura, cubanía; es un tren. Los Van Van es cosa gorda”.