Aute está sentado en el malecón de Gibara. El músico mira fijamente el mar como si buscara alguna respuesta de regreso. Las personas lo observan. Algunos lo reconocen y el cantautor los saluda brevemente con una sonrisa y un nervioso gesto de las manos. Otros pasan y no se percatan de que allí bajo la inclemencia del sol descansa una leyenda de la canción iberoamericana. Me le acercó y le recuerdo cuando conversamos en uno de sus fugaces viajes a La Habana. Rindiendo honores a la cortesía me hace creer que se acuerda, pero realmente no me reconocía de nada. Intercambiamos dos o tres palabras sobre su carrera y lo dejo, tranquilo, en la soledad de la tarde de Gibara, adonde había llegado invitado al Festival de Cine Pobre.
Hoy es el cumpleaños 76 de este músico cardinal para entender la génesis y la evolución de la canción española en las últimas cinco décadas. Aute nació en Manila, Filipinas, y allí, en inglés, comenzó a escribir versos cuando era muy joven. Cuando regresó a España en 1954, su segunda lengua, el español, despertó y la poesía escrita en nuestro idioma lo capturó.
Con más de 40 discos ha retratado al alma española e iberoamericana desde un compromiso –una palabra que cobra verdadero sentido en su carrera– con la sensibilidad y la belleza.
Aute no ha podido encerrar en la música toda las perspectivas y miradas con las que entiende el arte. Quizá, en ocasiones, aunque parezca la geografía musical un territorio muy vasto, le ha quedado pequeño para sus ímpetus creativos. De ahí que otras personalidades le han dado cuerpo a ese hombre renacentista que es el artista español.
Músico, poeta, artista plástico, y cineasta, Aute es, como vemos, una figura muy prolífica que ha enmarcado su talento creativo en un cuadro de infinito que se ha transfigurado en el tiempo y que tiene todavía varios contornos por descifrar.
Su expediente discográfico es tan amplio como su propia vida. El músico ha estado en el epicentro de sucesos cardinales de la sociedad y la política española y ha sabido inmortalizarlos en canciones compuestas desde la mirada de los que muchas veces le han apagado la voz, una tradición que heredó de los orígenes del movimiento de la nueva canción española, en cuyas raíces también descansa su obra.
Sus discos no han estado sino supeditados a él mismo, a su manera de interpretar la vida y su realidad, algo, que se sabe, no es nada fácil. Pero la tradición de la que germina le ha permitido sostenerse sobre sus raíces y no sucumbir ante los vientos de cambio de la industria musical y de la propia existencia humana. Lo que, obviamente, le ha valido el respeto de sus colegas y del resto de muchos de los cantautores más jóvenes que ha influido de manera radical.
Nadie puede criticarle que en ocasiones sus temas, sus conciertos o declaraciones, hayan mostrado cierta carga de pesimismo ante las nuevas circunstancias que pesan sobre ese mundo que ha cronicado con la veracidad de una fotografía en blanco y negro, pero esa forma de comprender todo lo que lo (nos) rodea, procede sencillamente de la comprensión de un hombre que ha visto mucho, quizá demasiado, y sigue ahí para contarlo.
“La belleza” es un tema mayor en su discografía. Cada uno de sus seguidores puede tener de su repertorio sus propias canciones de cabecera (para eso existe la posibilidad de elegir) pero “La belleza” es uno de estos títulos que te recorre el cuerpo con la fuerza de un corrientazo inesperado y te hace cuestionar incluso cuál es tu relación con el mundo y que puede hacer cada uno para cambiarlo. Canción hermosa donde las haya, es también un canto a la sobrevivencia, a las ilusiones perdidas y quizá a la poesía de la revuelta. Como mismo lo fueron aquellos grafittis que se colaron en la historia del mundo desde un fragmento de pared en aquel mayo francés.
y su reverso, la medalla,
no propuse otra batalla
que librar al corazón
de ponerse cuerpo a tierra
bajo el peso de una historia
que iba a alzar hasta la gloria
el poder de la razón.
el combate es la escalera
y el que trepe a lo más alto
pondrá a salvo su cabeza
aunque se hunda en el asfalto
la belleza.
“Sin tu latido”, “Al alba”, “De alguna manera” “Cada vez que me amas” y “Alevosía, son otros de los himnos de este cantautor que le sigue dando guerra a la vida aunque la vida, como casi siempre sucede en estos casos, le haya jugado más de una mala pasada.
En 2017 sufrió un infarto cerebral que lo mantuvo en estado de coma y del cual se fue recuperando lentamente tras someterse a tratamientos en el Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN) en Cuba— donde ingresó por una recomendación de su amigo el trovador Silvio Rodríguez— y luego decidió seguirlo en España.
Tras el accidente se ha mantenido alejado de los escenarios, lo que no le impidió grabar el pasado año el disco doble “De la luz y la sombra”, que recoge su más reciente gira por Madrid y México. Ese mismo año le celebraron un homenaje en España un grupo de sus colegas de oficio, como el propio Silvio, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Ana Belén, y Víctor Manuel, entre muchos más.
La obra de Aute es ante todo una declaración de principios que ha superado la dura prueba del paso del tiempo.
Sus canciones no han hecho sino confirmar la esencia de un cantautor que no ha hecho concesiones. Todo ello, entre otras aristas de su carrera y de su vida, está reflejado en el documental “Aute Retrato”, que será estrenado este fin de semana en los cines de España.
El anuncio de la cinta ha sido acompañado de una frase de Aute que dibuja como una pintura hiperrealista todo lo que ha sido desde sus mismos orígenes. “Hay que tener sueños porque si no los tenemos entonces tendremos dueños”.