El teatro Coliseo, en la calle Marcelo T. de Albear, en el centro de Buenos Aires, está a tope. Faltan solo unos pocos palcos por ser ocupados. El público viene de distintas regiones del país y ahora espera en sus butacas a Pablo Milanés, el cantor legendario de Cuba que trae un espectáculo bajo el nombre de: Esencia.
Se nota a simple vista que muchos siguen al trovador desde la época en que los temas suyos, tanto como los de Silvio Rodríguez, estaban prohibidos por estas regiones y se escuchaban en cassettes.
Pablo viene de La Habana, pero en las últimas dos semanas se ha presentado además en Ciudad de México y Miami. En esta última ciudad ofreció un concierto junto al también trovador Carlos Varela.
Su gran actividad en los escenarios del mundo a sus 76 años demuestra no solo la vitalidad que mantiene; pese a las secuelas de sus problemas de salud, Pablo no cesa en sus periplos y sigue grabando discos.
En cada concierto Pablo Milanés atrae a viejos y nuevos interesados, muestra de la necesidad y demanda que mantiene viva su obra en la memoria colectiva de millones.
Con el piano, el set de percusión y el bajo sonando, trío de instrumentos con los que ahora se hace acompañar – buena síntesis para su música, según ha dicho- se abre el telón. Los plausos y gritos dan la bienvenida. Pablo está sentado con su camisa negra. “Buenas noches”, dice: “un gusto estar otra vez en Buenos Aires”. Cuando acaba el saludo identificamos los acordes del primer tema.
“El tiempo, el implacable, el que pasó” tiene aires de rumba que me recuerdan al Pablo de principio de los noventa en aquel disco Identidad, o no sé por qué al de El Guerrero, de 1983, incluso al de antes, cuando grababa con Emiliano Salvador.
“Identidad”, “De que callada manera…” son algunos de los temas que siguen. “Un poema de Nicolás Guillén”, advierte Pablo, y ya escuchamos los aplausos, antes de que interprete el tema tan popular en la voz de Ana Belén, quien abre el primer disco del LP Querido Pablo, de 1986.
La gente se emociona cuando reconoce las “melodías de siempre”, tararea, baila, aplaude. “Una canción muy vieja, compuesta en 1964, una de mis favoritas”, dice Pablo antes de regalar su “Ya ves”, con ese trasfondo jazzístico que retoma la orquestación con la cual fue incluida en el disco No me pidas, de 1978.
Una de las posibilidades que ofrece este nuevo formato con el que se presenta Pablo Milanés es la de recuperar arreglos primigenios. Así, regresa a sus orígenes musicales, cuando era también un magnífico cantante de jazz en las noches habaneras, virtud interpretativa que nos mostrará nuevamente cuando salga al mercado su próximo disco donde interpreta jazz en inglés, tal como ha repetido en Página 12.
Por cierto, la canción que sigue está ligada intrínsecamente a Argentina. “La soledad” es un regalo a Mercedes Sosa que su autor incluyó en un trabajo de 1994, Orígenes, el disco que causó revuelo en Cuba porque incluía un tema dedicado a los homosexuales y que hacía referencia a la discriminación padecida en la isla a mediados de los sesenta, cuando muchos fueron confinados a campos de trabajo forzados conocidos como UMAP.
Pablo estuvo en las UMAP. Llegó para “cumplir” con el servicio militar obligatorio, aunque, según confiesa en el documental Pablo Milanés de Juan Pin Vilar, en verdad había sido engañado, pues se trataba de un castigo por sus opiniones críticas a la sociedad.
Esta semana el documental de Vilar fue estrenado en la Habana. En él amigos de Pablo y Pablo mismo hablan sobre un hecho que casualmente se corresponde con el tema que canta ya para nosotros. La música pertenece al pianista Miguel Núñez y fue incorporado al disco Flores del futuro, que ambos grabaron en La Habana. Su título: Ruinas del tiempo.
En el mencionado documental, Pablo Milanés reflexiona sobre de la influencia que ha ejercido el cine en su obra, cosa que nos está confirmando. “La felicidad”, la misma canción que interpretó junto a Pancho Céspedes en 2002 para su Pablo querido está inspirada en el filme de igual nombre de la recientemente fallecida Agnès Varda.
“Vestida de mar” es una de sus últimas canciones, dedicada a La Habana en sus 500 años. Al finalizarla alguien por la emoción se ve impulsado a gritar: ¡Viva Cuba!, y Pablo inmediatamente anuncia que presentará un son montuno.
“Amor” da paso después a “Nostalgias” y luego el jazz revuelve la letra de “Los días de gloria”, tema que por un tiempo fue el más representativo del disco conocido en el 2000, al que pertenecen también “Si ella me faltara alguna vez”, “En saco roto”, todos interpretados esta noche.
“Años”, el comienzo de otro clímax para toda esta gente que ocupa el Coliseo. Hombres y mujeres parecen absorbidos por un tiempo pasado mientras escuchan a Pablo. Se mantienen quietos, atentos, alguno echa mano al teléfono para grabar.
El público pareciera no querer perderse nada del cantor, ni sus gestos, ni su cuerpo, ni el tiempo que representa; el tiempo, ese monstruo tan presente en sus canciones y que, pese a haber soplado durante 76 años sobre el cuerpo de este bayamés, lo respeta.
No falta quien se enardece y grita viva a esto o aquello. Pablo solo canta. Ahora, “Para vivir”, que aún resuena en la cabeza de uno interpretada por Amaya Uranga. Los aplausos son intensos como las emociones. “Yolanda”, grita una. Y Pablo canta “Yolanda”, pero por momentos da paso a que cante el público, que además de animarse a seguirlo ha roto las reglas de los teléfonos y empieza grabar en apoteosis, porque ya estamos en otro tema: “El breve espacio en que no estás”.
Las luces también descubren al público, nos descubren a todos ahora. Miro a un costado y encuentro a una señora con los ojos cerrados, cantando y moviendo su cuerpo al golpe del piano. Seguidamente aplaude, se suma a una ovación, a los que ya están de pie, y gritan “Saludos Pablo”, que parece listo para retirarse, porque también se ha puesto de pie. Pero, el cantor vuelve a sentarse y ya es el trío el protagonista.
Jazz, puro jazz, Miguel Núñez se vuelca sobre el teclado, y lo mismo Osmani Sánchez Barzaga en la percusión, y Sergio Féliz Raveiro que ha tocado el bajo. “Amo esta isla” es canción reiterada en la discografía y Pablo la canta para nosotros en el Río de La Plata, y es jazz, y también son, y salitre del mar y ¡recuerdos, Pablo desgraciado!
El telón ha bajado y la gente aplaude. Pasan cinco, diez minutos y mil 749 espectadores vitorean para que Milanés regrese. Algunos suponen que no va a salir y comienzan la retirada; pero, en eso está Pablo otra vez delante de todos. Canta el tema “Viajando”, justamente el que cierra el disco que grabó junto a Miguel Núñez, autor musical de todos los temas que se incluyen allí.
Se ha roto cualquier formalidad. Muchos están de pie y graban con celulares. Todos gritan cuando la letra menciona a Argentina.
La cosa sigue con más jazz y la canción “Yo no te pido”. Pablo tiene las cuerdas vocales calientes, canta como siempre, aunque lo niegue después, en los camerinos, donde le pregunta a Miguel Núñez una y otra vez, porque duda de un potencial del que nadie ha dudado esa noche.
Nos ha hecho volar con 24 temas. Es una lucha personal de su voz con el audio, pero nadie lo nota, solo él.
Sabemos que se trata de una presentación irrepetible, por eso hemos coreado junto a él, y seguimos haciéndolo mientras nos vuelve a desnudar la luz amarilla de las lámparas. Cae el telón por segunda y última vez y detrás permanece Pablo Milanés, cantando para nadie y para todos, como si no pasara nada.
Gracias…miles de Gracias.. qué Reportaje tan bien realizado…la actuación de nuestro AMADO PABLO…..en Buenos Aires
BRAVO BRAVO querido amigo PABLO