Es cantante, actriz y filántropa, y siempre se presenta como CuCu Diamantes. Se le atribuye: el “tumbao” de Celia Cruz, la intensidad de La Lupe y el embrujo de Frida Kahlo. En su quehacer musical ha colaborado con artistas tan disímiles como Carlinhos Brown, Vico C y Fatboy Slim. Bajo la batuta del actor y cineasta Jorge Perugorría protagonizó el filme autobiográfico Amor crónico. Perteneció al colectivo de fusiones musicales Yerba Buena liderado por su pareja, el conocido productor Andrés Levin, y desde hace unos años comenzó un periplo en solitario con el álbum CuCuland, que estuvo nominado al Grammy. Vive en la “República de Manhattan”, como ella le llama a esa isla porque: “es como las Naciones Unidas por todas las culturas que aglutina y lo que aprendes”. En Cuba, CuCu es más conocida desde que irrumpió en el concierto Paz sin fronteras, en 2009, y en noviembre del pasado año organizó junto a Levin y a Perugorría el primer TEDxHabana, bajo el lema InCubando ideas, ahora se encuentra inmersa en la preparación de la segunda edición del evento.
Se le ha comparado con la Lupe, Celia Cruz, Moraima Secada y su música es una fusión de estilos contemporáneos y tradicionales. ¿De qué otras influencias se ha nutrido para formar a la CuCu que conocemos hoy?
“Que me comparen con todas esas grandes, de las que no me siento ni siquiera cerca, es un elogio muy grande para mí y, al mismo tiempo, un compromiso. No escucho y bebo solo de estas grandes cubanas, oigo mucho a Graciela, quien en los años cincuenta fue una de las más reconocidas cantantes cubanas en los Estados Unidos. Ella junto a su hermano Machito tenían el Big Band más exitoso de la época, tocaban latin jazz. También tengo influencias de Mario Bauzá, Chico O’Farrill, Chano Pozo y me acerqué mucho a Puntilla, uno de los grandes rumberos cubanos que emigró a Nueva York, al Bronx específicamente. También mucho de Patato Valdés y de Totico, otros importantes rumberos que me nutrieron hace más de veinte años, cuando llegué a esa ciudad. Me alimento esencialmente de las leyendas raras de la música, que no son las obvias que todos conocen”.
¿Qué significó Yerba Buena, en su trayectoria?
“No nos hemos reunido nuevamente porque estamos empeñados en nuestras carreras en solitario, como Descemer Bueno y Pedro Martínez a quienes les va muy bien. Yerba Buena fue una universidad de un eclecticismo total. Una etapa muy rica y de un aprendizaje y crecimiento inmensos”.
Sus composiciones resultan intimistas y reveladoras, pues narran mucho de su vida. ¿Con quién compone: con los ángeles o con los demonios?
“Creo que con un poco de los dos porque los artistas tenemos de ambos para ejecutar y crear nuestras obras. Las composiciones pueden estar condicionadas por mi modo de vida, o por las historias que me cuentan los amigos. Todo lo que me inspira está en mis temas. Desde una pintura hasta la experiencia de una amiga que se relacione con una ex historia que haya tenido. No me considero una compositora de oficio, de las que escriben por encargo, quizá una canción que ya tenga escrita le sirva a alguien que la quiera interpretar. Pero lo mío es más de conectarme con la magia del momento creativo. Me inspira desde la historia que me puede hacer un taxista, las penas de un vecino llenas de filosofía popular… Me nutro de la gente común y corriente, logro conjugarlo todo junto a las raíces. El mundo es local, la universalidad es local, adonde quiera que viajo me siento local, siento que pertenezco allí también; de tan universal que es el mundo es local, al final. Soy ciudadana del mundo. En mi carrera quiero que cada álbum plasme mi versatilidad y mi pasión por la vida y el arte”.
En una de las secuencias del filme Amor crónico menciona que es demasiado habanera para vivir en Nueva York y demasiado neoyorkina para vivir en La Habana. ¿Aún se siente así?
“La frase parte de un verso de una poetisa habanera (Lourdes Casal) que murió en Nueva York. Con esa frase me identifiqué en esa etapa porque fue un momento en mi vida, de hacer casi 900 conciertos con Yerba Buena alrededor del mundo, durante siete años, y no venía mucho a Cuba por tener una agenda tan apretada. Estuve alejada de las raíces, esas que aquí se están siempre reinventando. Cuando regresé después de vivir tanto tiempo en Nueva York me sentí distinta, me acostumbré a la vida de allá. Me enfrenté a la problemática del emigrante: que ya no cabes aquí y tampoco te insertas totalmente allá. Esa es una fase que ya superé. Ahora me siento local en todos los lugares adonde voy. Ya espiritualmente crucé las fronteras, hace poco presenté el filme en Roma, donde yo estudié y me sentí de allí también. Me encanta la melancolía, aunque no la nostalgia del pasado porque hay un presente en desarrollo y hay que vivirlo, porque si vives en el pasado te estancas. Me encanta rodearme de jóvenes y contagiarme de su energía, sus tendencias y gustos. Eso te refresca, porque son generaciones que vienen iluminadas de otra manera, y me encanta que me iluminen a mí. Lo mismo me ilumino de los sabios del ayer que de los nuevos del mañana”.
¿Hasta qué edad vivió en Cuba?
“Me fui a los 17, casi 18 años. Mi madre, mi padre y mi todo fue mi abuela, quien me crió. Con mi padre, que falleció, no tuve relación, lo vi unas pocas veces porque sentí la necesidad de conocerle. Al morir mi abuela, que no tuvo instrucción académica pero que era muy sabia de la vida, tenía mucha inteligencia de la calle, me quedo con mi tía que es gay y muy reservada, vive con su misma pareja desde hace treinta años. Nunca me habló de su sexualidad porque eso no era importante para mí. Ella me educó y me indicó cómo ser correcta. También me enseñó a ser tolerante, a respetar la sexualidad y la religión de todos. A todas las religiones les encuentro su fascinación y esencia, y prefiero asumirlas como una sola, sin divisiones. Soy muy espiritual y creo mucho en la energía, que es la religión más fuerte que tú puedas trasmitir”.
¿Qué significa para una cubana vivir en una ciudad tan cosmopolita como Nueva York?
“Cuando salí de Cuba fui a vivir a Italia. Terminé de estudiar Restauración e Historia del Arte, en Roma, y mi opción era irme a Barcelona como asistente de restauración, a aprender en la Sagrada Familia de Gaudí. Mi pasión era la música, hice coros hasta por divertirme en un grupo de salsa en Roma. Horacio Hernández, El negro, el afamado baterista, mi gran amigo, quien fuera mi compañero de piso en aquellos años me dijo: “si tu pasión es la música, vámonos para Nueva York”. Llegué entonces, como digo en la película, por amor a la música. Allí trabajé de camarera, me travestí con unos de los travestis más icónicos de Estados Unidos, Sophia Lamar y Amanda Lepore, para poder pagar mi renta. Ellas me enseñaron a maquillarme y a vestirme. Eso fue un gran aprendizaje para mí en el escenario. Me travestía, hacía toda una presentación, por lo que Pichi (Perugorría) en su filme Fátima me ofreció un papel de transexual. Es un mundo muy artístico, y me sirvió porque yo vivía en lo más underground de Nueva York. Allí aprendí mucho de las músicas electrónica, disco y house, bebí de todo lo artístico que conlleva meterse en otra piel. Aún salgo con ellas… es un mundo del que nunca me alejo porque me gusta estar actualizada en todo. Pero yo soy cubana, es como un virus que no se quita, y tengo un irremediable amor crónico por Cuba”.
Se le ha considerado un icono de la moda vintage y es musa de varios diseñadores. ¿Qué importancia le concede a su imagen?
“Es que la filosofía que tengo para componer canciones es la misma que uso para vestirme: reinvento lo que ya está hecho, amo el vintage y mi aspecto ha llamado la atención de la prensa, como le ocurrió, al principio, a Amy Winehouse. Además, para mis shows siempre cuento con la colaboración de amigos diseñadores que me suministran piezas que termino adaptando a mi estilo. Yo digo que, a nivel de imagen, funciono como una mujer under construction (en construcción). Lo obvio me aburre, y encuentro divertido y elegante el aspecto de las señoras de los años cincuenta. Visto de Ángel Sánchez y uso joyas de Rodrigo Otazú, un diseñador argentino que comenzó a hacer carrera en Europa y está muy de moda en todo el mundo. Fui una de las primeras en confiar en él, porque me gusta apostar por los nuevos talentos y ser una de las primeras en descubrirlos. Ahora estoy en otra reinvención de mi look”.
Resulta muy interesante la labor filantrópica que despliega junto a su pareja, ¿cuáles son las principales causas que ustedes apoyan?
“Andrés y yo tenemos Music has no enemies, una ONG en la que realizamos muchos proyectos benéficos con quienes más lo necesitan. Trabajamos en hospitales con niños enfermos de cáncer a los que llevamos al proceso creativo musical, porque eso está comprobado que es curativo y da mucha alegría. La pasión de crear es terapéutica. Ayudamos a las niñas emigrantes, que son objeto de burla por su acento y que apenas pueden ver a sus padres, quienes para vivir el llamado sueño americano se ocupan de hasta tres trabajos y no tienen tiempo para ellas. Son niñas que se suicidan, entonces, para tratar de impedir esto, las buscamos y conversamos con ellas, les demostramos que la vida es más que eso, las llevamos a los estudios, les ofrecemos talleres para que desarrollen sus pasiones y vocaciones y logren su propósito en la vida y no se depriman. Recaudamos fondos para ayudarlas, y también a otros enfermos, como los de SIDA. También apoyamos la lucha contra la violencia de género y la discriminación. Apoyamos muchas causas sociales, son muchas, pero siempre se puede hacer más. Pero ahí estamos y ponemos nuestros esfuerzos al servicio de la humanidad. Eso me llena, me hace salir de la burbuja en la que a veces uno vive y la vida es mejor cuando ayudas a personas que lo necesitan de verdad. Yo vengo de una familia humilde y lo entiendo mejor que nadie, por eso estoy más comprometida con todo esto. En Cuba también queremos empezar a hacer cosas, ir a los hospitales y ofrecer nuestro apoyo a los enfermos y necesitados”.
Hablemos de Salmón, el personaje que interpreta en Fátima, el más reciente filme de Perugorría en que también actúa y canta.
“Él se enamoró de ese cuento de Miguel Barnet, al igual que yo. Al decidir filmar la historia me dijo: “eres un personaje de esa película”. Le dije que yo no daba hombre de ningún modo. Pichi después de conocer mis historias, porque somos muy amigos, me propuso el personaje. Somos una familia unida por el arte y las ideas, aunque tenemos una gran hermandad me sometió a casting para el personaje de Salmón, el transexual amigo de Fátima que ya está operada, por lo que hablo con mi voz. Yo preparé el personaje con toda su caracterización y lo obtuve. Fue una experiencia muy grande trabajar para el cine cubano con grandes actores como Mirtha Ibarra y Carlos Enrique Almirante. Es una trama muy linda. Es la vida de Fátima y su novio, vista desde una perspectiva muy humana, no como una simple historia de amor entre homosexuales. Es la primera vez que se trata el tema de esa forma en el cine cubano. Es una historia de amor que te identifica y pasas por lo mismo que esos amantes. También compuse un tema para la película que canto junto a los otros dos travestis: Carlos y Jazz Vila. La canción se llama El otro“.
¿En qué fase se encuentra el nuevo disco que prepara?
“Están colaborando muchos músicos, no quiero adelantar mucho porque no quiero matarle la magia antes de que empiece. Después de cinco años, ya estoy inmersa de lleno en esta producción discográfica a cargo de Andrés Levin y Alain Pérez. Aun no tengo decidido el título para el disco, tengo cuatro posibles, pero ninguno decidido. Solo te puedo adelantar que los video clips los haré casi todos aquí en Cuba”.
Así es CuCu Diamantes, versátil, multicultural, intensa y única. Después del concierto por la Paz liderado por Juanes cuenta que por cuestiones políticas en algunas partes de los Estados Unidos le odiaron mucho: “porque en el mundo están los que odian y los que aman; yo estoy en el grupo de los que aman y no odio a los que odian, quiero convertirlos en los que aman”, expresó en aquel momento y esta frase fue muy difundida en los medios y compartida en las redes sociales. Afirma que su edad es mental, “lo que me mantiene joven es reírme, estoy entre los veinte y la muerte, porque los veinte es una etapa de mucho aprendizaje”, dice entre risas. Su consejo: “Ayudarnos y cooperar entre todos para salvar el mundo, ese es el legado que debemos trasmitir a las nuevas generaciones”. Su mayor propósito en la vida, como el de muchos, es ser feliz, pero lo de ella es “compartir esa felicidad y hacerle bien a la gente” asegura.
“Soy una persona que debo estar en constante movimiento, no recuerdo hace cuántos años no cojo vacaciones, me acuesto en la playa a descansar, y si no estoy planeando o ejecutando algo me aburro terriblemente. En Cuba nunca me aburro, siempre hay un nuevo proyecto y amigos con quienes compartir ideas, por eso me encanta y no puedo alejarme de esta tierra”.
Es Sophia Lamar coño no Sofia Lamar. Gracias
Tremendas canillas! jajajaja
NO TENIA EL GUSTO DE CONOCERLA, PERO ME ENCANTA SU PERSONALIDAD Y FORMA DE VER LA VIDA.COINCIDIMOS EN LA MAYORIA DE LAS COSAS DE QUE PLATICA. OJALÁ UN DIA NOS TROPECEMOS EN NUESTRA AMADA HABANA. ¡¡¡ MUCHOS ÉXITOS, DIOS LA BENDIGA.!!!