En octubre de 2020 se declaró oficialmente en Cuba el 8 de mayo como el Día del Son Cubano. Se trata de un homenaje a un género vocal e instrumental de grandísima popularidad e influencia dentro y fuera de la isla. La iniciativa partió del camagüeyano Adalberto Álvarez (1948-2021) con justeza conocido como “El Caballero del Son”, uno de los músicos más constantes en la defensa y promoción de esta expresión músico-danzaria.
“El 8 de mayo es un día representativo, pues conmemoramos el nacimiento de Miguelito Cuní (1917-1984) y Miguel Matamoros (1894-1971), por eso esta fecha fue la propuesta”, escribió entonces en sus redes sociales el Premio Nacional de Música (200) y autor de temas tan conocidos como “A Bayamo en coche”, “Son para un sonero” o “El son de la madrugada”.
Es imposible hablar de música popular cubana sin mencionar los aportes de este género, que nos representa mundialmente tanto como el mambo, el chachachá y el danzón. Dicho al estilo de la guarachera y sonera Celia Cruz: Aquel que nunca quiso oír a Matamoros / y nunca le hizo coro a su Son de la Loma / que no lo cante ahora. / Y el que no quiso nunca al Bárbaro del Ritmo, al gran Benny Moré / que mal cubano es. / Porque de Cuba es el son / y el que se siente cubano / lo lleva en el corazón.
A continuación, hacemos un recorrido por los orígenes del son y exponemos algunas opiniones de expertos e intérpretes de este género cubanísimo.
“El son que no tiene fin”
Cristóbal Díaz Ayala (1930) es una voz autorizada en temas relacionados con la música cubana. El extraordinario coleccionista es autor de varios libros como Cuba canta y baila, discografía de la música cubana 1898-1925, Cien canciones cubanas del milenio, Los contrapuntos de la música cubana, entre otros que analizan de manera exhaustiva el nacimiento y desarrollo de nuestros ritmos populares. Uno de los pilares más importantes del maestro Díaz Ayala a la cultura cubana y latinoamericana es su colección de libros, discos, entre otros materiales, donada a Florida International University (FIU) en el año 2001.
De manera concluyente, el maestro Díaz Ayala sostiene que el son “es el género musical más importante de la música cubana” y que, aunque algunos investigadores le han dado un origen antiquísimo, que se remonta al siglo XVI, en 1971 el musicólogo Alberto Muguercia probó con sólida argumentación la falacia de tal teoría. El son nació en la zona montañosa de la Sierra Maestra en la segunda mitad o fines del siglo XIX.
Y agrega:
“El son llega a la Habana en 1909, cuando al crearse el Ejército Permanente por el presidente José Miguel Gómez, precisamente uno de sus objetivos fue desenraizar al soldado de su punto de origen, moviendo la tropa a prestar servicio en sitios distantes al de su origen. Así, aparentemente, va a parar a La Habana un grupo de orientales que cultivaban el son”.
Otra notable investigadora, la musicóloga María Teresa Linares, al referirse a los orígenes del son señala: “El son era un baile sencillo, con una forma basada en un esquema fijo por el coro y un motivo improvisado, variante, por un solista. Motivos a los que se llamó ‘montuno’, por venir del campo, del interior montañoso, del monte”.
Ya en la década de los veinte del pasado siglo el son irrumpe en La Habana con éxito definitivo y entre sus máximos exponentes está Miguel Matamoros. Examinemos lo que dijo el notable investigador y saxofonista Leonardo Acosta:
“Pero el son se transforma en la capital, donde se impone el formato de sexteto y luego septeto. No tardaron en sobresalir el Sexteto Habanero, el Sexteto Occidente de María Teresa Vera, el Sexteto Nacional (luego Septeto) de Ignacio Piñeiro y otros que además surgen por toda la isla”.
En todos estos años aparecieron en escena figuras de gran impacto en la música como Piñeiro, quien, según el mismo Leonardo Acosta, fue el primero en lograr un acercamiento entre los dos géneros populares básicos de la sonoridad popular cubana: la rumba de occidente y el son oriental.
“Piñeiro viene a ser, por tanto, si no el padre, el abuelo de la salsa, por esta síntesis y fusión y no por haber acuñado el término en su famoso Échale salsita”, asevera.
A partir de entonces Cuba se volvió sonera de punta a cabo. Emergieron distintos músicos, intérpretes, agrupaciones que a lo largo del siglo XX y lo que va de XXI han hecho suyo al son, uniéndolo a otros ritmos, pero siempre respetando su esencia.
El son, como muy pocos géneros, viajó y se instaló de manera triunfante en Estados Unidos, Puerto Rico, Venezuela, Colombia y México, demostrando su perdurabilidad. Sus cultores, dotados de gracia a la hora de improvisar, demostrada picardía, buena voz y habilidades para el baile, se hicieron enormemente populares en América Latina y Europa.
El son también llegó al cine y sirvió de inspiración a poetas. El más vivo ejemplo está en la obra de Nicolás Guillén y sus títulos “Sóngoro cosongo”, “Motivos de son” y “El son entero”.
Después de 1959 el son no se fue de Cuba, como exclamaron algunos. Tras la oleada migratoria, la isla siguió bailando y aportando nuevos soneros que alcanzaron reconocimiento mundial. La fundación de las agrupaciones Son 14, en 1978, y Adalberto Álvarez y su Son, en 1984, demuestran cuán vivo se mantuvo el género entre músicos y bailadores.
Para profundizar en este tema, OnCuba sugiere los títulos: La Habana tiene su son y El son no se fue de Cuba: claves para una historia 1959-1973, de los autores Ricardo R. Oropesa y Adriana Orejuela, respectivamente.
El son es un reflejo
Mayelín Naranjo es una intérprete cubana radicada en España junto a su esposo, el músico Jorge Antonio Vázquez Varona. En cada concierto que ofrecen en ese país y otros países de Europa, no pueden faltar en su repertorio temas clásicos del son.
“En nuestro trabajo musical su pujanza surge de forma natural”, afirma y añade: “El son esta vivo, su sabor sigue cautivando en todo el mundo, no obstante, aunque no pierda su vigencia, hay que observar con atención que otros estilos musicales, sobre todo los relacionados con la música electrónica, actualmente abaratan gran parte del mercado internacional. Es sagrado deber que defendamos la vida del son cubano. Trabajemos por ello, aportémosle modernidad, creando nuevas obras soneras con respeto a nuestra tradición, a nuestras raíces culturales”.
Por otra parte, el radialista e investigador Lázaro Caballero Aranzola, autor del libro ¡De película! Rolando Laserie, nos dice:
“El son es un reflejo de la mezcla cultural de la nación cubana que atesora la huella africana y española. Y ahí florece otra de las repetidas afirmaciones ligadas al género: para ser buen sonero hay que ser buen rumbero, otra muestra de que nuestra riqueza musical es abarcadora y multidireccional. Algo de rumba de solar enriquecido con elementos españoles de salón, instrumentos de viento y una pegadiza cadencia, todo eso ha hecho vibrar a varias generaciones. Sin embargo, es en este punto donde me gustaría subrayar que en la actualidad percibo un insuficiente respaldo a la difusión del son a través de la radio y la televisión. Es primordial fomentar el arraigo de tan valiosa joya de nuestra cultura, expresión de lo más genuino que nos distingue. El son es una muestra de cómo somos y, a fin de cuentas, es lo más sublime para el alma divertir”.
Para festejar esta jornada OnCuba te recomienda la siguiente playlist, con ocho de los temas dorados del son cubano que no puedes dejar de conocer:
- Suavecito por el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro.
- Escucha mi son por Miguelito Valdés.
- Mi son cubano por Guillermo Portabales.
- Son al son por Elena Burke.
- El son de la madrugada por Son 14.
- El son de Adalberto por Osacar D´León.
- Sin clave no hay son por Celia Cruz.
- Te traigo mi son por Ray Barreto.