Si uno revisa atentamente la obra de un grupo de influyentes trovadores cubanos podrá encontrar las mismas interrogantes, preocupaciones y necesidades de expresión que definen a artistas más jóvenes que hoy han entrado en acción en el campo social y cultural de la Isla.
En los discos de unos jovencísimos Carlos Varela, Polito Ibáñez, Santiago Feliú, Frank Delgado, Donato Poveda, encontramos esas preguntas sobre las limitaciones artísticas de la sociedad, sobre la capacidad o interés del ser humano en la transformación social o, sencillamente, sobre el lugar de influencia que podría ocupar, sin mayores dolores de cabeza, un músico o cualquier artista en el país. Lo que ha variado lógicamente es la forma de articular esas inherentes necesidades de expresión con la entrada en juego de nuevos escenarios de incidencia social, como las nuevas tecnologías.
Es muy difícil que mi generación no se haya identificado en la noche más oscura del periodo especial con discos como Monedas al aire, Como Los peces, Recuento, Ansias del Alba, Trovatur, fonogramas que junto a otro rosario de canciones imprescindibles nos retrataron (o desnudaron) como país y como generación. La mayoría de aquellas canciones mostraron los ímpetus creativos de sus autores, el caos existencial que provocaba que cada vez más nos encerrásemos dentro de nosotros mismos ante ese paisaje agreste de la sociedad, la soledad y los puntos de quiebre de una existencia que comenzaba a fragmentarse por las continuas salidas del país de nuestros amigos, o por el lógico descreimiento que despierta, en el corazón, el desencanto.
En algún rincón conservo en formato de cassette aquellas canciones que hoy cobran más actualidad que nunca. No creo que sus autores, inmersos en el vértigo social como casi todos nosotros, se hayan detenido a pensar demasiado en el sentido de la vigencia de esos documentos sonoros escritos sobre el filo de la navaja de esa larga noche de los 90 que se sigue asomando, incólume, a los ojos de la nación.
Existe un disco del que estuve sujeto durante varios años desde que cobró para mí la categoría de descubrimiento en alguna fecha de los 90. Cada vez que lo repaso regreso a ese paraíso perdido que, pese a todo, fue mi adolescencia y mis primeros años de una juventud que he tratado de alargar hasta hoy, pero que el tiempo se ocupa de decirme, cada vez, que ese ritual ya tiene listo su puesto en el cementerio de la nostalgia.
El fonograma es Recuento y ahí vemos a un joven Polito Ibáñez mimetizado con la sociedad, con sus desdichas, con su necesidad genética de hablar del tiempo y cuestionar todo lo establecido. Hay en el Polito de los 90 una profunda indagación existencial hacia su entorno, hacia su ciudad, hacia su país, el cual va interrogando para desentrañar esas respuestas que quizá nunca llegó a encontrar, pero su búsqueda le ayudó a desandar el camino, a que nos identificaremos con esas vidas inconexas por las que pasaba el trovador y con esas preguntas que le permitieron a él y a nosotros no sucumbir del todo.
La primera canción del disco es toda una declaración de principios. Es también una de las más perdurables en la carrera del trovador y ha quedado un poco olvidada por la falta de curiosidad de los gestores en los medios y de una parte de las nuevas generaciones, incluso de los que escuchan y “consumen” trova.
“Entrada la noche fui a mi lecho, para sacarme del pecho el cansancio y la rutina del roce diario”, canta Polito. Y sigue el trovador: “Pero en vano fui buscando el sueño y fui a dar en ese empeño al recuento de la vida que hasta hoy me ha tocado llevar. Y supe entonces que viví de intentar, de la indiferencia de los menos mal y aferrarme a todo aquello que me fue distante como el Sol.”
Recuento es un retrato generacional. He tenido esa certeza desde que lo escuché por primera vez. Desde la fugacidad de aquel instante en que me pregunté hacia dónde giraría el péndulo de la vida del trovador durante la época. En efecto, nunca he dejado de pensar en qué lugar, en qué momento está un músico, sobre todo un trovador, cuando logra escribir esas canciones que el tiempo se ocupa luego de poner en el lugar de los himnos. A veces ese camino me ha conducido hacia la embriaguez espiritual que producen los descubrimientos, otras ha sido un recorrido hacia ninguna parte. En el caso de Polito este disco ha sido para mí un viaje hacia lo profundo no solo del trovador sino de su generación y de la mía. No hay poses ni falsedades en esos temas. Es Polito en un diálogo consigo mismo y con el rol que trata de ocupar en la sociedad. Es Polito vs. Polito. En algunos temas el músico se cuestiona a sí mismo, y nos cuestiona a nosotros. Los desgarramientos vienen de la mano de esas preocupaciones existenciales tan caras a su obra.
Evocaciones, Dudas como espejo, Asamblea final, Espejismos, son otras de las canciones de este “recuento” que fue y es también, el nuestro. Entre todas hay un tema que me acompañó durante mucho tiempo. Cada día salía con la mochila al hombro en la mañana con Gente común y a la moda gravitando en mis oídos. La canción no podía faltar en ese cassette que rodaba en una vieja walkman. “Locos, ya sé que hoy volveré a ver muchos locos, y a gente que no se quiere a sí misma, gente de las que nunca nada espero, gente común o a la moda, gente que amargan las horas”. Algo así cantaba el trovador en ese tema que habla de la desidia social, de aquellos que en cualquier sitio te podían (y pueden) poner un traspiés en el camino y la mirada para que te asiles definitivamente dentro de ti mismo, o peor, en las arenas movedizas del rencor, algo que se sabe ha pasado dejando un saldo de daños memorables y de distancias tal vez insuperables entre los cubanos.
Polito alertó sobre ese posible escenario, como también sobre el egoísmo, la censura, las falsedades hermanadas con la doble moral, entre otros tantos asuntos que han fraccionado profundamente a la sociedad cubana. Y hay lugares de los que no se vuelve. El trovador lo sabe. Por eso también cantó la urgencia de Cada día, ese título que muchos escuchamos con la certeza de que nos habla de una verdad como un templo, pero que otros, con peso de decisión, escucharon en su momento y no supieron interpretar las palabras del músico a juzgar por su perenne actualidad. En esas canciones están gran parte de los conflictos que atraviesan la escena cultural cubana y que continúan creciendo a falta de mayor comprensión.
Hoy he vuelto a escuchar el disco. En verdad pensé que sería distinto, sin embargo he vuelvo a caer en el trance que producen los recuerdos. Sé que la nostalgia es una trampa, una excusa, un encierro total de la voluntad que no permite mirar con objetividad lo que fuimos o lo que podríamos ser.
Creo, sin embargo, que con Polito la nostalgia va por otro rumbo. Es un jugoso fruto que nos permite confirmar que no estábamos equivocados cuando nos logramos identificar plenamente con sus temas, con los que proponía, y con todas esas imágenes que nos abría en la mente secundadas por plataformas electroacústicas, que tributaron notablemente a ese gran alcance de Recuento.
Polito después de su debut discográfico siguió dando cuerpo a una trayectoria cardinal en la música cubana. Publicó discos como Para no pensar—otros de los clásicos de su repertorio—, Axilas, o Sombras amarillas. Aunque no han tenido la misma hondura de Recuento y Para no pensar, han contribuido a que el trovador explore otras facetas o intereses, algo que es absolutamente válido. Es lógico que con los años no me encuentre plenamente en las letras o en el empaque musical de las producciones que sucedieron al jovencísimo Polito.
Hay nuevo caminos que explora el trovador y lo hace desde otro lugar al que ocupó durante los álgidos 90, esa época desde donde el trovador saltó a la historia de la música cubana. Lo hizo con canciones atravesadas por una incesante búsqueda poética y una evidente necesidad de encontrar respuestas y de retratar, de paso, nuestra generación, esa que siempre agradecerá haber encontrado en su camino a un trovador que dijo lo suyo a tiempo y puso en el radar interrogantes que hoy siguen mirando, actualizadas, el rostro de la sociedad cubana.