El Taiger. Sabiduría popular. Talento. Juventud. Personalidad escénica. Sonrisa contagiosa. Popularidad. Cuba en la sangre. Creo que desde la muerte de Benny Moré, la de Polo Montañez o la de Juan Formell, hace menos años, ninguna muerte de un artista cubano había provocado tanta conmoción en el pueblo. A la naturaleza violenta de su muerte, a la juventud del Taiger y a su liderazgo en el género del reguetón cubano, se suma, como en los casos anteriores, el hecho irrefutable de que fue un artista eminentemente de pueblo, de su gente, de su Capdevila natal, raigal, tan poco retratado antes de que “el hijo de la gorda” lo hiciera visible. Capdevila, como el Cienfuegos del Benny o Las Terrazas de Polo ya colocado en el mapa cultural cubano gracias a su música.
El Taiger. El Tigre. Anteriormente, el Príncipe. Llevo días escuchando su música y sorprendiéndome. En un género tan denostado por parte de la sociedad (y por casi toda la intelectualidad) he encontrado una voz única, un estilo único, con propuestas formales de gran altura, con dominio métrico y empleo de recursos literarios tan sencillos como eficaces. “Habla, matador” fue la primera canción suya que escuché hace unos años. No la conocía, pero el ritmo contagioso (“ese tumbao inicial”, Revé dixit), el buen uso del argot callejero y el guiño humorístico (bonito, apuesto, y todo lo demás por supuesto / las mujeres son adictas a mí / porque no ando diciendo con quién me acuesto) me recordaron lo mejor de la canción tradicional cubana (guarachas y sones) y me descubrieron a un artista auténtico, simpático, carismático, en una isla pródiga en artistas carismáticos. El videoclip tan bien hecho contribuyó a su éxito. El protagonismo del tres cubano en un maridaje inusual con el género urbano fue sorprendente. “Bonito, apuesto… habla, matador”. Y sonreíamos. Se convirtió en un saludo popular entre los jóvenes: “Habla, matador”. Todo dicho sin decir nada. “Matar jugada” como metáfora erótico-festiva, un guiño cómplice tan fino que sonríes y lo haces tuyo desde una anuencia transgresora y a la vez educada.
Ser músico es una cosa, ser músico y trascender al habla popular es otra. Lo lograba Formell. Lo ha logrado Silvio (ese “sirvió” de los jóvenes y de los no tan jóvenes) y lo ha logrado El Taiger con su “habla, matador” y otros versos de otras canciones. Se dice fácil, pero es absolutamente incontrolable este trasiego de lo individual a lo colectivo, de la música al habla, de la canción a la fraseología.
El Taiger. Llevo una semana oyendo música del Taiger. Viendo sus videos y sus reels. Sus entrevistas, sus polémicas, sus adicciones, sus broncas, sus éxitos nacionales e internacionales. Tenía una voz y un acento muy personales. Tenía vistosos y significativos tatuajes en la cara. Sonreía con una franqueza apabullante. Se sabía auténtico: “pude doblarme y no me doblé / pude partirme y no me partí”, cantaba, pero también decía “ningún cubano vale más que Cuba” o “esa es la tierrita, papi” o “el que no es de los suyos no es de nadie”, todos axiomas improvisados, tremendos, que dejaban en silencio a sus interlocutores. El Taiger.
Bailaba con paso quedo, suave, como marcando la distancia. Coreaba sus propios versos. Sonreía y cantaba. Cantaba y sonreía. Se sabía (y estaba orgulloso de ello) popular, admirado, querido. Había llegado con su música muy lejos. Millones de escuchas que a partir de ahora serán más.
El caso del Taiger me recuerda el de otro genio popular cubano que murió también de manera violenta en Estados Unidos, Chano Pozo. El gran percusionista de La Timba fue asesinado en Harlem cuando sus tambores estaban revolucionando, ya para siempre, el jazz y la música toda. A la muerte de Chano cantó Benny Moré: “Murió Chano Pozo, / a la rumba yo no voy más / sin Chano”. Luto musical, de hombre pueblo a hombre de pueblo, de conuco a solar. Como ahora. Pocas decesos en la música procrean réquiems musicales como ejercicio de homenaje espontáneo. Músicos que cantan al dolor por la pérdida de un músico. En el caso del Taiger ha sido tremendo, espontáneo, sincero. No hay una “industria del dolor”; hay un dolor de dimensiones industriales. Desde el reggae dolido de Cándido Fabré, hasta la lacrimosa canción de Alexis Valdés, pasando por la estremecedora plegaria musical de Lenier o la sublime plegaria pianística de Chucho Valdés. Hubo hasta una réplica del Taiger cantando al Taiger que se generó con Inteligencia Artificial.
¡El Taiger! Tan joven, tan talentoso, tan apuesto, “y todo lo demás, por supuesto”. La muerte siempre nos reconcilia con nuestra mejor parte. Duele, y desde el duelo, evocamos, recordamos, recortamos. El Taiger ahora mismo vive recortado en miles de fotos y reels compartidos por sus seguidores y amigos. El Taiger acumula tantas velas y flores y promesas y oraciones que lo harían sonreír, irónico, si abriera los ojos. “Soy un matador”, diría de sí mismo, vivo de la risa. Y añadiría: “lo advertí: “paisano mata paisano”. El Taiger como premonitor de su propia tragedia.
Tantas velas y flores y horas de vigilia espontánea no son fortuitas. Tantos ruegos y oraciones tampoco. Algo pasa en la sabiduría popular, en ese pulso emocional que tiene el pueblo, cuando se siente que se lastima a uno de los suyos. ¿Cómo el hijo de gorda se convirtió en el Príncipe? ¿Cómo el Príncipe se convirtió en el Taiger? ¿Y cómo el Taiger nunca dejó de ser el Joseíto aquel de Capdevila? La música cubana genera personajes así, carne de leyenda. Benny. Chano. Polo. Juanito. El Taiger. Y los seguidores de estos músicos no necesitan nada más que su música para llorarlos y cantarlos eternamente.
El Taiger. El Matador. La Tranka. Un joven músico cubano eternizado en una imagen sólida y a la vez borrosa. La de un hijo tan huérfano que cantaba para conseguir más padres. La de un padre tan solitario que cantaba para conseguir más hijos. La de un cubano tan cubano que todas las Cubas hoy lo lloran y lo cantan al mismo tiempo. El Taiger. Sabiduría popular. Talento. Juventud. Personalidad escénica. Sonrisa contagiosa. Popularidad. Cuba en la sangre. Y todo lo demás, por supuesto.
Publicado originalmente en la página de Facebook del autor y reproducido con su consentimiento.
Hola,buenas noches solo quería agradecerle su artículo,asi mismo era el Taiger…lo queriamos y lo aceptabamos tal cual,joven,intrépido,bonachon,alegre,que tristeza perder alguien joven,en la cúspide de su carrera…EPDtodos somos imperfectos,únicos…mis condolencias a amigos y familiares
Llevamos más de una semana como Ud. dice viendo y escuchando al Taiger y miles de comentarios sobre él. Pero lo que escribe Ud. es increíblemente cierto. Ciertamente increíble. Bellas palabras de despedida. ❤️ El Taiger siempre en mi corazón. EPD