Muchos recordarán el éxito de un video en el cual dos niños franceses, y su padre de origen coreano, interpretan la canción “20 años”, de María Teresa Vera y Guillermina Aramburu. Fue tal la emoción de los conocedores al enterarse de la versión, especialmente los cubanos, que millones de personas no se resistieron a compartirla, y aun lo hacen.
Una escuela de música privada de La Habana inmediatamente le propuso a la familia impartir clases a los niños cuando visitaran Cuba. Omara Portuondo hizo referencia al tema en su perfil de Facebook. “Una de mis canciones favoritas interpretada con tanta dulzura por Isaac y Nora”.
“Es el más grande honor posible cuando te gusta la música cubana, me dice Nicolás Restoin, el padre, en conversación propiciada por el chat de Facebook el pasado fin de semana.
El video circuló en las redes el año pasado, Nora e Isaac tenían 8 y 11 años. Para ese entonces contaban con 294 mil seguidores en Facebook. Después de publicar esta canción han acaparado la atención de muchos más, ya suman 784 mil. La canción, puesta en YouTube el 29 de junio último, tiene casi 4 millones de visualizaciones.
Toda la familia se involucra. Nicolás toca la guitarra; Isaac, la trompeta y se suma en los coros; la pequeña Nora canta -al parecer en casi cualquier idioma- y la madre de los niños, Catherine Eloy, sube los temas a las redes.
“Desde entonces la mayoría de nuestro público es latino, cuenta Nicolás: En Europa tenemos más seguidores de España o Italia que de Francia.”
Pero, mucho antes de que ese salto a la popularidad llegara, él tocaba la trompeta en “A bout de soufflé”, una banda de Douarnenez, ciudad cercana a Quimper, donde viven. La banda había viajado dos veces a Santiago de Cuba, pero Nicolás no pudo seguirla.
“Uno de mis temas preferidos, que tocaba con la banda, es “Lágrimas Negras”. Fue el primer tema cubano que aprendí, y fue la primera canción que Nora aprendió en español, cuando tenía cinco años”.
Nada es casualidad. Tanto el efecto que el video dejó en ellos, como ese pasado de Nicolás, hizo que la familia tomara una determinación: visitaría la isla a principios de este año.
“Para nosotros es un sueño viajar a Cuba”. Para abril tenían programado todo; sin embargo, la Covid-19 se lo impidió.
El pasado 29 de abril escribieron en las redes: “Así que ciertamente no fuimos a Cuba”.
Le pregunto cuáles eran sus planes en la isla y me dice que habían previsto una estadía de dos semanas en Santiago de Cuba para vacaciones. Sería su primer gran viaje familiar.
“Tenemos una amiga francesa que se llama Hélène. Ha ido a Cuba, sobre todo a Santiago, quizás unas 20 veces. Ella conoce muy bien la ciudad y tiene algunos amigos allí. Hélène nos ayudó a preparar el viaje: la casa, lecciones de baile o percusiones, informaciones acerca de la vida en Cuba…”
Aunque el desplazamiento terminó malogrado, la diseñadora gráfica del equipo, Marianne Larvol, preparó una sorpresa: la foto montaje donde, al fin, los pequeños han llegado a la Isla.
“El sueño es posible siempre”, dice Nicolás.
La primera vez que enfrenté ese video tan popular sentí admiración por la manera en que Nora interpretaba el legendario tema cubano. Una mezcla de inocencia y talento brotaba de allí.
“Acerca de nuestra manera de tocar la música cubana no tenemos una “receta”, tocamos como podemos. Pero, ¡queremos aprender a tocar como los cubanos o latinos!”, dice Nicolás en tanto explica que Nora e Isaac asisten a la escuela normalmente, que tratan de tocar los instrumentos un poco cada día y que no quiere que se sientan cansados por la música.
Se trata de una familia peculiar esta que sentimos ya un poco cercana; y, evidentemente, se trata de un grupo con talento y suerte.
La mayoría de los músicos empiezan a hacerse de una obra para luego conseguir el público que los seguirá. Ellos han logrado al público, lejano, amplio y disperso.
También tienen la obra, aunque los artistas todavía se encuentran en formación, y tienen el reto doble del idioma. Todo eso hace de estos pequeños y su familia, un proyecto inspirador.