“Mi primer contacto con la música caribeña, y en especial cubana, diré que mi amor por los tamboriles de nuestra música afro uruguaya, el candombe, que me llevaba a bailar desde niño, esperó nuestro exilio en Suiza para abarcar y abrazar a su ‘primo’ afro cubano. Fue en Ginebra que escuché las primeras rumbas y, sobre todo, los primeros acordes de Los Van Van. En las fiestas de emigrantes latinoamericanos, bailaba desenfrenadamente al compás de la música tropical. De ahí en más, el maravilloso virus no me soltó, y ese mundo se convirtió en el mío”, rememora Esteban Isnardi, un uruguayo que vive en Suiza y a quien lo delata su acento, de lo contrario, cualquiera podría decir que es un cubano ciento por ciento.
Me cuenta que su primer contacto con la salsa fue en la niñez —a los cuatro o cinco años— mediante su tío, que luego sería pastor protestante, y entonces era trompetista en una orquesta uruguaya de salsa. “Se llamaba Walter Isnardi y fue una figura muy importante para nosotros, porque luchó contra la dictadura militar en Uruguay. A esa temprana edad también bailaba candombe (nuestro folclor afrouruguayo), y ya el ritmo —tanto de los tambores como de la salsa— despertó una pasión en mí. Aprendí a bailar en Uruguay y en Argentina (llegué a Suiza a los 14 años como refugiado, con mis padres). Lo que bailaba se conocía por el nombre de salsa… y luego en Europa, en mis diferentes viajes como caricaturista —yo vivía una vida bohemia— fui mejorando como bailarín de salsa en varias ciudades”, evoca.
Esteban Isnardi alcanzó reconocimiento no solo como bailarín o profesor de salsa, también como caricaturista. Su primera formación académica fue como dibujante en la Escuela de Artes Decorativas de Suiza, trabajando con grafistas. A los 22 años empezó a publicar en revistas y diarios de Suiza, Francia, Italia y Uruguay especialmente. Ha realizado muchísimas exposiciones alrededor del mundo (Cuba, Uruguay, Argentina, España, Suiza, Francia, Italia, Líbano, Armenia, Bielorrusia, entre otros países).
A esto sumamos su oficio como compositor. Tiene canciones en coautoría con los artistas cubanos Robertón Hernández y con Pedrito Calvo Jr. Su orquesta preferida es, indiscutiblemente la que fundó Juan Formell allá por los setenta del pasado siglo. Es, por tanto, un ferviente “vanvanero”, defensor del songo en cualquier lugar.
”La caricatura fue mi primera pasión”
Según declaraste, toda tu niñez estuvo marcada por allanamientos de morada o detenciones de tu padre. ¿Fue la tuya una infancia feliz a pesar de aquellos problemas?
No puedo decir que fue una niñez infeliz. Sobre todo por el hecho que mis padres, a pesar de que éramos de clase media-pobre, y luego llanamente pobres por las circunstancias, siempre me protegieron y privilegiaron mi personita. Los allanamientos de morada eran cosa habitual, también el hecho que alguna que otra vez se llevaran a mi padre, y el buen fantasma (para decirlo de algún modo) de mi tío Tito, el revolucionario prófugo siempre estaba presente, porque la persecución que padecimos fue principalmente debida a su implicación contra el terror de Estado.
Mi inocencia me llevó a sacar un libro comprometedor que teníamos en la biblioteca y a esconderlo en una de esas inopinadas “visitas” de los militares, pero por suerte uno de ellos —un Tupamaro infiltrado, imagino— me lo sacó de las manos y, como si nada, lo volvió a colocar en el estante. Tras la intrusión, mi padre encontró su pistola escondida debajo del colchón, seguramente colocada ahí por el mismo muchacho.
Esta anécdota te muestra que el niño Esteban se mantenía al tanto de lo que acontecía, o que al menos conocía los aspectos generales, pero que no lo vivía ni desde el pánico, ni desde el desasosiego. Yo fui un niño más bien solitario y con algunas rarezas, como por ejemplo, en nuestra breve estadía en Buenos Aires, cuando me tomaba el autobús para ir a visitar durante horas el cementerio de la Chacarita, una necrópolis que me maravillaba. Nuestra situación incierta condicionó mi comportamiento e influyó en mi personalidad, claro, pero no puedo decir que fui desdichado. Me sentí amado. El resto se lo lleva el viento.
La enorme riqueza musical cubana ha dejado huellas en casi todo el mundo, ¿qué valor le concedes?
¡Un valor increíble! Hace poco una universitaria me robó una frase para ponerla como intitulado de su tesis: “La salsa es el esperanto del cuerpo“. Se lo reproché. Se disculpó. No es que quiera discurrir sobre el hurto intelectual, sino que esto demuestra cuán universal es el lenguaje de lo que ahí llamé salsa, pero que bien podemos llamar “música cubana”. Vayas donde vayas, en cualquier recóndito lugar del orbe, habrá una pareja bailando timba o son. En casi noventa países de los cinco continentes he dicho que lo cubano —en la música y en el baile— ha conquistado el mundo. Tengo una letra que espero poder convertir pronto en canción, y que habla de ello, aunque refiriéndose de modo específico a la rumba.
Kumbakimkumbakon
Rumba aquí rumba allá
No hay rincón en el mundo
Donde no esté la rumba
Por doquier el tambor
Va repica y retumba
Diversos artistas y medios internacionales han destacado la autenticidad de tus ilustraciones. ¿Cómo nació el Esteban Isnardi caricaturista y qué maestros influyeron en ello?
La caricatura fue mi primera pasión. Mis compañeros de escuela primaria se acuerdan que yo dibujaba todo el tiempo. Por suerte mi madre guardó algunos de mis dibujos de antaño, así pude comprobar que, ya a mis seis años, realicé la caricatura de un político uruguayo (Juan José Crottogini ) inspirándome en una foto del periódico. Cuando llegué a Suiza solía ausentarme de las aulas del colegio para ir a una librería que vendía los álbumes de tres caricaturistas franceses: Ricord, Morchoisne y Mulatier. Pasaba horas mirando los detalles de cada caricatura, analizando la factura y la técnica y, luego, de modo autodidacta como todo lo que haría en mi vida, intentaba plasmar en la hoja lo que había estudiado.
Un pequeño paréntesis para aplaudir la aparición de las redes sociales, que tienen tanto de bueno como de malo, pues allí pude intercambiar con el más talentoso de los tres dibujantes, mi maestro absoluto, Mulatier, el cual le ha dado más de un like a lo que publico en Facebook. Lo de mi pasión devenida en profesión, se lo debo a mi atrevimiento juvenil. Corría el año ’86, yo vivía en un hogar de jóvenes y pensé: “El diario más importante de Ginebra está solamente a tres cuadras, voy a poner algunos dibujos en una carpeta y voy a ir a golpear la puerta para que los publiquen”.
Dicho y hecho. Fui, insistí, querían echarme, me resistí, amenazaron con llamar a la policía, aproveché que el director salía, corrí hacia él, se puso tieso del miedo, abrí la carpeta, le mostré mis dibujos… y la semana siguiente comenzaba publicando una portada.
El maestro de casino más invitado del mundo
Háblame de tu faceta como compositor, ¿tienes algún “método” determinado o la canción nace y punto?
Yo no me había propuesto ser letrista. Se lo debo al cantante Mayito Rivera. Una vez me escribió por Facebook, justamente hablándome de un poema que había publicado en mi muro. A “bocajarro” me preguntó si era mío y me dijo que quería ponerle música. Al final no se pudo hacer con él pero le di el texto a Pedrito Calvo Jr. Así nació “Casinero sí o sí”. Mayito sembró la semilla de la música en mis textos, lo que de un cierto modo era evidente, tratándose de poesía. No me alejé nunca más de dicha veta. Tengo principalmente dos maneras de componer. Como en el caso de mi primer tema, puedo enviarles el texto a los músicos, y ellos adaptan su melodía a lo escrito, consultándome para modificar cualquier palabra o frase.
Por el contrario —y eso sucedió, por ejemplo, con “Empieza mi son”, cantada por el gran Robertón de Los Van Van— el arreglista o el compositor me manda la base sonora, tarareando lo que sería el lugar del texto. Yo reemplazo el “la la la” por sílabas con sentido. Lo que sí me nace y punto, es la temática. Me alejo lo más posible de la vulgaridad y trato de tocar temas profundos, por qué no, polémicos, peliagudos. Ahí no transo.
Según consta en tu currículum eres el profesor de casino más invitado en el mundo, ¿cómo aprendiste a bailarlo? ¿Cómo han sido acogidas tus clases en Europa, por ejemplo?
Podría hablar días y días de este tema, trataré de hacerlo en pocas líneas. Cuando afirmo que soy el maestro de casino más invitado en el mundo es, modestia aparte y tomando datos objetivos, corroborado por mis más eximios colegas. Eric Turro, por ejemplo, me apodó “el caballero andante”. Quiero que sepan que soy el primero en asombrarse. ¡Hay tantos maestros y bailadores/bailarines que poseen más talento y más conocimiento que yo!
Es un conjunto de factores que influyeron en ello. Más allá de mi supuesta calidad como docente está mi ubicación geográfica, en el corazón de Europa, el hecho de hablar cuatro idiomas de modo fluido, mi personalidad peculiar y mi facilidad como comunicador. En una de mis respuestas previas di la cifra de países a los cuales fui invitado profesionalmente. Debo añadir que, en términos de ciudades, fueron unas 350. Con lo cual contestaré yendo más allá de Europa. Mis clases fueron acogidas con entusiasmo y delectación en el mundo entero, así como la de todos los maestros, cubanos o no, que inculcan el “esperanto del cuerpo”. Existe una verdadera vorágine “cubanófila” en los bailadores del Viejo Continente. Cuando uno va a países como Serbia o Polonia se queda asombrado de la calidad danzaria.
¿Los maestros que me marcaron? Son muchos. Con ellos fui aprendiendo y evolucionando, en clases privadas, seminarios, formaciones agudas. Nombraré a Armando “Mandy” Nelson, quien me llevó con severidad hacia el tiempo de son. Por desgracia no descolló como lo hubiera merecido.
“No pude nacer de otro modo”
Esteban, la creación impone retos constantemente. ¿Cuáles son los tuyos?
Mi reto principal es el espejo. Suena cursi, pero poder afeitarme sin bajar los ojos, poder afirmar que soy coherente conmigo mismo, es el objetivo mayor. Mi otro reto es que mi hija nunca se avergüence de mí. Nací para crear, es una constatación. No puedo ser ni hacer de otro modo. Porque no pude nacer de otro modo. Ahora, si se requiere de mí una mayor precisión, ningún problema. En la cotidianidad de mi arte, los retos son exactamente dos: como lo dejé entrever anteriormente, el autodidactismo es uno de mis caballos de batalla. Afirmo con vehemencia que auto educarse, auto formarse, auto pulirse puede ser tan válido como obtener diplomas.
Lo que al principio fue una reacción de muchacho rebelde, el no seguir en instituciones, se convirtió en una causa, me llevó a desenfundar el machete y aquí me tienen, defendiendo la validez absoluta del estudiar sin gastar los pantalones en los bancos de la universidad. En lo personal, reemplacé dichos bancos por las sillas de los bares, —fuera de todo consumo de alcohol—, a los cuales acudía en horarios de oficina que yo mismo me impuse para leer tres libros por semana. Me las ingeniaba para ganar mi vida, de modo que este espartano pudiera cumplir con su propósito.
El otro punto que me anima es la pluridisciplinalidad. A la gente le resulta cómodo poner etiquetas, siempre la pregunta es: “¿a qué te dedicas?”. La respuesta esperada no tiene que ir más allá de una sola y única cosa. En francés se usa la expresión “Violín de Ingres” para hablar de un hobby cuya calidad bien hubiera podido convertirlo en profesión, de no ser porque ya Ingres era pintor. Pues, aquí también yo afirmo que alguien puede dedicarse profesionalmente a varias cosas, por igual, con el mismo afán de superación y de excelencia en cada una. Permítanme ilustrar mi aserción con la frase que aparece al final del videoclip de la canción que el gran Totó Noriega (nominado a los premios Grammy y varias veces premio Cubadisco) me hizo el honor de componerle a mi trayectoria y a mi vida:
¿Me buscas en el baile?
Estoy en el café, escribiendo.
¿Me buscas entre literatos?
Estoy en un rincón, pintando.
¿Me buscas entre telas?
Estoy en un país, bailando.
Alguna que otra vez estoy
donde me buscas, pero no
porque me buscas.
Sino porque me encuentro.