El cantante y compositor uruguayo Daniel Viglietti falleció hoy en Montevideo a los 78 años por complicaciones en una intervención quirúrgica, informó la prensa local.
El compositor, cantante y guitarrista nació en Montevideo en 1939 y es considerado uno de los mayores exponentes del canto popular uruguayo y un referente para varios cantautores de América Latina.
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La obra musical de Viglietti se caracterizó por una particular mezcla entre elementos de música clásica y del folclore uruguayo, así como latinoamericano.
Sus canciones de protesta contra la dictadura en Uruguay (1973-1985) lo obligaron a exiliarse por más de una década en países como Argentina y Francia.
Estuvo también muy cerca de Cuba donde entabló una gran amistad con miembros del movimiento de la Nueva Trova cubana, compartió canciones y conciertos hasta la actualidad.
En 1984 regresó a Uruguay.
Viglietti y el poeta también uruguayo Mario Benedetti hicieron un memorable en el espectáculo “A dos voces”.
A partir de su segundo disco “Hombres de nuestra tierra”, comenzó a trabajar en la musicalización de poemas de escritores como Líber Falco, César Vallejo, los españoles Rafael Alberti y Federico García Lorca, y el cubano Nicolás Guillén, entre otros.
Entre sus composiciones más conocidas figuran “A desalambrar”, “Canción para mi América”, “Milonga de andar lejos” y “Gurisito”, y algunas de ellas han sido parte del repertorio de artistas internacionales como la chilena Isabel Parra, el español Joan Manuel Serrat, la argentina Mercedes Sosa, la cantante mexicana nacida en Costa Rica Chavela Vargas o la venezolana Soledad Bravo.
El viernes 27 de octubre Viglietti actuó por última vez en un recital llamado “Recordando al Che Guevara”.
Hijo de una canción
El diseñador uruguayo Gonzalo Frasca, evocando a Viglietti, compartió esta memoria en Facebook:
En 1984 no existían los MP3 ni los iPods, pero el “Chueco Maciel” sonaba en mi computadora.
Había conseguido un programa para digitalizar sonidos –en bajísima calidad– y el cassette que tenía a mano era de Viglietti. Los cuarenta y pocos Kbytes de mi computadora apenas permitían almacenar pocos segundos pero pronto encontré una forma de alargarlo, haciendo malabarismos con velocidades de reproducción y captura. Al final, quedé con medio minuto casi irreconocible del Robin Hood del cante*. Sonaba horrible pero, para mis trece años, era todo un logro de la mezcla entre tecnología y arte.
Siempre me pareció un poeta delicioso, incluso más tarde cuando no pude dejar de ignorar que sus llamados a tomar fusiles, en rima rica o plena, eran llamados a usarlos para matar gente.
Es un cliché decir que no se puede reducir a un artista a un par de obras. No por eso deja de ser verdad y en este caso tengo la prueba irrefutable, pues sé mejor que nadie que Viglietti también le cantó a la vida. Lo sé porque mis padres siempre me contaron que comenzaron a pensar en tener un hijo escuchando “Gurisito”**.
Nadie sabe adónde termina el viento que sale de una garganta y de una guitarra. A veces ayuda al vuelo, a veces se suma a tempestades. Me cuentan mis padres que llegué a este mundo feo en primavera y que me trajo una canción. Y por eso, Daniel, te estoy por siempre agradecido.
*Síntesis de cantegril, el equivalente uruguayo para favela o villa, barrio marginal.
**En Uruguay, “niñito”.
EFE / OnCuba