Hay viajes que se hacen sin necesidad de moverse del suelo. Esa es la sensación que deja una propuesta como Gaia, debut discográfico del dúo Aguas de Marzo. Lo componen las jóvenes Patricia Díaz Mora y Sofía Pedrera González, unidas por las cuerdas de la guitarra y el laúd.
Las debutantes lograron reunir un material orgánico en el que interpretan once composiciones de la autoría de Noel Gutiérrez, con el concurso de un nutrido tándem de jóvenes y experimentados músicos. El resultado puede resumirse en una certeza: con Gaia se viaja, y de lo lindo. Así pudieron comprobarlo los asistentes al concierto de lanzamiento del disco, ya disponible en plataformas digitales, el 29 de junio en el Teatro Martí.
A Patricia y Sofía poco a poco fueron sumándose virtuosos intérpretes como Adrián Aguiar, en la guitarra, Felipe M. Romero, en la flauta, Armando Osuna, al tanto de las percusiones, Gloria Liens al contrabajo, Lázaro López en la trompeta y la incombustible Orquesta de Cámara de La Habana, dirigida por la maestra Daiana García. Gaia fue “un viaje de menos a más” como lo calificó Sofía al inicio de la presentación.
Tema por tema, fueron desgranando el disco entero. Desde la intimidad de la dupla en “Mendry”, la simbiosis con la guitarra de Adrián Aguiar en “Canción”, la sonoridad andina en “Tierra Mojada”; el deje de bossa en “Ansina”, con los aportes de la flauta y la percusión, fueron conformando un cuadro de la diversa y armoniosa naturaleza de Gaia. El “Juego de las flores” provocó una ensoñación conducida por la trompeta para dar paso a “Falso tango”. Entonces llegaron las “Certezas” con toda la pompa de la Orquesta de Cámara de la Habana, cómplice para lo que quedó de concierto, entre “Lluvia”, “La hora de los pájaros” y un cierre de velada por todo lo alto. En “Adry”, Sofía previno al público sobre el sonido simulado de un columpio al inicio de la composición y “Stormy Blue” fue la tormenta perfecta para la descarga con todos en escena.
En once temas, Gaia es una realidad intangible, definida por las emociones a través de las cuales es capaz de trasladarnos. Sin duda, el disco es una excelente carta de presentación para sus anfitrionas, quienes vieron al fin cumplido el proyecto que empezaron a moldear desde hace algún tiempo.
Una definición exacta de esta experiencia fonográfica la aporta Silvio Rodríguez en las notas discográficas del material, que ha salido bajo el sello Bis Music. “Gaia suena a eso mismo, a planeta, a elementos, a dulzura y violencia, a fusiones entre lo antiguo y lo contemporáneo. Cada pieza es un paisaje dibujado con precisión por este dúo de guitarra y laúd, envuelto por una singular pequeña orquesta de cámara. Acaso también es una suerte de recorrido, de memoria, de sabores de tierras de Nuestra América”, escribió el trovador.
“El disco es muy especial”, comentó a OnCuba Daiana García, dos días antes del concierto, durante los ensayos en el Teatro Martí. La directora de la Orquesta de Cámara de La Habana asume también la dirección musical de Gaia, junto a Patricia Díaz, la guitarrista del dúo. Ha sido un proyecto que ha contado con el apoyo de muchos nombres en la escena musical cubana.
Tras ganar la beca de interpretación “Pucho López” (2021), que otorga la Asociación Hermanos Saíz (AHS) —también fueron premiadas por la AHS con la beca de creación “El reino de este mundo” (2022)—, el dúo Aguas de Marzo pudo emprender este viaje a Gaia que cuenta con la dirección musical, a seis manos, de Aldo López-Gavilán, Rodrigo García y Noel Gutiérrez.
Para la grabación del material contaron con un elenco distinto al del concierto: Maykel González en la trompeta, Yasel Muñoz en la flauta, Ernesto Robles en la guitarra, Jesús Estrada en la percusión y un quinteto de atriles de la orquesta de cámara, conformado por los violines de Keren García y Diana Gutiérrez, Yosmara Castañeda en la viola, el chelo de Amaya Justiz y el contrabajo de Olivia Rodríguez. La producción de Gaia-Live, el recital del Teatro Martí, fue posible gracias al Fondo de Arte Joven.
Al decir de García, “el lenguaje de Gaia está caminando todo el tiempo sobre ese aparente límite que se establece, la mayoría de las veces, entre la música clásica de concierto y la música popular. El disco tiene una concepción composicional muy seria, bien pensada. Es una sonoridad muy asequible, con momentos que podrían recordarnos a elementos de los Beatles, el rock, un poco de pop; al mismo tiempo, temas de mucho lirismo que podrían incluso sugerir imágenes cinematográficas”.
Eso sí, la maestra advierte que la comodidad que supone la escucha del disco contrasta con la dificultad de su ejecución. “Patricia y Sofía han hecho un trabajo encomiable de limpieza e interiorización de las obras a la hora de interpretarlas, porque no son nada fáciles. Hay mucha sensibilidad en este material”, añadió.
El destaque interpretativo de Aguas de Marzo en el disco es un hecho. “Es un dúo que domina un lenguaje muy vasto. Ellas todavía tienen que dar bastante, escuchar y decir. Lo asumen con naturalidad, pasión, y al mismo tiempo con una limpieza y destreza en la ejecución, que a nosotros nos llena de regocijo. Poder compartir con jóvenes intérpretes de esa talla es enriquecedor”, comenta la reconocida directora, quien cuenta con una dilatada carrera en la música.
Para ella resulta difícil decantarse por sólo uno de los temas del disco. Elige dos: uno es “Mendry”, ese diálogo fluido e íntimo entre guitarra y laúd —luego supimos que este tema acompaña al dúo desde sus inicios como proyecto— y el otro, “Stormy Blue”, donde interviene la orquesta. Pero Daiana remata su selección: “Gaia es bella y muy diversa”.
Al principio era el caos
A veces va uno por la calle buscando un punto de fuga, inconforme con el entorno ruidoso que a ratos se nos muestra inflexible en esta Habana inquieta. Escuchar música, gracias a unos audífonos, es un buen recurso: con la selección adecuada, la música suena y el espíritu se exalta —atento a la vía, eso sí, pendiente de la realidad— y, pista tras pista, uno puede llegar a un disco como Gaia. Entonces se accede a una nueva dimensión.
“Al principio era el Caos. Después, Gea (Gaia en griego antiguo) la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los Inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo”, así lo narra Hesíodo en su Teogonía, una obra poética del 700 (a. C.) que contiene una de las más antiguas versiones del origen del cosmos y el linaje de los dioses de la mitología griega.
Según nos cuenta, Gaia (tierra) es la madre de la creación —abuela de Zeus— que junto a Urano (cielo) dio paso a la vida y la diversidad de formas: el inicio de un nuevo orden natural de las cosas para superar el caos precedente.
La metáfora no podría resultar más definitoria, porque, para un melómano, la Gaia de Aguas de Marzo deviene forma exquisita para una recomposición existencial. Y se vuelve una experiencia agradable y reveladora transitar el laberinto habanero escuchando el disco.
“La que dio con el nombre del disco fue mi abuela”, dijo Patricia Díaz. Resulta que ella llegó un día a casa con la grabación del material, pero le faltaba un nombre. Junto a Sofía, había pensado algunos, pero no estaban convencidas del todo. Violeta era uno de ellos, o algo relacionado con el agua, elemento que tiene que ver con la identidad del dúo.
“Queríamos resaltar que somos dos mujeres haciendo música y nos interesaba la idea de un título que representara la naturaleza, las sonoridades naturales, que se escuchan en el disco». Con ese pie forzado, Patricia sentó a su abuela para escuchar el material y hacer tormenta de ideas. Al rato de empezar la escucha, la abuela propuso un bosquejo. “¿Gaia de las aguas?”, “¿Gaia de las flores?”.“¡Déjalo ahí, déjalo ahí!”, reaccionó la nieta, emocionada. “Se llamará Gaia“.
Guitarra y laúd: complicidad entre cuerdas
“Puedo sobrevivir con esto”, dice Sofía mientras termina de comerse un pan, a modo de almuerzo, en un impasse del largo ensayo que transcurre dos días antes del concierto. Son casi las 3:00 p.m de una calurosa tarde de finales de junio —la lluvia refrescará el ambiente más tarde, pero antes el calor es desquiciante— y los preparativos van viento en popa, rumbo al lanzamiento del disco debut del dúo Aguas de Marzo.
Estamos sentados en una de las escaleras laterales del Teatro Martí y, mientras Sofía termina de digerir el tentempié, Patricia apenas va por la mitad de su pan, así que elige envolverlo y guardarlo para después.
A pesar de los muchos detalles que aún restan por afinar —Patricia también asumió la producción general de la presentación—, ambas creadoras toman su tiempo de descanso para conversar con OnCuba sobre lo que representa este primer disco en su carrera como dúo, sus anhelos creativos y un camino que empezaron a transitar desde 2018, aunque todavía les queda mucho recorrido por delante.
La guitarrista Patricia Díaz Mora (La Habana, 1997) comenzó sus estudios en la escuela elemental de música Manuel Saumell. Cuenta que desde ese nivel de enseñanza participaba en festivales y concursos de música, en los que empezó a coincidir con Sofía.
“Ahí supimos cada una de la existencia de la otra”, apostilla Sofía Pedrera (La Habana, 1997), cuyos primeros años de estudio fueron en la especialidad de guitarra, razón por la cual coincidía en los eventos con su actual compañera de proyectos. Al llegar al nivel medio sumó al estudio de la guitarra el laúd, instrumento que acabaría por llamar su atención en el nivel superior, en la Universidad de las Artes (ISA).
“Como andábamos juntas, a veces nos poníamos a estudiar lo de cada una y veíamos cómo combinaban bien los sonidos de ambos instrumentos. En algún punto de esa confluencia se nos ocurrió que podíamos tocar algo juntas y le pedimos ayuda al guitarrista Noel Gutiérrez, nuestro profesor de composición y orquestación”, cuenta Sofía.
Las composiciones y arreglos de Noel Gutiérrez están en la génesis de Aguas de Marzo. Él realizó los primeros arreglos que interpretaron las jóvenes, incluso antes de que tuvieran claro qué serían como proyecto. Eran versiones para guitarra y laúd de clásicos como “Alfonsina y el mar”. La relación creativa entre los tres ha llegado hasta Gaia.
Sobre los referentes en su formación musical, más allá de la evidente influencia directa de su profesor, ambas coinciden en que la obra de Liuba María Hevia ha sido inspiradora para ellas, así como todo el acervo de la trova cubana. A Sofía le viene el gusto de sus padres, amantes de ese género. Descubrió la trova antes de saber siquiera que se dedicaría a la música.
A Patricia le viene por su cercanía, desde la secundaria, al trovador Pepe Ordaz. “Él me enseñó mucha obra de trovadores cubanos, de la música latinoamericana, Mercedes Sosa, Fito Páez, Chico Buarque , Elis Regina…”.
“… Caetano Veloso, Jorge Drexler. Yo escucho de todo, desde el rock duro, al jazz clásico”, completa Sofía.
“También estos brasileños —agrega Patricia— que me explotaron la cabeza cuando los escuché: Yamandu Costa y Hamilton de Holanda. Fue un dúo ocasional. Yamandu es guitarrista de siete cuerdas y Hamilton es bandolinista. La sonoridad de ellos es muy parecida a la nuestra. Cuando los vimos, dijimos, ‘es por aquí'”.
Sobre la formación de ambas, Sofía remarca: “De Leo Brouwer tenemos una influencia amplia. Como estudiamos en academia ese referente es ineludible: la música clásica universal y la cubana. Leo ha sido parte de la formación de las dos porque tocamos sus piezas en la escuela y ha sido muy positivo para nosotras. Por supuesto, toda la obra de Silvio también es importante. Fue la primera persona que tuvimos en mente para pedirle las notas de este disco”.
Con ese repertorio llegaron a Gaia, un material que es además la representación de lo femenino para ambas intérpretes. “Somos dos mujeres en la escena y es muy importante siempre reivindicar eso: somos una laudista —que hay pocas— y una guitarrista, instrumento que también tiene poca representación femenina. Gaia es la madre de los planetas, de la tierra, de los animales. Por eso tenemos obras donde surgen sonidos que imitan ciertas onomatopeyas de animales, el correr de las aguas y eso ocurre en un planeta vivo”, sintetiza Sofía.
Más allá de la música, la química entre ambas artistas es innegable. Por ello se atreven a definirse la una a la otra, a explicar por qué transitan juntas por los caminos artísticos.
Patricia toma la palabra y explica que “Sofía es la más creativa, la más experimental” —su compañera la escucha y sonríe, hace muecas. “Ella siempre toma la iniciativa en ciertas locuras. Yo me quedo extrañada en un primer momento, pensando hacia dónde vamos, pero luego la sigo porque percibo que su idea tiene sentido. Me atrevería a decir que ella tiene más imaginación”.
“Y está la cuestión del instrumento”, completa Sofía. “Creo que no hubiera sido lo mismo si Patricia se hubiera unido a una intérprete de su instrumento. A lo mejor hubieran hecho un dúo, pero la búsqueda de sonoridades diferentes fue fundamental en nuestra unión. El sonido de la guitarra de Patricia es muy particular, algo entre dulce y fuerte, bonito. Ella es más estructurada, organizada. Yo, un poco más loquita. Nos complementamos”.
Sobre esa búsqueda de lo diferente, Patricia recuerda sus clases en el ISA en la asignatura de práctica de conjunto, donde los intérpretes de guitarra ensayan con sus pares en formatos de cuarteto, dúo, trío o conjuntos más amplios. “Llegó un punto en que me aburría esa única mirada desde el instrumento. Es una crítica que le tengo que hacer a nuestra enseñanza artística. A veces no te dan la posibilidad de crear tu propio proyecto si la propuesta es distinta al dogma. En la universidad tú tienes inquietudes e intereses propios. Uno debería poder explotarlos a plenitud. Estando en el ISA muchas veces propuse este dúo —guitarra y laúd—, para desarrollar esta clase con Sofía, pero no lo permitían. Yo no quería solo la guitarra: buscaba otro sonido”.
“Son las aguas de marzo, es verano, es canción…”
“No teníamos nombre cuando empezamos”, cuenta Sofía Pedrera sobre la constitución del dúo, en 2018. Al principio se presentaban como un proyecto del ISA, pero, como sucede con todos los empeños que van tomando forma y seriedad, había que buscarle una identidad.
“Teníamos afinidad con la música brasileña —recuerda la laudista— y estábamos montando algunas versiones de temas icónicos de ese género. Casualmente algunos de estos temas tenían en el título la palabra agua: “Agua y vino”, “Agua de beber”, “Alfonsina y el mar”. Era agua por todos lados. Además, nosotras nos creamos como dúo un mes de marzo, de casualidad. Creo que Patricia llegó un día y dijo ‘hay una canción brasileña que se llama Aguas de marzo’ —de la autoría de Antonio Carlos Jobim— y a lo mejor ese nombre nos puede venir bien”.
El dúo no debe confundirse, precisan, con el emprendimiento de moda y accesorios para el cabello Agua de Marzo, fundado en 2020 en La Habana. “Hay una ‘s’ de diferencia —aclaran las intérpretes—. Ella es ‘agua’ y nosotras, ‘aguas’. Por supuesto, ya hemos hecho algunas colaboraciones juntas.”
¿No tuvieron la tentación de incluir una versión de “Aguas de marzo”, de Jobim, en el disco?
Sofía: En el disco no. Toda la música original era de Noel y quisimos respetar eso. Cuando la intentamos llevar a la música instrumental se nos complicó, porque el grueso de lo que pasa en la canción sucede con las voces de los intérpretes —Antonio Carlos Jobim y Elis Regina. Entonces pensamos en cantarla y yo creo que en algún punto la llegamos a montar, pero nunca la hemos presentado en ninguna parte. Coincidió con la pandemia, y yo también me fui a estudiar al extranjero. Queremos tener cuidado con la pronunciación del portugués. Si hacemos “Aguas de marzo”, debe quedar bien, por supuesto.
Hemos estado enfocadas en la música de Noel, prácticamente desde el comienzo del dúo, entonces esos otros arreglos que veníamos trabajando desde hace tiempo los hemos ido dejando para centrarnos en este proyecto debut: Gaia.
El proceso del disco ha sido de varios años. Ganar la beca de la AHS fue un paso importante; ya habíamos presentado un demo de cinco canciones. Por supuesto, fue un trabajo hecho con paciencia, que requirió ir en busca de amigos que nos ayudaran a grabar. A esa hora no había presupuesto de ningún tipo para poder hacerlo en un estudio. Todo salió gracias a Pepe Ordaz, quien nos hizo el favor de grabarnos y presentar el resultado al concurso de la AHS. El resto vino después.
En el trabajo creativo, nosotras a veces nos tomábamos atrevimientos y cambiábamos alguna nota, porque nadie conoce tu instrumento como tú. Por ejemplo, yo en el laúd le proponía tal cosa a Noel y él accedía; se producía una buena retroalimentación artista-compositor, que no siempre se da.
Patricia: Logramos grabar el disco entero hace justamente un año. Gaia venía con nosotros desde hace tiempo. Desde 2018 tocamos “Mendry”, tema que abre el disco. Fue la primera pieza que nos hizo Noel y es la que nos identifica. Esa es nuestra carta de presentación, la esencia y la sonoridad que desde un principio queríamos lograr. Noel captó en ese tema lo que nosotras, como dúo, queríamos hacer.
¿Les gustaría componer su propia música?
Patricia: Sí. Lo hemos hablado muchas veces, solo que no lo hemos ejecutado.
Sofía: También ocurre que yo me fui a más de 7000 km de distancia. Las cosas cambian en ese contexto en términos creativos. No es igual que estar una al lado de la otra. Pero nos interesa hacerlo. Fui a estudiar una maestría en España, que no he terminado todavía. Cuando la termine descubriré qué camino tomaré; tengo varios planes de estudio todavía allá. Es una maestría en Patrimonio Musical. Quiero hacer otra que me permita hacer música y me habilite a componer.
¿Cómo ven el futuro del dúo?
Sofía: Todo puede ser. Tal vez podamos hacer algunas presentaciones en España. Tenemos amigas intérpretes que también tienen planificados viajes a Europa. Podemos aprovechar para presentar el disco allá.
Patricia: Gaia ha sido ahora mismo el proyecto que nos ha mantenido juntas y con proyecciones. Nosotras queremos seguir difundiendo nuestro trabajo juntas.
¿Por qué les interesó desarrollar el formato dúo?
Sofía: Creo que por un tema práctico, porque estábamos todo el día juntas y no teníamos otra persona que supiéramos que fuera a coincidir en los mismo horarios, en las mismas clases y que estuviera con nosotras. También influyó la comunicación y la confianza que nos teníamos. Nunca nos rompimos la cabeza, para serte sincera.
Aprovechamos la pandemia y dimos conciertos en Telegram y otras redes sociales; grabamos todos los videos que pudimos. Participamos en festivales online, como el Festival Nacional de Música de Cámara “A tempo con Caturla”, y en cualquier evento que aparecía tratábamos de participar.
Con Pepe Gavilondo hicimos un live session en el que sacamos dos temas. Así íbamos mostrando nuestro trabajo, resolviendo a través del amigo de un amigo que tiene un estudio.
Patricia: Nuestra comunicación siempre ha sido muy cercana. La pandemia nos unió más. A veces llegaba a las 9:00 a.m. a casa de Sofía y ensayábamos todo el día. Teníamos una libertad que con otra persona no habría salido igual.
También en nuestra búsqueda intentábamos complementarnos con otro tipo de sonoridades. No solo el sonido característico de cada instrumento, sino que añadíamos percusión con las propias maderas —la caja del instrumento. Lo hicimos en el tema “Wemilere” —presente en el live session producido por Gavilondo—, de Rey Guerra, al que agregamos las voces de cantos afrocubanos, una versión que nos quedó divina.
Me imagino que esa búsqueda ha sido un descubrimiento constante con un instrumento como el laúd.
Sofía: El laúd en nuestro país ha sido conocido como parte del ámbito de la música campesina. Pero mira a Barbarito Torres en el Buena Vista Social Club; es de esos intérpretes que no solo se enfrascó en hacer música de este tipo. Él ha logrado hacer con el laúd jazz y lo que ha querido, porque es virtuoso.
La idea con el dúo era sacar también al laúd un poco de los lugares comunes y tratar de universalizarlo; que lograra hacer todas las obras del repertorio internacional y nacional posibles, más allá de la música campesina, desde Bach y Vivaldi hasta los brasileños, los tangos de Piazzola, los cantos afrocubanos. Llevar el laúd a esas sonoridades en donde no siempre está.
En años recientes han aparecido algunas treseras de probado talento como Yarima Blanco, Enid Rosales. Van surgiendo y creciendo. Claro, también influye la escuela: la práctica empírica pasa a estudiarse con un método de estudio y eso facilita mucho el surgimiento de nuevas figuras que luego nutren la escena.
Gaia es un soplo de aire fresco en la escena musical habanera. Como jóvenes creadoras que habitan estos espacios, ¿cómo ven ustedes el presente cubano en la música?
Patricia: la escena cultural cubana está viviendo momentos complicados. Hay mucho talento joven que está saliendo de las escuelas de arte, haciendo y creando. Pienso en los hermanos Abreu —Diego y Fabio, dúo cubano de percusión y piano— que son excelentes; el grupo Espiral, comandado por Rodrigo García, en solistas como Adrián Aguiar, Tobías Alfonso, con un repertorio genial, en los muchachos de Sintergia o en artistas más experimentados, como Dayron Ortiz, que tanto apoyan el trabajo de jóvenes figuras.
Hay una generación de jóvenes que tienen una fuerza enorme e ideas tremendas. Ahora bien, se necesitan los espacios para que ese talento sea visto.
Sin lugar a dudas, la música que estamos proponiendo nosotras no es de grandes masas. Es una sonoridad para sentarte a escucharla, relajarte, deleitarte y refrescar. Entonces, por otro lado te ves luchando contra todo eso de la mercantilización, lo que “jala dinero”, lo que llena las discotecas, que no está mal, pero tenemos que saber dar el apoyo y los espacios a estas otras opciones que también alivian y re oxigenan el alma.
Sofía: En Cuba mucha gente ha emigrado, pero esto no se ha quedado vacío. Hay muchachos que se están graduando, haciendo proyectos nuevos y son muy interesantes. No debe pensarse solo en esas personas que se fueron.
Patricia: Pero para que no se vayan, en parte, hay que saber incentivarlos, darles su espacio, apoyarlos, que te importe lo que están haciendo los artistas en el país, que te interese; buscar la manera de descubrir y difundir eso, con resultados.
Actualmente soy profesora del ISA en la especialidad de guitarra clásica y también imparto clases de nivel elemental. Además, soy maestra del proyecto MusiPeke, en el que imparto talleres de estimulación musical para niños de 1 a 4 años. Intento mantenerme tocando como solista.
Como Sofía ha estado en España, pues he tenido mi momento de pensar un poco más en mi carrera como solista y he incursionado un poco en la composición. Lo intento, a veces con miedo, pero uno tiene que zafarse un poco esos nudos para avanzar.
También me gusta un poco el tema de la producción y gestión de eventos. Me he vinculado a diferentes experiencias como el programa “Mentoras creativas”, con otras muchachas, para aprender un poco más sobre gestión y producción. El disco y el concierto me han ayudado mucho a apropiarme de conocimiento en la práctica. Por ahí va mi vida.
Supongo que tendrán canción preferida en este disco.
Patricia: ¡Ay, Dios mío!, qué difícil.
Sofia: ¿Sólo una? Yo tengo varias y, a veces, no es ni la canción entera, es un fragmento de la pieza. Hay un momento del tema “Adry” donde coinciden las cuerdas de la guitarra y el laúd, una melodía específica que cada vez que la oigo y la toco se me eriza la piel. Cuando viene esa frase melódica es tremendo.
Otra que me gusta es la que tiene un sabor muy andino, “Tierra mojada”, con el contrabajo, la percusión tiene esa evocación andina, con el charango, instrumento de cuerda de la familia del laúd, proveniente de Sudamérica. Todas las canciones del disco me encantan. Se da una simbiosis de todos los elementos de una manera tan potable que te llega, emociona. Tiene unas melodías y armonías preciosas y a la vez complejas. Cuando lo oyes casi entras en éxtasis.
“Stormy Blue” es la que le gusta a todo el mundo y fue el primer single que sacamos. Tiene un poco de todo: un groove que te contagia, rozan un límite entre lo académico y lo popular en el que aprovechamos pa’ descargar. La dramaturgia del disco es como un caminito al que vamos sumando gente.
Patricia: “Adry” yo lo veo como el tema esperanzador, lleno de una positividad conmovedora. Es ese momento en que abre toda la orquesta, como una catarsis. “Canción” es el trío que hacemos con otra guitarra; yo la escucho y pienso en un cristal, porque es muy delicada, dulce. “Tierra mojada” tiene mucha fuerza.
El disco es algo muy lindo y recrea varios estilos, desde el bossa, el flamenco, las melodías napolitanas, el funk, el pop; tiene mucho desde un lenguaje muy potable. A mí me cuesta explicar Gaia, porque es como algo que nace de uno, una experiencia sensorial que hay que escuchar para conocer.