Glenda Vega conoció a fondo el mundo de la trova cubana durante los años 90. Estuvo entre el público, en los conciertos, antes de convertirse en una de las trovadoras de la bohemia musical habanera. Hizo dúos con Samuel Águila, Inti Santana, Ariel Díaz, entre otros de los compositores que despuntaban durante la época. “Samuel tenía muchas ideas. Siempre ha sido muy creativo. En los conciertos incorporábamos a Sergio Gómez, que leía sus poemas. Como espectáculo era muy edificante y hermoso”, recuerda la intérprete en entrevista concedida a OnCuba.
Las primeras experiencias que vivió en la escena trovadoresca definieron sus primeros rumbos en el arte de hacer y escuchar canciones. Recuerda la marca de aquellos tiempos en que Gema y Pável llenaban los teatros capitalinos y el ritmo de la vida cultural también lo dictaban las guitarras, las conquistas furtivas y los tragos compartidos en los parques. “En mi casa, cuando era pequeña, se escuchaba trova. Había discos de Silvio, de Pablo, además de música brasileña, que marcaron una etapa en mis inicios de la nueva trova. Crecí con esa música. Al hacer mis primeros trabajos como intérprete encuentro mi plenitud en tratar de traducir canciones a mi lenguaje. Aquellos primeros tiempos fueron hermosos. Eran los años de Gema y Pável, de Habana Abierta. Paralelamente, había trovadores que estaban desarrollando sus propios proyectos. Me metí en ese mundo a hacer conciertos tras salir de los parques. Hice un trabajo muy bonito junto a Samuel Águila. En ese momento comencé a perfilar mi trabajo de manera profesional. Toda esa vida fue una influencia muy fuerte para mí. Le debo mucho a cada generación de trovadores. Desde la vieja trova, la generación de Silvio y Pablo, hasta las canciones de Frank Delgado. Por mi parte me afilié de alguna manera a la generación de los novísimos trovadores”, recuerda.
Glenda también tuvo su “casa” en el Centro Pablo, un espacio fundado por Víctor Casaus y María Santucho que dio abrigo a los juglares que tuvieran algo que decir con su guitarra y sus canciones. “En esa época se hacía A Guitarra Limpia, donde se promovían a trovadores muy jóvenes que iban construyendo sus obras. El proyecto les comenzaba a dar visibilidad; el público los seguía. Tenían una madurez y un discurso propio. Se sentía muy bien ser parte de algo, como público e intérprete. Era prácticamente lo único que había. Luego de haberme ido de Cuba, algunos trovadores empezaron a tener mayor cabida en la radio o en la televisión. Empezó a generarse algo más”.
La relación creativa que Glenda entabló con Alberto Faya tuvo mucho de aprendizaje, de búsqueda, finalmente, de la belleza, como diría Aute. “Muy jovencita trabajé también con la familia Faya. Alberto Faya, junto a su mujer y su hijo, tenían un grupo que hacia canción latinoamericana y trova, y tenían un espacio en el ‘Delirio Habanero’. Les agradó la idea de sumar voces femeninas al proyecto y entré sin pensarlo. Fue una experiencia muy bonita. Aprendí con ellos, fueron pasos importantes que di a nivel profesional. Fue un aprendizaje para mí, porque conozco lo duro que es remar a contracorriente ya que no estamos hablando de géneros de grandes audiencias”.
Con la experiencia a cuestas de la trova, la música y las noches habaneras, Glenda decidió, hace 20 años, trasladarse primero hacia Estados Unidos, donde vivió 14 años, y luego hacia España. En Estados Unidos estudió ópera, una disciplina que le permitió expandir considerablemente sus universos creativos y a la que llegó después de quedar prendada de la actuación. Desde España, ha vuelto a “viajar” a su adolescencia y primera juventud en Cuba a través del proyecto The Alma Collective. O sea, ha retomado un trabajo que, dice, le hace regresar a los orígenes, a las raíces, a La Habana trepidante y llena de vida que un día fue. “Es un regreso a mis esencias lo que estoy haciendo ahora. He ido al recuentro de amigos con los que hice música en Cuba y que hoy están en diferentes partes del mundo. He decidido regresar a las canciones de la trova que me han marcado, que son parte de la banda sonora de mi vida. En el proyecto participan Yasser Pino, Ariel Bringuez, Pepe Rivero, Inor Sotolongo, y todos hemos hecho una extraordinaria química”. El objetivo de ese proyecto es dotar de una nueva vida a canciones de la trova que, en efecto, estallan de vitalidad. El fin es completar un disco que rescate las canciones del alma y les dé un toque más universal, con jazz latino. Quizá desde una mirada más madura”, explica Glenda y nos confiesa: “Hemos empezado a grabar los primeros temas, que sacaré como singles y quiero hacer un crowfunding para realizar videos de canciones que hemos interpretado ya, como ‘India’, de Carlos Varela. De hecho, él me mandó un mensaje a través de un amigo y me dijo que le había encantado mi versión”.