El punto de partida de Janet Valdés en la música fue el jazz, aunque siempre ha estado marcada por sus raíces afrocubanas.
Nacida en el municipio de Regla y criada entre tambores y música cubana, La Valdés, como es conocida en el ámbito artístico, ha creado ya un sello propio que la distingue en el ambiente musical cubano.
De formación autodidacta, aquella joven ganadora del Jojazz en el año 2005 en la categoría de canto, acompañante habitual en el grupo del trompetista Yassek Manzano, se ha convertido en el eco de las mujeres que la habitan, como confesara a OnCuba: afrocubana, feminista, cantante, madre e hija de Yemayá, Valdés va consolidando su carrera con su más reciente producción discográfica ¡Ay Mama Inés!.
Dicha producción discográfica, “más que un homenaje a los grandes compositores e intérpretes de la música cubana —que lo es— es para mí una inmersión en el océano musical del pasado, y cómo los ecos de éste océano me han influido y moldeado, ha sido una forma de encontrar mi voz, atravesada por los intensos arquetipos de nuestra alma nacional”.
Bola de Nieve, Rita Montaner, Celeste Mendoza, La Lupe y Benny Moré —añade— “canciones que ellos hicieron inmortales, como ¡Ay Mama Inés!, Babalú, Amor fugaz, entre otras. La producción musical estuvo a cargo del pianista Alejandro Meroño, mi pareja, y no ha sido trabajo de un día, nos tomó algunos años llegar a procesar e integrar este sonido, este sonido que muestra la llegada de La Valdés, y con ella todos mis deseos, mis pasiones, mis sueños y el eco de las mujeres que me habitan”.
¿Qué ventajas le ha traído el tener una formación libre y autodidacta?
La música es una sola, en la academia y fuera de ella. Centrarme en qué logro expresar a través de ella, para mí es lo esencial. No importa el método que uno escoja para acercarse a la música, eso no es lo que definirá si eres artista, todo el saber técnico que acumules tampoco asegura que lo seas.
La ventaja que tuve de una formación libre creo que es la misma que han tenido muchos exponentes de la música cubana que no tuvieron formación formal: mi visión no es dogmática, ni unilateral, es desprejuiciada. Los conocimientos son necesarios, de niña tomé clases particulares de piano y más tarde, de canto.
El Jojazz fue un punto de partida. ¿Cómo recuerda ese momento y cuán importante resulta este concurso para jóvenes músicos y cantantes?
De cuando concursé en el Jojazz recuerdo que el maestro Bobby Carcassés, que estaba en el jurado, me abrazó con lágrimas en los ojos cuando terminé de cantar. Me dieron 2do lugar y dejaron el 1ro desierto. Tiempo después me explicarían que no podían darle un primer lugar a alguien que no fuera “de escuela”.
Yo estaba feliz, agradecida y sorprendida con el premio. Hoy en día me suelen llamar para ser parte del jurado… El Jojazz ha sido una importante cantera para los jóvenes jazzistas cubanos, y en muchas ocasiones, el inicio de sus carreras profesionales y la oportunidad para grabar un primer disco.
El jazz es un género fundamental en su formación…
Para los músicos de mi generación sin dudas el jazz ha sido fundamental. Cuando empecé a cantar de modo profesional, hace ya 17 años, lo hice trabajando en grupos de jazz, pero yo no me conocía, mi voz era dueña de mí, no yo de ella. Yo no veía lo que los músicos veían en mí.
Eran años difíciles en Cuba, yo tenía 23 años y 2 hijos. Bobby Carcassés me vio cantando en una iglesia una canción de Aretha Franklin, y me invitó a cantar en un concierto en el anfiteatro del río Almendares, yo fijé en mi recuerdo ese día como el inicio de mi viaje musical, a orillas del río, a los pies de Oshún. Allí me encontré con el jazz.
En esos años me adentré en las canciones de blues y jazz, yo sabía inglés desde niña, gracias a mi tío Julio que era profesor, por lo que me era natural. El contenido de esas canciones resonaba profundamente en mí; entendía que el jazz era no solo música, era un estilo de vida, burbujeante, intenso, emocional, reflexivo, a veces desbordado… Los ensayos eran rituales, meditaciones, exploraciones de la individualidad de cada cual. Mi voz era un instrumento más, era arcilla moldeable al servicio de la música.
Cuando emprendí mi viaje hacia mi carrera en solitario y decidí explorar otras sonoridades, regresar a mis raíces “reglanas”, choqué con los límites de las etiquetas: “Janet es jazzista, pero eso que está haciendo no es jazz, por qué la programan en La Zorra y el Cuervo si está cantando otras cosas?”, no me detuve porque tenía curiosidad y deseos, más allá de las etiquetas y de los pensamientos rígidos.
En este viaje y en estos procesos a través de estos dilemas encuentras tu persona artística, te encuentras con la música, la habitas, y por momentos, logras ser la canción misma, como decía Bola de Nieve.
¿Cuán importante ha sido, en lo personal y profesional, criarse en el ambiente sociocultural de Regla?
Ser y vivir en Regla ha sido absolutamente determinante. Y ha sido un viaje hacia adentro también. Estando en Canadá un prolongado invierno que ya empezaba a deprimirme, mi tío me envió desde Cuba un CD de cantos afrocubanos grabados en un tambor en mi casa y sentí la nieve derretirse, la realidad literalmente se me movió.
De repente entendí que debía regresar a Cuba y comulgar con mis raíces plenamente, asumir mi iniciación y mi lugar como sacerdotisa de Yemaya, organizarme y vivir a la altura de mi itá y mi signo, tomar mi lugar en mi comunidad. Entendí que en lo infinitamente humilde se encuentra el mayor de los tesoros, entender lo local, es lo que te conecta con la universalidad.
Las fórmulas oportunistas del mercado, la masividad y la banalización de la religión, son inevitables, pero podemos elegir profundizar. Me hice madrina, estudié la lógica ritual, el sentido de la invocación, la importancia de la música en cada pequeño acto dentro de una ceremonia, estos son procesos muy complejos, y de una profundidad filosófica insospechada para la mayoría.
La imagen y el cliché, la cáscara de la religión es atractiva, vende, pero, ¿Cuánta implicación real tienes? ¿Cuánto compromiso ético? Es así de determinante e importante lo que significa haberme criado en Regla, donde cada día experimento lo real maravilloso, donde cada día defiendo el lugar de la mujer dentro de las tradiciones afrocubanas.
En su obra destaca también la defensa de ritmos y canciones de la música tradicional.
Esto es muy importante. Cuando estábamos filmando el clip para Drume Negrita, ¡las adolescentes que actuaron en el video no conocían la canción!, y terminaron aprendiéndosela e interesándose por este tipo de repertorio de su país y de su cultura, que desconocían.
Vivimos tiempos de mucha enajenación entre los mas jóvenes. La música es de las cosas más sublimes de nuestra cultura y puede ser una tabla de salvación en el viaje de nuestras búsquedas identitarias.
Canto por una profunda necesidad existencial de abrazar la dicha y el dolor que he experimentado, canto para acercarme a lo divino, canto porque la voz es un misterio, sale de mi cuerpo y lo trasciende, y mediante ella puedo alcanzar estados de liberación, de asombro, de agradecimiento y celebración de la vida; canto para servir a mi cultura.
También hago mi música, pero pienso que hay mucha buena música escrita que debe ser cantada y honrada, antes de lanzarme a sacar mi música. Creo que se debe alcanzar madurez interpretativa primero.
La defensa de la cultura afro y el empoderamiento femenino son elementos que veo la caracteriza…
Defiendo la cultura afro y específicamente el sistema de Osha-Ifa porque sus fundamentos éticos y filosóficos son increíblemente ricos, y creo que los cubanos tenemos mucho que redescubrir en ese sentido, nuestra cultura no tiene nada que envidiarle a sistemas complejísimos como el hinduismo, por ejemplo.
Existen entre nuestros mayores verdaderos sabios, grandes pensadores; desgraciadamente y debido a la historia de esclavitud y racismo, aun persiste un aire de marginalidad, demonización e ignorancia alrededor de las tradiciones afrocubanas.
Por otro lado, el empoderamiento femenino es crucial en esta nueva era, es necesario que la mujer ocupe su justo y pleno lugar. Cada mujer es una vasija sagrada, contenedora del poder de la Iyami, la Madre Ancestral. El Dios Padre no puede bajar a la materia sino como Hijo de La Madre, por eso, no hay poder mas grande que el de Ella en toda la creación.
Sin empoderamiento femenino, no hay equilibrio, y La Naturaleza está dando claras señales de ello. La mujer debe despertar, y no esperar a que un hombre decida por ella. Creo que todas las mujeres debemos encontrar esa fuerza que habita en nosotras. He colaborado en proyectos de sororidad con actrices como May Reguera y Alicia Echevarría, dos mujeres fuertes y admirables que trabajan este discurso y apoyan a otras mujeres a que encuentren su centro, su voz.
En ese sentido me siento muy identificada con mi madre Yemayá, que es movimiento directo, constante y desbordado hacia el mar, hacia la emancipación, hacia la liberación, es la mujer hecha agua, y el agua hecha mujer.
Me encanta
Grande esta artista, y excelente madre ademas, doy fe de ello.
Muchos exitos. Janet.