En 1965, a las siete de la mañana de un religioso 17 de diciembre, fecha señalada en la Isla para rendirle honores a Babalú Ayé, llegaba al final María Teresa Vera, en el Hospital Militar de Marianao. Han pasado 55 años.
Si el tiempo, con su paso despiadado, no pudo borrarla; si en Cuba su nombre aún se asocia con lo más sublime del arte popular, si las más excéntricas modas y ritmos no han podido remplazar el sonido de un cantar afinado como el suyo, de seguridad en la entonación y una impostación clara y bien timbrada; si junto a Sindo, Rita, el Benny y Bola, por solo citar unos pocos, logró la síntesis de un estilo legado a la posteridad; si sigue siendo una verdadera y legítima representación de la canción cubana es, sencillamente, porque ella tuvo y tiene la rara virtud de ponernos a dialogar con el pasado, con nuestra esencia musical.
La primera trovadora cubana y pionera en tantas cosas ha sido homenajeada por distintos artistas en toda Hispanoamérica, la mayoría de las veces a través de “Veinte años”, un himno que rompe fronteras y está destinado a la perpetuidad.
Intérprete de piezas clásicas como “Mercedes”, “El soldado”, “Porque me siento triste”, “Pensamiento”… María Teresa preparó el escenario para que, objetivamente, los trovadores hicieran carrera. Silvio Rodríguez la ve como parte de “la auténtica naturaleza que aporta el pueblo al crear e interpretar su música; cosa que no es menos que hacer el gran arte del que se nutren todas las otras grandes artes: la expresión popular”.1
En 1986, la editorial Letras Cubanas publicó lo que es posiblemente el único libro dedicado a la Embajadora de la Canción de Antaño, a cargo del investigador Jorge Calderón y editado por Silvana Garriga. Tres décadas después, quizás por fatalidad, desdén o por culpa de esas interminables carencias, no se ha visto en librerías cubanas otra edición de aquel ejemplar.
Esta vez tocó perder
Una aureola de infortunios rodea la figura de María Teresa Vera, o al menos eso parece cuando analizamos determinados asuntos relacionados con la preservación de su memoria. En Guanajay, una sola institución cultural lleva su nombre y, aunque los pobladores sí reconocen el valor que tiene la insigne trovadora, algunos no entienden, según conocimos, cómo a estas alturas no se ha erigido una escultura para inmortalizarla como merece.
Tampoco existe en ese municipio de Artemisa una valla en su honor, ni tan siquiera están estampadas en una vieja pared las letras de algún tema emblemático que permita recordarle al visitante que allí nació la primera mujer en dirigir un sexteto de sones. “Eso no lo resuelve todo, pero hasta cierto punto la eterniza, está entre nosotros más allá de las canciones”, nos dice Tamara Prieto, de 71 años.
“Si en Cienfuegos hay una estatua del Benny, ¿por qué en Guanajay no puede haber una de María Teresa, que fue tan querida como El Bárbaro?”, se pregunta Evelio Miranda, otro guanajayense apasionado de la música tradicional.
Si las cosas que uno quiere se pudieran alcanzar
Cada diciembre, en medio de las celebraciones por la fundación de la villa, un grupo de artistas y admiradores se dan cita frente a la casa donde nació María Teresa en 1895, para cantar la habanera más famosa de su repertorio. La vivienda, marcada con el número 6315, está situada en la calle 66, esquina 65 y durante larguísimo tiempo ha sido propiedad privada. Una tarja emplazada en la fachada perpetúa el hecho, “que marca un hito en nuestra trayectoria cultural”… Y nada más.
Hay quienes dicen que ninguno de sus dueños mostró interés en salvar la morada y, al no ser declarada monumento nacional, corre todo tipo de riesgos. ¿Realmente carecerá el inmueble de valores patrimoniales para llevar tal distinción? Lo que bien podría convertirse en museo o un centro cultural de música tradicional es un lugar abandonado y a punto del derrumbe.
Si no se acometen acciones rápidas y eficientes, si los responsables de ello ceden ante el deterioro, si mañana definitivamente desaparecen aquellas paredes, no servirán los reclamos de hoy.
Para entonces, esta será solamente una historia contada por el vejo enterrador de la comarca.
Notas
- Calderón, Jorge. María Teresa Vera. Editorial Letras Cubanas, 1986, p. 138.