Nacido el 30 de marzo de 1985 en Santiago de Chile, Nano Stern ha demostrado su talento como multi instrumentista, poeta y compositor. Ha explorado una amplia gama de géneros musicales, consolidando su posición como uno de los nombres más destacados de la llamada “tercera generación de cantautores chilenos”, surgida en la década de 1990.
Su afinidad con la música comenzó a temprana edad. A los 3 años jugaba con un violín, luego se involucró en una banda de rock durante su adolescencia y, más tarde, estudió composición en un conservatorio.
Sin embargo, su pasión lo llevó a agarrar la mochila y partir de viaje por el mundo. Ganaba el sustento diario tocando música en las calles, hasta que obtuvo una beca musical en Ámsterdam, lo que redirigió su carrera académica.
Hoy su proyección artística abarca desde el canto popular hasta incursiones en el jazz, la trova, el folklore y el rock. Con una profunda conciencia social y un legado musical en constante evolución, Stern destaca como un influyente y reconocido artista en la escena contemporánea de Hispanoamérica.
En un momento trascendental en la historia de Chile, marcado por el medio siglo del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y el asesinato del cantor Víctor Jara a manos del régimen militar liderado por Augusto Pinochet, el joven emprendió una travesía musical de profundo significado. Lanzó un álbum titulado Nano Stern canta a Víctor Jara, que va más allá del simple homenaje para convertirse en un acto de exaltación poética, musical, espiritual y artística.
Este trabajo no solo busca recordar a una de las figuras más emblemáticas de la canción protesta, sino que logra exorcizar las canciones y la figura misma del autor de “Te recuerdo, Amanda”. Con un enfoque agudo, Stern se sumerge en la esencia de las composiciones de Jara, haciéndolas propias y reavivando un legado que perdura en la memoria colectiva de Chile y más allá.
Después de presentar el disco en su país y en diversas ciudades de Europa, Nano Stern llegó a Buenos Aires, al gran Teatro Ópera en la mítica calle Corrientes. Sus próximas presentaciones serán en Cuba y Estados Unidos. En la isla actuará el jueves 28 de septiembre junto a la cantautora Liuba María Hevia en el Teatro Martí, en el marco de la tercera edición del Encuentro Internacional de Improvisación Poética Oralitura Habana 2023.
Son fascinantes los detalles de cómo Nano concibió el disco y cuánto de su propio estilo quedó plasmado en él. Su enfoque no pretende ser una mera emulación de su compatriota. En el álbum —también durante el concierto, con un dominio excepcional de la escena durante más de dos horas y un manojo de canciones propias— el cantautor establece un diálogo atemporal con temas de Víctor Jara.
Stern busca desentrañar las capas de significado que envuelven cada verso y nota que brotan de su guitarra. Como él mismo dice a OnCuba, “fue un trabajo profundo, de mucha investigación y estudio de la obra completa de Víctor Jara. Fue, además, un viaje de mucho aprendizaje y emoción”.
Parte de nuestra conversación tuvo lugar unos minutos antes de la presentación en Buenos Aires, en el camerino, mientras afinaba su guitarra. Luego, con las emociones post concierto todavía a flor de piel, continuamos la charla vía audios de WhatsApp, horas antes de su vuelo a Cuba.
Imagino que desde que tocas la guitarra las canciones de Víctor Jara han estado muy presentes en tu vida.
Víctor Jara ha sido mi escuela. Fue un referente desde que comencé a cantar en mi adolescencia. Canciones sencillas y hermosas como “El cigarrito”, por ejemplo, con esa tonadita que él cantaba y yo disfrutaba de pequeño, me fueron mostrando varias maneras de acercarme a la canción.
¿Cómo fue explorar su obra?
Tuve la posibilidad de entrar en diálogo con su música y, además de cantar las canciones tal y como son en un primer momento, proponerme ir más allá y reinterpretarlas. Ahí, creo, radicó la parte más interesante.
El proceso fue largo. Ante todo, de mucha escucha, de volver a oír sus discos en orden cronológico para entender cuál fue su propio camino; cuál fue su manera de descubrir e ir tejiendo su ruta en la composición.
Sorprende en tu álbum la coexistencia de canciones menos conocidas como “Paloma quiero contarte”, “El pimiento” o “El Lazo”, junto a temas icónicos como “Te recuerdo Amanda”.
Hacer el disco fue un trabajo extenso y arduo. Ante todo, de mucha escucha. Luego comencé un trabajo de selección. Descarté aquellas canciones interpretadas o grabadas por Víctor Jara que no fueron compuestas por él. También saqué las colaboraciones que hizo con otros artistas. Tampoco incluí sus versiones sobre temas de otros cantautores, como Atahualpa Yupanqui. Incluso Víctor hizo algunas traducciones de temas gringos al castellano y hasta los adaptó a la realidad chilena, como “Las casitas del barrio alto” 1.
También decidí excluir canciones que me parecían contingentes en su momento o respondían a sucesos puntuales de hace más de cincuenta años. Así y todo me encontré con un grupo grande de canciones atemporales. Llegado a esa instancia, escogí por la afinidad. O sea, dejé las que a mí particularmente me emocionan más y me dan ganas de cantar. Y de ahí me decidí por las doce que conforman el disco.
El disco inicia con “Paloma quiero contarte”, la primera canción compuesta por Jara en 1961, y culmina con “Manifiesto”, una de sus últimas composiciones, incluida en un álbum publicado de manera póstuma en 1974.
En esa cronología del disco se va tejiendo una historia propia para entender su desarrollo, de dónde viene Víctor Jara y a dónde fue. Por eso quise tener un equilibrio entre las canciones más icónicas, como “Te recuerdo, Amanda”, “El cigarrito” y otras menos conocidas como “El lazo” o “El pimiento”.
Fue una cuestión muy consciente, que tuvo mucho que ver con conversaciones con la Fundación Víctor Jara, que representa a la familia, a Joan, su compañera, y Amanda, su hija. Ellos estuvieron muy presentes en el proceso del disco.
Se nota un cuidado minucioso en la interpretación de las letras y un énfasis en darle protagonismo a la guitarra. ¿Por qué optar por un enfoque “a guitarra limpia”? Incluso, has incluido el tema “Ventolera” como una pieza instrumental en el álbum.
Decidí hacer este disco en el formato más austero posible, que es guitarra y voz. La grabación pone la poesía en primer plano y la guitarra se transforma en un vehículo expresivo para realzar el valor poético de las canciones.
Está lleno de detalles. Primero volví a aprender estas canciones con el afán de saber tocarlas lo más parecido posible a como nos las tocaba Víctor. Luego vino un proceso de desaprender y echarme a volar con la imaginación. Llevar esas canciones a otros lugares.
El protagonismo de la guitarra es ese. Por usar un término musical muy técnico, es un trabajo de “madrigalismo”. O sea, pintar a través de la música y de todas sus posibilidades el sentido profundo de lo que quiere decir la palabra. Aquí mandó la palabra en todo momento. En ese sentido también llevé a guitarra y voz temas como “La partida”; o el arreglo instrumental de “Ventolera”. Son temas que, como “Manifiesto” o “Angelita Huenumán”, no existían en versiones a guitarra sola.
En el fondo tuve que reimaginar cada tema y hacer una ingeniería musical para interpretar músicas que originalmente fueron creadas con arreglos muy complejos y para muchos más instrumentos.
Así quedó una cuestión en la guitarra muy interesante, en un lenguaje que no se encuentra directamente en las versiones de Víctor Jara, pero que sí está siempre queriendo beber de su lenguaje guitarrístico, que era muy hermoso y sutil. Porque “el Víctor” era muy experimental dentro de las capacidades técnicas que tenía. Nunca estudió formalmente, pero sí tenía una capacidad de imaginar y de llevar la guitarra dentro del lenguaje que él manejaba a un lugar de mucha exploración.
El Víctor
Nano se refiere a Jara como “el Víctor”, con un grado de intimidad y cercanía. Durante el concierto logró un equilibrio excepcional entre el humor y la profundidad, sumergiéndonos en la esencia de su compatriota mientras se dirigía a él con una familiaridad única. De alguna manera sentimos la presencia del espíritu del icónico cantautor vagando por el escenario, en perfecta armonía con la singularidad de Nano Stern, un músico de múltiples facetas. Este mismo fenómeno se traslada al disco, generando una conexión entre el artista y su inspiración.
“Se me ha ido generando una familiaridad con Víctor Jara —confiesa—, a pesar de que, obviamente, no lo conocí. Yo nací en 1985, doce años después de su asesinato.
“A través de la relación con sus canciones, de tanto cantarlas, empecé a sentirlas como muy propias. Pero, más allá de eso también sentí mucho acercamiento en el proceso de investigación para este disco y de un documental que hice en paralelo. Tuve la oportunidad de compartir, conversar y cantar con muchos colegas y amistades del Víctor como Isabel Parra, Pedro Yáñez, los Inti-Illimani, Pato Castillo y Quilapayún, entre otras personas que fueron muy cercanos a él, que compartieron incluso amistad, además del oficio.
“Esos encuentros también me sirvieron para quitarle la dimensión monolítica a una figura tan trascendental como Víctor Jara. He acuñado el concepto de “la desconfianza del mármol”. Todo aquello que parece pétreo e inmóvil en algún momento estuvo vivo, tuvo dudas, contradicciones. Y Víctor no estuvo exento a todo eso. Así que me emociona pensarlo como el ser humano que fue: una persona talentosa, brillante, sensible y comprometida con su tiempo, pero una persona al fin y al cabo“.
Durante el concierto, entre una canción y otra, Nano alzaba una copa de vino tinto e invitaba al público a un brindis compartido. Desde la platea, le llegaban voces que gritaban nombres y frases. El cantautor escuchaba en silencio el torrente de palabras, y de inmediato, improvisaba unas décimas en respuesta.
“Brindo por la poesía que esta noche nos ampara/, y por el canto inmortal del enorme Víctor Jara”, fue uno de los versos creado en la noche.
“La improvisación en verso es una cuestión que adoro. Admiro a los repentistas, como les dicen en Cuba, y a los payadores, como se les llama por el sur. De un tiempo a esta parte me he ido atreviendo a incorporarla en los conciertos, creo que le da mucha vida y espontaneidad”.
Hace un par de años, Nano publicó su primer libro, titulado Décimas del estallido: Crónica en Verso de la Rebelión Chilena, con el sello Cuño Editor. Se trata de una serie de textos escritos en décimas durante los días del estallido social que sacudió a Chile en octubre de 2019.
A punto de desembarcar por primera vez en Cuba, llega precisamente como una de las figuras invitadas a la tercera edición del festival internacional Oralitura Habana, liderado por su amigo y maestro, el poeta cubano Alexis Díaz-Pimienta.
¿Cómo fue tu acercamiento con la décima?
La primera vez que escuché conscientemente hablar de la décima tenía 18 años. Estaba en primer año de del conservatorio y me invitaron a un Festival Internacional de payadores que se hace en el poblado de Casablanca, cerca de Santiago. Fui y quedé muy impresionante. Particularmente recuerdo que había unos puestitos donde vendían comida y vino. En una mesa unos tipos conversaban todo en décima. Me quedé escuchándolos.
Muchos años después, como dieciséis o diecisiete años después, compartiendo con Alexis Díaz-Pimienta en Madrid, le conté de mis recuerdos de aquella noche. Y me dice: “Coño, uno de esos tipos era yo”.
Entonces, mi primera aproximación a la décima fue aquella noche, con aquellos payadores en Chile y con Alexis, que luego se convirtió en mi amigo y gran maestro. Por todo eso no se me ocurre mejor manera para llegar a Cuba por primera vez que en el marco de un festival de oralidad. Será un honor estar con referentes de la poesía, como el propio Alexis, o de la canción, como Liuba María Hevia, con quien compartiré escenario en el Teatro Martí.
Has presentado el disco en varias partes del mundo, pero se te nota particularmente emocionado con el concierto en La Habana.
Ya era hora de cruzar camino con Cuba. Estoy muy emocionado. Siento una profunda admiración por el pueblo cubano. Por ese país, con todos sus misterios y contradicciones. Con su inmenso legado artístico.
Chile, en cierto sentido, también es una isla. Nosotros no estamos rodeados de agua, pero al norte tenemos el desierto y al sur los hielos de la Patagonia. También de un lado el océano Pacífico y del otro la cordillera de los Andes.
En tiempos de pandemia, fenómenos climáticos extremos y conflictos internacionales como guerras, escribiste:
Aún creo en el camino / Que por más sinuoso que sea / En el poder de una idea / Y en qué el fruto se haga vino / Creo aún en los vecinos que comparten una mesa / Y en la leve sutileza del vuelo del picaflor. / ¡Y en medio de tanto horror: / Aún creo en la belleza!
Si Víctor Jara dejó escrito “Manifiesto”, con el que cierras el disco, ¿“Aún creo en la belleza” vendría a ser tu manifiesto?
Si tuviera que elegir una canción como mi manifiesto personal, sin duda sería esa. Vivimos una época conmocionada por tantos delirios. Hay mucha ira acumulada en todas partes. Brechas de todo tipo se exacerban y aumentan. También el mundo en el que me muevo, el de las artes, está muy atravesado por cuestiones muy fuera de lugar; creo que la belleza es un refugio que siempre va a estar ahí. La belleza no solo como una cuestión estética sino, sobre todo, como una cuestión ética. La belleza de la simplicidad de las cosas, de la gentileza, del cariño. Y ahí vuelvo a conectar con Víctor con esto del amor y el cariño como motor de todo lo que hacemos y creamos. Así que, sí, lo puedo decir con toda confianza: ¡Aún creo en la belleza! Más aún cuando estoy a poquitos días de llegar a Cuba por primera vez y ya eso, de por sí, me parece bello y celebrable.
Nota:
1 En “Las casitas del barrio alto” Víctor Jara desplegó una ingeniosidad sin igual, en una especie de licencia creativa que le permitió versionar “Little Boxes”, tema original de Malvina Reynolds, cantautora de folk/blues y activista política estadounidense. La canción de Reynolds, también popularizada por otra leyenda musical, Pete Seeger, trata sobre los barrios pobres de San Francisco, en Estados Unidos. Víctor Jara, con su maestría, trasladó la letra de esta canción a los barrios humildes de las colinas de Santiago de Chile.