Puede que Paulito FG ya no sea el mismo cantante “bonitillo” que enloquecía La Habana en los 90, en la época dorada de la timba, o que no pegue tantos temas como entonces —¿quién de aquellos reyes timberos hoy lo hace?—, pero el “Sofocador de la Salsa” sigue siendo un artista tremendamente popular.
Con casi cuarenta años de carrera y una hoja de ruta que incluye agrupaciones como Los Yakos, Adalberto Álvarez y su Son, Dan Den, Opus 13 y, finalmente, su propia orquesta, Paulo Fernández Gallo (La Habana, 1962) ha logrado lo más difícil en el competitivo mundo de la música popular bailable: mantenerse en el gusto y el imaginario de los cubanos.
Lo ha hecho con una fidelidad a prueba de balas a sí mismo, su música y su proyección artística. Y además al público que lo ha seguido por más de tres décadas y le profesa admiración y cariño a pesar de los cambios en el panorama musical y en la sociedad cubana a lo largo de este tiempo, que no es poco.
“El verdadero público de uno no es el flotante, el que cambia con la marea, sino el que te conoce, el que te sigue durante años, y el que, pase lo que pase y digan lo que digan, sabe quién tú eres. Ese público, afortunadamente, yo lo tengo, y eso es una gran bendición”, dice en entrevista con OnCuba sin traslucir la menor inseguridad.
Paulito habla con convicción y, a la vez, con la misma frescura con que sigue subiendo a los escenarios. Su imagen juvenil contrasta con la edad que registra su carnet de identidad. Se lo hago notar y, sonriente, cita uno de sus más recientes temas: “Si alguien te pregunta hasta cuándo es tu momento, tú le dices ‘yo vine al mundo sin fecha de vencimiento’”.
No obstante, el también compositor y productor musical no reniega del paso de los años, los que, afirma, han ido dándole “otras perspectivas” sobre la vida y su propia carrera.
“El escenario es mi espacio sagrado, y ese espacio lo respeto tanto que cuando entienda que no puedo seguir, me voy a bajar tranquilamente, porque la función llegó a su fin. Pero ese momento, honestamente, no lo veo todavía. Para eso falta mucho, pero mucho —añade—, y mientras tanto, yo sigo pa’ alante, no me paro. Como dice otro tema mío: ‘Si te paras, tú no vives’”.
Como confirmación de su filosofía, me cuenta sobre su nuevo disco, Transición, en el que ha estado trabajando en los últimos meses. Se trata de un álbum por los treinta años de su orquesta (cumplidos en 2022), bajo el sello de Dale Play Music, y que espera tener listo este mes, para la Jornada por la Cultura Cubana.
“El disco se llama Transición porque en treinta años son muchas las cosas que han cambiado —explica. Venimos de un siglo a otro y en este tiempo ha habido muchas situaciones distintas, conmigo, con la orquesta, con el entorno musical y sociocultural cubano. En ese tiempo hemos ido evolucionando, nos hemos ido reinventando, siempre manteniendo nuestra esencia”.
“En su concepto musical hemos tratado de diseñar algo que, aun cuando imbriquemos nuevas tendencias sonoras, mantenga esa esencia, ese sello que nos caracteriza —precisa. Incluimos algunos recursos que usamos habitualmente, como efectos rítmicos, como puntos de giro en la morfología de los temas, y sonoridades básicas y clásicas de la música popular imbricadas con otras más contemporáneas”.
El álbum tiene once temas, la mayoría nuevos, aunque incluye “Te deseo suerte”, uno de sus clásicos. El lanzamiento será el colofón de las celebraciones, que han incluido presentaciones internacionales y dedicatorias al 30 aniversario del grupo en eventos y festivales como el Timbaland, de Cali; el Fiesta, de Roma; y el New Morning, de París.
“Con este aniversario estamos entrando en una nueva etapa de la orquesta, que en realidad es continuidad de lo que hemos hecho; pero como dice el nombre del disco, con cambios. Lo importante es que seguimos activos y muy creativos, en la pelea, y que nos mantenemos en la preferencia del público. Tengo que agradecer siempre a todo lo que existe por eso”, asegura.
Una orquesta de élite
Aunque su nombre era ya popular antes de fundar su propia agrupación, Paulito no duda en reconocer que liderar su propio proyecto ha sido el paso fundamental de su exitosa trayectoria. Y lo ha sido, me dice, tanto por la manera en que ha llevado la orquesta como por el aporte de los músicos que la han integrado. Esa, considera, ha sido su fórmula para mantenerse en la preferencia del público durante tanto tiempo.
“Nosotros marcamos pauta —señala. Hemos tenido la bendición de tener un paso bastante exitoso y nos arropa haber contado con muy buenos músicos que han hecho su aporte a nuestro sello sonoro. Recuerda que en sus primeros tiempos la orquesta se llamó La Élite y eso no fue por publicidad o creernos cosas: los músicos que la integraron eran de lo más selecto, instrumentistas tremendos que quisieron unirse a mi proyecto cuando salí de Opus 13”.
“Estoy hablando de músicos increíbles, muy virtuosos, como también lo son otros que entraron después. Puedo mencionar, así rápido, nombres como los de Emilio Morales, Juan Manuel Ceruto, Sergio Noroña, Alexander Abreu, Gerardo Martínez, Julito Montalvo, Yoel Páez… Una pléyade. Y, aunque los músicos hayan ido cambiando con los años, por la lógica de la vida, esa calidad, esa impronta musical, la hemos tratado de mantener hasta hoy. Es una preocupación constante para mí. Y aunque los músicos cambien, es importante que los que están comprendan eso, asuman nuestro sello, y aporten a ese objetivo”.
“Por otro lado está el performance de uno, la proyección, que no cambia. Mantiene su esencia, porque es nuestra génesis y estilo. No digo que haya sido sencillo (para nada, ha sido arduo), pero lo hemos conseguido con esfuerzo, y eso me da mucha satisfacción. Y eso que, si te soy sincero, no me creo que ya hayan pasado treinta años. En serio, a veces me parece que todo empezó ayer”.
¿Cómo te sientes con lo que has logrado en estas tres décadas?
Si he llegado hasta aquí es porque me siento muy satisfecho con lo que hecho. Soy una persona que reconoce cuáles son sus posibilidades, y trato de no pasarme pero tampoco de quedarme por debajo. Es importante conocerse bien uno mismo y tener la medida lo más justa posible de lo que uno puede lograr.
No hay que pretender ser más, o ser diferente a lo que uno es. Yo no puedo ser otro ni ser como otros. Los demás son como son, tienen sus formas y sus caminos en la vida. Yo tengo un diseño para la mía, Dios tiene un diseño para mi vida, y mi vida es esta, como la he construido, y me siento dichoso con lo que he logrado.
Hay mucho valor implícito en eso, y agradezco siempre a la gente que me ha apoyado y me ha acompañado en este propósito, en la orquesta y en la vida; a la familia, que también va cambiando; a mi madre, que me ayudó y me estimuló mucho, y luego desgraciadamente la perdí.
Todo es un aprendizaje de cómo moverte con la dinámica del tiempo, de saber qué es lo más importante, qué debes conservar y qué tienes que cambiar. Hay que tener eso en cuenta para poder seguir adelante y darle forma a lo que pretendes lograr como artista y como persona.
¿Habrías hecho las cosas de otra manera en algún momento?
Mentiría si dijera que todo ha sido perfecto. Hay cosas que no he logrado, que por H o por B no se han materializado, pero no por eso he abandonado mi camino ni mi fe. He seguido ahí, luchando, y manteniendo la orquesta contra viento y marea. Lo que más me importa —y por eso estoy muy satisfecho— es poder conservar esa convocatoria, ese rapport que tengo con el público, esa conexión. Esa es la esencia que me sostiene y me da mucho placer, mucha energía para seguir.
Hay cosas que a la distancia del tiempo quizá hubiera hecho mejor si hubiera tenido las herramientas y el conocimiento que tengo hoy, pero las hice dando el máximo de mí en ese momento, eso te lo puedo asegurar. Es como cuando me preguntan qué prefiero de repertorio. Imagínate en treinta años, casi quince producciones discográficas, ¿cómo se puede resumir eso? Cada disco, cada tema, creo que cumplió su rol en su etapa, y obtuvo el resultado que le tocaba. Un resultado que a veces ni me esperaba.
Una vez escuché a un grande de la música cubana decirle a un joven, con esa filosofía popular y a la vez profunda que tienen los grandes, que se diera una vuelta por el hospital, porque la música es traicionera. Y es así. Te esmeras con un tema, le pones mucha expectativa, creyendo que va a ser un boom, y no pasa nada, porque no era su momento; y hay otros temas que uno los saca sin grandes perspectivas y se disparan, se convierten en un éxito. Como dijo ese grande, creo también que la música puede ser traicionera, y tiene sus propios tiempos, no los que uno quiere. Son lecciones que uno aprende con los años.
El boom de la Timba
Paulito FG fue y sigue siendo uno de los iconos de la timba. La sola mención de su nombre convocaba multitudes, aun en lo más crudo del Período Especial. El paso irrevocable del tiempo, sin embargo, traería cambios en el escenario musical con la irrupción del reguetón y otras corrientes internacionales. Los timberos tuvieron que adaptarse a un contexto en el que ya no eran los reyes indiscutidos. Adaptarse o morir.
No obstante, Paulito no observa aquellos años con una nostalgia lastimera. Prefiere una mirada más razonada de lo sucedido y de lo que ha venido después. Aunque asegura que no tiene, ni por asomo, todas las respuestas.
“Si te dijera que extraño aquella época, así, sin una valoración de lo que pasó, sería muy superficial —razona. Es algo que he meditado muchas veces, de manera más profunda, y no es tan simple. ¿Pr qué? Lo que sucedió con la timba va más allá de lo que hicimos nosotros desde el punto de vista musical, con los medios y los recursos que teníamos. Esos medios no eran ni siquiera la cuarta parte de lo que tenemos hoy, pero con ellos logramos gran popularidad y la calidad sonora de las agrupaciones era incuestionable”.
“Ahora bien, esa repercusión que tenía nuestra música se convirtió de cierta manera en el único reducto que la gente tenía para divertirse, y la gente nos seguía dondequiera que tocábamos. A pesar de la crisis, todo era más sano y económico, y los lugares donde actuábamos no cobraban en divisas. Pero había un problema: los equipos que usábamos, desde los instrumentos hasta el más mínimo cable, nos costaban en dólares, y nos pagaban en pesos”.
“En esos años comenzó el aumento del turismo, y empezaron a abrirse espacios para ese público. Eso cambió el panorama. Se abrió uno en el salón Arcos de Cristal de Tropicana, y ahí empezamos a rotar las principales orquestas del momento: Van Van, NG La Banda, Isaac Delgado, Pachito Alonso, Revé, nosotros… Acordamos reunirnos para hablar con la alta dirección de nuestro organismo [Ministerio de Cultura] y decirle que, si no cambiaban los mecanismos, no íbamos a tocar más en lugares donde entrara el turismo, que pagaba en dólares. Si era en la Tropical no había problema; si era en cualquier bailable o teatro, tampoco, porque el público era cubano; pero donde se cobraba en divisas, nosotros no íbamos a tocar así”.
¿Qué sucedió en esa reunión y cuáles fueron los resultados?
Es una historia poco contada. La reunión fue en casa de Juanito [Formell], y allí llegamos a un consenso entre todos y así se lo planteamos a las autoridades. Se hizo un experimento en el Palacio de la Salsa y en otros lugares, y empezamos a cobrar en divisas. Es decir, nos daban una parte de los ingresos en divisas. Nosotros fuimos los que abrimos esa brecha en la cultura. Después vinieron el CUC y otros cambios, pero en dólares fuimos los primeros en cobrar, porque nos unimos e hicimos un documento que firmamos en casa de Juanito y lo presentamos al Ministerio de Cultura. Eso se elevó, y se abrió esa posibilidad de cobrar en divisas”.
¿Qué pasó? Que eso también nos liberó de otras situaciones y nos permitió crecer como músicos. Empezaron a venir a Cuba gente de todo el mundo por nuestra música, vinieron grandes compañías, y se creó un boom, de la timba. Algunos artistas firmaron con Caribe Music, con RMM, con Sony; yo firmé con Cosmopolitan, después me pasé a Fania, y así nos fuimos abriendo. Por eso fue el boom, porque nos liberaron. Hay que verlo así. Es verdad que nosotros veníamos generando una demanda, pero a partir de ese punto pudimos tener mayor impacto.
Para responder a esa demanda se siguieron creando espacios; se abrió La Cecilia, el Papa en la Marina Hemingway, se tocaba dondequiera, y teníamos seguidores de todo el mundo. En los medios se crearon programas como Mi salsa, como El exitazo de 5 a 7, y hubo un auge tremendo, de popularidad, de crecimiento. Pero luego de ese boom, que duró un tiempo y que tuvo un impacto muy positivo, de momento comenzaron a bloquearse los espacios, a cerrarse puertas; hasta se fue del aire Mi salsa, un programa que tenía tremenda audiencia.
¿Por qué?
Puedo hacerte yo la misma pregunta: ¿por qué? ¿Por qué después del crecimiento, del impacto, empezó ese cierre sin que pudiéramos entenderlo? Te hablo de Cuba. Se cerraron incluso espacios en el turismo para las llamadas orquestas de primer nivel, no sé por qué, y quedaron solo unos pocos, la Casa de la Música, por donde pasaba todo el mundo. Así no podíamos, era muy difícil.
Como ya estábamos bastante sólidos, musicalmente establecidos, con cada vez mejores propuestas para tocar fuera del país —porque ya no aceptábamos cualquier cosa como al principio—, empezamos a centrarnos en las giras, en los circuitos internacionales, que mantenían una gran demanda y tenían las puertas abiertas para nuestra música. Conseguíamos un buen contrato para afuera y nos íbamos de gira, a festivales, y es cuando empiezan a proliferar otras tendencias, como el reguetón. El reguetón entra con tanta fuerza por ese cierre con la timba y porque todo el mundo empezó a salir porque no se podía vivir de tocar solo en Cuba.
Hay cosas que a veces pasan y uno no se las explica. Te dices por qué, y no le encuentras ninguna lógica, ninguna explicación. Todavía al cabo de los años te lo vuelves a preguntar y sigue pareciendo inexplicable. ¿Qué pasó? ¿Cuál se supone que era el diseño?, porque tenía que haber existido un diseño cultural para evitar que algo así pasara y, sin embargo, no parece que lo hubiera. Es la realidad de lo que pasó y lo tengo claro: tú liberas, y acontece; tú cierras, y se fastidia.
Desatar la música cubana
Aunque nunca bajó los brazos y, como otros artistas y agrupaciones, se ha mantenido hasta hoy defendiendo la música cubana, Paulito está convencido de que aquel portazo en plena efervescencia de la timba tuvo consecuencias negativas en el escenario musical cubano y, por ende, en la manera en que se consume la música en la isla.
“Tú no puedes matar lo tuyo —sostiene—, porque al final te estás traicionando a ti mismo. Tienes que cuidar tu música, la que te identifica en todo el mundo, la que surgió aquí de manera natural a partir de tu cultura, de tus raíces. Si le restas protagonismo a la música popular, que es prácticamente el pilar cultural de este país, estás yendo contra tu identidad, contra lo que eres y abriéndole la puerta a todo lo que venga de afuera a conquistarte, a quitarle el lugar a lo que tienes que defender”.
“Ahora todo es ‘urbano’, no importa de donde sea, si es cubano, americano, panameño, colombiano. Es urbano porque es global, y esa es la cultura que ha impuesto el mercado y que, como se dice popularmente, nos ha serruchado el piso. Y aquí, no es que no pueda tener calidad, pero es lo mismo que se hace en otros lugares. Todo suena muy parecido, quizá con algunas particularidades. Y, lo principal, no es música cubana. Puede que tenga cubaneo, pero no está apegada a nuestras raíces”.
“Por eso amo países como República Dominicana, como España, como Brasil, como México. Allí son defensores a ultranza de sus pilares musicales. No es que allí solo se escuche lo propio o que no den espacio a los artistas que se han impuesto globalmente con las tendencias que promueve la industria musical, pero siempre su música, su cultura es lo más importante. Con eso no hacen concesiones, y no lo hacen porque, como siempre he dicho, entienden que la cultura propia, autóctona, es su identidad, pero también puede ser un renglón económico súper importante”.
¿Es posible volver a poner la música popular cubana en el lugar de preferencia que tuvo cuando el boom de la timba u otras épocas?
Que la música cubana, la música popular, esté siempre en lo más alto de la preferencia por lo que representa para la cultura de este país, tiene que ser siempre el objetivo. De todos: de los músicos, también de las instituciones, de los medios…
A uno como artista lo que le toca es mantener la calidad, mantener vivo tu producto, al margen de las tendencias que existan, y responder a la música que defiendes y al público que te sigue. A ese público hay que sostenerlo a partir de que tu producto siempre sea competitivo. Para eso, sí, hay que esforzarse, hay que trabajar, que los niveles de calidad y producción sean sólidos, como lo han sabido hacer orquestas como Van Van, como la Revé, o como lo hace Alexander Abreu.
Claro, no es lo mismo hacer eso de manera independiente, con cada orquesta por separado, que de manera colectiva, como movimiento, como lo tuvimos en los 90. Y no es que sea solo un movimiento, también es una industria. O sea, se puede generar una industria a partir de las propuestas de estas agrupaciones que hacen un trabajo sostenido, de calidad. Orquestas a las que les va bien y se tributan entre sí, y cuando tienes eso, logras un mayor impacto en el público y en la música. Hay otros artistas que se suman, y se logra un verdadero crecimiento.
Creo que esa es la estructura general. Claro, eso en Cuba es más difícil porque, como dije en una reunión recientemente, la música cubana está atada y hace falta desatarla. Sí, yo soy libre, puedo ir adondequiera, tengo libertad individual; pero la música no. La música está atada por mecanismos institucionales, por manejos internos que no van con las dinámicas actuales del mundo. En Cuba no estamos conectados con esas dinámicas y tenemos que buscar la forma de conectarnos, de fortalecernos y fortalecer la música popular cubana.
¿Cómo?
Por ejemplo, con un trabajo más intencionado en los medios de difusión, con una mayor constancia en la radio, la televisión, con programas acordes a los códigos de producción contemporáneos. La música popular se ha sostenido con independencia de las nuevas tendencias, y ha podido hacerlo porque es un producto auténtico, cubano, y por eso ha seguido conectada con la gente, pero hay que respaldarla.
Mira, antes nos montábamos en una guagua e íbamos de pueblo en pueblo, llevando nuestra música a distintos escenarios. Gratis lo llegamos a hacer. Ya ni eso estamos haciendo. ¿Por qué? Por la economía, por la producción, por la guagua y por otro tanto no se puede. ¿Quiénes van? Los reguetoneros, que son tres o cuatro y van en un carro, y llevan sus pantallas, sus luces y sus backgrounds y se fue. Nosotros no podemos hacer eso porque tenemos otra estructura, otra forma de hacer y proyectar la música, que es menos sencilla en términos de producción.
Además, se pueden hacer todas las estrategias, todos los planes, que si no tienes un producto que ofrecer, un producto genuino, asentado en tus raíces, no haces nada. Por eso hay que minar el país de música popular bailable, desde el aeropuerto, que es la puerta de entrada a Cuba, hasta cualquier otro lugar. Que quienes vengan de visita estén escuchando nuestra música desde que llegan hasta que se van.
Es necesario más apoyo, más visibilidad, abrir los espacios, no solo a un artista, a una orquesta, sino a todos, a los de antes y los de ahora, a los que estamos en Cuba y los que se fueron en algún momento pero siguieron defendiendo nuestra música fuera del país.
Hay que hacer reverencia a Celia Cruz, al Benny, a Cachao, a todos los grandes, se hayan quedado o se hayan ido de Cuba, porque son figuras inmortales y dondequiera que estén su gloria nos alcanza. Por eso ojalá pudieran venir todos los que defienden nuestra música popular, vivan donde vivan, y pudieran manifestarla sin limitaciones, y su música se pusiera en los medios, porque, ¿qué artista no quisiera dejar su legado en su propio país? Me parece fundamental.
https://www.youtube.com/watch?v=dhjOfUlV8O4
Leyendas timberas
Antes de pasar a otros temas de su carrera, le propongo a Paulito cerrar el capítulo del boom de la timba, una época de la que quedaron en el imaginario popular hechos que ganarían ribetes legendarios, como la llamada “Improvisación del siglo”. De aquella memorable controversia a ritmo de son, transmitida en 1992 en Mi salsa y de la que mi entrevistado fue uno de los protagonistas, trascendería la supuesta enemistad entre él y Cándido Fabré. Paulito lo descarta por completo.
“Muchacho, eso fue histórico —recuerda. Todo el mundo lo vio, incluso artistas grandes de fuera de Cuba, y hasta por la calle me dijeron que si allí todo el mundo me fue pa’ arriba, o que si yo y Cándido nos fajamos por eso. Lo que la gente no sabe que ahí el mío era Cándido, que en ese tiempo estaba todavía con la Original de Manzanillo”.
“Yo llegué tarde. Estaba lloviendo y llegué ya para la última toma, ni tiempo tuve para prepararme mucho. Tuve que cambiarme detrás de la cortina, y cuando estoy en eso pasa Cándido para el baño, me ve y me dice: ‘Eh, pero mira quién está aquí, el bonitillo de La Habana’. Él es el que me dice eso de bonitillo. Y me dice ‘dale, que vamos pa’ adentro, que la vamos a formar buena’. Pero cuando salgo empiezo a ver caras largas, como diciendo, ‘ah, este cayó aquí a última hora’, porque parece que algunos pensaron que me había acobardado y no iba a ir”.
“Arranca la cosa, y la gente empieza a improvisar, a hablar del son y a decir que si eran de aquí o de allá, y que si eran esto o aquello, y la cosa se va calentando, y entonces cuando me toca es que yo tiro: ‘A mí me dicen Paulito, dicen que soy bonitillo, porque ando fresco y pepillo, y porque soy de La Habana. Yo no tengo la culpita y vine con mucha gana, y digo como el Padrino, a mí no tocan campana’. Y, bah, pa’ qué fue aquello. Ahí sí que se calentó. Empezó la tiradera y me soltaron eso de que los hombres no son bonitos, que las bonitas son las pepillas. De madre aquello”, se ríe.
“Fue así —sigue, todavía sonriente—, pero en medio de esa balacera, incluso Cándido en un momento me defiende. Él, dirigiéndose al Padrino le dice aquello de que ‘el pepillo dijo lo que siente en su corazón’ y también le dice ‘cuidado, Padrino, que la candela quema’, como diciendo que yo tenía para responderle. La gente no repara en eso y se queda con la polémica, con el tira tira y se creó una leyenda con eso. Pero la verdad es que Cándido es mi hermano. Es un grande de la música cubana y siempre le he tenido el mayor respeto y la mayor admiración”.
Pero esa no es la única leyenda de Paulito. También está lo de la pelea con Manolín…
Eso sí fue una cosa súper grande. Y eso que al principio hasta le prestaba los instrumentos. Él incluso tocaba conmigo en el Riviera, pero luego viene el boom suyo con Arriba de la bola, y se pega en un nivel violento. Y yo, que soy observador, veo que empieza a pasar algo raro, porque la verdad es que me llevaba súper bien con él, no teníamos ningún tipo de problema. Pero de buenas a primeras, una vez que voy a hablar con él, veo que algunos de su piquete me ponen cara, y lo llamé aparte y se lo dije: que hay que tener cuidado con la gente con la que uno anda, porque al cubano le gusta eso, calentar las cosas, que si Fulano se cree que es mejor que tú, y todo eso. Se lo dije, pero no me hizo caso; él andaba en lo suyo, con su gente.
Nosotros, como nos llevábamos bien, a veces nos poníamos a decirnos cosas en el escenario, improvisando, pero fastidiando, que entre nosotros funcionaba sin lío. Y un día estoy yo en el Riviera, y pienso que él también estaba ahí, porque estaban sus músicos, y para fastidiarlo le canto aquello de que “yo sigo al bate, sigue tú arriba de la bola que yo sigo bateando y te la voy a botar, pa’ la calle”. Y resulta que él no estaba ahí, y la cosa se puso caliente en el público, la gente gozando con el estribillo.
Aquello era algo sano, sin mala intención; pero sus músicos, viendo cómo se puso el público, parece que se acomplejaron y fueron y le dijeron que yo le estaba “picheando fula”, le dieron cuerda, y él fue para el Exitazo, que yo tenía una entrevista, y se para por el cristal a hacerme señas, como a decirme que no lo hiciera más, pero yo lo había hecho sin mala intención, pensando que él estaba ahí. Igual no creo que él se picara tanto como los que estaban a su alrededor, y se lo advertí, porque sentí que a ese piquete le molestaba que tuviéramos una buena relación. Y también un poco por la popularidad, por la fama, porque se vivía aquello de que quién era más popular, qué orquesta tenía más público, y en eso el ego te puede jugar una mala pasada.
¿Y esa diferencia se resolvió?
Eso se resolvió, y después se volvió a fastidiar —vuelve a reír mientras rememora—, porque él empezó a disparar coros que estaban serios, y la tiradera fue subiendo de tono, y la gente siguió calentando el ambiente, echándole más leña al fuego.
Ya al final en un evento el tiró aquello de que “no canta, pero como llena” y que “al maestro se respeta”, y otra pila de cosas más, y yo le tiré también unos versos calientes, y le respondí a eso de que él sí había ido a la universidad, sin decir su nombre, claro, y cuando la gente fue a decirle él mismo dijo: “dejen a Paulito ya, que Paulito está loco”. Eso fue un show.
¿Qué papel tuvo José Luis Cortés?
Pues en el medio de eso, José Luis trató de enfriar las cosas. Y es que él fue prácticamente la persona que nos descubrió a los dos, en diferentes contextos y diferentes tiempos. Y nos ayudó a los dos, y eso siempre tengo que reconocerlo. José Luis es uno de los músicos que más tributo yo pienso que debería tener en Cuba, mucho más del que tiene. Fue un músico enorme, por todo lo que hizo y por lo mucho que ayudó. La gente no calcula la dimensión de Jose. Su visión era algo descomunal.
Yo conocí a José Luis siendo un muchacho, y él fue quien me mandó para las primeras audiciones que hice para ser cantante con varios grupos. Gracias a él es que yo empiezo a trabajar profesionalmente, con los Yakos, en el Parisien. Y luego siempre seguimos conectados. Y con Manolín fue igual. Él iba a ver al Tosco, a los conciertos de NG, vestido de estudiante de Medicina, a llevarle canciones y hablar con él, y José Luis grabó temas suyos, el primero, si no me falla la memoria, se llamaba “Vuela paloma”.
Ese tema lo canta Mena, pero perfectamente lo pude haber cantado yo, porque cuando Isaac Delgado se va del grupo, José Luis me va a ver, pero yo ya tenía un compromiso con Opus 13, de ir a grabar un disco, y le dije que no. Él hasta se puso un poco bravo conmigo porque pensó que yo le iba a decir que sí. Ellos iban a salir de viaje, pero yo tenía ese compromiso, y aunque en mi casa no había ni un mueble yo no podía dejar plantado a Opus 13, y él al final lo entendió, porque era algo de principios. Por eso siempre nos respetamos. Y él me siguió ayudando y cuando ya tenía mi orquesta, él es quien me avisa de músicos como Alexander Abreu, como Rolandito Luna.
Entonces, ¿qué pasa?, ¿por qué José Luis se mete en el asunto entre Manolín y yo, y dice aquello de que él era el juez? Pues porque él tenía esa influencia en nosotros, por haber sido la persona que nos abrió el camino, y haberse mantenido al tanto de nosotros, ayudándonos cuando hiciera falta. Eso yo siempre se lo voy a agradecer.
Paulito multipropósito
Aunque a Paulo FG se le conoce principalmente como cantante y compositor de música bailable, si uno revisa a profundidad su trayectoria artística encontrará más, mucho más. Líder de su agrupación por más de treinta años, también ha producido discos para otros artistas y liderado proyectos como Sonando en Cuba, un show de talentos de gran acogida que dio nuevos aires a la música popular cubana y que prometía mantenerse mucho tiempo en la televisión cubana, aunque finalmente no ocurrió así.
Grabó un elogiado álbum de boleros (Ilusión, Bis Music, 2005) y hasta fue actor de cine, una carrera que siempre respetó por la herencia de su madre, especialista en teatrología, y que lo hace aún más desde que filmó su película.
¿Cómo has llevado todo eso a lo largo de tu carrera? ¿Cómo es ese Paulito multipropósito?
Soy muy dinámico, muy activo, muy atrevido, muy echa’o pa’ lante como se dice, aunque ya no tanto. Antes me sometía más a lo que se me presentaban de momento, era un poco abusador conmigo. Pero uno va cobrando conciencia con el tiempo. Lo bueno que tiene cumplir años es que uno va sabiendo más, y hoy día reconozco que yo mismo me sometí a muchas cosas, que me expuse a hacer cosas que quizá no debí, o que no era el momento de hacerlas, pero las hice porque lo entendí de otra manera y pensé que podía hacerlas a pesar de lo que tenía.
Por ejemplo, con la película Vuelos prohibidos yo tuve un drama. Rigoberto López, el director, quería de todas formas que la hiciera, pero en ese momento yo estaba en medio de la producción del disco Sin etiquetas, terminando la mezcla y la masterización, y tenía que estar arriba de eso, pero él insistió tanto que me convenció, y me dejé convencer. Me atreví a meterme en todo eso del cine y de ser actor, y tuve que ponerme a dar clases de actuación, a estudiar el personaje, y todo eso me sacó de mi cotidianidad. Me sacó del canal del disco y de mi música, y me metió en ese otro canal, que es algo muy serio que siempre he respetado mucho.
Imagínate yo en Francia, en otro horario, teniendo que trabajar las escenas por las noches con la actriz, que no hablaba español, que prácticamente fui su coach de español, y al mismo tiempo comunicándome con La Habana, para ver cómo iba el disco, escuchar las mezclas, precisar si había algo que cambiar; todo eso a la vez. Visto en la distancia, después de haberlo vivido, creo que no lo hubiera hecho. Yo mismo me azoté con el cinto. Cualquier otro hubiera terminado en Mazorra.
¿Si te llaman para otra película no la harías?
Aprendí la lección. Hacer una película es una cosa desgastante, es algo que requiere mucho esfuerzo, dedicación, muchos recursos, y realmente a muchos actores no les pagan como se debería por ese esfuerzo. Imagínate trabajar bajo lluvia o bajo nieve, por debajo de cero, y tener que repetir la escena varias veces, pasar horas en eso, en medio de esas condiciones. La verdad, no es nada fácil.
Igual me quedó una experiencia bonita. Tuve la oportunidad de compartir con personas como el fallecido Rigoberto López, a quien le agradezco haber confiado en mí y con quien aprendí muchísimo. Esa experiencia me generó nuevos conocimientos y relaciones, profesionales y humanas, que son cosas que no se pueden medir con el dinero. Ese es su valor.
¿Y Sonando en Cuba?
Sonando en Cuba surgió por esa necesidad de la que hablé, de dar mayor promoción a la música cubana. Cuando en 2013 regresé de Francia de filmar la película con Rigoberto, me doy cuenta de que el panorama musical en Cuba no está nada bien. La música popular tenía cada vez menos espacios, no había programas de televisión que resaltaran esa música y, en cambio, el reguetón y otras tendencias estaban en pleno apogeo. La gente estaba consumiendo mucha música extranjera, internacional, viendo shows grabados en otros países.
Me dije: “Hay que hacer algo contestatario de esa realidad, y donde se promueva con frescura, con una buena realización, con gusto estético, los valores y la riqueza de nuestra música”.
¿Qué te propusiste exactamente con el proyecto?
Quería hacer que los jóvenes conocieran y defendieran esos valores musicales, que se apropiaran de esa música tan importante para nuestro país y tan reconocida a nivel internacional. Traerla a un nuevo contexto sonoro, hacerle nuevos arreglos, mostrar a esos muchachos cantándola, presentándola de una manera fresca y respetuosa al público cubano, llevarle a la gente un buen espectáculo, a su propia casa, a sus televisores. Y quería despertarles a los jóvenes el interés por esa música, decirles quiénes eran esos artistas tan grandes, que son orgullo de este país, y a los que, sin embargo, muchos no los conocen.
No fue sencillo, y hubo incluso polémica, confusión. Al principio pensaron que estaba jugando y tuve que aguantar algunas situaciones que prefiero no contar. Hasta quisieron adjudicarse ideas mías, pero ya las había registrado, y llegaron a ponerme en los créditos como “idea inicial”. Pero yo transigí, porque para mí lo más importante era que el programa se hiciera, y porque sabía que iba a tener impacto y ser importante para la música cubana, más allá de lo que saliera en los créditos. Y creo que así fue. Todavía mucha gente me habla de Sonando en Cuba.
A pesar de esa buena acogida que tuvo, solo se realizaron tres temporadas y han pasado cinco años desde la última. ¿Por qué?
No te lo puedo responder yo. Nosotros nunca dejamos de proponer ni abandonamos el proyecto. Incluso lo presentamos para hacerlo otra vez. Pero, bueno, después de demorarse bastante en darnos una respuesta, y esperar casi dos años para poder hacerlo de nuevo, vino la COVID-19, en el momento en que se iba a comenzar una nueva temporada. Después de eso, todos los problemas y dificultades desde el punto de vista financiero que hemos tenido en Cuba han dado al traste con el proyecto. No hay presupuesto para hacer el programa.
Esas dificultades económicas han sido un obstáculo serio, porque estamos hablando de una producción grande, ambiciosa, con un empaque visual, y eso necesita recursos. Se pudo hacer algo antes de la pandemia, pero creo que tampoco se manejó bien, que hubo fallos de planificación. Desgraciadamente tuvimos ese problema, de que la casa productora, RTV Comercial, se involucró en varios proyectos sin tener todo el alcance presupuestario y por eso la demanda creciente por Sonando… no fue compensada. Hubo que esperar, postergarlo, y cuando por fin iba a pasar, vino el cierre por la COVID.
Pero tengo una buena sorpresa para la gente, ahora que se han liberado algunas formas de producción y se pueden hacer cosas de manera independiente. No quiero dar detalles todavía, pero quizá haya noticias pronto.
“La popularidad es un compromiso tremendo”
¿Trabajas intencionalmente la manera en que te relacionas con el público o es un don natural?
Lo asumo como algo que me toca. Por lo que hago como artista, y por lo que de alguna manera represento, que es la música cubana. No es solo Paulito, sino la música que hago y lo que representa para la gente. Es algo que asumo llamándome siempre al buen carácter en cualquier circunstancia.
Aunque estés molesto, o tengas un problema, si a ti viene alguien que no tiene la culpa de tu malestar o de tus problemas, que no sabe qué te pasa, que solo quiere agradecerte por una canción, o decirte que le gusta lo que haces, o incluso que no le gusta esto o aquello de tu trabajo, es una persona a la que tienes que tratar con toda la amabilidad y la gratitud, en lugar de echarle encima tu molestia.
Tengo historias muy bonitas en mi carrera, con gente que me ha seguido toda la vida, seguidores incondicionales; también con personas enfermas, incluso niños, jóvenes con problemas de salud, cuya familia le pone mi música hasta para sus tratamientos médicos. No son cosas que uno busque, sino que llegan a uno producto de lo que uno es. Ese es mi concepto, y uno tiene que saber ser recíproco, agradecido, y mantener esa relación porque merecer algo así es muy especial.
No significa que no entienda que en mi profesión, como parte del funcionamiento de la industria musical, la popularidad se trabaja para muchas cosas: mover estados de opinión, obtener ganancias. No se le puede dar la espalda. Pero trato siempre de que la conexión fluya con naturalidad, de devolver con buena energía lo que recibo del público y me siento bendecido por el cariño de la gente.
¿Imaginaste llegar a ese nivel de popularidad?
Al principio, no; ni me pasaba por la cabeza. Y comprobarlo fue una sorpresa tremenda. Cuando empecé con Dan Den aquello fue súper impresionante para mí, me sentía como Michael Jackson. No solo con las chiquitas, sino con mucha gente en la calle. Era una locura. A mí me sorprendió tremendamente y muchas veces me daban ganas de salir corriendo. Y luego eso se me quedó: pensé que era por Dan Den, que en esos años tuvo una popularidad enorme, pero luego fue lo mismo con Opus 13.
Recuerdo una presentación que hicimos en la escuela de maestros, la Salvador Allende, cuando yo empezaba con Opus 13, y cuando salí ahí, que me bajé de la guagua, las chiquitas se me tiraron arriba y aquello fue el acabose, me rompieron hasta la camisa, y eso que estaba flaco y malo que parecía un palo de limpiar techos. A esa hora tuvieron que ponerse a buscar gente para que controlara aquello, porque no había personal de seguridad, no estaban preparados para eso, ni nosotros tampoco, sinceramente. ¿Quién se iba a imaginar que iba a pasar eso?
Ahí es donde me di cuenta del alcance que puede tener la popularidad, aunque con Dan Den venía ganando conciencia. Al principio parece un juego, algo momentáneo, pero luego uno se va percatando de qué va la cosa. Llegué un momento a pedirle a Juan Carlos [Alfonso] que no hiciera más televisión, porque yo ni ropa tenía, ni dinero para estar cogiendo carros, y cuando sales en la televisión sí que la gente te reconoce dondequiera, y te dicen cosas.
Me acuerdo de estar cogiendo guagua para ir a alguna grabación o un concierto, y la gente diciéndole al conductor: “Oye, el de Dan Den está colgado afuera en la puerta; oye, deja subir al flaco que se va a matar”. Aquello era un escándalo en plena calle, y yo con tremenda pena, pero, imagínate, tenía que coger la guagua sí o sí.
¿Cómo manejas las situaciones que se derivan de la popularidad?
Con todo eso que me pasó me fui percatando de que la popularidad y la fama te van quitando libertad. Te dan satisfacción en otros sentidos, pero te cierran por ese lado. Te hacen demasiado visible, te limitan una serie de cosas, y también significan un compromiso tremendo con el público y contigo mismo. Hasta te puede separar de amigos y buscarte líos en la familia, con la pareja… porque te ponen el foco arriba.
Cuando eres popular te conviertes en una diana a la que todo el mundo quiere darle, y te coge lo bueno, pero también lo malo. Hay que asumir eso, aprender a sobrellevarlo. Tienes que cuidarte mucho más, lo que haces, lo que dices, porque eres una figura pública y representas a una orquesta y a los músicos cubanos.
Al darme cuenta de todo eso empecé a ser más consecuente. La popularidad depende de cómo la lleves, y de cómo quieres que la gente te vea. Yo podría andar con gafas y una gorra para que la gente no me conozca y salir a la calle medio escondido, o buscarme a alguien que se pare al lado mío y no deje que nadie se me acerque. Pero yo no soy así, no me nace.
A mí me gusta la naturalidad, andar sin complejos por la calle, y devolverle el saludo a la gente, como cuando empecé en la música hace algunos añitos. Ya no puedo ser siempre así, por lo que te decía de las responsabilidades y las limitaciones que vienen con la popularidad, pero no quiere decir que me esconda de la gente o le haga un feo a alguien que viene a saludarme de corazón. Sería ir en contra de mí mismo.
Paulito personal
La vida personal puede suponer desafíos y conflictos. Paulo FG no lo niega, pero asegura que intenta llevarlo de la manera “más equilibrada” y dedicar a la familia todo el tiempo posible.
“Me absorben tanto las responsabilidades de la música, de mi profesión, como las personales —dice— y cuando eres mínimamente responsable, intentas no sobrecargar una cosa en detrimento de la otra. Yo trato de no dejar nada al azar. Quizá sea un defecto mío, el ocuparme de todo, de estar pendiente de todo. Tengo amigos que dicen que soy como una máquina, no paro. Pero ese nivel de actividad, o de hiperactividad, también me compensa, me ayuda a equilibrar las cosas”.
“A mí, la verdad, me cuesta descansar un rato, dormir una siesta —confiesa. Siempre estoy a una marcha doble, y creo que, si me pongo a sacar cuenta, nunca he tenido vacaciones, así, relajadas. Siempre he estado pendiente de algo. De hecho, una pareja mía siempre me cuestionó eso y fue esa una de las causas de nuestra ruptura. No es que sea adicto al trabajo, uno tiene que ir transitando acorde a la dinámica de su vida, y a mí me ha tocado una vida muy activa, aunque por mi temperamento quizá me haya metido en candelas en las que no debía. Ahora, con los años, he empezado a ver las cosas de otra forma y hacerlas de otra manera, con más calma, con más selectividad, pero igual siempre estoy en algo”.
“El tema de la pareja tiene sus complicaciones. Me he casado una sola vez, pero he tenido varias relaciones. Aunque si te guías por lo que se dice por ahí, por lo que la gente comenta de uno —esboza una sonrisa con picardía—… En realidad, soy un tipo enamorado, pero de amor con sentido, con mucho sentido, tiene que ser así”.
¿Cómo eres como padre?
Mis hijos son muy importantes en mi vida. No tengo tantos como Pedrito Calvo, que es el caballo y también mi ídolo como cantante de música popular; pero son seis: el más chiquito hasta ahora tiene 2 años, pero viene otro en camino, e incluso ya soy abuelo. Mi hijo mayor me dio un nieto precioso. Me esfuerzo por ser siempre el mejor padre, con todos, y por lo que ellos dicen parece que no lo hago mal. Me mantengo en comunicación con ellos, y voy a verlos, siempre que las madres me lo permitan, claro.
¿Qué haces cuando estás solo? ¿Tienes algún momento de relajación?
Sí lo tengo, aunque no muchos. Me gusta escuchar música en mi estudio. Oigo de todo. Siempre digo que escucho todo tipo de música y todo tipo de género, pero bien hecha, que sea un buen producto, aunque no esté tan bien grabada, pero uno reconoce que la esencia musical es buena, que hay un buen ejercicio musical. Si es así, lo disfruto como músico y como consumidor. Es difícil separar las dos cosas, porque al final soy músico, soy productor, y siempre voy a tener esa perspectiva, pero me gusta mucho oír música, buena música, no solo por trabajo.
La gente piensa que hago ejercicios o que medito. Pero no medito ni hago otras cosas en ese giro, aunque me gustaría. Me han hablado de eso, he leído, pero hasta ahora no he podido. Tengo que buscar el tiempo y ojalá pueda hacerlo, porque me interesa.
¿Cómo te mantienes físicamente para verte mucho más joven que la edad que dice tu carnet de identidad?
No sé, la verdad. Puede ser algo genético, porque mi madre se conservó muy bien, a los 70 y pico su piel todavía era impecable. Por otra parte soy una persona sana, no tengo vicios. Bebo lo normal, para compartir, un momento; pero no soy de sentarme a tomarme contigo una botella de ron. Tampoco soy un tipo comelón. Como lo necesario, con moderación, pero sin una dieta especia: como de todo. Tampoco hago ejercicios, no tengo tiempo. Bueno, si no cuentas otro tipo de ejercicio —sonríe con malicia. Ese sí que lo sigo haciendo.
¿Y también te sigues tirando para el piso en los conciertos?
Sí, todavía me tiro para el piso, y la gente piensa que estoy loco, pero si me nace y me siento en condiciones, lo hago. Y no una, sino varias veces.
Lo que pasa con eso y con otras cosas es que trato de que en mi vida todo fluya de un modo natural. No me gusta hacer nada forzado; no me sale bien. Ni tirarme para el piso. Yo empiezo a actuar y la gente enseguida empieza a pedirme que me tire, y entiendo que eso es algo que me identifica, pero ni así se puede forzar. Por ceder a esas peticiones, y tirarme sin estar listo me he lesionado las rodillas. Sin embargo, cuando me nace hacerlo, así, orgánico, no hay problemas y todo fluye.
Sin parar
Desde que se inició profesionalmente en la música, Paulito ha transitado por casi cuarenta años sobre los escenarios. Primero, como vocalista de varias orquestas; luego, al frente de su propia agrupación. Lograr esa permanencia, y hacerlo con éxito y popularidad, es un mérito indiscutible del “Sofocador de la Salsa”. Algo que ni siquiera sus detractores —que también los tiene y dice ser consciente de ello— pueden negar.
Después de todos estos años, ¿te ves como un sobreviviente de la música popular cubana?
No, la verdad. Me veo sólo como alguien que se ha dedicado a hacer música cubana. Si eso me ha permitido mantenerme todo este tiempo, con mucho trabajo, con esfuerzo, con el respaldo del público, tengo que dar las gracias. He tratado de seguir el ejemplo de grandes, como Celia Cruz, como Oscar D’León, como Juan Formell, que se mantuvieron siempre creando, trabajando. Son mis ídolos, mis paradigmas en la vida, mi inspiración, por el impacto que tuvieron para su público y para la música en general. Y ese es el ejemplo que trato de ser para otros.
Además del disco en que estás trabajando, ¿cuántas sofocaciones vienen en camino?
Siempre hay muchas ideas. Muchas. Lo que pasa es que no soy de expectativas. Soy más una persona de perspectivas que de expectativas. Tengo una perspectiva amplia, para muchas cosas, pero no todo está en lo que tú quieras, aunque lo tengas claro, porque cuando cuentas con otras personas, cuando dependes de otras anuencias, de otras voluntades que no siempre van a la par de la tuya, puede ser complicado. Es mejor no crear expectativas que después no se puedan cumplir.
Esa es una parte difícil, escabrosa, de mi trabajo; hay que tener en cuenta aspectos que no son solamente la creación musical, o la idea cultural en sí, sino el manejo que se hace de eso. Y en eso, sobre todo aquí en Cuba, estriban muchas dificultades; desde los recursos y los medios hasta las mentalidades. Chocas con cosas que no deberías, o te toca hacer más trabajo que el de la composición y creación artística propiamente. Tienes que ir más allá del arte. Tienes que tener arte para esas otras cosas.
¿Qué haces para seguir adelante?
Siempre asumo las cosas con mente positiva. Lo más importante es que ideas sobran. Ando con un torrente creativo muy fuerte y sin parar. Veo la vida como un tránsito, y hay que saber moverse con la dinámica de la vida para evitar choques y accidentes. Es una filosofía que trato de aplicar no solo a la música, sino a la vida en general. Hay que transitar, con positividad, con cierto pragmatismo también, con los pies en la tierra, pero siempre siendo positivos.
En ese camino también hay que saber ser agradecido. Por eso, me gustaría agradecer a todas las personas que a lo largo de mi carrera han contribuido, aunque sea con lo mínimo, para incentivarme, para motivarme, para apoyarme, para alentarme, y a las que lo siguen haciendo. Y sobre todo al público, que es la esencia de mi trabajo, mi motivación principal.
Hago las cosas siempre pensando en ese público, en qué le gustaría, en qué lo estimularía, en que lo haría sentir bien. Y tengo que darle gracias a todo lo que existe, a Olofi, a Orunmila, a Dios, por preservarme y por darme esa fuerza que se necesita para seguir siempre adelante, para no dejar de trabajar, y para decir en los momentos clave “Coño, no te pares”. Y no voy a parar.