Desde que se fue a trabajar a España, hace unos cuatro años, poco se sabe del pianista holguinero Alejandro Vargas. De joven promesa del jazz cubano, el líder del Oriental Quartet pasó a ser un pedazo de tarde en la memoria, un tema ensortijado y ríspido en la playlist, la cara difusa en la portada de un CD que ya casi nadie compra. Vargas se esfumó cuando cruzó al otro lado del Atlántico, con la misma velocidad con que se han ido disipando del paisaje sonoro de la Isla los matices del órgano oriental que él trató de rescatar en más de un tema de su disco Trapiche. Con el pianista nos pasó como con Bebo Valdés, de quien tuvimos alguna vaga noticia cuando ganó un Grammy; nos sucedió igual que con Horacio El Negro Hernández, Gonzalito Rubalcaba, Xiomara Laugart, Oriente López, Isaac Delgado, Oscarito Valdés, Julio Barreto, Tony Pérez, Elmer Ferrer… Los músicos que se van a otros lugares se olvidan pronto en el edén querido de la Avellaneda. Es difícil acordarse, si el dial del radio no acierta casi nunca en alguno de sus temas, si la prensa nacional no reseña sus últimos fonogramas y conciertos, si muy pocos acceden a los medios que sí los reseñan, si pasan 20 años para que uno pueda escucharlos en vivo.
Lo nuevo de estos artistas se conoce en Cuba por medio de otros músicos que los encuentran a su paso por Nueva York, Miami, Madrid, Sofía o Asjabad. A veces, un video descargado de Youtube se esparce de una flash a otra, burlando el mutismo oficial, el atolladero de Internet, la succión voraz y el lento abandono de las aguas del Caribe. En 2010, después de una ausencia de casi dos décadas de la escena cubana, El Negro “The octopus” descargó sus baquetas sobre la batería en el Gran Teatro de La Habana, en un All Stars organizado por el flautista Orlando Valle Maraca. Rubalcaba, a 8 años de haberse presentado por última vez en el Auditorium Amadeo Roldán, ofreció un concierto único en el Teatro Mella y una discreta clase magistral, en la edición 27 del Jazz Plaza. Al año siguiente, en el propio festival jazzístico, Xiomara, más gutural y menos alegre, cantó unos tres temas en un escenario de segunda importancia, y luego no volvió más. Las reapariciones de Isaac Delgado en su país, también han sido breves: unos minutos con Carlos Varela en un recital a inicios de 2013 en el Teatro Nacional y la apertura de un concierto de Silvio Rodríguez en la barriada de Santos Suárez, hace solo un par de meses.
De alguna manera, esto explica que uno se sorprenda cuando el Cubadisco, un evento del Instituto Cubano de la Música, reserva un espacio para el mismísimo Issac en una de sus galas más anunciadas, o cuando otorga uno de sus premios especiales al último álbum de Alejandro Vargas, lanzado por un sello extranjero. Ni el regreso a la Isla de músicos que forman parte del nutrido contingente de la diáspora, ni la participación en el evento de discográficas no nacionales, representan la novedad en este asunto. Sin embargo, por primera vez desde hace tres años -cuando la feria del disco abrió sus puertas a grabaciones realizadas en otros países- tiene lugar una participación tan numerosa de artistas cubanos establecidos allende los mares, que vienen representados por casas de prestigio como Criss Cross y Montuno Producciones. Solo entre las diez placas que compitieron en las categorías Jazz y Jazz cubano, suman seis las que se han realizado fuera del sistema de las instituciones nacionales que antes amparaban todo lo que sería admitido para participar en el festival el disco.
Vargas, por ejemplo, ha reaparecido por la puerta ancha, en una sección reservada a fonogramas muy exquisitos, donde generalmente se incluye a figuras de primera línea en Cuba. El paquete de CD y libros Miniaturas de Eugenio Granell/ Música Revelada (Central Folgue, 2012), que compartió la nominación con clásicos como el Piquete Típico Cubano y la cantante Omara Portuondo, trae de vuelta a un pianista y compositor que no ha perdido tiempo para superarse como músico y que ha desplegado además, un riguroso trabajo de investigación para este disco. A partir de las pesquisas del historiador Ramón Pinheiro y del trabajo de interpretación de las notas del músico, escritor y pintor gallego, que realizaran Sonsoles Hernández y Benjamín Otero, Vargas incorporó a la propuesta las claves del jazz contemporáneo y la sonoridad particular del género en Cuba.
Bajo el sello Criss Cross Jazz Productions, entró en el certamen cubano el álbum Today´s opinion, del saxofonista Yosvany Terry, exintegrante de los grupos de Chucho Valdés, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. El año 1999 –fecha en que el artista se marchó a los Estados Unidos- parece quedar demasiado lejos para recordar sus cualidades como intérprete, y ahora, con la nominación al Cubadisco, apenas se comenta en la Isla sobre su vínculo filial con el maestro del chekeré, Pancho Terry. Varias reviews ubican a Yosvany como uno de los artistas de lujo en la meca del jazz que es la ciudad de Nueva York. Su currículum da cuenta de colaboraciones con Paquito d´ Rivera, Branford Marsalis, Cachao López, Eddie Palmieri, Steve Coleman, Cassandra Wilson y otra camada de superstars del mundo jazzístico. Después de haber sido seleccionado por Nate Chinen, del New York Times, como uno de los diez mejores discos del año pasado, y de obtener el primer lugar en la lista “Thet Best Jazz of 2012”, de Larry Blumenfeld, Today´s opinion gana en la Isla el premio de la categoría Jazz Cubano en la feria internacional del disco.
El bajista Yunior Terry, hermano de Yosvany, también fue incluido con su CD Mi bajo danzón en una de las secciones competitivas del Cubadisco. El volumen, lanzado por el sello Palo Santo Music en 2012, presenta al instrumentista y compositor por primera vez en solitario, tras una intensa carrera como músico acompañante de figuras de alto calibre en la cuna del jazz, donde radica desde finales de la década del 90. En este fonograma aparecen además, Pepito Gómez (ex integrante del grupo Pupy y Los que son son), Gerardo Contino (ex NG La Banda) y otros cubanos como Osmany Paredes, Yuniel Jiménez y David Oquendo. Son de Altura, el grupo que lidera Yosvany, fue creado para preservar el legado de la música de su país, un deseo, que, según ha dicho el escritor y crítico norteamericano Ned Sublette, ha sido volcado por completo también al nuevo álbum.
Musae (Dafnison Music, 2012) trae de vuelta a Román Filiú, quien, al partir de Cuba, se estableció primero en Madrid y luego en Nueva York. Este es el segundo disco del ex Irakere (antes grabó Blowin´s Reflections), cuya trayectoria musical se ha venido enriqueciendo al intercambiar con artistas como David Murray y Roy Hargrove. El Cubadisco reconoce la altura alcanzada por el saxofonista en la síntesis de las matrices culturales del jazz, la música afrocubana, e incluso el flamenco, al otorgarle en esta edición, el premio en la modalidad de Jazz.
Entre los jazzistas cubanos que viven o desarrollan la mayor parte de su carrera fuera de la Isla, participan además en esta feria del disco, el pianista y compositor Manuel Valera, con el CD recientemente nominado al Grammy, New Cuban Express (Mavo Records, 2013), y el vibrafonista y percusionista Alfredo Chacón, quien presenta nMagic Place bajo el sello Cezane Producciones Studios.
Con esta apertura del Cubadisco, un listado muy elemental de nombres extraviados regresa, como debe ser, al centro del debate sobre la música en el país. La lógica indica que, tras un paso tan contundente como este en la difusión del desarrollo alcanzado por la música cubana fuera de la Isla, se pongan en práctica estrategias para la comercialización y socialización de estos discos en el territorio nacional. Pero como los procesos de este tipo suelen fluir cual gotas de dextrosa por un suero de hospital, y a veces en dirección totalmente opuesta a lo que indica la lógica, habrá que esperar que la edición XVIII de la feria discográfica traiga, otra vez, alguna buena sorpresa.