En la web oficial del Kennedy Center puede leerse el sentido agradecimiento de Tania León al ser distinguida con el Premio de Honor en este 2022:
¡Poco imaginé cuando estudiaba en La Habana que la vida me iba a honrar con tal distinción! Mis primeros pensamientos han sido para mis antepasados: creían en mis sueños, y lo que nos faltaba en riqueza material, lo compensaban con espíritu, aliento y apoyo. Mi más sincero agradecimiento a las muchas personas que han bendecido mi camino ayudando a que mi talento florezca y dándome la oportunidad de ser escuchada. Me siento increíblemente honrada de unirme a una familia tan prestigiosa de artistas, y profundamente agradecida al Centro Kennedy por otorgarme este increíble honor.
Las cuatro primeras líneas de su mensaje emocionado reflejan, a mi juicio, la esencia inspiradora que recorre la obra de esta extraordinaria afrocubana que ha vivido la mayor parte de su carrera y su vida en los Estados Unidos. Son el reflejo no solo de la identidad consciente y asumida, sino de la riqueza cultural presente en su ancestralidad. El interés de Tania León en dejarlo claro, para quien se acerca a conocerla, se observa en las primeras líneas de su presentación en Wikipedia, como si nos dieran la bienvenida sus antepasados —franceses, españoles, chinos, africanos—, la mezcla étnico-cultural de que está hecha, legado recibido a través de la educación en una familia orgullosa y segura y que han marcado no solo su obra, sino además el carácter que debió cincelar a golpe de determinación, esfuerzo y ansias sin límites de crear.
La forja de una autoestima irreductible en una adolescente negra y cubana que quería ensanchar sus conocimientos, crecer como profesional eligiendo el camino que le pareció mejor para lograrlo, debió ser determinante en Tania León para plantearse el rediseño de su propia vida fuera de su país y lejos de su familia inmediata.
El ámbito en el que se propuso desarrollarse no era común, ni frecuente en sus iguales: muy pocas cubanas negras con ostensibles dotes para la llamada música clásica y el arte lírico habían logrado encumbrarse más allá de la música popular. Como escasos referentes, las talentosísimas sopranos Rita Montaner —quien debió diversificar los ámbitos para su expresión artística por alcanzar otros espacios y públicos; Xiomara Alfaro —sin oportunidades para desarrollarse como soprano en el bel canto, también debió tomar otros caminos expresivos; y Zoila Gálvez, aferrada hasta el final al canto lírico y la docencia, sin lograr interesar a las casas productoras para dejar huellas sonoras que nos legaran para siempre la belleza mítica de su voz.
Más cercana a Tania, habría que mencionar a quien sería su profesora en el Conservatorio Alejandro García Caturla, en La Habana de 1963, la genial pianista Zenaida Manfugás, quien no logró todo lo que su talento merecía, ni en Cuba, ni al emigrar.
Sin que hubiera antecedentes femeninos en la dirección de música sinfónica y de cámara en Cuba, era éste un campo abierto al interés de la joven León.
Su meta era París, pero le fue esquiva. Salió de Cuba en 1967 sola, beneficiada por los llamados Vuelos de la Libertad, decidida a ir tras su propósito: ampliar todo lo posible los estudios de música en momentos en que había completado la licenciatura en educación musical en el Conservatorio Hubert de Blanck en La Habana, luego de haber obtenido el profesorado de piano al que le condujeron sus estudios iniciales de teoría y solfeo en el Conservatorio Carlos A. Peyrellade.
Se asentó en Nueva York, donde logró ingresar a la Universidad de Nueva York bajo la tutela de la compositora y pedagoga germano-americana Úrsula Mamlok. Dos años después, Tania conquista sus primeros logros profesionales al convertirse en miembro fundador y primer director musical del Arthur Mitchell’s Dance Theater of Harlem.
Desde entonces, su vínculo con la comunidad artística afroamericana ha sido importante y perdurable, y ha marcado otros hitos relevantes como su condición, en los años 90, de directora musical de la Alvin Alley American Dance Theatre, y la ópera The Little Rock Nine, que escribe en 2017 inspirada en los sucesos de Arkansas veinte años atrás; un episodio trascendente en la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos.
En estos 55 años Tania León no ha dejado de crear una obra notable, coherente y disímil a la vez; en una carrera que demuestra su asimilación de lo universal, trascendiendo localismos superfluos, pero validando lo que en ella es consustancial, raigal, intrínseco. Con ello se reencontró cuando pudo volver a Cuba doce años después:
“Sentí una explosión dentro de mí. Me di cuenta de que en mi interior había muchos tesoros latentes que yo reprimía y sentí que empezaban a volver hacia mí los sonidos de mi ambiente, los sonidos de mi niñez’”.
Fue el reencuentro con sus raíces afrocaribeñas, con los sonidos de su infancia y con los que nunca escuchó, pero estaban ahí, en la memoria familiar. Fue el encuentro con su ancestralidad y la respuesta a las interrogantes: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? Su obra reforzó ese sello indeleble de autenticidad que la distingue.
Compositora, directora orquestal, educadora, asesora de varias instituciones culturales, Tania León es uno de los nombres más prominentes en el ámbito de la creación y dirección orquestal sinfónica y operística contemporánea a nivel mundial; pero además en la educación musical, la asesoría en instituciones culturales, la promoción de nuevos valores y del pensamiento histórico-musical.
La solidez y excelencia de su obra autoral se muestra en un vasto catálogo que abarca óperas, composiciones para ballet (Belé, The Beloved, Inura, Spiritual Suite, etc.), teatro (Maggie Magalita y The Golden Windows) y géneros mixtos (Drummin’, Duende, Pa’lante, Reflections, con textos de Rita Dove). Destacan otras en formatos de ensemble instrumental y vocal, solos instrumentales, en las que sobresale el diálogo de instrumentos clásicos de cuerdas, vientos, maderas con los de percusión afrocubana y otros orígenes étnicos.
Entre ellas son relevantes sus obras para orquesta, como Batá, Carabalí, Concerto criollo, Kabiosile, Seven Spiritual, y Stride, comisionada y estrenada por la Filarmónica de Nueva York, por la que recibió el pasado año el Premio Pulitzer de Música.
Su música conecta con valores significativos de la cultura africana, afroamericana y afrocubana, en una identificación personal que la hace coherente y auténtica. Baste señalar su primera ópera Scourge of Hyacinths (Azote de los jacintos), basada en una obra del Premio Nobel de Literatura Wole Soyinka, que compuso por encargo de la Munich Biennale for New Music Theater, y que tuvo más de veinte representaciones en Francia, Suiza, Austria y México. Samarkand, una obra de género mixto, inspirada también en textos del afamado escritor nigeriano, o el aria Oh Yemanja (Oh Yemayá), grabada por Dawn Upshaw e incluída en su disco The World So Wide (Nonesuch Records).
Resulta impresionante el número de obras escritas por Tania León, comisionadas por las más importantes orquestas e instituciones musicales y culturales no solo en Estados Unidos sino de Europa, Asia y África y que han sido estrenadas e interpretadas por renombradas formaciones sinfónicas y de cámara, y por importantes solistas.
El prestigio de Tania León como directora orquestal se evidencia en las muchas invitaciones que ha recibido y cumplimentado para dirigir importantes orquestas como la Filarmónica de Marsella (Francia), la Gewandhausorchester de Leipzig (Alemania), Sadler’s Wells Orchestra (Reino Unido), KwaZulu-Natal Philharmonic Orchestra y Sinfónica de Johannesburgo (ambas en Sudáfrica), las orquestas sinfónicas de Guanajuato (México), y muchas otras.
Su apoyo a diferentes generaciones de músicos como parte de esa labor de difusión que ha desarrollado la llevó a instituir la Serie de Conciertos de la Comunidad Filarmónica de Brooklyn y a dirigir artísticamente desde su fundación Composers Now, una organización que privilegia la presentación en conciertos, el encargo de obras y la defensa de compositores vivos.
A punto de cumplir 80 años, Tania León exhibe una carrera difícil de concebir dentro de una sola vida. Reconocida con las más importantes becas, patrocinios de obras, y los más importantes premios, incluido el Pulitzer de Música en 2021; asesora, miembro honorífico y parte de la directiva de numerosas instituciones y formaciones musicales, con cuatro doctorados honoris-causa, Tania León deviene uno de los exponentes más altos de valoración y reconocimiento a un artista cubano por la comunidad de músicos y por la sociedad norteamericana en general.
En Cuba, aunque conocida y muy apreciada por músicos que comparten géneros y medios expresivos, la obra de Tania León no ha tenido aún la difusión que merece.
Habrá que agradecer siempre a Leo Brouwer por la invitación especial a la segunda edición del Festival Leo Brouwer de Música de Cámara, para presentar una selección de sus obras como parte del tributo Cubanas en otras tierras: el dúo Ondina (Niurka González y María del Henar Navarro) interpretaron Alma, obra para flauta y piano. Arenas d’un tiempo, pieza para clarinete, cello y piano fue asumida por Dianelys Castillo, Alejandro Martínez y Leonardo Gell, ambas obras en calidad de estreno en Cuba.
Tania volvió a La Habana en 2016 para participar en el Festival de Música Contemporánea de la Uneac, y dirigió la Orquesta Sinfónica Nacional.
Su sitio oficial no anuncia descanso, sino una agenda intensa para los próximos años en la actividad de esta mujer increíble, y en homenajes y reconocimientos sucesivos.
La proeza de Tania León también puede apreciarse al constatar los nombres de quienes la acompañan en los Honors del Kennedy Center en reconocimiento a la obra artística de toda la vida, íconos incontestables de la cultura angloamericana y afroamericana: el actor y realizador George Clooney, la cantante y compositora de música cristiana contemporánea Amy Grant, la legendaria cantante de gospel, R&B y pop Gladys Knight, y la icónica banda irlandesa de rock U2.
No es el premio lo extraordinario en sí mismo, no son los nombres de resonancia mundial que la acompañan en este palmarés; y no es solo eso.
Su vida es un retrato del empoderamiento de una mujer que defendió su derecho a elegir su opción de vida, que ha confiado en su enorme talento y su capacidad para abrir las puertas a su expansión. Es la construcción laboriosa y genial de esta afrocubana excepcional, que se ha hecho respetar y admirar por una obra que reivindica por igual su identidad y el aprendizaje de vida a través de disímiles y universales experiencias culturales, sonoras y perceptivas.
Son elementos singulares de su obra, considerada por los expertos como un extraordinario canto de celebración de la diversidad en el arte de la composición musical y en la vida misma.