Las drogas parecen una sombra demasiado larga que todavía persigue a los músicos de escena de los 90. Que persigue a músicos que han sobrevivido a los tirones de una de las eras más gloriosas que ha tenido el rock después de los años 60 y han enrumbado su carrera para seguir en la ruta y no quedarse a mirar cumbres pasadas.
Hoy deben pasar muchas imágenes y recuerdos por la mente de Dave Grohl, líder de Foo Fighters, tras la muerte de Taylor Hawkins, su baterista, supuestamente por consumo de drogas. Primero Grohl sobrevivió al suicidio de su amigo de la juventud, de su colega, de su querido Kurt, con quien estuvo en los inicios de Nirvana, la banda fundada por Cobain junto a Krist Novoselic. Kurt se suicidó en 1994 en la bañera de su casa con un rifle de asalto. Su disparo fue el tiro de gracia a una generación y sacudió a su viejo amigo, con quien emigró del polvo hasta triunfar de forma inusitada y desmedida con Nirvana. Grohl se repuso a duras penas de la herida y fundó luego Foo Fighters, una de las bandas más completas de la actual escena del rock estadounidense. Antes, debió superar una profunda depresión, de la que pudo salir antes que fuese demasiado tarde. Él mismo lo aseguró alguna vez: “Tras la muerte de Kurt no quería hacer música. No quería tocar la batería”.
Ahora cuando los Foo Fighters estaban en plena gira, en plena forma, Taylor, su baterista, apareció muerto a los 50 años en un hotel en Bogotá. La banda se preparaba para el concierto en Colombia. Dicen que una de sus últimas fotos con un fan fue con una niña en Paraguay, una imagen muy sugerente de la afabilidad y al carácter alegre del batero texano. Dave era el frontman, el músico de leyenda, el músculo de los Foo Fighters, la estrella a tirones procedente de una época que no creía (ni quería) estrellas. Taylor, en cambio, era “el alma” de la banda, el tipo que vivía el rock con la alegría de un adolescente, el músico que parecía no estar muy consciente de que formaba parte de una banda ligada por los lazos más diversos y tremendos a la historia viva del rock and roll. Su risa contagiosa lo delataba. Era, detrás de la batería, un adolescente de 50 años que se divertía y transmitía ese júbilo incontrolable a toda la banda. Y lo hacía con una mezcla de destreza, talento y vocación adolescente, unos rasgos muy particulares con los que se identificó en la escena como uno de los mejores bateristas de su generación.
Taylor Hawkins nació el 17 de febrero de 1972 en Forth Worth, Texas. Ingresó a Foo Fighters a en 1996 cuando Dave se le acercó para preguntarle si conocía a algún baterista dispuesto a sumarse a la tropa de la banda. No lo pensó dos veces y le dijo que él estaba listo para la aventura. Ese fue el punto de partida que unió para siempre a Taylor con Dave y con la historia de Foo Fighters. Taylor no era cualquier músico en la escena del rock. Le dio el sí a Dave cuando tocaba con Alanis Morrisete, con quien estaba saliendo de la gira de uno de los discos estrella de la carismática y querida cantante canadiense, Jagged Little Pill.
No cambió mucho la personalidad de Taylor al pasar de la banda de Alanis a la del ex Nirvana. Siguió siendo el mismo tipo lleno de pasión. Lo que sí pudo desarrollar en mayor grado fue su virtuosismo en la batería debido a las exigencias de la música de su nuevo grupo, con el que grabó 8 discos y fue un puntal durante sus giras. Taylor no era el típico baterista que quería destellar en el instrumento mientras navegaba por ríos de sudor. Su versatilidad y la fiesta que se armaba en cada concierto lo llevó además a hacer coros y alternar habitualmente el puesto de frontman con Dave, durante los conciertos, en los que interpretaba temas de algunas de sus ídolos como Queen, Pink Floyd y Led Zeppelin. Era un músico muy completo. Encajaba, además, a la perfección en Foo Fighters porque a pesar de ser celebridades los músicos de la banda, incluyendo Dave, no han mantenido esas poses que han caracterizado a una zona relevante del rock.
Taylor nunca ocultó sus influencias. Mostraba claramente su admiración por monstruos como John Bonham, Stewart Copeland y Roger Taylor. De alguna forma el peso de esas leyendas descansaba en la relación que establecía Taylor con su batería. Su ímpetu creativo no limitaba los toques a su banda nodriza. De ahí que armó su propio proyecto de alineación; que llegó a alternar con su rol en Foo Fighters. El nombre del grupo fue Taylor Hawkins and the Coattail Riders, el cual formó con colegas como Chris Channey y Gannim..
El fallecimiento de Taylor ha provocado una verdadera conmoción en la escena del rock and roll. No dejan de aparecer mensajes de músicos de varias generaciones que dan lustre a su legado y muestran respeto ante la muerte del batero. Desde Ringo, Ozzy Osbourne hasta Tom Morello. La lista realmente es infinita.“Dios bendiga a Taylor paz y amor para toda su familia y la banda paz y amor”, dijo Ringo. “Taylor Hawkins fue realmente una gran persona y un músico increíble. Mi corazón, mi amor y mis condolencias están con su esposa, sus hijos, su familia, su banda y sus fanáticos. Nos vemos del otro lado”, escribió Ozzy Osbourne aludiendo a su himno “See You On The Other Side”.
La sombra de la muerte estuvo cerca de Taylor en varias ocasiones. La heroína llegó a dominar su cuerpo y no faltaron alarmas sobre su estado de salud debido a sobredosis. En una ocasión prácticamente no sobrevive por las sustancias acumuladas en su sangre. Llegó a estar en coma y se pensó lo peor. Llegó, incluso, a que su amigo, Dave le dedicará una canción cuando se encontraban a punto de caer definitivamente. “No sé si Taylor lo sepa, pero hay una canción en el disco acústico que se llama ‘On The Mend’ que escribí cuando estuvo en coma por sobredosis (…) Es sobre él, nunca le he dicho que es sobre él, para nada. Es una canción de amor para un buen amigo moribundo y la puse en el disco pensando que él sabría que era para él, pero nunca hemos llegado a hablar sobre el tema, pero tampoco me gusta hablar de esa mierda”, dijo Dave en una ocasión.
Foo Fighters fueron los primeros en mostrar su dolor tras confirmar la noticia. “La familia Foo Fighters está devastada por la trágica y prematura pérdida de nuestra querido Taylor Hawkins. Su espíritu musical y su risa contagiosa vivirán con todos nosotros para siempre”, escribieron en un mensaje publicado en sus redes sociales.
“Nuestros corazones están con su esposa, hijos y familia. Pedimos que su privacidad sea tratada con el mayor respeto en este momento inimaginablemente difícil”, agregaron.
Se va el batero, pero nos queda su carisma, su risa contagiosa y esa alegría de vivir con la que siempre salía a los escenarios aunque por dentro estuviera peleando una guerra brava y cruda. En la mente de Dave las imágenes posiblemente se repitan como en círculo. Las imágenes de su pasado, de su presente. Las imágenes de otro amigo que pierde en la ruta. Las imágenes primeras de aquel amigo que se voló la cabeza. Pero la belleza también se asoma. Esa belleza que nace en medio de la tristeza para remarcar las señales de la personalidad de Taylor, de su pasión. Hoy volvió a parecer la imagen de la niña que le robó una foto en Paraguay, donde la banda tenía previsto presentarse en uno de sus shows más recientes que al final fue cancelado por la lluvia. La pequeña Enma, —así se llamaba la niña—, era fan de Foo Fighters y tenía entre sus sueños la esperanza de conocer a Taylor. Aquella tarde comenzó a tocar canciones de Foo Fighters y Nirvana en la batería frente al hotel donde estaba la banda hasta que Taylor se rindió al encanto y cumplió con una sonrisa el sueño de la niña. Hoy esa foto ha salido al ruedo y lleva consigo un gran simbolismo, que explica también quién era el músico de la sonrisa eterna de Foo Fighters.