Revisitar sus orígenes no arroja en el fondo datos muy distintos a los de otras cantantes afroamericanas. Nacida en 1939 en el Sur profundo como Ana Mae Bullock, la que sería conocida en el mundo entero como Tina Turner pasó por las tribulaciones típicas para los de su color de piel y origen social. Trabajó primero recogiendo algodón en una plantación sureña, en la que desde tiempos inmemoriales el canto resulta un hermano del sudor. Después, como doméstica de un hogar pudiente, hasta llegar a auxiliar de enfermera en una clínica de St. Louis, Missouri, cuando el movimiento por los derechos civiles ya estaba calando a lo profundo en la sociedad y la cultura estadounidenses.
Allí estuvo trabajando hasta la noche en que se encontró en un club nocturno a Izear Luster Turner (1931-2007), más conocido en el mundo de la música como Ike Turner.
Cuando la vio cantar, el director la incorporó a su banda, Kings of Rythm, e introdujo en los secretos del R&B a una jovencita de 16 años que hasta entonces solo había cantado, como otras divas negras, en la iglesia bautista del pueblo. Le dio además un sentido de movimiento en la escena, en el que la explosividad y la sensualidad eran dos caras de una moneda, la misma que después Tina le pasaría en herencia a un joven rockero británico llamado Mick Jagger.
La Turner hizo su debut discográfico con la tonada “Boxtop“, compuesta por Ike y lanzada en Tune Town Records en 1958. Dos años después “A Fool in Love”, de la misma autoría y cantada por ella, se convirtió un éxito nacional que vendió un millón de copias. Luego del parteaguas, ambos artistas empezaron a presentarse con un nuevo nombre: Ike & Tina Turner Revue. Y con un grupo de cantantes de apoyo al que llamaron “las Ikettes”.
En 1970 lanzaron su versión de “Come Together“, de Lennon y Mc Cartney, que le dio más relevancia nacional, junto a su manera de interpretar “I Want to Take You Higher“, de Sly and the Family Stone. Por hechos como estos, Ike & Tina Turner Revue llegó a ser, dijo la crítica, “uno de los conjuntos de R&B más calientes, duraderos y potencialmente más explosivos“ de Estados Unidos. En 1974 lanzaron The Gospel according to Ike & Tina, nominado a Mejor Interpretación de Soul-Gospel.
El mismo año llegó su primer LP Tina Turns the Country On!, que le valió una nominación a mejor interpretación vocal femenina de R&B. Ese mismo año, Tina se fue a Londres para intervenir en la ópera rock Tommy, con música de The Who, en una actuación aclamada tanto por el público como por la crítica. De aquí saldría la inspiración para su segunda incursión en solitario: Acid Queen (1975).
Pero Ike era un cocainómano que la involucró en una relación marcada por el maltrato psicológico y el abuso físico, lo que terminaría en un divorcio al cabo de más de más de quince años juntos.
“Estaba viviendo una vida de muerte”, dijo la Turner en una entrevista. “Yo no existía. No temí que me matara cuando me fui porque ya estaba muerta. Cuando salí, no miré hacia atrás”.
Al contar su historia, Tina contribuyó de manera importante a que toda una generación de mujeres se llenara de valor y saliera a exponer casos de abuso en un medio en el que la violencia ha sido “pan nuestro de cada día”. Sobre todo, coadyuvó a romper estereotipos: definitivamente, esa forma de violencia no era “patrimonio“ exclusivo de la pobreza.
Después del divorcio, en 1978 lanzó su tercer álbum como solista, Rough, seguido por Love Explosion, que incluía una breve incursión en la música disco. No serían éxitos de crítica ni de público. Pero su presencia junto a luminarias de rock como Rod Stewart, con quien interpretó una famosa tonada alusiva a sus piernas (“Hot Legs“), “las más famosas del mundo del espectáculo“, y Mick Jagger durante la gira estadounidense de los Stones en 1981, contribuirían a pavimentar la avenida para su próximo salto en la década de los 80, en la que se proyectaría como una superestrella del rock a nivel global, capaz de repletar estadios de personas que hablan en distintas lenguas y de mover multitudes para ver a aquel portento de mujer cantar y moverse en el escenario como si fuera una de las siete musas griegas. Es justamente lo que marcó Private Dancer (1984). “No lo considero un regreso”, dijo la artista. “Tina nunca había llegado”.
Una versión suya de “Proud Mary”, la tonada de John Forgerty lanzada por Creedence Clearwater Revival, la misma que venía cantando desde sus días con Ike, logró penetrar a lo profundo como una marca identitaria en la cultura estadounidense al ser cantada de memoria por varias generaciones, hecho solo comparable a lo ocurrido con “Sweet Caroline” de Neil Diamond, una suerte de segundo himno nacional.
Sus años finales estuvieron marcados por enfermedades y desgracias personales. Tuvo cáncer intestinal en 2016. Un año después hubo de someterse a un trasplante de riñón, donado por su esposo, el alemán Erwin Bach, con quien contrajo nupcias en julio de 2013 después de veintisiete años de relación y de vivir juntos en Suiza. Y le dio el perdón a Ike, quien le había hecho la vida invivible.
Entre otros muchos reconocimientos, obtuvo 12 premios Grammy. Es la única mujer que ha ganado un Grammy en pop, rock y R&B. “River Deep – Mountain High“ (1999), “Proud Mary“ (2003) y “What’s Love Got to Do with It“ (2012) están por derecho propio en el Salón de la Fama de los Grammy.
Una estrella del rock, simplemente la mejor.