Cae la tarde en La Habana. Paso con apuro junto al tumulto de carros parqueados que hay en torno a la entrada del Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes. Me espera el mágico momento que está a punto de protagonizar la cantante estadounidense Laurin Talese.
Los primeros días de abril en La Habana quedaron impregnados, para los que lo vivimos, con la energía de esta vocalista y compositora oriunda de Cleveland, Ohio, de estreno en los escenarios cubanos con dos conciertos, uno en el Teatro Martí y otro en la sala de Bellas Artes.
Un año atrás, vino Tonya Boyd-Cannon, pianista y compositora de la actualidad del jazz de New Orleans. Le siguió J. Hoard y su troupe de amigas, sumamente talentosas; luego fue Big Freedia, quien llegó con su dosis magistral de bounce en la primera de otras visitas que siguieron —su participación en el Getting Funky Havana, a inicios de este año, producido por Cimafunk y Trombone Shorty, fue extraordinaria.
Entrado febrero, Fábrica de Arte Cubano vibró con la música de Robert Glasper (aquello duró hasta las 3 de la mañana y habríamos seguido hasta el amanecer, si Glasper se lo hubiera propuesto).
Sin duda, son ejemplos del acierto de la colaboración entre la Embajada de Estados Unidos en Cuba y el Instituto Cubano de la Música.
La más reciente planificación posibilitó la visita de Talese (Cleveland, 1982), embajadora cultural del American Music Abroad, un programa de giras de espectáculos para músicos de bandas, coros, teatros musicales y orquestas de escuelas secundarias, universidades y adultos. Su labor promoviendo el jazz a nivel mundial la ha llevado a varios países como Montenegro, Ucrania, Polonia. Desembarcó en Cuba para celebrar el mes de la mujer (marzo), durante los primeros días de abril.
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La intérprete, ganadora del Concurso Internacional Vocal de Jazz Sarah Vaughan en 2018 tuvo intercambios con mujeres de distintos espacios de la sociedad civil cubana con las que, aseguran desde la embajada estadounidense “habló de la importancia de romper estereotipos y triunfar en cualquier ámbito como mujer. También habló del valor de ser emprendedor y de cómo el emprendimiento contribuye al empoderamiento de las mujeres”.
Visitó la Universidad de las Artes (ISA) y compartió con algunos de sus estudiantes, otra fértil oportunidad, antesala de dos conciertos memorables.
La velada electrizante, en el lugar indicado
“Solo queda tu asiento vacío. Hay gente sentada hasta en las escaleras del pasillo. Apúrate”, pude leer en un mensaje de WhatsApp en el momento exacto que crucé la calle Zulueta y llegué a la entrada del museo. Confieso que tengo la rara manía de olvidar, algunas veces, la ciudad en la que vivo, con sus problemas de transporte tan cotidianos. Por suerte no vivimos en Londres y este concierto de Laurin llevaba 15 minutos de retraso.
Apenas tomé asiento, empezó a cantar —un nivel de precisión como pocas veces se ha visto, en medio de las demoras. Con un dominio del español casi perfecto en su interpretación, yun deje estadounidense revelando su origen se escuchaba “Bésame mucho”, un canto directo al corazón de su audiencia, un acto de complicidad que enseguida le fue reciprocada.
“Creo que tenemos algunos cantantes por aquí. Suenan demasiado bien”, bromeó y se lanzó con una dinámica versión de “Meditation”, de Antonio Carlos Jobim, una palpitante interpretación de la pieza que el brasileño grabó en su día con Frank Sinatra.
Pasan como la brisa los dos primeros números de la velada y sobre la escena los músicos hacen gala de una simbiosis exquisita de jazz clásico para arropar a la intérprete. A lo largo de la noche, los compañeros de viaje de Talese demuestran un talento venerable que responde a los nombres de Julius Rodríguez al piano, Anwar Marshall en drums, John Ellis en el saxofón y Romeir Méndez en el bajo.
Laurin es muy buena conversadora, dulce y chispeante. Tiene algo para decir y sabe cómo hacerlo, por eso no se limita al mero acto de la canción; habla del amor, de caricias compartidas y también negadas, de secretos inconfesables, de personas ideales que resultaron no serlo tanto y del frío que sobreviene a una separación inesperada.
“Esas son las peores rupturas, porque nadie está molesto con nadie; solo se sabe que no es la persona correcta. Pareciera que, de repente, estás rompiendo sin ninguna razón, pero tienes todas las razones del mundo y se siente como cuando el tiempo va a cambiar y la última hoja del árbol cae. Se siente muy frío afuera y sabes que próximamente nevará”, sentenció la artista con un estilo un tanto pastoral, antes de cantar “Winter”, como un cálido abrazo a su público. Es el primero de varios de los temas de su propia cosecha, presentados en la primera parte del recital. Conforman su álbum debut Georgeus Chaos (2016).
Laurin es hija del maravilloso caos de las emociones humanas, de donde saca sus canciones.”Winter” lo grabó con Robert Glasper para su primer EP An invitation (2015), donde incluyó “Forgive and forget” y “This love”, junto al multiinstrumentista Adam Blackstone. Precisamente, Blackstone incluye en su disco debut Legacy (2022) el tema “My Winter”, una versión de la canción de Talese, junto a ella y Glasper. Vale la pena escuchar cada pieza.
Georgeus Chaos es un viaje de doce canciones, desde y hacia el amor, a través de la voz de esta joven artista que nos conecta con situaciones que todos hemos vivido alguna vez, ya sea en una relación de pareja, con nuestra familia o con amigos. De todo este amor se fueron enterando las poco más de 250 personas que estaban en este concierto en Bellas Artes, así como lo vivieron los asistentes al Teatro Martí, la noche anterior, a pesar del día lluvioso que hizo.
Laurin Talese dominó el espacio de una forma muy natural y sensible. Ello puede explicar el éxito que ha tenido el espectáculo donde canta y actúa, Lady Day at Emerson’s Bar & Grill, escrito por Lanie Robertson, un texto que narra algunos eventos de la vida de Billie Holiday. La eterna Lady Day y Sarah Vaughan —¿cómo no?— son dos referentes ineludibles en la obra de esta joven cantante y es fácil percibirlo en su performance.
Sin previo aviso el invierno se hizo primavera y estábamos ante una versión exquisita de “Flor de Lis”, canción del cantautor brasileño Djavan; en ese momento, cuando Julius Rodríguez tomó el centro de las atenciones a puro piano, en medio de ese éxtasis y el bamboleo del vestido negro estrellado de Laurin, parecía levitar y llevarnos con ella a alguna dimensión de esas de las que apetece no volver por un buen tiempo.
Se abrieron las aguas y la intérprete nos zambulló en un mar de recuerdos y vivencias. Secundada por un videoarte que reflejaba las olas del mar, mientras se sucedían imágenes de familiares de la artista (su madre, abuelas, tías, ancestros), la segunda parte del concierto llegaba como un momento reservado para lo inédito.
Museum of Living Stories es el nombre del segundo álbum de Talese, a punto de ver la luz. En palabras de la intérprete, “son canciones nacidas de diferentes experiencias que he escuchado, algunas que presencié de cerca y otras que observé desde lejos. Se trata de observar, buscar y sentir gratitud por las personas que cuentan estas historias”.
Si Gorgeous Chaos es un canto al amor, Museum… es un canto a la vida, con toda su diversidad, sus contrastes y esa capacidad humana de atesorar recuerdos para un día, tal vez, convertirlos en arte. Tiene temas desgarradores como “Weekend paradis”, la historia de un hombre que no podía soportar la presión del trabajo y la familia, así que se drogaba los fines de semana.
Rain song, con todo su simbolismo, fue una canción que Laurin escribió en medio de la noche, durante los días de la pandemia de COVID-19. Cuenta que cuando despertó, una mañana, había visto imágenes que estaba tratando de evitar toda la semana. Miró en el momento exacto en que vio cómo le arrebataban la vida a un hombre.
“Me rompió y fue una imagen que me estuvo persiguiendo por mucho tiempo”, asegura. Ese hombre era George Floyd, el ciudadano estadounidense negro que murió, víctima de la brutalidad policial, cuando la rodilla del agente Derek Chauvin presionó su cuello durante más de cinco minutos, el 25 de mayo de 2020, desatando un amplio movimiento de protesta social, conocido como Black Lives Metter. Rain song es un homenaje a toda esa lucha y al sufrimiento histórico de toda una comunidad.
Museum of Living Stories propone el acto de contemplación como aprendizaje, también como recogimiento y reverencia. Cuando Laurin Talese salía a hacer largas caminatas por el bosque Wissahickon, en Filadelfia, la ciudad donde vive actualmente, lo sentía como un refugio y un punto de fuga, durante la pandemia. “Había tanto caos, tanta injusticia, tanto que hacer y a la vez tanta ansiedad. Así que me iba al bosque a cantar; estoy segura de que muchas personas se preguntaban quién era esa señora. Debieron escucharme, porque cantaba a la naturaleza en alta voz, todo el tiempo. El bosque se convirtió en mi iglesia y escribí esta canción en medio del silencio”. “Quiet” es un salto en caída libre, un cuerpo suspendido en el deleite equilibrado que dejó los ánimos del auditorio en estado de gracia.
“Tengo más canciones para ustedes”, advirtió Laurin casi al final de la velada y se escuchó la voz de un niño, que desde un punto impreciso del teatro respondió un “yeahh!” rotundo que desató la complicidad entre todos los que allí estábamos.
La artista entonces nos habló de su amiga Érica, con la que ha compuesto”Anything”, nacida del apoyo mutuo y la amistad incondicional —con ella también escribió “Forgive and Forget”. Nos habló de las mujeres de su familia, quienes la han ayudado a llegar hasta donde está hoy: las mujeres fundamentales de su vida están en “Centerpiece”.
El núcleo de toda esta presentación estaba en la sinceridad, el espíritu de comunión de una artista armada de verdades, buena música mediante, y un público que supo verlas, escucharlas, sentirlas. “Son una audiencia muy hermosa. Su energía es eléctrica —aseguraba antes de regalar su última canción— y podemos sentir el amor desde el escenario. Gracias por mandarnos de regreso a casa con un sentimiento tan hermoso; significa mucho más de lo que ustedes creen”. Dedicaba entonces a sus tías el tema “Soothsayers” (Profetas) y los adivinadores nos sentimos nosotros, en el público, al haber descubierto a esta artista gigante.
Es muy reconfortante la sensación que provoca el instante preciso en que acaba un buen concierto. En una sala como la de Bellas Artes, es sabido, la experiencia es más placentera, más cercana. Es el espacio correcto para una artista indicada, algo así como “el lugar equivocado para las personas correctas” (the wrong place for the right people) que fue el Café Society del Greenwich Village de New York para Billie Holiday, otros tantos grandes del jazz y todos los que tuvieron la suerte de verlos, por supuesto, compartiendo historias, buena música; viviendo, a pesar de todo.