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Waldo Mendoza (La Habana, 1966) es un nombre imprescindible de la música cubana. Y es que el intérprete de las canciones “Cuéntale”, “Alguien para mí” y “Qué lindo es” aprovecha cada oportunidad que se le presenta, y más si la música está de por medio.
El cantautor, cuya voz tiene un color especial, transporta a través de ella hacia el universo de sus emociones y experiencias. No es de extrañar el reconocimiento que ha alcanzado su trabajo.
Acostumbrado al cariño de sus seguidores, su propuesta artística ha recorrido el mundo a través de canciones que han tocado a quienes, con gratitud, le devuelven el amor que su música les inspira.
¿Ha sido más importante el camino o la meta?
Mi carrera comenzó de manera espontánea, prácticamente accidental, y no me dio tiempo a prepararme. Por tanto, el camino ha sido lo más importante. Yo venía de una agrupación que sí tenía metas planteadas, pero tuve que salir bruscamente de la orquesta. A partir de ahí comenzó mi carrera de manera improvisada; poco a poco, en el camino, se fue organizando. Me enfoqué en el género que iba a interpretar y en las canciones que iba a defender. Fue algo paulatino, no fue planificado.
Grandes artistas como Enrique Iglesias, Belinda, Andy Montañez y el grupo Mojado han interpretado tus canciones y destacado tus composiciones. ¿Es una de tus armas más importantes?
Considero que sí. Son obras que salen de adentro, que se han ido realizando en el transcurso del tiempo. Hay canciones que hice en mi etapa de adolescente y me han servido de soporte en otros momentos de mi carrera. La gente las ha asimilado, que es lo más importante. Las canciones románticas y el timbre de mi voz han sido parte de mi sello, y han hecho que otros colegas, como los que mencionaste, se interesen por mi obra.
¿A la hora de concebir un tema le das más importancia a la letra o a la música?
A las dos cosas. Trato de ser cuidadoso con las letras y, por supuesto, busco una melodía que tenga que ver con lo que se dice.

¿Tus canciones son un recorrido por tus experiencias?
Apelo a historias de otras personas. No tengo tantas vivencias, a pesar de la edad que tengo. He vivido bastante, pero soy una persona estable, tranquila. He construido una familia sólida durante muchos años. Me refugio en otras experiencias y, por supuesto, les saco partido.
¿Se compone mejor cuando uno está atravesando por malos momentos?
Puede ser. En mi caso, me gusta la alegría. Me salen mejor las canciones cuando estoy en un momento de empatía familiar o bajo presión, y tengo que entregar un tema. De hecho, anoto cosas normalmente cuando estoy haciendo ejercicios, caminando. Es algo extraño, pero me funciona.
Existen temas que, cuando salen, no tienen el impacto que se previó. ¿Hay canciones que deben esperar su momento?
Has dicho lo correcto: las canciones tienen que esperar su momento. A veces uno se adelanta al tiempo que les toca; las hace y, al final, no tienen el resultado esperado. Tengo muchos ejemplos de eso. “Qué lindo es” es un tema que hice cuando estaba en el preuniversitario, y es una de las canciones de mi repertorio que más ha funcionado. “Chiquitica” tenía un ritmo que, podría decirse, anticipaba lo que más tarde sería el reguetón. ”Cigüeña” es otro tema que compuse hace mucho tiempo con guitarra; luego le dimos un formato musical completo, y hoy sigue funcionando.
¿La disciplina lleva más lejos a un artista que el talento?
La disciplina acompaña al talento. Sobre todas las cosas, hay que ser disciplinado. Eso es fundamental donde quiera y en cualquier profesión.
¿Existe respeto por los músicos consolidados o los medios de comunicación se olvidan de los artistas con trayectoria?
En mi caso, he tenido el respaldo de los medios a lo largo de mi carrera. Pero sí creo que hay artistas que han sido olvidados; a lo mejor también ellos se han separado de los medios.
La radio y la televisión se deben a los acontecimientos, a las cosas que están pasando en el momento. El artista debe ser noticia y preocuparse por darle visibilidad a lo que hace. Hay muchas condiciones en la actualidad para ser noticia; están las redes sociales también.
Están muy de moda las colaboraciones entre artistas. ¿Es ese tipo de dinámica la que quiere ver el público?
Las colaboraciones son buenas para el artista, el público y los medios. Considero que hay que colaborar, sobre todo cuando es con gente que viene emergiendo en esta industria.
Siguiendo en esa misma línea, ¿cómo es trabajar con otros artistas a la hora de tomar decisiones?
Cuando haces una colaboración con un artista afín, venga de donde venga la invitación, suele haber la cortesía de acordar cuál será el espacio de cada uno dentro del tema. Uno sabe en qué nivel está cada quien y dónde está el equilibrio. En mi caso, suelo ceder la posibilidad de que el otro decida en qué parte de la canción quiere entrar. Lo importante es tener claro quién eres y lo que vas a aportar. No importa si cantas primero o segundo, lo esencial es que formas parte de la colaboración.
Fuiste de los primeros en apoyar a los músicos que hacen reguetón en Cuba. ¿Ves en la música urbana una oportunidad de expandir tu trabajo?
El reguetón es muy popular. En los inicios la gente no lo aceptó, como les pasó a muchos géneros en su momento. Cuando comencé a cantar canciones románticas, la gente tampoco lo acogía del todo; lo veían como algo cheo, cursi. Ni yo mismo sabía que estas canciones me iban a funcionar.
¿Qué rasgos de los artistas urbanos llevas a tu terreno musical?
En muchos casos, las colaboraciones que hemos hecho han sido pedidas por familiares de esos artistas que admiran mi obra; ellos han cedido, quizás para complacerlos, y eso dice mucho. El resultado se ha dado porque hemos sido sinceros en estas uniones que he realizado con Elvis Manuel, Osmany García, El Chacal, entre otros. Lo hemos hecho con todo sentido y respeto a la música.
Te tomas tu tiempo para lanzar sus canciones. ¿Cómo ves el ritmo con que se sacan temas en la actualidad?
Todavía hay quienes se respetan a sí mismos o prefieren seguir a la antigua: eligen cantar sin recurrir al corrector automático de tono, el auto-tune. Prefieren escribir buenas canciones antes que ser demasiado directos.
Hoy en día, se canta sobre grabaciones y se dobla constantemente, pero el público lo acepta. Al final, quien valida el trabajo de un artista es la gente.
Debo añadir que no solo los cantantes consagrados apuestan por la calidad; también hay jóvenes que defienden la música bien hecha y se esfuerzan por no engañar al público.
Hay varios indicadores para medir el impacto de un artista. ¿Qué aspecto de tu trabajo te emociona ver crecer?
Que el público te siga durante años. Por ejemplo, tengo una peña en el Café Cantante que se ha mantenido durante 22 años. Ese espacio es un medidor de que nuestra propuesta funciona.
Al igual que los conciertos que ofrezco cada año en el teatro Karl Marx y en distintos escenarios del país, estos también me sirven para medir que estamos siendo bien recibidos por quienes siguen mi trabajo. Además, a través de las redes sociales, ellos valoran lo que hacemos y nos motivan a seguir entregándonos con el mismo cariño del primer día.
Tienes una voz peculiar. ¿Crees que este ha sido uno de los aspectos que te ha permitido conectar con sus seguidores?
El timbre de voz ha sido el causante de los éxitos de Waldo Mendoza. Hay a quien le gusta y a quien no; para gustos se han hecho los colores. A la gran mayoría les agrada, y a mí finalmente me llegó a gustar.
Al principio no era así; yo quería ser un salsero, un timbero fuerte. Quería cantar como Roberto Hernández (Robertón), de Los Van Van, y tener esa voz fuerte de Alexander Abreu. Dios me dio esta voz, que con los años se mantiene.
¿Los artistas cubanos tienen una barrera para entrar al mercado internacional?
Hay muchos cubanos que han tenido la valentía y la osadía de salir del país, y a partir de ahí han lanzado su carrera. Por supuesto, eso les facilita muchas cosas.
Desde Cuba crecer es complicado, pero en la actualidad, con las redes sociales, te acercas mucho más al mundo, se ven los resultados. He tenido la suerte de que Belinda, Enrique Iglesias, Andy Montañez y el grupo Mojado se interesen por mis composiciones.
Incluso, las giras que hemos hecho internacionalmente lo demuestran, específicamente en Europa y en México, donde hay un mercado que estamos explorando desde hace unos años. Desde mi terruño, las puertas se han abierto poco a poco.

Una de las cosas que destacas en tu carrera es el apoyo de tus seguidores. ¿El cariño del público compensa todo el esfuerzo?
Eso es lo que me mantiene haciendo música: que el público me acepta y me quiere. Estoy agradecido con toda la gente que me apoya y asiste a mis conciertos. Estoy contento con las personas que me siguen, tanto dentro de Cuba como en otras partes del mundo.
¿Las situaciones difíciles que has vivido te han ayudado a mejorar como artista y como ser humano?
Es complicado el contexto que estamos viviendo, pero siempre hay un oasis. En mi caso, mi oasis es hacer canciones y cantar para el público que me sigue. Puedo incursionar en otros géneros, pero mantengo lo mío. Cuando te mantienes en un camino, vas a encontrar una salida y gente que va a seguir tu propuesta. Todavía existen románticos, y estoy vivo por eso.
En el ámbito personal, los malos momentos te exigen y demandan más de ti. Al mismo tiempo, te obligan a reinventarte y te impulsan a emprender nuevas cosas que te brindan una estabilidad económica; esto te permite dedicarte a la música por placer.
El disco Santiago en mí refleja otra visión de la música tradicional. ¿Por qué dar ese paso en este momento?
Me alegra que toques ese tema, y quiero hacer énfasis en que este disco Santiago en mí es mi agradecimiento total a los santiagueros. Nací en La Habana, pero estudié y me crié en esa urbe. Parte de mi familia reside allá. Allí está una parte esencial de mi vida. He tenido una historia muy bonita vinculada a esa ciudad. Este disco me lo merezco yo, por haber amado tanto a los santiagueros.
Mis amistades, la música que comencé a hacer en ese territorio… Casi todos los músicos que tocan conmigo están vinculados de alguna manera a Santiago. Fernando Dewar, el director del Septeto Santiaguero, y yo estudiamos juntos y tenemos una relación de hace mucho tiempo. Hoy en día él tiene mucho éxito, y eso me hace sentir feliz; me vanaglorio de su amistad.
Me propuse hacer este fonograma, compuse todas las canciones, llamamos a los grupos que identifican a la ciudad. También tengo que mencionar al Septeto Turquino, que no está en el disco, pero son amigos míos; el Septeto Típico Tívoli, Sones de Oriente, Los Guanches… toda una constelación.
Se me ha complicado sacarlo por el protocolo que tienen las disqueras. Me ha costado que entiendan que es un fonograma de pasión por Cuba y por Santiago. Agradezco a un gestor importante dentro de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem), Marcos Campins, director de la disquera en ese territorio y de los estudios Siboney, que me ha apoyado. Pero un solo golondrino no hace primavera.
Ojalá las disqueras se dieran cuenta de que tienen en sus manos un tesoro, producto de los músicos más humildes de esa tierra, que quieren salir adelante.
El disco va a salir como sea, aunque lo tenga que sacar por mis medios. No tengo pretensiones económicas: está dedicado a mi abuela, a mis tíos —humildes como nadie se lo puede imaginar— que me enseñaron a ser un hombre de bien.
Estamos disfrutando de tu música como parte de la banda sonora de la telenovela Regreso al corazón. ¿Cómo llega esta propuesta a tus manos?
El total responsable de la banda sonora de la telenovela Regreso al corazón es mi hijo Waldito, quien también es músico. Es la primera vez que incursiono en esto. Yo apoyé en las ideas y en las letras de las canciones. Me hicieron la propuesta y la asumimos con responsabilidad y respeto, porque ahí se juegan muchas cosas.
Estás escribiendo para una telenovela que se ve en toda Cuba y en diferentes naciones a través de YouTube. Me sorprendió el trabajo que hizo mi hijo; conocí y aprendí de su madurez y capacidad intelectual desde el punto de vista musical.

Se lo agradezco de todo corazón, porque me ha apoyado al cien por ciento, con una madurez increíble a pesar de su corta edad. La gente ha aceptado los temas. Estoy muy contento con eso y se lo agradezco. De este proceso se va a desprender un disco y esperemos que la Egrem lo asuma.
¿Cuando llega a casa, Waldo deja al artista afuera?
Soy una persona natural, soy cien por ciento cubano. Yo no ando vestido de artista, ando vestido de gente común. Así soy en mi casa, en la calle y en la vida. El artista surge en el escenario.
La gente, cuando te ve tan sencillo, a veces te juzga, y uno tiene que cuidar su manera por ellos, no por sí mismo. Yo ando como quiero, soy natural, y en mi casa soy igual. Lo mismo me puedes encontrar vestido de albañil, mecánico, jardinero que de cualquier cosa.

¿Consideras que tu éxito ha sido mantenerte fiel a tu propio estilo?
Eso es parte del éxito, pero creo que mi reconocimiento está en la constancia, en ser reiterativo, en no cejar nunca. Hay que estar encima de la posibilidad real que tengas de trabajar y no faltarle a tu público. Tienes que estar constantemente pendiente de tu proyecto, de lo que quieres hacer.
Necesito tener siempre un proyecto tras otro, como por ejemplo el Festival Chocolate con Café, y mi estudio y empresa Chiquitica Records. Estar constantemente escribiendo, y —muy importante— dedicarle tiempo a la familia, que es la que te sostiene. Si tienes bien todo en tu casa, por supuesto que todo te va a funcionar. Si tienes una familia que te respalda, vas a tener una carrera exitosa, al nivel que sea.