Getting your Trinity Audio player ready...
|
Yissy García Calzadilla (La Habana, 29 de mayo de 1987), nació en el barrio habanero de Cayo Hueso, cuna de la rumba y de la música popular cubana, donde creció rodeada de ritmos y tradiciones. Su padre, Bernardo García, fue percusionista y fundador de Irakere y de la banda de Arturo Sandoval, un referente que marcó su camino artístico desde la infancia.
A los nueve años ingresó al Conservatorio Amadeo Roldán, donde se formó durante casi una década en percusión, logrando menciones en el Festival JOJAZZ y presentándose como solista con la Orquesta Sinfónica Nacional. Más adelante, integró la orquesta femenina Anacaona (2006-2011), con la que recorrió escenarios de Canadá, Estados Unidos y Europa, además de participar en la banda sonora de Chico y Rita.
Desde 2012 lidera su propio proyecto, Yissy & Bandancha, que fusiona jazz, funk, electrónica y tradición cubana. Con su álbum Última noticia (2015) irrumpió en la escena contemporánea y desde entonces ha pisado escenarios como el Lincoln Center, SXSW y NPR Tiny Desk. Actualmente reside en Miami, donde se consolida como una de las bateristas y compositoras más innovadoras de su generación.

¿Cómo influyó tu padre en tu formación musical?
Mi padre fue mi primer maestro. Cuando decidí que quería estudiar percusión, me enseñó cómo coger las baquetas; las primeras lecturas fueron con él, me transmitió muchísima información musical. Mi papá era amante del jazz y tenía muchísimos videos en casetes que me fue presentando poco a poco. También iban muchos amigos a la casa a compartir música, así que crecí en ese ambiente de intercambio musical, y ahí me fui nutriendo muchísimo.
Mi papá siempre me apoyó en todo, pero nunca me obligó a estudiar; me decía que no me iba a quedar atrás, que si quería ser baterista lo iba a ser porque tenía ganas, y siempre me guiaba. A veces tocaba algo y me decía que no era así, sino de otra forma. Fue mi gran inspiración, mi gran maestro y quien me puso en este mundo.
¿Qué significó la certeza de que querías dedicarte a la batería en tu camino musical?
Digo siempre que desde que estaba en la barriga de mi mamá quería ser percusionista y siempre estuve rodeada de ese ambiente. Mi papá era baterista, mi tío fue percusionista, tengo primos músicos, el barrio, Cayo Hueso… siempre sonaba una rumba, siempre había música. Desde pequeña supe que lo mío era la percusión.
Mi mamá quería que fuera bailarina, pero eso era imposible, no me gustaba para nada el baile. Cuando decidí que quería estudiar música, me preguntaron por qué no estudiaba piano. Mi mamá no lo decía porque la batería fuera un instrumento de hombres, sino por el trabajo que implicaba para mi papá cargar la cantidad de tambores; quería que eligiera algo menos pesado. Pero yo estaba súper decidida. Eso fue un cambio total en mi vida.

Cuando entré a la escuela de música, comencé a conocer nuevos instrumentos que ni sabía que eran de percusión, como el xilófono y el tímpano. Empecé a estudiar música clásica, me cambió totalmente la cabeza. En aquel tiempo solo se estudiaba con la caja, con el tambor principal de la batería, y le decía a mi mamá que eso no era lo que quería; yo quería la batería.
Me gustaba mucho la dinámica y el ambiente de la escuela de música, que era totalmente diferente a las escuelas normales. Eso me abrió la mente, descubrí más músicas e instrumentos y fue un cambio súper positivo para mí.
Has dicho que para ti la batería no solo marca el tiempo, sino que cuenta historias. ¿Qué historia personal crees que has contado más veces sin darte cuenta?
La batería para mí no solo es tiempo ni “ruido” —mucha gente dice que es “bulla constante”—; con la batería se hace música. Siempre trato de sacarle sonidos diferentes e ir contando historias, dependiendo del género musical, del lugar y de los músicos con los que estoy tocando.
Por ejemplo, cuando toco con mi banda, soy la líder y baterista, pero no me gusta estar siempre destacándome; disfruto darles espacio a todos los músicos, interpretar los diferentes ritmos de diversas formas, con algunas variaciones, mostrando a veces adaptaciones entre sonoridades antiguas y actuales. Me encanta hacer un recorrido, buscarle los colores, los detalles, y no dar solamente “palo”, como dice mucha gente.

¿Cómo describirías tu relación con la batería?
Es única; para mí es el gran amor de mi vida, la forma a través de la cual expreso mi música. A través de ella suelto toda la adrenalina que tengo; me transforma en otro personaje. La batería y la percusión lo son todo en mi vida.
¿Qué aprendizajes claves te dejó tu etapa con Anacaona y cómo moldearon tu lenguaje musical?
Anacaona fue mi escuela de la música popular. Había estudiado nueve años en el conservatorio, donde se toca música clásica; la música popular se aprendía en la calle, porque hubo un tiempo en que no la enseñaban.
En el conservatorio tocaba mucho jazz con algunos amigos, pero de timba y salsa no tenía conocimientos. Cuando entré en Anacaona, había un director musical maravilloso que llegaba a los ensayos con partituras de los nuevos temas y ahí tuve que aprender a leer música cubana. Nunca había tocado batería con timbal juntos, así que tuve que estudiar mucho y escuchar a Los Van Van, NG La Banda, y muchas agrupaciones de timba y salsa.
Fueron cinco años maravillosos, aprendí y desarrollé una gran resistencia, porque los conciertos eran de dos horas o dos horas y media sin parar. Fue una escuela en todos los sentidos.

¿Qué te llevó a apostar por un proyecto personal como Bandancha?
Antes de Bandancha había pasado por muchas bandas y colaborado con músicos como Kelvis Ochoa, Raúl Paz, Descemer Bueno, Anacaona, Alexis Bosch, Interactivo…pero siempre tuve la inquietud de hacer mi propia música.
Recuerdo que una vez, viendo un concierto de Herbie Hancock —uno de mis músicos favoritos— vi que hacía una mezcla con un DJ y me pareció impresionante. Pensé: “eso es algo que quisiera hacer con mi banda”, pero mezclando ritmos cubanos y jugando con esa sonoridad de un DJ.
Empecé a crear música para ese formato y ya sabía con qué músicos quería trabajar: el pianista Jorgito Aragón, amante de la música de Brasil, la clásica y el jazz; el bajista Julio César, con mucho groove; el trompetista Julio Rial, más sonero; y el DJ, que venía del hip hop. Pensé que de la mezcla de cada uno saldría algo interesante, y así fue.
Hicimos el primer concierto de Bandancha en 2012 en Bellas Artes. En ese momento no existía algo así; ya había algunos DJ mezclando con jazz, pero insertar al DJ con sus solos dentro de la agrupación no se había visto. Tuvimos comentarios positivos: muchos decían que era innovador, otros que no era jazz, pero logramos nuestro sello y reconocimiento dentro y fuera de Cuba.
¿Cómo surgió el proyecto y su nombre?
El nombre se lo dimos entre varios amigos, porque yo soy muy mala para eso y para los títulos de las canciones. Al principio se llamaba algo así como “Yissy García y su proyecto”, y después decidimos buscar un nombre más creativo.
Se reunieron unos amigos y empezaron a jugar con las opciones; al final quedó Bandancha, porque era tan amplio que no encasillábamos un estilo solamente. Me encantó y así se creó oficialmente, el 21 de agosto de 2012.
¿Cómo ha cambiado tu relación con la música desde que vives en Miami y cómo ha impactado en tu proceso creativo?
Seguimos unidas. Al principio, muchos me decían que me olvidara de ella, que Miami era el cementerio de la música… y muchos tenían razón, porque antes de la pandemia no había mucha vida musical con grupos en vivo.
Después, cuando las ciudades cerraron por la pandemia, Miami lo hizo también, pero por poco tiempo, y muchos artistas se mudaron aquí, dándole una nueva vida musical. Gracias a Dios, rápidamente pude encajar y seguir haciendo música en grupos de diferentes géneros, conocer músicos de distintos países y conectarme bastante rápido.
Empecé a tocar en lugares que habían acabado de abrir; hice la primera jam aquí —no existía en ese momento— y dije “vamos a hacerla y ver qué pasa”.
Sigo viviendo de la música, que es el único trabajo que tengo: producciones, contenido desde mi estudio en casa —uno de mis grandes sueños—, y ahora estoy trabajando en uno de los espectáculos más importantes de Miami. Vivo feliz con todo lo que está pasando musicalmente en mi vida.

¿Cuán importante consideras que es para las futuras generaciones femeninas que deseen dedicarse a la percusión que exista un número mayor de mujeres que lo hacen hoy en día?
Ahora hay muchísimas mujeres bateristas y percusionistas. Aunque siguen existiendo más hombres que mujeres, ha crecido en más de la mitad la cantidad de mujeres buenísimas dedicadas a la batería, percusión y otros instrumentos tradicionalmente dominados por hombres, como el trombón, el contrabajo o la trompeta.
Soy jurado de un concurso de bateristas de cinco a 70 u 80 años, y llegan cientos de videos de niñas y adolescentes de todo el mundo. Eso me tiene súper contenta; creo que sigue creciendo y cada vez hay más mujeres queriendo tocar estos instrumentos.
Con más de una década como percusionista, ¿consideras que ya se reconoce a la mujer en esta esfera musical o aún persisten prejuicios y limitaciones?
Todavía existen prejuicios. Por ejemplo, si vas a una jam y suben al escenario hombres bateristas, todo es normal. Pero cuando sube una mujer, la gente dice “vamos a ver si toca bien”. Siempre causa curiosidad, y siento que nosotras tenemos que esforzarnos mucho más, porque un hombre no toca tan bien y eso es normal, pero si una mujer toca al mismo nivel, la ven menos. Con el tiempo esto irá cambiando, pero todavía hay muchos prejuicios.
¿Cuál ha sido el momento más crudo y el más mágico que has vivido siendo una mujer cubana en la música instrumental contemporánea?
En mi primera etapa tuve muchísimos rechazos. Muchos amigos que me conocían me recomendaban para bandas y les decían: “No, es una mujer. No tiene la misma sonoridad o fuerza que un hombre”. Esos fueron los momentos más crudos, pero me sirvieron para esforzarme y demostrarme que lo lograría.
Momento mágico: cuando me llegó la oportunidad de hacer el Tiny Desk con mi banda, fue una de las mejores etapas. También los conciertos en el Kennedy Center, dedicados a la cultura cubana, con más de cien artistas cubanos, donde fui el cartel del evento. Que me escogieran entre tantas bandas y artistas reconocidas fue una gran sorpresa y un momento mágico en mi vida y carrera.

¿La música es una extensión del artista como persona o son dos aristas independientes?
Veo al artista y al ser humano como dos cosas independientes. Cuando estoy en la batería soy totalmente diferente a cuando estoy fuera. Soy bastante tímida, de pocas palabras, poco conversadora, y en el escenario soy otra persona. Creo que eso le pasa a muchos artistas: cada uno se crea un personaje.
¿Qué esencia buscas transmitir con tu arte? ¿Es siempre la misma o cambia según las composiciones?
Trato de transmitir lo que siento, lo que soy y lo que me gusta. Hubo una etapa en que intenté hacer música siguiendo tendencias para lograr popularidad, pero duró poco. Me di cuenta de que quería hacer música que me naciera, que tuviera que ver conmigo.
Me gusta mezclar géneros y no encasillarme: pop, salsa, jazz, world music, afrobeat, house, música electrónica… siempre sale un sello propio. No pienso en hacer algo parecido a lo que está pegado en el momento, sino en lo que me nace, lo que me gusta, sin limitaciones.
¿Qué significa para ti “pertenecer” cuando tus raíces y tu proyección están en territorios diferentes?
Muchos artistas emigran y tratan de mantener su identidad, aunque estén en un lugar diferente, donde deben adaptarse. Hay artistas que mantienen sus raíces y defienden la música cubana en cualquier parte del mundo, fusionándola con elementos locales.
En mi caso, en Miami, es como si estuviera en Cuba; hay tantos músicos cubanos que no nos sentimos emigrantes, sino que esto es una extensión de Cuba. También depende del circuito donde uno se mueva, pero aquí todo se siente muy familiar.
¿Cuál es el legado artístico y humano que más valoras haber construido hasta ahora, y qué te gustaría demostrar en los próximos años?
Haberme lanzado a hacer mi propia banda, donde casi todos son hombres y yo soy la directora y baterista, creo que ha marcado muchísimo a la nueva generación.
La sencillez humana es súper importante; odio a los artistas con ego elevado, la sencillez es lo más bonito e importante que puede tener uno en cualquier ámbito.

¿Qué nuevos proyectos o colaboraciones te mantienen ocupada y cuáles tienes en mente que todavía no han sido revelados y te emocionan?
Tengo un proyecto que me apasiona, “Family Room”, en la sala de mi casa: son sesiones con diferentes artistas, como un Tiny Desk. Tenemos un equipo para filmar y grabar, y nuestro propio canal.
También hago producción musical, colaboraciones con cantantes, grabación, mezcla, masterización, toco con diferentes proyectos en Miami y en el Teatro Faena. Los días no me alcanzan; me acuesto a la una, dos o tres de la mañana y a las ocho estoy de pie editando o grabando contenido.
Con Bandancha ahora hacemos uno o dos conciertos al año, porque mi contrato en Faena dificulta salir de gira. Después del contrato, me dedicaré a Bandancha, a sacar nueva música y a seguir desarrollando todos los proyectos que tengo en mente.