No hay contradicciones en la particular versión de la cubanía de Oliver Valdés. Si se trata de béisbol, debe vestirse de color azul. Él es devoto de su equipo, los Industriales, “aunque no pasen del primer juego”. Por ello, si tiene tiempo, se llega al Estadio Latinoamericano para verlos jugar.
Si habla de comidas, a Valdés le fascina el picadillo con arroz congrí, algo que, como aclara, “solicita anticipadamente por teléfono si está de gira por el mundo”. Mientras, cuando está en casa gusta de jugar ping pong y pasar tiempo con los videojuegos.
Eso sucede en los pocos días de ocio de Oliver Valdés, quien vive plenamente su profesión de músico y encuentra en la batería un modo de expresión gratificante.
Disfruta de ello también a través de sus dos niñas, Julia y Cecilia Valdés, de 6 años ambas; y se siente orgulloso al decir que hace solo unas semanas recibieron sus primeras clases.
Oliver lleva la melodía y el ritmo bien dentro. Piensa que su padre, Jorge Luis Valdés Chicoy, se lo pasó en los genes y ya a los 16 años, aun sin concluir su etapa estudiantil, tuvo esa necesidad imperiosa de estar en el escenario.
Hoy sus biografías en Internet refieren que es uno de los bateristas más solicitados en los últimos quince años. ¿Cómo lo ha conseguido? ¿Hay algunos secretos que quisiera compartir sobre su forma de tocar? Son preguntas que dejaron a Valdés meditando aquella tarde lluviosa en que quiso compartir con OnCuba su intensa vida artística.
“He tenido suerte desde que empecé. Me fui formando y muchos músicos vieron mi carrera. Trabajo con grupos de jazz, cantantes de pop, trovadores, o alguien desconocido que está preparando su primer disco y desea que colabore en él. Soy muy abierto en cuanto a géneros.
“Me paso de miércoles a domingo trabajando. Me pueden ver en esos días con Julio Padrón, o con Interactivo. Solo descanso lunes y martes, que son los días muertos en la vida cultural habanera”.
Dos proyectos te han marcado profundamente: Interactivo y acompañar a Silvio Rodríguez. ¿Qué te ha hecho mantenerte por tanto tiempo con ellos?
Soy fundador de Interactivo, pero Roberto Carcassés se fijó en mí cuando integraba un grupo que tocaba en La Zorra y el Cuervo (Standard Kids); y me invitó a que participara en su primer disco.
Cuando toco con Interactivo es que hago música popular. Es el momento en que en mi cabeza se mezclan muchas cosas, donde un poco que dirijo también, pues tenemos una kamancola armada ahí por sesión y Julio Padrón lidera los metales, yo la percusión… y todos estamos a las órdenes de Robertico.
Interactivo es un laboratorio, un grupo-taller, como le llamamos. Cada uno aporta sus ideas con libertad y me siento muy realizado allí.
A Silvio lo conocí cuando empecé en el mundo de las grabaciones y colaboraba con el gran productor Juan Manuel Ceruto. Silvio me llamó y me hizo una invitación que me sorprendió. Me dijo: “Oye, estoy haciendo una gira. Trovarroco está y quiero que estés”. Y hasta el sol de hoy.
¿Sabes?, uno creció escuchando sus canciones, las he adorado siempre y un día te encuentras en escena con él. Te comento que él tiene ideas muy claras de lo que quiere hacer y las sabe trasmitir, una virtud que muy pocos tienen. Es muy abierto musicalmente. Cuando comencé a trabajar con él empezamos a llevar la batería al plano de la guitarra. Iniciamos con un formato integrado por el trío Trovarroco —que son las cuerdas—, Niurka González en la flauta, Silvio en la guitarra, y yo con la batería. No hacemos una percusión cargada de ritmos, pero sí llena de colores. En este trabajo es donde he aprendido a hacer música con la batería.
Agradezco a Silvio esa oportunidad. Cada día es una clase con él. Es muy profesional y trabaja con mucho rigor. Muy pocas personas laboran así en el mundo. Me he parado en los escenarios internacionales más importantes y es bueno porque pocas veces uno puede actuar con los artistas más trascendentes de nuestro país.
A tus casi 35 años ya existe una experiencia acumulada. ¿Todavía anhelas dominar determinadas técnicas en tu instrumento?
Todos los días siento que debo hacer una búsqueda diferente. La batería es un instrumento donde la referencia armónica y melódica se logra cuando estudias el piano como complemento. La música, si no te centras, “se te va” porque te concentras en el tambor y no te das cuenta de que necesitas de todas esas sonoridades.
Ahora mismo la búsqueda que tengo es más la de la música clásica y la africana, la tradicional cubana, los ritmos autóctonos olvidados. Deseo cada día aprender más de composición y hacer mis propias obras, conocer estilos nuevos…, aunque ya se sabe que a diario hay que estudiar la técnica.
De esos autores de cabecera, ¿cuál te quita el sueño en estos momentos?
Hay uno que es el “coco” mío y se llama Gonzalo Rubalcaba. Es un chip que me queda por dentro. A lo mejor algún día puedo mostrarle una pieza mía o tocamos juntos. Quizá logre tener una conversación más allá de intercambios de saludos, como hemos hecho habitualmente. También existen otros grandes con los que uno quiere colaborar y que no lo hemos hecho por problemas de agenda, como ha sucedido con Chucho Valdés.
Una de las vertientes musicales que más has cultivado es el jazz. ¿Qué papel le concedes a la percusión dentro del género?
Soy hijo de un jazzista, de Jorge Luis Valdés Chicoy. No es porque sea mi papá, pero es uno de los grandes guitarristas que ha dado esta tierra. Parece que mi padre me lo pasó en los genes. En mi casa, se interpreta jazz las 24 horas del día. Es el estilo en el que un artista puede liberarse más. Todo el tiempo te lo pasas creando. Es muy libre y a la vez tiene sus pautas. La improvisación es muy amplia y el cerebro escucha todo el tiempo a los demás. Es que ese género es un modo de vida.
De momento tienes días alegres, otros más oscuros y puedes reflejarlo con esa música. Creo que se nace con eso, después se estudia.
Cuando tocas, ¿te sientes más cómodo con algún tipo de instrumento?
Yo tengo el privilegio de, desde Cuba, tener como sponsors a grandes compañías de instrumentos de percusión como SABIAN cymbals, VIC FIRTH y LATIN PERCUSSION, las cuales me facilitan la garantía de trabajar con instrumentos de óptima calidad, que me ofrecen mejor sonido y timbre.
Muchos afirman que la percusión es la columna vertebral de la música cubana. ¿Cuánto de cierto tiene esa afirmación? ¿Se contempla nuestra tradición en los programas de estudio?
Desde nuestros ancestros africanos, siempre se contaba con un tambor. Los sonidos van con los cantos y el tambor está muy unido a ellos. En Cuba, como sucede con Brasil, hay una presencia muy fuerte de ese instrumento, algo a lo que no se puede renunciar. La rítmica cubana es buscada, y ser percusionista de esta isla se lleva con un peso enorme. Tenemos una fuerza diferente al tocar la batería, las pailas, los batá… Hay una identidad muy fuerte con la música.
Pero pienso que se ha perdido el valor de la tradición y se percibe desde lo que escuchas en la radio hasta lo que oyes en un almendrón. Imagínate, antes en la escuela solo se enseñaba lo clásico, que es una formación muy buena y que agradezco, porque es la base para todo y la técnica que se ofrece es impresionante. Pero nos hace falta también aprender de nuestros ritmos. Y me doy cuenta como jurado del Concurso de Percusión que convoca la Fiesta del Tambor –labor que comparto con maestros de la talla de Enrique Plá y José Luis Quintana (Changuito)– de que se desconoce sobre la esencia cubana de la música. No puede pasar que una persona de Japón sepa más que nosotros sobre nuestra sonoridad. Sé que Enrique Plá está dando clases en la Escuela Nacional de Arte y eso es un avance, es un lujo tenerlo enseñando a los que vienen detrás.
Yo tengo varios proyectos que quisiera también mostrar a la academia para ver si puedo ayudar de alguna manera. Creo que las escuelas deben invitar a los músicos a compartir allí su conocimiento. Deben hacer talleres con protagonistas como Yaroldy Abreu y Changuito —que lo tenemos aquí vivo y tiene toda su experiencia de Van Van—, por solo citar dos ejemplos.
Recuerdo que en mi época de estudiante había cero percusión cubana en las clases. Mis colegas y yo nos íbamos a ver a Paulito FG y al Médico de la Salsa en La Piragua. Yo le lloraba a mi papá para que me llevara al ensayo de NG La Banda. Y eso mismo nos ayudaba luego para enfrentarnos a una prueba en la escuela. También era una época fenomenal. El denominado boom de la salsa estaba en su apogeo y todas las orquestas sonaban diferente.
¿Y que piensas de la promoción?
Hoy día los medios le dan todo el seguimiento a una zona de la música y lo demás se olvida un poco. Todos estos géneros urbanos a mí me encantan, me fascinan. No he tenido la oportunidad, pero estoy loco por tocarlos, porque son parte de la cultura tambié; pero no debemos descuidar el resto.
Ahora hay un escenario diferente en la capital, con Fábrica de Arte Cubano y sus precios lógicos, el Bertolt Brecht y establecimientos particulares donde se puede tocar, o quizá esto que está haciendo Silvio Rodríguez de llevar su música a los lugares donde hay un menor acceso a ella.
Luego del 17 de diciembre de 2014 se abrió una brecha de oportunidades para los músicos cubanos con el anuncio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana. ¿Esa es una puerta necesaria?
No paran las visitas de personas interesadas en apreciar nuestro arte. Cuba está en boga. La música también. Por supuesto que ha sido bueno lo que ha pasado con Descemer Bueno y Gente D’ Zona. Eso beneficia lo mismo al que toca en la Bodeguita del Medio que al que actúa en Fábrica de Arte Cubano. Nuestro país se está conociendo fuera y saben que hay más.
Por desgracia, a mí los americanos no me dan visa. Le acaban de conceder a todo Interactivo y a mí no han querido dármela. Ellos ofrecen por estos días conciertos en Puerto Rico y Miami.
Entrar a esa industria es fenomenal, sobre todo el jazz y la percusión. Para esta última especialidad hay un circuito muy importante de festivales en EE. UU. y los bateristas residentes en Cuba no han podido estar. Rodney Barreto y yo tenemos un DVD, Drums La Habana, que en cuanto se enteren de él, seguro les interesa.
Los Papines serían un éxito en esos eventos, y no solo ellos: también a los jazzistas en los certámenes de ese género. Porque el jazz cubano es independiente y tenemos nuestra propia visión. Lo cierto es que aquí hay bastante material que les puede interesar.
Hablabas de que tienes un montón de proyectos, ¿por qué no nos los adelantas?
En el DVD Drums La Habana pude poner mis obras. Siempre tuve claro allí que quería hacer mi música. En esa oportunidad compuse tres piezas que concebí a partir de la batería. Es una fórmula que me gusta mucho porque el pianista lo hace desde su piano, el guitarrista desde la guitarra… Es un ejercicio muy rico porque utilizas muchos elementos rítmicos que salen de tu instrumento. Ahí comencé y ya tengo hecho en mi computadora varias piezas.
Igualmente tengo otros proyectos en mente, como el de hacer un disco que he ido preparando con el tiempo. Además, me gustaría llevar a las escuelas de arte a los grandes músicos con los que habitualmente trabajo y preparar un material audiovisual didáctico para los estudiantes. Es que llevo muchos años enseñando a personas que desean aprender percusión cubana y he escrito un libro práctico para aprender a tocar batería, que algún día saldrá a la luz.