A Julito Padrón no le gusta definirse como jazzista, prefiere que lo recuerden en mayúscula como un fiel defensor de la música cubana, esa que lo hace vibrar de pasión hasta en los momentos más insospechados.
Nacido en Matanzas, Colón, pero con sus pininos en el arte en Pinar del Río, este hombre, digna representación de un cubano típico: jaranero, conversador, sencillo y amable, ha deslumbrado a millones de personas alrededor de todo el mundo con las melodías de su trompeta.
Ese, el instrumento de grandes como Wynton Marsalis, Gonzalo Rubalcaba, su desvelo por lograr la perfección artística, el apego a las raíces que nos hacen auténticos y de seguro únicos, le han valido como carta de presentación para su carrera donde no han faltado nombres imprescindibles para la cultura nacional como Adalberto Álvarez, Bobby Carcassés, y Chucho Valdés.
¿Cómo influyeron todos esos cambios de provincias: Matanzas, Vueltabajo, La Habana, en el Julito jazzista de hoy?
El Julito de hoy es rumbero y sonero, nunca me escucharás decir que soy jazzista, ni me preocupa, ni me ofende, pero no redundo en eso, porque soy un músico cubano.
Desde que empecé a estudiar en la Escuela Elemental de Música recibí mucha influencia de mi primer maestro de trompeta: Reinaldo Melián, conocido en el mundo entero por el Chino Molote y que me puso en mis labios mi primera boquilla. Reinaldo trabajó muchos años con Gonzalito Rubalcaba, con Maraca y felizmente ahora con Chucho Valdés.
Durante 8 años estudié trompeta y participaba en concursos como el nacional Amadeo Roldán, desde mi nivel elemental hasta mi primer año de la Escuela Nacional de Arte, ENA. Gané el gran premio y la mención especial que dan por la interpretación de la música cubana. Pero el mayor lauro es ser egresado de la ENA, un instituto que empezó por allá en los años 60. Y ese es otro punto importante, muchísimos de mis amigos músicos no son graduados. En mí, una gran parte es natural, de genes.
Mi papá fue músico y yo sé que muchas cosas de mis melodías no me la enseñaron en la escuela y se las agradezco a él como aprender a leer música. Aunque ahí también influye la magia que tenemos, porque para mí todos los cubanos son músicos, por eso respeto tanto al público cubano, es especial.
En una entrevista confesaba que el trompetista que más lo inspiraba era Wynton Marsalis. ¿Por qué?
Nunca lo había visto tocando en vivo en un teatro, pero una vez estaba en un festival en el sur de Francia y lo pude conocer, le entregué un disco mío y fue bien chévere porque me dijo, quiero ir a Cuba a comer frijoles. Cuando estuvo aquí no lo pude saludar, solo lo vi como espectador, pero igual lo disfruté muchísimo.
Con estos artistas tan grandes me pasa algo. Cuando estoy escuchando al icono de Nueva Orleáns, en ese momento, para mí él es el mejor del mundo y así con otros, pero la música no es competencia. Todos tienen el alma muy grande, cosas que decir, verdades. Y eso es un ejemplo que pasa en el jazz, que todos son muy buenos cómo para compararlos, al final el arte es muy amplio.
Cuentan que hace muchos años, el padre de Marsalis vio a los Irakere tocar en un festival y les dijo a sus hijos, estudien que hay unos negritos en Cuba que están tocando una pila de notas. Y ya ves, Chucho se ha juntado con Wynton varias veces, esa es una cosa muy linda que se da en la música: la hermandad, que sienten lo mismo y gustan del trabajo de otras personas.
Pero seguro tendrá otros ídolos…
La verdad tengo muchos ídolos en mi vida, trompetistas, saxofonistas, pianistas, de todos los instrumentos, compositores. Antonio Carlos Jobim es un nombre que adoro, conocido pues es el autor del tema “La chica Ipanema”, entre otros clásicos; Ivan Lins, compositor brasileño, quien tiene un disco con Irakere y tuve la fortuna de conocerlo en 2006 y que me invitó a tocar con él.
Uno está alimentado de muchos artistas porque todo está inventado ya como se dice. Cada cual es resultado de los estilos que escucha. Mis paradigmas personales son porque nosotros los músicos tenemos que pasarnos la vida escuchando melodías. Y la verdad, no puedo vivir sin ella. Esa te ayuda a vivir, llorar, brincar.
Chucho Valdés, pero también ha trabajado con Orlando Valle, Maraca, Adalberto Álvarez, entre otros maestros. ¿Qué experiencias ha sacado de ellos?
Pudiera hablar de las experiencias internacionales y nacionales y de músicos con los que he aprendido cosas que no son precisamente de música, sino de concepto, escena. Con Adalberto trabajé tres años y él es un poeta, muy sabio en esto de la música bailable. Desde Son 14 compuso temas que son pura poesía y es como Formell que canta las vivencias del pueblo.
Durante mi primer viaje a Puerto Rico con Chucho, en esos momentos Irakere no iba a ese país hacía 13 años y cuando recibí los aplausos me parecieron que eran los mismos que hacía una década atrás.
Hace algún tiempo hice una gira con Juan de Marcos González, el genio que concibió todo lo relacionado con el Buena Vista Social Club, y estábamos en un camerino para una presentación en Liverpool, Inglaterra, ese hombre nos reprendió a los más jóvenes diciéndonos que nosotros teníamos que levantar la dignidad de los músicos cubanos. Y lo pensé muy bien porque soy fruto de las Escuelas de Arte y soy hijo de Arsenio Rodríguez, de Ignacio Piñeiro.
Desde su experiencia en el extranjero, ¿cómo es el impacto de nuestra música en escenarios foráneos?
Varias veces he tocado en Estados Unidos con muy buena aceptación de público, mucha vibra con lo que está pasando en el escenario. Chucho hizo muchas giras con Afro Cuban All Stars y las personas tenían mucha comunicación con los músicos, no había nada de política. Hasta me sorprendió una americana en Boston subirse a bailar en el escenario con una agrupación cubana y formar un buen despelote; yo me decía no puede ser.
Este país nuestro es una bendición, por aquí pasó algo especial, como si con una varita mágica regaran arte. Y digo en la música pero igual pasa en toda la cultura: la danza, la pintura.
Julito ya cuenta con tres producciones discográficas. ¿Cuáles son? ¿Ha cambiado esto su visión de expresarse a través de la música?
Mi primer disco se llamó Descarga Santa. Julio Padrón y los amigos de Santa Amalia. En el CD se pueden encontrar temas instrumentales y cantados, hasta hago mis cosas en el último tema que es una rumba y la canto con Aramis Galindo (quien trabajó con Adalberto Álvarez).
En el segundo, escribí una nota que dice “yo estoy muy feliz de tocar los ritmos de mi país”, teniendo la influencia de Benny Moré, de Charlie Parker -saxofonista norteamericano que murió hace mucho tiempo- pero es un rey y trato de escucharlo siempre al igual que el Bárbaro del Ritmo. Buenas noticias, bajo un sello de Nueva York, está compuesto por este tema que le da título a la producción y lo escribí para un gran amigo que debía darle una buena noticia. Y de ahí nació la inspiración.
El jazz es como la vida desde que te levantas, suceden cosas que están planificadas pero también hay otras que tú no esperas. Lleva improvisación y aunque estés tocando algo que está cuadraó de siempre, no todos los días lo interpretas igual.
En ese fonograma pasaron muchas cosas bonitas para mí. Apareció en dos revistas norteamericanas especializadas de jazz y en ellas, obtuvo clasificaciones de 4 estrellas; también salió en la lista Latin donde aparecen los lugares donde son radiados los temas más importantes, en este caso como en cuatro o cinco ciudades: Puerto Rico, Miami, Nueva York, Los Ángeles; y también difundieron mi CD por Direct TV, en la antena.
El tercero, Caridad, fue casi casual porque se componía de memorias de viajes, una experiencia realizada en otros países. En este pusimos un preludio entre pieza y pieza con sonidos del mar, personas con animales en el campo, y los temas son danzones, sones.
Varios son los espacios de jazz donde los jóvenes pueden presentarse. ¿Cómo está ese termómetro musical en Cuba?
Cuando estudiaba en la ENA teníamos grupos de música y reñíamos el local de ensayo, los horarios, pero hubo personas como Roberto Chorens que nos ayudaron mucho. Yo dirigía una de estas agrupaciones y Robertico Carcassés otro, y Chorens nos gestionó para que grabáramos en Radio Progreso, en CMBF. Ahora tienen más información y más oportunidad.
Lo primero, los jóvenes deben buscar música de Cuba para que no hayan tumores malignos en la realización de ellos como artistas, personas e intérpretes. Me hablan de jazz y hablo de sonoridad cubana porque hay mucho que tenemos que investigar sobre ese tema y del jazz también, por supuesto.
Te digo que si por algo tengo que defender, morir, fajarme y pelear es por la música cubana. El jazz me ayuda mucho a darme cuenta que no hay barrera de formatos, ni de estilos. Lo que tiene que haber es buen gusto porque es peligroso que hayan jazzistas que estén tocando cosas con mal gusto, con ínfulas de una música vanguardista. Y ese es otro problema, algunos piensan que la palabra jazz es algo elitista y ponen la música cubana con menos valor. Usted tiene que tocarme bien Son de la loma y después decir todo lo que quiera. Yo quiero ser el jazzista que toque bien la obra de Miguel Matamoros, de Manuel Corona, de María Teresa Vera.
Para un futuro inmediato, ¿qué proyectos lo ocupan?
Estaré haciendo mis cosas con mi formato. Actualmente toco con Interactivo y es algo que disfruto, que siento que es parte de mi vida y lo siento como mi proyecto también. Esa es la idea de Robertico. Él es un hombre increíble, un artista muy grande, y ha logrado cosas muy lindas en el público de este país.
Me siento muy orgulloso de ser cubano y esa es mi fuerza. Aplaudo a los músicos que han trabajado conmigo y están en Madrid, Nueva York y qué satisfacción para mí porque todo el mundo sabe que es cubano. Pero yo quiero respirar este aire, ver las mujeres bonitas de mi país. He vivido 20 años saliendo de este país a trabajar, y la verdad no sé explicar por qué, pero quiero tener esa sencilla felicidad de tocar siempre en mi país.