Paisajes en la Oficina del Historiador se denomina el evento relacionado con las artes plásticas que está teniendo lugar por estos días en la ciudad de La Habana.
Organizado por el Museo de Arte Colonial y con un programa que incluye paneles teóricos, visitas guiadas, conferencias y exposiciones, el encuentro dedicado al paisaje cubano abrió puertas al público el pasado 18 de septiembre en el Centro Hispanoamericano de Cultura, con la presencia del Historiador de la Ciudad, Dr. Eusebio Leal Spengler, quien tuvo a su cargo las palabras inaugurales.
En la ocasión fue presentada la muestra “Paisaje cubano: siglos XIX y XX”, con curaduría de la Dra. Olga López, especialista del Museo Nacional de Bellas Artes, a cuya colección pertenecen las piezas expuestas y seleccionadas con criterio inclusivo, pues abarca desde las primeras obras de la etapa colonial hasta los momentos actuales, poniendo de manifiesto tanto su evolución como la pluralidad de enfoques en el tratamiento del tema, a lo largo de diversos períodos.
El paisajismo alcanzó su máximo esplendor durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando los pintores —tanto cubanos como extranjeros—, fascinados con la exultante naturaleza de la Isla, privilegiaron esa temática, adscritos a una de dos tendencias predominantes en la época: la escuela romántica, que centraba sus presupuestos estéticos en la idealización del paisaje y el lenguaje poético, y el realismo, con énfasis en escenas de la cotidianeidad, las texturas y la sensación de autenticidad en lo tocante a color y luz.
En la centuria siguiente el paisaje cubano continuó teniendo espacio en la obra de un grupo de artistas, nucleados en torno a la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, institución a la que estuvieron vinculados las principales figuras del momento como Leopoldo Romañach, quien, más allá de su labor docente, es autor de un valioso catálogo de piezas entre las que destacan sus famosas marinas, pletóricas de luminosidad y colorismo.
Más adelante, en la primera mitad del siglo XX, cuando hace irrupción en nuestro país el llamado “arte moderno”, el paisaje adopta nuevos códigos en los que predomina una libertad de formas, líneas y colores, sin que las composiciones reflejen necesariamente la “realidad objetiva”. Son los casos de Mariano Rodríguez, Víctor Manuel o Carlos Enríquez, cuyas personalísimas maneras de interpretar esa “realidad” nos legaron obras del calibre de “Botes”, Paisaje con girasoles” o Paisaje con río”, presentes en la galería del Centro Hispanoamericano. En representación de las más recientes generaciones de paisajistas, la muestra propone a los contemporáneos Tomás Sánchez y Pedro Pablo Oliva.
El miércoles 19 de septiembre Paisajes en la Oficina del Historiador se trasladó hasta el Palacio de Lombillo —donde tiene su sede el Museo de Arte Colonial—, y donde se presenta la exposición “Homenaje”, dedicada a Mario García Portela, con curaduría de Noemí Díaz Vilches.
Un día después, en las Casa de México y Guayasamín, se inauguraban dos nuevas expos: “Defensores de una tradición” y “Pensando desde el paisaje” respectivamente, que pasan no solo por pintura sino también por la fotografía.
Por su parte, el complemente teórico del evento deberá desenvolverse a lo largo de tres fechas: los días 25, 26 y 27 de septiembre. La primera jornada consiste en una visita guiada —por la Máster Niurka Fanego— a través de la sala Paisaje Italiano del Edificio de Arte Universal. El día 26 la cita es con el Lic. Alejandro Alonso en la Casa de México, a las 10 de la mañana, donde impartirá la conferencia titulada “Paisaje 82”; en tanto el jueves 27, de nuevo en la Casa de México, tendrá lugar el panel “El paisaje y su vigencia”, del que formarán parte los críticos David Mateo, Toni Piñera, Jorge Bermúdez y Rafael Acosta de Arriba, a quienes acompañará un grupo de artistas de la plástica invitados a la clausura. El panel será moderado por la Dra. Luz Merino Acosta.
Todas las muestras —incluyendo la del Centro Hispanoamericano de Cultura— se mantendrán a disposición de los interesados hasta el día 31 de octubre. Una oportunidad inexcusable para revisitar nuestro paisaje, tal y como ha sido visto e interpretado por los maestros de la plástica cubana de los siglos XIX y XX.