“Vagina”… “vayáina”… “bototo”, “almeja”, “sapo”, … vagina otra vez: como una flor, un río, una villa desolada por la guerra, un sótano inundado por el deseo, una puerta por donde sale la vida… por donde entra también, acompañada de gemidos.
Eve Ensler en escena repite la palabra frenéticamente, como si acabara de descubrirla o como si, por el contrario, disfrutara de un sabor conocido durante mucho tiempo. El público la escucha, cautivado, recitar palabras que le avergüenza repetir, sobre una dimensión que no siempre conoce o explora.
Pasan los minutos y sin darnos cuenta obra el milagro de la empatía. Las mujeres en el cuerpo de la actriz narran historias que todas conocemos, padecen incertidumbres que acechan a cada cuerpo femenino, revelan demonios que acallamos por no ser incorrectas. Nos conectan, nos reconfortan, nos recuerdan que también somos ese recóndito espacio de nuestra anatomía. Obra, en definitivas, la magia de Los monólogos de la vagina.
Según explicó la actriz, en los textos palpitan las historias desgarradoras o felices de cientos de personas con las que ha tenido la oportunidad de conversar a lo largo de los años. Por esa razón, en un mismo soliloquio conviven tantas vaginas como podamos imaginar: vaginas felices, vaginas enojadas, vaginas egocéntricas, vaginas altruistas, vaginas devoradoras, vaginas devoradas…
Aunque la autora de la pieza exhibida esta semana en el Teatro Bertolt Brecht llegó al país casi 20 años después de estrenarla en Nueva York, su emocionado agradecimiento por estos días en La Habana demuestra que el desencuentro nada tuvo que ver con la voluntad de quien, puede afirmarse, amaba a Cuba antes de visitarla.
La cita en particular ocurrió en el XVI Festival de Teatro de La Habana, para satisfacción de los que conocían el quehacer de la dramaturga y feminista norteamericana, no solo en el arte dramático sino en el ámbito del activismo en contra de la violencia hacia la mujer.
Precisamente Los monólogos… son el corazón de un proyecto mayor nombrado V-Day, como una referencia a términos como “vagina” y “victoria”. Este movimiento incluye a cientos de personas de numerosas naciones, que cada 14 de febrero escenifican de manera voluntaria la obra en sus propios territorios con el propósito de transformar el pensamiento sobre la sexualidad y el cuerpo femenino, así como también de recaudar fondos que se destinan a las instituciones locales y regionales encargadas de atender, educar y empoderar a mujeres y niñas abusadas.
“Cuando comencé con las primeras funciones había mujeres que hacía largas filas para contarme sus historias de violencia doméstica, violación y maltrato. Eso me ocurrió en todos los países”, comentó la autora por estos días en La Habana.
En casi dos décadas de existencia, el movimiento ha logrado no solo esparcir el mensaje de los monólogos por todo el mundo a través de personajes diversos que van desde diplomáticas hasta obreras y amas de casa, sino además promover iniciativas similares de apoyo a la lucha contra cualquier tipo de maltrato físico o psicológico, incluso en espacios dominados por la guerra y el caos social como Afganistán y el Congo.
“Me voy muy agradecida y feliz de haber conocido tantas mujeres maravillosas en este país, del que el pueblo norteamericano todavía tiene mucho que aprender”, aseguró Eve, quien además confesó que desea incluir a Cuba en algunas de las principales campañas sociales de V-Day.
Y a juzgar por la reacción del público en el Brecht, el apoyo está garantizado gracias al inevitable magnetismo que ejercen quienes nos recuerdan nuestra humanidad, ponen en ridículo nuestros miedos y nos hacen gritar, aunque sea en el anonimato de una sala de teatro, palabras que no caben ni siquiera en este escrito, que comenzó nombrando sin prejuicios a esa joya innombrada y poderosa que es la vagina.