Al fin ocurrió. Flora Lauten (La Habana, 1942) volvió a la escena luego de ocho años sin dar la cara al público. La vez anterior tuvo como marco el estreno de Éxtasis (2015), un espectáculo dedicado a la Madre Teresa de Jesús, con Teatro Buendía, colectivo que fundó y dirige desde 1986. Ahora, el pasado 9 de diciembre, con el mismo conjunto, lo hizo en el papel de Consuelo, anciana de 104 años, eje central de Aura, el célebre relato del mexicano Carlos Fuentes, versionado para el teatro por Raquel Carrió, quien asumió, además, la asesoría en el montaje y la dramaturgia.
Flora es un monumento del arte escénico en Cuba. Se formó en el mítico Teatro Estudio, de los hermanos Raquel y Vicente Revuelta, por los años cincuenta del pasado siglo. Luego estuvo entre el grupo de fundadores de Teatro Escambray (1968), experiencia de creación colectiva que tuvo como sede la serranía del mismo nombre. En 1973 crea La Yaya, colectivo de actores aficionados vecinos del lugar, que se representaban a sí mismos; allí asume, además, la condición de dramaturga. También se asocia a Flora con el grupo teatral Cubana de Acero, instituido por Albio Paz en 1977.
Resumir el abultado currículo de Flora Lauten es tarea más que difícil, pues siempre ha estado en el vórtice de sucesos culturales de primer nivel, como su participación en el filme Lucía (Humberto Solás, 1968), y la labor docente en la Escuela Internacional de Teatro de América Latina y el Caribe y el Instituto Superior de Arte, hoy Universidad de las Artes (ISA), institución a la que sigue vinculada hasta el presente.
Aura
Aura (1962), la noveleta de Fuente, se centra en la relación de Felipe Montero (Enrique Bueno, en la obra) con Aura (Elbita Pérez / Rachel Cruz), la sobrina Consuelo (Flora Lauten / Indira Valdés), una anciana enigmática que ha requerido los servicios del joven profesor para terminar las memorias del general porfirista que fue su marido. La atmósfera que encuentra éste en la casa donde debe permanecer mientras dure el trabajo es tenebrosa, mórbida, sólo tolerable por la presencia de la joven, con la que establece una relación apasionada. Y no digo más para no cometer spolier con los posibles lectores del libro o el público de la obra.
El texto original es obra con elementos góticos, tintes terroríficos, afiliada a la corriente del realismo mágico, tan identificable con el boom de la narrativa latinoamericana de los años 60-70 del Siglo XX. Nada de lo que parece en el relato es en realidad, sólo las inclaudicables ansias de Consuelo por no dejarse abatir por el paso del tiempo. Felipe es ganado por la hechicera mirada de Aura. Subrayen el adjetivo, pues es la clave de toda la trama. Desde mi punto de vista, aunque objeto de brujería, él cree lo que quiere creer, aquejado como está por una soledad que intenta vencer poseyendo el cuerpo casi núbil de la muchacha.
La puesta de Teatro Buendía tributa a la atmosfera cerrada del texto de CF, y, como éste, está cargada de símbolos. Es un espectáculo brillante, de ritmo trepidante, que mantiene en vilo al espectador. Ahí confluyen con feliz eficacia el decorado, las luces muy expresivas y el desempeño al alza, parejo, de los actores.
Flora dicta cátedra en Aura. Es lo que todos esperábamos. El elenco —fundamentalmente Enrique Bueno— se crece para no desmerecer el desempeño de la maestra. El resultado, un espectáculo de primer nivel que va proveyendo la información imprescindible para arribar al desenlace. Buena obra la de Fuentes, buen guion dramático el de Raquel Carrió.
Precisamente a Raquel abordamos para intercambiar preguntas y respuestas sobre un hecho tan memorable como la reaparición de Flora como actriz en esta pieza.
¿Por qué escogiste Aura para hacer una versión teatral?
Leí por primera vez Aura hace muchos años, cuando era estudiante en la Escuela de Letras. Disfruté la lectura, pero nunca imaginé que escribiría una versión teatral del relato. Es difícil llevar los textos del realismo mágico a la escena. Ya lo había hecho con Pedro Páramo. En este caso, Aura era un viejo sueño de Flora. Una reflexión sobre la vejez y el paso del tiempo.
¿Crees que es una obra que dialoga con la contemporaneidad cubana?
Creo que cualquier obra puede dialogar con la contemporaneidad cubana. Somos un país de muchas referencias y estratos culturales diversos, un público abierto a asociaciones y desciframientos de todo tipo. Sabe leer y descifrar los signos, fragmentos e imágenes de la realidad que estallan, a veces por sorpresa, en la representación.
Entiendo que tú y Flora trabajan juntas desde hace muchos años, aun así se me ocurre preguntarte cuánto crees que enriqueció su puesta en escena tu libreto.
En realidad, siempre escribo guiones teatrales, textos abiertos a las improvisaciones y propuestas de montaje. En este caso, escribí con Flora un guión de montaje que debíamos realizar en solo dos meses y con muy escasos recursos. Como llevamos tantos años trabajando juntas en el espacio del Buendía, desde el texto mismo imaginamos planos, escenas, texturas y formas de representación. Fue un proceso de montaje intenso, casi vertiginoso. Creo que en eso fuimos muy fieles al relato de Fuentes.
En la función del pasado sábado 9 había entre el público varios ex miembros del Teatro Buendía. ¿Fue una casualidad o acudieron a rendirle homenaje a Flora?
Buendía ha sido escuela formadora de actores y directores por casi cuarenta años. Muchos de sus actores ya tienen sus propios grupos, son directores y maestros en Cuba y otros países. Siempre, o casi siempre, vienen a las funciones. Pero la del sábado 9 fue una función especial: un homenaje a la maestra y directora Flora Lauten. No hubo convocatoria. Solo el llamado de una memoria compartida.