Pedro Franco, El Portazo y “la luchita” del arte

La compañía que dirige el joven dramaturgo con sede en Matanzas se adapta a los nuevos tiempos sin renunciar a las esencias del teatro.

Pedro Franco. Foto: cortesía de El Portazo.

Hace unos cinco años un espectáculo sacudía la escena teatral cubana, donde un grupo de jóvenes actores representaban una parte de la historia de Cuba en un cabaret polifacético con el título de Cuban Coffee by Portazo Cooperative (CCPC).

El Portazo, dirigido por el joven Pedro Franco, era una de las propuestas más buscadas en los Festivales de Teatro de La Habana, porque todos querían ver la evolución de dicho espectáculo, una trilogía inconclusa según explicó su director a OnCuba, antecedida por otra serie llamada En zona, con guiones de talentosos y también jóvenes dramaturgos cubanos.

Recién cumplidos sus nueve años de fundado, la compañía estrenó su sede en la provincia de Matanzas, donde Franco se ha establecido junto al proyecto, ahora en “un privilegiado lugar en la esquina del Parque de La Libertad en la ciudad de Matanzas, justo al lado del gobierno y frente al PCC. Allí está el Café Teatro Biscuit. ¡Un viva a la diversidad!”, nos dice el dramaturgo nacido en Santa Clara.

Por estos meses de aislamiento y aparente inactividad artística, la compañía se mantiene inmersa en el montaje de su más reciente obra Todos los hombres son iguales, una comedia musical con “todos los ingredientes que definen la sazón de El Portazo, no guardamos nada. Utilizamos la cita que mantiene receptivo a un espectador que conozca la trayectoria del grupo, la sorpresa que apunta a esa desfachatez con que abordamos temas tabúes, la responsabilidad y conciencia en nuestra agenda pública, la transparente relación con el contexto en el que nos desenvolvemos y sobre todo, mantenemos la coherencia con lo que hemos vivido, experimentado y alcanzado en este viaje”, apunta.

¿Qué pueden adelantarnos de esta puesta en escena?

Creo que los espectadores saldrán satisfechos y deseando regresar una segunda vez. Como en ocasiones anteriores, la puesta en escena trabaja con un barroco sistema de referentes y focos de atención que dificulta recepcionar de un tirón todo lo que sobre escena está dispuesto y te invita a regresar.

Ensayo en el teatro Sauto de Matanzas de “Todos los hombres son iguales”. Foto: Sergio Martínez.

Un elenco de actores que son la cereza del cake imprimen una vitalidad a la obra que es conmovedora y alucinante. Como novedad presentaremos dos elencos para la defensa de este proyecto, uno matancero y otro radicado en La Habana, la coproducción con el Centro Promotor del Humor nos permite ampliar nuestro alcance a la vez que ahorramos recursos y tiempo por el concepto circulación.

Esta experiencia ha sido reveladora y ha aportado considerablemente a la agrupación. Hay muchas personas buenas e inteligentes persiguiendo un objetivo. Eso es una bendición. Yo estoy muy contento y realizado.

Espero, en mi versión más optimista, que sea un éxito y que el público encuentre en el teatro un soplo de aire fresco, de novedad, de color y música que les haga reencontrar en la colectividad un sosiego. Para ello se ha trabajado sin descanso.

Una vez más recurren a Yunior García, ¿qué les llama la atención de la obra de este joven dramaturgo?

Yunior y yo estudiamos juntos en la ENA y comulgo con gran parte de su visión del mundo, esa visión que hace particular su teatro. En el 2014 monté Semen y nos fue muy bien con aquel espectáculo que cerraba la trilogía En Zona, aunque el texto de Semen aborda otra temática y es mucho más cruel y políticamente incorrecto que este, en la dramaturgia de este autor siempre encuentro la comodidad de la democracia.

Me explico, siento que me son otorgadas libertades como creador. Disfruto de un aire que me permite ser yo dentro de unos diálogos y personajes que no me asfixian. Cuando decidimos volver al teatro de autor después de ser seducidos implacablemente por el cabaret, me pareció Yunior idóneo por su flexibilidad. Encuentro en Todos los hombres son iguales un mundo que puedo recrear, un punto de partida, una primera fuente de acción y no una mordaza dura a la que me tengo que adaptar.

Semen

Afortunadamente tengo su permiso para mis libérrimas interpretaciones. El respeto que tengo por su trabajo es lo que ha hecho que se nos pueda considerar un buen binomio.

¿Mantendrán el formato de trabajo de trilogías?

No creo. Trabajaremos por temporadas de programación insertando algunos cambios pequeños en función de estimular la recepción y de entrenar la capacidad de mantenernos creativos, mientras transcurre el proceso de circulación y explotación del espectáculo.

En algún punto se fusionarán los elencos de La Habana y Matanzas y tendremos 20 actores en escena simulando una carrera de relevos. Todo esto estará condicionado por la situación epidemiológica y la evolución de cada territorio por supuesto. Este proceso me ha adentrado en la dulce agonía de la creación y algo de masoquismo tiene este oficio adictivo.

¿Han pensado llevar esta obra al ámbito digital?

Todo es probable, obviamente el espectáculo tendrá su video con la mejor calidad que podamos permitirnos lo que no significa que lo subamos a las redes inmediatamente. El Portazo está apostando por la presencia, nos es vital involucrarnos en la batalla de defender la asistencia de público a las salas teatrales. No solo porque las posibilidades de conexión serían un dolor de cabeza agregado a la ya difícil circunstancia de producción de un espectáculo, sino porque creemos que este arte (el que me gusta hacer), necesita del otro compartiendo tu espacio y tu tiempo.

Nada va a sustituir esa experiencia. Considero riesgoso la tendencia de asimilar las redes sociales y la virtualidad como un camino sustituto del convivio. En ocasiones me parece que se esconde mucho oportunismo en ello y me cuido de que una desmovilización de la asamblea que provoca el acto teatral, termine por debilitar la influencia del arte escénico en la vida de quienes lo consumen. No sé, no me fío.

Con esto no quiero decir que no utilicemos lo que tengamos a mano para socializar nuestra experiencia teatral, Todos los hombres son iguales admite una serie, un video clip, un LIVE y cuanto podamos ser capaces de imaginar y concretar, pero sigo viéndolo como un acto promocional, no logro vivirlo como un procedimiento que modifique mi manera de entender el teatro. Esto lo pienso hoy, si otras luces me alcanzan, estaré dispuesto al riesgo, como siempre.

¿Cuán importante resulta el apoyo de patrocinadores en su labor?

Nunca habíamos ido tan profundo con los patrocinios. Siempre hemos tenido colaboradores que han permitido con su gesto solidario que la osadía de montar una obra de teatro sea más viable, pero una verdadera relación de patrocinio la estamos registrando ahora.

Debo aclarar que nuestro sistema de producción es mayoritariamente institucional y siempre he tenido muy claro que mi productor tiene ventajas sustanciales: uno, es millonario; dos, tiene como encargo brindarme atención; tres, posee la infraestructura adecuada para mi crecimiento.

Obviamente estoy hablando del Estado. Así mismo tiene desventajas, que no enumeraré porque son muchísimas más que las tres a favor, pero cuando hago balance el resultado es positivo y por eso aún me mantengo pactando y coherente.

En este espectáculo, a raíz de la crisis económica del coronavirus, tuvimos que ampliar la estrategia de captación de fondos; el área de las relaciones públicas trabajó intensamente para sumar esfuerzos y voluntades de empresas estatales y representantes del sector privado que se interesaran por apoyar una producción teatral.

Bajo la etiqueta #apoyaalteatrocubano gozamos de una plataforma de colaboración que ha contribuido a que podamos estar hablando de estreno en las actuales circunstancias.

En nuestro micromundo esta solución es equivalente a la sustitución de importaciones, así que nadie puede decir que no estamos pensando como país. Han sido vitales, tanto los que ya han hecho su aporte como los que esperan la zona de estreno para entrar al esquema productivo, pero estamos eternamente agradecidos y aspiramos a trascender la relación circunstancial y poder desarrollar un profundo plan de colaboración.

Antes de esta obra que preparan, tuvieron el montaje de una puesta singular con El recitalito…

En agosto del 2019 a raíz del aumento de salario en el sector de la cultura, el Consejo de las Artes Escénicas de la ciudad de Matanzas, que es nuestro productor principal, vio afectado su presupuesto para poder gestionar con eficiencia el estreno de la comedia musical Todos los hombres son iguales.

Este texto era lo que teníamos proyectado para ese año. Pactamos aplazar el estreno para inicios del 2020 hasta que la situación económica diera indicios de estabilidad.

No teníamos ni idea de lo que sucedería. Con este ajuste en el calendario se nos quedaba vacío el segundo semestre del 2019 y coincidía con la apertura del Café Teatro Biscuit, nuestra sede. Nos pareció viable montar un “show promocional” del futuro estreno y que de paso nos diera información sobre la recepción que podíamos esperar, un medidor para trabajar más enfocados.

Comenzó siendo eso y poco a poco fue tomando autonomía a medida que iba teniendo éxito, sobre todo con la demanda de nuestros espectadores más jóvenes. El Recitalito: no puedo tengo ensayo, terminó cumpliendo funciones que estaban designadas para los títulos centrales de la agrupación. O sea, nos salvó el año.

Gracias a este espectáculo pudimos estrechar los vínculos con Fábrica de Arte Cubano, cumplimos parte de nuestras proyecciones de circulación por la Isla y ganamos un público que nos descubría con este producto por primera vez.

Este show descansa en la investigación sobre la relación público-platea en la que llevamos inmersos varios años, pero esta vez insertamos escenas de la obra Todos los hombres son iguales en una dinámica donde el espectador decidía sobre la estructura de la obra. Nos divertimos mucho haciéndolo y dio un fogueo que hoy agradecemos. Fue allí donde por primera vez los actores se enfrentaron a los duros rigores de hacer humor.

Este año cesaron las funciones de CCPC. ¿Planean retomarlo en un futuro?

Cuando proyectamos la trilogía CCPC en el 2015 pensamos que tendría una vida de 6 años aproximadamente. El espectáculo que estrenamos a principios del 2018 fue la segunda parte de ese proyecto y le llamamos CCPC 2: La República Light. Esta segunda producción tuvo tres versiones de su montaje con elencos y contenidos diferentes, por ello se generalizó la idea de que las tres partes ya están estrenadas.

CCPC, el premiado cabaret cubano de El Portazo

En realidad, CCPC 3: Revolución no está ni siquiera escrita y hoy creo que tardará par de años en ver la luz. CCPC 2 tuvo 97 funciones de un plan de 100, tuvimos que parar por la pandemia y hemos descontinuado la escenografía y el vestuario, aparentemente ha terminado su vida útil.

Tampoco es imposible que un día hagamos un esfuerzo e intentemos recuperarlo, a todos nos encantarían unas cuantas funciones más. Es cierto que pudiera estar un poco desfasado teniendo en cuenta que ese cabaret político bebe del contexto en el que es creado, pero recordar es volver a pasar por el corazón.

Recién El Portazo cumplió 9 años de fundado y tienen un mantra que no ha variado en este tiempo, ¿piensa que en algún momento podrán dejar de “hacer de la luchita un arte”?

¡Jamás! La “luchita” y el arte son pilares sobre los que he forjado mi personalidad, la esencia del ser humano que soy. Hacer de la luchita un arte es una manera de no perder el propósito, es un truco para encontrarle un sentido a la hostilidad del contexto.

Decir que estamos en la luchita evidencia una condición de superviviente, de resistencia; hemos aprendido a aliviar esa tensión en algo tan noble como nuestro oficio artístico. De esta manera nace una poética, una estrategia de comunicación que nos ha permitido relacionarnos durante 9 años con diferentes segmentos de espectadores.

Hemos intentado hacer una simbiosis entre algo tan aparentemente pedestre como la “luchita” (así en diminutivo) y el arte en una de sus más elitistas manifestaciones: el teatro.

Pedro Franco y la teoría del piso

Aunque mañana cambiara nuestra realidad inmediata y obtuviéramos de golpe todo eso por lo que hoy estamos luchando, seguramente detectaríamos otros objetivos para seguir en la “luchita”, no podríamos renunciar a eso. Nos alimenta la beligerancia. No es solo culpa nuestra, es tradición.

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