Marien Fernández no vino ni al Festival de Teatro de La Habana (FTH), ni a la Residencia de Creación InServi, ni a Habana Off ni a Espacios Ibsen. Nos quedamos esperando. Alguien dijo: está aquí, viene al concierto, viene a la presentación del libro, está caminando por Prado, está parado junto a un perro verde en la esquina del Fausto. Pero Marien se quedó en su Yaguajay, con el techo a medio caer por culpa de Irma. Marien, poeta, músico, dramaturgo, graduado del ISA y novísimo, no estuvo en ninguno de esos eventos y, sin embargo, los atravesó, los miró con recelo quizá y siguió andando. Él no sabe que es el pretexto para intentar condensar un balance de lo que ha sido la temporada teatral más intensa del año. Más de un mes. Teatro, teatros, puro teatro. Marien se conecta a internet desde un contén yaguajayense, deja rastros en Facebook de su poesía, de sus arrebatadoras palabras, de sonidos de la lengua acrikaché, idioma fundado por él para él y para otros, una invención que desafía la invención misma, filosofía de vida, distopía de la utopía, un lugar de cuidado, de generosidad a fin de cuentas. No sé por qué su más reciente texto aparecido en la minúscula preciosura de Ediciones Sinsentido, que no circula, que no se vende, que no aparece en librerías ni en el Sábado del Libro, Penélope aserrando televiché, se me antoja como el corazón mismo de la experiencia de este mes fundidor.
Desde el 2 de octubre y hasta el 5 de noviembre La Habana ha estado pariendo, soñando y botando teatro. La arrancada fue la tercera edición de la Residencia de Creación InServi (anteriormente conocida como Residencia Ibsen) organizada por el Laboratorio Escénico de Experimentación Social (LEES, ex Laboratorio Ibsen) con el apoyo del Consejo Nacional de las Artes Escénicas y otras instancias.
Desde el 2 hasta el 31 de octubre en un apartamento del piso 10, del edificio López Serrano, inmueble que acogió durante muchos años a Ramiro Guerra y a la oficina de Eduardo Chibás, y una de las joyas de art déco habanero, se veía entrar y salir gente “extraña”, tomando los espacios, ocupando el minúsculo elevador, pegando papelitos, interactuando con los vecinos, asomándose a la azotea en busca de respuestas u oteando el mar, haciéndose más preguntas. La energía en la casa de la actriz y bailarina Linnet Hernández Valdés, donde también opera su proyecto Laboratorio Artístico: Una sola acción, LAUSA, se cargó con un cajón dedicado a Henrik Ibsen. Así mismo, al noruego que nunca escuchó el repiqueteo de unos tambores. Todos callamos cuando la espiritista dijo que se trataba de una persona muy respetada pero que no le entendía nada porque hablaba “raro”. Nos erizamos y le dimos la bienvenida al autor de Casa de muñecas.
Pero esto fue solo una parada en el camino, una parada necesaria, hay que estar en paz con los muertos que siguen viviendo. InServi es hoy una de las experiencias (lo he dicho más de una vez) más creativas, fértiles, arriesgadas en muchos sentidos, que tienen lugar en la escena cubana. Activada desde otros presupuestos en los conceptos de gestión, contextos, producción, circulación, exposición y públicos, InServi pone en valor nuevas formas de hacer teatro y de compartirlo en su más hondo sentido. No se trata de un acto al que vamos a “atornillar el culo”, como repetía el teatrista mexicano Rubén Ortiz, maestro del taller Entre lo que ya no está y lo que todavía no está, celebrado durante la Residencia. “Durante 500 años nos han enseñado que al llegar a un lugar hay que sentarse”, decía. Fue Rubén –director y pedagogo mexicano, integrante del proyecto La Comuna: Revolución o Futuro y del colectivo La Comedia Humana y conferencista en el segmento teórico Escenarios críticos del FTH– el primero que colocó en la agenda el desplazamiento sensible que ha estado ocurriendo gracias a la implementación de nuevas prácticas y teatralidades. Una noción de teatro expandido, en tanto aborda, asume y compromete otros espacios de enunciación, nuevos sujetos “escénicos”, así como protocolos dramatúrgicos de participación y políticas del espectador que implican escenarios transversales, vulnerables, apegados también a lenguajes más performativos así como al teatro documental y ciudadano.
En InServi se busca, se consigue otra instancia de experiencia, de participación, de ejercicio de la bondad. Y aquí, conecto a la Residencia con experiencias del FTH, Espacios Ibsen y Habana Off que trazan una línea común, con entradas y salidas a múltiples canales. Nueve, de Martha Luisa Hernández Cadenas (Martika Minipunto) e Ileana Cadenas, abrió el primer día de InServi. Nueve meses, nueve objetos o cosas preferidas, nueve lunas, nueve momentos comprimidos y abiertos al público conforman un instante de sanación compartida, de confesión. La relación filial expuesta en sus más profundas angustias y contradicciones, desde el propio dolor del parto y del nacimiento, una herida vital en dos direcciones, hasta la enfermedad como estado de vida y amor. La presencia de ambas, madre e hija, en un contexto doméstico que sirve, a la vez, como espacio de convención escénica, produce una comunicación emotiva y empática, por un lado, pero crítica y subjetiva, por otro. Una apuesta por la capacidad de curación y consuelo del teatro. Como ejercicio del taller, con Rubén desandamos Monte arriba, Monte abajo. Arteria humeante y bullente de cubanidad total, una isla hecha calle, una invasión de Oriente a Occidente, una carga al machete cotidiana, de supervivencia heroica, donde nuevas épicas palpitan en la gente común, gente habitando un pasillo apretado, a los pies de una escalera que conduce a otras formas de dignidad; gente con su mesita vendiendo una junta de cafetera, un palito de tender, un cubo, una esperanza para ese día.
Otro grupo se fue al Parque de los Suspiros, frente a la Funeraria de Calzada y K, para comprobar que está vacío, vacío de ilusión, de suspiros y susurros, vacío de planillas por llenar. El tercer equipo se instaló en el edificio. Invitó a los vecinos a reconocer esquinas, espacios, bordes del inmueble en fotografías. El encuentro condujo a un auténtico debate sobre el presente y futuro de una instalación patrimonial camino a la ruina. La consigna para todos era construir un Diccionario de Cubanismos. Las palabras cargando el peso de esta isla: lucha, azúcar, Revolución, pollo por pescado, microbrigada, periodo especial, esperanza… Extraordinaria experiencia de implicación y permanencia.
InServi es también un proyecto formativo, encaminado a pesquisar iniciativas en los más jóvenes. En esta ocasión, tres resultaron los ganadores en una convocatoria que buscaba, en primer lugar, la motivación, el impulso y el deseo. Entre ellos, también se insertaron estudiantes del ISA en una confrontación única en su formación académica.
A mitad de camino de InServi, el FTH, organizado por el CNAE y Habana Off, iniciativa de Osikán. Plataforma Escénica Experimental, del 20 al 29 de octubre. Del puñado de sus espectáculos, y siguiendo esta misma ruta sensible, algunos momentos: La arquitectura del silencio. Homenaje escénico a Andrei Tarkovsky, de Compañía de Teatro El Gueto (México); El efecto Serge, de Vivarium Studio, de Philipe Quesne (Francia); y de Cuba, Zona, de Teatro de La Fortaleza; Departures, de El Ciervo Encantado; Baquestribois y Family Trash, de Osikán, Plataforma Escénica Experimental; y el Proyecto Artístico Familiar, del coreógrafo Luvyen Mederos. En ellos, en menor o mayor medida, la cualidad de lo “real” ya sea como material dramatúrgico, con modulaciones de lo ficcional, la presencia de “expertos de vida” y no actores en escena, así como la interacción directa y personalizada con los espectadores, es sustancia matérica de esas teatralidades.
En esa numeración, llegaría unos días después, en la sexta edición de Espacios Ibsen, evento coordinado por la Embajada de Noruega en Cuba con el auspicio del CNAE, Despierto, performance participativo, de William Ruiz. Aquí, se potencia la relación de lo íntimo con lo público a través de la práctica de la conversación, un ejercicio que humaniza un espacio escénico que va expandiéndose, abriendo sus bordes “sociales” hasta compartir pan y vino sobre la mesa con desconocidos. Una metáfora hermosa de cierto estado de cosas en que, lo sencillamente humano, como el acto del habla y de la comunicación, es también una vía de sanación, de inclusión horizontal. La peculiaridad de incluir en el “elenco” a actores noruegos que leían en su idioma natal, construía un tejido sonoro superpuesto y condensaba esa vocación de inserción, de totalidad. En su programa, Espacios Ibsen acogió, igualmente, espectáculos de creadores noruegos, algunos de ellos reincidentes, que van dejando una marca de agua en público y teatristas, como la obra del coreógrafo italiano Francesco Scavetta o de la actriz y directora Mette Edvardsen.
La convivencia de dos momentos como Habana Off e InServi, teniendo como escenario principal al FTH, también colocó en perspectiva la utilidad de escenas complementarias, con públicos diferentes en circuitos diversos. Este año, a pesar de que el programa del FTH mostraba una cartelera más comprimida, siguen apareciendo espectáculos que, más allá de lo “peligrosamente” representativo, aploman y ralentizan la energía del Festival.
De ese mes de teatro, descarga, conversación, cruce de libros, piratería, alcohol, humo, gestión y rueda, mucha rueda, me quedo con un teatro que expanda sus propios límites, que se arriesgue a desbordarse, a devolver cierta incomodidad, cierto resquemor, una inconformidad que penetre y subvierta un estado malsano que va fijándose con asombrosa soltura entre nosotros. Pido, como Julio Antonio Fernández Estrada, que regrese Voltus V.
Vuelvo a Marien, a Penélope, a Televiché, al Sinsentido:
“en un futuro 2222
cercano
cuando no quede nada cuando todo esto
haya acabado
ni gotas de sangre ya besen lo que una vez fue el mar
en un futuro
más cercano allá si
el tiempo se detiene
en ese instante te atornillarás…”