El lunes 15 de enero fue un día particularmente intenso para Ernesto Parra y el equipo de la compañía que dirige, Teatro Tuyo. Fue día de cumpleaños, pues celebraron los 25 años de la agrupación.
Pero la fiesta fue trabajando, haciendo teatro.
Aunque, para Parra y sus actores, trabajar no suele ser un acto enojoso. Trabajar es divertirse y divertir. Es jugar. Es compartir.
El director lo resumió en un encuentro con la crítica esa tarde en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba: trabajar para ellos es la felicidad.
Unos minutos antes habían presentado en el jardín una función de su más reciente espectáculo, Clowncierto, ante un grupo de niños de una escuela cercana.
Había que ver la cara de los niños cuando aparecieron los actores. Estaban encantados. Se involucraban con la historia, coreaban las canciones, repetían las coreografías…
Como todas las puestas de Teatro Tuyo, Clowncierto está protagonizada por un grupo de payasos, que aquí integran una banda de músicos ambulantes en busca de un lugar para establecerse y hacer su concierto.
Parecen encontrarlo, pese a la tensión de esperar una llamada telefónica que puede definir el destino del grupo… y en lo que el teléfono suena se hace la música, a golpe de pura peripecia, en el más convencional estilo del clown.
Convencional no significa necesariamente conservador, estancado, ordinario… Jamás en el caso de Teatro Tuyo.
Ellos parten del respeto a una de las más antiguas tradiciones escénicas, absolutamente funcional en la contemporaneidad, pese al maltrato que implica la comercialización extrema de la figura del payaso y la banalización de fórmulas ancestrales de ese arte.
Pero la lógica del clown es en esencia la misma desde hace siglos (aunque su consolidación teatral, más allá del circo, sea mucho más reciente). Sin humor, sin sorpresa, sin personaje… sencillamente no hay payaso.
La calidad de la propuesta, por supuesto, no depende del género, sino de la sensibilidad, el talento, el gusto y las credenciales con que se asume.
Teatro Tuyo honra la tradición y la enriquece, en un ejercicio permanente de actualización de códigos que no plantea rupturas y se sustenta en un profundo trabajo investigativo.
El desafío siempre ha sido evitar el lugar común, la instrumentalización, la simplicidad y la tontería que lastran a tantos payasos de ahora mismo. Y en ese empeño el grupo ha conseguido establecer una poética que lo distingue en el panorama nacional.
Es notable la variedad de temas a partir de la claridad del concepto. Los espectáculos han recreado situaciones y circunstancias disímiles, partiendo de las constantes del arte del clown.
Desde el tan incorporado extrañamiento de la nariz roja (aunque puntualmente esa nariz haya cambiado de color en alguna puesta), Teatro Tuyo ha abordado asuntos acuciantes y obsesiones universales del artista y el ser humano.
Hay ya un considerable cuerpo teórico a partir del trabajo de la compañía, un acompañamiento desde la teatrología y el periodismo. Muchas de esas visiones han sido recogidas en libros.
Y hay escuela, pues Teatro Tuyo ha sido puntal en la creación de un programa de formación de payasos, insertado en el sistema de enseñanza artística.
Es la gran cosecha, pero no ha sido un camino de rosas. O sí, porque las rosas tienen espinas y más de una vez la compañía ha debido salvar obstáculos.
Clowncierto, por ejemplo, puede entenderse como una metáfora de esos conflictos. Y la obra ofrece respuestas: es preciso permanecer, insistir, dar batalla.
El maravilloso liderazgo de Parra ha sido una de las claves del éxito de la compañía, primero desde Las Tunas, y ahora en La Habana (detrás de ese traslado hay también una historia de desencuentros, que ellos han “procesado” con su arte).
El público y la crítica han sido unánimes en la celebración del itinerario creativo de Teatro Tuyo: pocas compañías cuentan con tantos galardones, pocas han recibido ovaciones tan cerradas.
Clowncierto recibió en 2023 el Gran Premio del Festival del Humor Aquelarre, el Premio Villanueva de la Crítica y su temporada en el Festival de Teatro de La Habana, durante noviembre, fue uno de los sucesos del evento.
Pero no hay regodeo en las realizaciones: la máxima es no parar.
La pretensión, ha dicho Parra, es seguir buscando felicidad, alguna felicidad desde el teatro.
Y eso, en tiempos particularmente complejos y demandantes, tiempos de crisis, no es poca cosa.