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La realizadora audiovisual Magda González Grau se encuentra inmersa en un nuevo proyecto que ha despertado gran expectativa por tratarse de un tema poco explorado en la Televisión Cubana: el Trastorno del Espectro Autista (TEA).
En entrevista con OnCuba, Magda contó que “algo útil y necesario era, por supuesto, que la historia girara en torno a un personaje autista. Eso resultaba fundamental en el enfoque de Amílcar Salatti”. Sin embargo, el guion incorpora además “elementos novedosos que no habían estado presentes en obras anteriores del equipo creativo, especialmente todo lo relacionado con el mundo fantástico de Rodo”. Fue así que la propuesta resultó inmediatamente atractiva por su originalidad y complejidad.
González Grau reconoce que “era un desafío evidente, pero al mismo tiempo una oportunidad estimulante: la posibilidad de explorar un terreno nuevo dentro de una carrera ya consolidada”. La serie presenta una estructura narrativa compleja, con múltiples flashbacks y flashforwards, lo que implicaba una construcción narrativa exigente, pero al mismo tiempo sugerente.
Para Magda, asumir este proyecto representó “no solo un reto por el contenido temático, sino también por la forma en que estaba escrita la historia. Y eso lo convertía en una experiencia valiosa, capaz de renovar el entusiasmo creativo y de exigir un mayor nivel de profundidad interpretativa y conceptual”.

¿Cómo logra una directora como usted equilibrar el humor y la profundidad en un tema tan delicado?
Efectivamente, por tratarse de un tema delicado como el autismo —que puede generar dolor en algunas familias— me pareció acertado abordarlo desde la comedia, ya que, para los objetivos de la serie, que busca generar empatía, la comedia es una herramienta clave. A través de la risa y el buen humor se transmiten mensajes importantes que el público asimila con mayor apertura que si se presentaran desde la tragedia. Siempre me ha interesado trabajar el humor.
Considero que la comedia es uno de los géneros más difíciles para un director. Cuando hablo de “tono de comedia”, no me refiero a humorístico, sketch, parodia o farsa; sino a que los personajes autistas, al no tener filtro ni fingir, generan situaciones simpáticas por ser poco comunes.
Amílcar aprovechó que los autistas son muy rutinarios, y las situaciones creadas para Rodo rompen esas rutinas, generando un tono simpático. No busco que el público se ría a carcajadas, sino que reciba la historia con una sonrisa constante en el rostro.
Ojalá podamos lograrlo.

¿Cómo fue su proceso personal de descubrimiento y aprendizaje para poder dirigir esta serie con autenticidad?
Yo sabía sobre el autismo lo que creo que sabe la mayoría. Pero enfrentar una serie con un personaje autista requería mucho más, y creo profundamente en el valor de la investigación. Si uno representa una circunstancia sin estudiarla, está perdido. Por eso busqué textos, testimonios, hablé con familiares y especialistas que trabajan con personas autistas, sobre todo desde edades tempranas. Así confirmé que la investigación de Amílcar iba en la dirección correcta.
Entendimos que debíamos construir nuestro propio personaje autista, porque el espectro es amplísimo. Nos preguntamos: ¿cómo es nuestro Rodo? Esa definición fue clave para el casting, que fue muy exigente. Finalmente quedó Ignacio Hernández, con quien ya había trabajado en Calendario, y su elección me marcó para siempre.
Rodo es un ser humano con una neurodivergencia que debemos comprender. Se trata de incluirlos en la sociedad, no de excluirlos. Muchas veces tienen talentos extraordinarios que debemos aprovechar.
Para mí fue un aprendizaje y me emociona hablar del tema, porque necesitamos transformar la mirada social hacia las personas con capacidades diferentes. Lo contrario genera dolor y desunión, algo inaceptable en nuestra sociedad.

En Calendario usted trabajó desde la mirada coral, a través de muchos jóvenes. En Las reglas de Rodo, el punto de vista es el de un solo personaje, con una percepción del mundo distinta. ¿Cómo fue ese cambio de registro y qué retos le impuso?
En realidad, el gran reto fue Calendario. Siempre había trabajado en obras más íntimas, más cerradas. Calendario, en cambio, era una historia coral, con muchos personajes y líneas narrativas entrelazadas. Ese fue, sin dudas, uno de los mayores desafíos de mi carrera.
Después de enfrentar ese reto, regresar a propuestas como Invisible —una obra íntima, centrada fundamentalmente en dos personajes—, y a esta nueva serie, donde la historia gira en torno a seis personajes, representó un regreso a una zona de mayor comodidad en cuanto a la dirección de actores y al manejo de la narrativa.
Sin embargo, el desafío aquí era distinto. No se trataba de cualquier joven: era un joven muy especial. Y eso no fue nada fácil. Las claves de la obra, de la serie, fueron apareciendo a medida que avanzaba el proceso de trabajo: durante el casting con los actores, en la elaboración del guion técnico con los especialistas, en la construcción visual desde la dirección de arte.
Ese proceso gradual fue muy enriquecedor. Fue tomando forma poco a poco, y eso me gustó. Cuando finalmente llegamos al rodaje —y ya en esta etapa final de grabación—, sentí que tenía la obra en mis manos.

¿Qué distingue a Las reglas de Rodo en términos de lenguaje, tono, puesta en escena y propósito?
Cada obra tiene su propia estética, lenguaje, tono, puesta en escena y propósito. En toda mi obra busco, aprovechando la fuerza del audiovisual, contribuir a que el público se convierta en mejores seres humanos, y ese sigue siendo el propósito fundamental de Las reglas de Rodo.
El tono predominante en esta serie es la comedia, con un componente de fantasía que refleja cómo los personajes neurodivergentes, como Rodo, perciben el mundo de manera distinta. Esa visión se traduce en una puesta en escena y un lenguaje audiovisual únicos, con ritmo para evitar “mesetas narrativas” y mantener la atención del espectador.

¿Qué puedes adelantar sobre Rodo y otros personajes de la serie?
Rodo es un personaje que seguro encantará; tras un cuidadoso casting, elegimos a Ignacio Hernández, un actor que le aporta alma y verdad. Magaly, la madre de Rodo, interpretada por Clarita García, asume un rol muy distinto al de Calendario, creando una madre poderosa y conmovedora, con momentos simpáticos desde la autenticidad. La abuela, a cargo de Yamira Díaz, es un personaje profundamente humano que regresa tras años de ausencia en una historia emotiva. El vecino, interpretado por Hilario Peña, es singular y diferente a lo que ha hecho antes, con momentos muy peculiares.
La psiquiatra, papel de Yaremis Pérez, es clave y un personaje que disfruté construir con esta talentosa actriz. Helen, el interés amoroso de Rodo, está interpretada por Danay Cruz, quien muestra aquí una faceta versátil más allá de su lado cómico. Su padre, con pocas escenas, es Alberto Corona, un gran actor con potencial para futuras temporadas. En resumen, Las reglas de Rodo reúne personajes entrañables con conflictos reales y mucha humanidad.

¿Le preocupa generar falsas expectativas en las familias?
Ese riesgo existe. No hay un molde único, cada persona es distinta. Nuestro personaje no es un retrato exacto de ningún caso, sino una construcción basada en características comunes dentro del espectro, con rasgos que se repiten en muchos casos.
Sabemos que esto puede generar críticas, porque algunos dirán que no se parece a sus hijos o familiares. Pero el trabajo fue serio y riguroso, con asesoría y entrevistas a madres de niños con autismo. El objetivo es que el público se familiarice con esos comportamientos, visibilice esas realidades y promueva la inclusión, ayudando a evitar la exclusión y el bullying.
Ojalá después del primer capítulo, la gente valore el esfuerzo y se anime a seguir la historia, conectando y emocionándose con lo que proponemos. Queríamos un personaje real, creíble y con verdad, que llegue al corazón, porque eso es lo más importante.

¿Qué necesita hoy la Televisión Cubana para contar mejor a las personas diferentes, sin caer en el paternalismo ni en la estigmatización?
Sí, muchas veces hacemos historias que eviten provocar un sentimiento que detesto: la lástima. Si aspiramos a una sociedad inclusiva, debemos eliminarla como forma de aproximación hacia las personas diferentes. Puede parecer positiva, pero en realidad hace daño. La serie no busca ser paternalista ni estigmatizante, sino mostrar a estos personajes como personas completas, con emociones y conflictos reales. Queremos que el público los vea como parte integral de la sociedad.
La Televisión Cubana necesita propuestas así. En medio de una crisis económica y de valores, la unidad es más necesaria que nunca. La fuerza de Cuba ha estado en la solidaridad y la inclusión. Excluir a quienes son diferentes es un error que nos debilita. Por eso debemos contar estas historias, de personas que quizá no se comporten como se espera, pero tienen tanto derecho como cualquier otro a ser parte activa de la sociedad.
La Revolución y el sistema jurídico han defendido siempre la igualdad de derechos. Esta serie se suma a ese espíritu, al mostrar que la diferencia no debe excluir, sino ser parte natural de la diversidad humana. Porque en la diferencia también está la igualdad. De eso va esta propuesta, y por eso fue bien recibida.

¿Cree que Las reglas de Rodo puede abrir nuevas puertas en el tratamiento del autismo en los medios cubanos? ¿Es un primer paso o un acto de fe?
Creo que son las dos cosas. Es un primer paso, porque, aunque en la telenovela La sal del paraíso (2016) había un personaje autista, aquella subtrama se diluyó. En este caso, el protagonista es autista, y eso marca una diferencia en profundidad y enfoque. Y también es un acto de fe. Tengo mucha fe en el valor de contar historias. Creo que pueden ayudarnos a ser mejores, a construir una sociedad con más felicidad y bienestar emocional. Por eso uno trabaja: porque cree en la posibilidad de cambiar, mejorar, abrir caminos.
Mi esperanza es que esta historia contribuya a eso, que abra puertas en la sociedad y también en el audiovisual, para que más creadores se animen a tratar con respeto y sensibilidad a personas con condiciones especiales.
Ese es el objetivo. Y por eso trabajamos con tanto compromiso. A pesar de las dificultades —apagones, problemas con el combustible, la alimentación—, el equipo sigue adelante, con alegría. Y eso, estoy segura, se nota en la pantalla.
Ojalá logremos lo que nos hemos propuesto.

Rodo no se explica, se siente
Las reglas de Rodo lleva el sello de Amílcar Salatti, un autor que ha sabido ganarse la confianza del público con historias que dialogan con la realidad cubana sin renunciar a la emoción ni a la complejidad humana. En esta ocasión, el desafío era mayor: hablar sobre neurodivergencia desde un enfoque sensible y honesto, pero sin caer en lugares comunes. “La construcción de Rodo partió de la premisa de que tanto él como su mamá ya habían asumido su condición. El género y el tono de la serie ayudan a evitar la lástima y el paternalismo, y apuntan a generar empatía”, explica Salatti.
Para lograrlo, tomó decisiones narrativas claves: dotar al personaje de una autenticidad que no se limitara a replicar una condición médica, sino que lo mostrara en toda su complejidad emocional. “La autenticidad, creo, está en crear un personaje verosímil que, al jugar con la ficción, nos permita añadirle matices, inventar sucesos no necesariamente reales y alejarnos un poco de ‘lo que es’ para explorar ‘lo que podría ser’”, afirma.
En ese juego creativo, los elementos fantásticos imaginados por Rodo se convierten en puentes hacia su mundo interior, permitiendo al espectador mirar desde otra perspectiva lo diferente, y descubrir, quizás, que lo esencial no es la etiqueta, sino el derecho a ser comprendido y amado.
Magda ha dicho que esta serie es un acto de fe en el valor de las historias para hacernos mejores como sociedad. Desde el guion, ¿cómo construyó esa dimensión ética y emocional sin caer en el didactismo?
Yo, como escritor, ya he enfrentado el reto de evitar el didactismo en series donde resultaba aún más difícil no caer en él, como Calendario y Entrega. Las reglas de Rodo está muy lejos —al menos eso creo— de ser didáctica.
Hay una gama de personajes que aportan distintos puntos de vista sobre Rodo, y el público sabrá con cuál identificarse: si desde la comprensión o desde el rechazo. Ojalá la serie logre tocar a quienes miran lo diferente con dureza, con burla o con incomprensión. Creo que, como artista, uno debe asumir una responsabilidad ética y transmitir valores desde la emoción. Cuando se abordan temáticas como esta, no hay otra forma de hacerlo.
La serie propone que la diferencia no implica exclusión, y que lo diverso enriquece. ¿Cómo equilibró la necesidad de visibilizar una condición específica como el autismo con la idea de que Rodo no es “el autista”, sino una persona única, compleja y parte activa de su entorno social y familiar?
En la serie, nunca se etiqueta a Rodo ni se presenta su condición como una enfermedad. Todos somos diferentes: tenemos virtudes, defectos, singularidades. Rodo, dentro de esa gama infinita que conformamos los seres humanos, es alguien con peculiaridades que lo alejan de lo normativo.
Sin embargo, a lo largo de la historia, se revela cómo esa persona “diferente” posee un mundo interior —en definitiva, lo más importante— que estalla en la serie y busca conectar con el público. Sí, Rodo es singular, es distinto, pero necesita lo mismo que todos: amor y comprensión.
¿Qué investigaciones, testimonios o asesorías nutrieron la construcción del personaje? ¿En qué momento supo que había hallado una voz verosímil y respetuosa para Rodo desde el papel?
Leí mucho, vi películas, exploré sitios en Instagram de madres con hijos autistas y seguí noticias sobre el tema. Con todo eso, me lancé a escribir. El momento clave es cuando estás seguro de que ese es el personaje, cuando ya no necesitas forzarlo en su “viaje”, porque logra tener vida propia, más allá de quien lo escribe.
¿Qué temas paralelos le interesó abordar y cómo dialogan estos con la historia principal para enriquecer el universo narrativo de la serie?
La serie habla de la familia, la soledad y el amor. Creo que esos son sus temas principales, y están entrelazados en la construcción de los personajes.
¿Qué papel deben asumir los guionistas hoy frente a los temas urgentes de nuestra sociedad? ¿Cómo defender ese compromiso desde la escritura sin renunciar a la complejidad estética?
Los guionistas son libres de asumir su realidad o de evadirla, escribiendo desde géneros alejados de lo que nos ocurre en el día a día. Esa es una decisión personal, y nadie está obligado a convertirse en una vitrina de nuestros problemas.
Pero si decides hacerlo, debes ser honesto contigo mismo y evitar polarizaciones, en un sentido o en otro; de eso ya hay bastante. Lo que se cuente debe estar narrado con la mayor estética posible desde la escritura. Los guiones deben escribirse siempre con la máxima entrega.

La alquimia de ser diferente
Desde la actuación, Las reglas de Rodo ha implicado una entrega profunda por parte del elenco, y especialmente de Ignacio Hernández, joven actor que asume el reto mayor de encarnar a Rodolfo, un adolescente con síndrome de Asperger. El proceso de preparación, según cuenta, comenzó incluso antes del casting: “Apenas me enteré de que se iba a hacer ese proceso para seleccionar a un personaje con estas características, comencé a investigar. No sabía mucho sobre el síndrome de Asperger, así que empecé a buscar información, sobre todo entrevistas en YouTube de muchachos con esta condición. Quería observar cómo hablaban, cómo se comportaban, conocer sus gestos, su forma de mirar… entender bien las características de este fenómeno”, comparte.
La implicación fue más allá de la investigación teórica. Hernández se sometió a una transformación física —bajó más de diez libras— y estudió a fondo referencias audiovisuales para acercarse con honestidad al personaje.
Pero, como él mismo reconoce, lo esencial era construir un universo interior creíble: “Me di cuenta de que no bastaba con trabajar lo externo —la forma de hablar, de caminar, de mirar— sino que tenía que construirle a Rodo un mundo interno real, profundo. Solo así podría darle vida de una manera honesta y creíble”. En ese compromiso ético y emocional reside buena parte de la fuerza que probablemente transmitirá su actuación, con la sensibilidad que exige representar lo diferente sin imposturas ni caricaturas.
“Más allá de todas las lecciones ortográficas y científicas que Rodo ofrece en la serie, lo más importante es que puede ayudar a crear conciencia sobre esta condición. La gente va a poder identificarse con él, con su forma de ver el mundo, con sus características, que a veces pasan desapercibidas”.
En su inmersión en el personaje, el actor descubrió una realidad más amplia y muchas veces silenciada. “Durante todo este proceso me he dado cuenta de que esto está en todas partes. Hay muchísimos casos, sobre todo en niños, y muchas veces no se les presta atención o no se comprende lo que les pasa. Creo que la serie puede ayudar a que las personas aprendan a tratar mejor a estos muchachos, a entender que no es que no sean normales, simplemente son diferentes. Son seres especiales, con una manera mágica y muy particular de ver la vida”.
En esa línea, Hernández también señala que Las reglas de Rodo puede contribuir a desmitificar aspectos cotidianos de la convivencia con personas neurodivergentes: desde la necesidad de una rutina precisa hasta el rechazo a los cambios inesperados. Conocer esos detalles —dice— es dar un paso firme hacia la empatía.

Clarita García repite nuevamente en una serie escrita por Amílcar y dirigida por Magda, esta vez enfrentándose a un reto mucho más profundo y sensible. Alejada del registro más juvenil y conciliador de su Amalia en Calendario, aquí da vida a Magaly, una madre marcada por la responsabilidad de criar sola a un hijo con autismo.
“Interpretar un personaje como el de la madre de un niño autista ha sido un privilegio enorme”, confiesa la actriz. La complejidad emocional de su rol la llevó a profundizar en historias reales, a mirar de cerca las luces y sombras de la maternidad neurodivergente. En ese camino encontró inspiración no solo en libros y filmes, sino en madres como Diana, Yania y Rebeca, que cada día libran batallas silenciosas por el bienestar de sus hijos.
La experiencia no fue solo interpretativa, sino también transformadora. Clarita reconoce que Magaly es una mujer endurecida por la vida, pero con una ternura infinita que se revela en los gestos más simples. “Tiene una coraza fuerte, pero también una ternura infinita hacia su hijo. Es capaz de bajarle las estrellas si con eso él puede ser feliz dentro de su mundo”.
Su trabajo en la serie no solo le dejó una profunda nostalgia al terminar las grabaciones, sino también el deseo de que esta historia llegue al corazón de las personas. “Esta serie está hecha con verdad, con dedicación y con muchísimo amor”, dice. Y lo está también para que se entienda que los niños autistas, como Rodo, no necesitan lástima, sino acompañamiento respetuoso, paciencia y un entorno que celebre su singular manera de estar en el mundo.

Yaremis Pérez se suma a este proyecto con la convicción de que el arte puede transformar realidades y abrir caminos de comprensión. Para ella, participar en una obra que trasciende lo artístico para incidir socialmente es un motivo profundo de motivación y orgullo.
“Cuando estoy frente a un proyecto que no solo tiene trascendencia artística, sino también un impacto social, siento una gran motivación. Es en esos momentos cuando más agradezco y valoro mi profesión”, expresa la actriz.
Aunque el guion ya contaba con una sólida base de investigación, Yaremis supo que era necesario ir más allá, enriqueciendo su interpretación con testimonios reales, lecturas especializadas, audiovisuales y asesoría profesional.
Consciente del poder que tienen las imágenes y las historias para mover emociones y generar conciencia, Yaremis asume con seriedad la enorme responsabilidad que conlleva dar vida a un personaje con este trasfondo.
“Creo que me ayudó mucho entender que, en este caso, como actriz comparto los mismos objetivos que mi personaje: lograr que las personas comprendan y acepten la diferencia, que desarrollen empatía no solo hacia los pacientes, para ayudar a mejorar sus habilidades sociales y comunicativas, sino también hacia sus familiares, quienes muchas veces no cuentan con el apoyo necesario porque se les juzga desde el desconocimiento”, concluye.
Completan el elenco Yamira Díaz, Danay Cruz, Hilario Peña y Alberto Corona, con una participación especial. Cada actor aporta su talento para construir un universo donde las emociones y los desafíos cotidianos se entrelazan con la realidad de quienes viven el trastorno del espectro autista, mostrando sin sensacionalismos ni clichés una mirada fresca y respetuosa.
Esta serie invita a romper con prejuicios y a replantear la forma en que entendemos la diversidad humana. A través de Rodo y su mundo, Cubavisión propone una experiencia que no solo entretendrá, sino que también educará y sensibilizará. Porque, al final, lo normal es un invento.