Yumié Rodriguez tiene un talento innato para la comunicación. A lo largo de toda su carrera no solo ha sido uno de los rostros y voces emblemáticos de la televisión cubana más reciente, también ha actuado, impartido talleres de narración oral y escrito guiones para niños.
La radio, la televisión y el teatro son medios en los que ha demostrado su entrega, compromiso, y autenticidad. Con esas virtudes aliadas, llegó más lejos que lo que pudo imaginar en sus comienzos.
La villaclareña, nacida el 25 de septiembre de 1973, no dice que no a ningún reto, y es un torbellino de ideas. Reconocida por su calidez y simpatía en pantalla, vive en Uruguay hace dos años, donde trabaja como instructora de artes escénicas y promotora de lectura.
A pesar de vivir fuera de Cuba, Yumié es querida y recordada por el público de la isla, que ha seguido sus pasos desde los espacios Te veré hoy (1998), Encuentro con Clío (2000), y Mediodía en TV (2000).
La radio forma parte de tu trayectoria profesional. ¿Qué te une a ella?
Nací en 1973, en Santa Clara. Por aquel entonces mi mamá, Zady Flor, era la voz femenina principal de la Emisora CMHW. Mi papá, Rolando Rodríguez Frene, era el director provincial de la radio en Villa Clara. Mi mamá me decía siempre, un poco en broma: “Ay hija, es que creo que no te dejé otra opción”.
Lo que quiero decir es que prácticamente abrí los ojos en una cabina de radio y en los pasillos de la CMHW. Amo ese medio desde pequeña, lo tengo en la sangre. Claro, pasaron muchos años para que me diera cuenta de que ese era el camino.
Pero empecé en la radio por casualidad, cuando estudiaba teatro en la Escuela Nacional de Instructores de teatro (ENIT). Cuando aquello las pruebas duraban una semana y había que entrar con duodécimo grado. Yo quería ser actriz; y lo he sido en la radio, sobre todo, y además locutora, profesión esta que me fascina. La radio llegó primero, la televisión después.
¿La tecnología ha beneficiado o perjudicado a este medio?
Sin dudas la ha beneficiado en muchos aspectos: en la grabación, edición, almacenaje de música. Ahora en el mundo se hace radio (podcasts) con cámara, o sea, en formato de video.
En lo personal, me gusta la radio desde la voz, el sonido, la magia y la imaginación. La voz, los efectos y la banda sonora tienen el poder de provocar en el público cierta empatía. Cuando lo ves en video, algo cambia, porque el canal visual es más fuerte que el auditivo, pero es una opción en los tiempos que corren.
El mundo avanza y la radio se transforma con él. Lo más importante es que sobrevive y seguirá acompañándonos siempre, porque hay gente que ama escucharla y otros hacerla.
Tienes un estilo de conducción reconocible. ¿En qué momento o programa encontraste tu sello?
Empecé trabajando en la Emisora COCO (La Habana); ahí aprendí mucho. Tenía una gran maestra en casa (mi madre), pero pasaría un tiempo hasta encontrar mi propio estilo. Sucedió cuando trabajaba en Radio Ciudad de La Habana y Radio Enciclopedia. Esforzándome encontré mi sello, que no es más que ser yo misma. Claro, con profesionalidad: leía, me preparaba, pero siempre era yo. Si no lo fuera no sería respetuosa, no solo conmigo misma, sino con el oyente y el televidente.
El público cubano te percibe como presentadora de radio y televisión. ¿Consiguió la locutora imponerse a la actriz?
Sí, la locutora se impuso, y desde esa profesión, desde ese núcleo, fue que pude hacer todo lo demás.
¿La actuación es un refugio para personas tímidas?
Sin dudas la actuación te obliga y da herramientas para desdoblarte. Yo fui una niña callada y tímida. Sigo siendo lo segundo, pero callada no fui nunca más.
Otra de tus facetas más conocidas es el doblaje. ¿Consideras que transmitir sentimientos con la voz es una habilidad innata o cualquier persona puede desarrollarla?
El doblaje es una especialidad de la actuación y la locución que me encanta y me reta. No construyes un personaje, actúas sobre lo que ya actuó y bordó otro actor. Es muy difícil, no es tu actuación, es la de otra persona, así que interpretas por partida doble: tienes que introducirte en el personaje de otro actor y a la vez en el tuyo propio.
Esta profesión tiene sus tiempos, intenciones, pausas. Quien hace doblaje tiene el poder de salvar la actuación o destruirla; es una gran responsabilidad. Para mi suerte, he tenido excelentes directores, como Ana Nora Calaza. Doblar series o dibujos animados es lo que más disfruto. Existen buenos actores y locutores que son excelentes dobladores, pero también hay otros grandes que no han podido; es realmente difícil.
¿Por qué no te veíamos con frecuencia en dramatizados?
Creo que tuvo mucho que ver con que los directores me percibieran más como locutora y no como actriz. Pero yo tampoco lo busqué mucho. Ya actuaba muchísimo en radio con mis espacios de Cuentos para despertar y Crónicas de la Historia, y los dramatizados de Radio Ciudad de La Habana, de la mano de Cary Otero primero, y luego con Yudelsis Lionchiong y Yanko Díaz.
Radio Ciudad tenía un grupo dramático muy bueno y un estilo de hacer los dramatizados muy diferente al de Radio Progreso, donde también actué. En televisión tuve la oportunidad de hacer algunos personajes, y para mí estuvo muy bien como experiencia.
La radio, el teatro y la televisión tienen lenguajes distintos, por tanto, la manera de actuar también debe ser diferente en cada medio. Yo prefiero la radio.
¿Qué factores se conjugaron para que fueras una de las encargadas de dar vida al programa Encuentro con Clío?
Encuentro con Clío fue un hermoso programa que compartí con Niro de la Rúa. Pasamos por muchos castings para lograr ese espacio. La suerte, el universo o el talento, no sé, hizo que Niro y yo fuéramos los escogidos. Fue una gran experiencia que tuvo también sinsabores y muchos momentos felices. Ambos aprendimos muchísimo; ese espacio consolidó para siempre mi amistad y hermandad con él. Nos impuso como pareja televisiva y de espectáculos.
¿Qué lección aprendiste en esta dinámica?
Encuentro con Clío afianzó mi profesionalidad en este medio. Aprendimos que, en un programa de televisión grabado, se sabe a qué hora se empieza, pero nunca a qué hora se termina.
¿En qué medida el programa Mediodía en TV potenció la creatividad de sus presentadores?
Hay un antes y un después de Mediodía en TV. Éramos un gran equipo, veníamos con experiencias en radio y en la pequeña pantalla. En mi caso, llevaba años ya en ese horario en el espacio Teveré hoy.
Mediodía en TV se convirtió en un fenómeno televisivo, porque cada uno de nosotros hizo su parte desde el corazón. Teníamos el deseo de divertir y entretener, pero sobre todo de ser nosotros mismos. Fuimos honestos, y eso el televidente lo vio.
En un espacio con tanta visibilidad, ¿te sentías a prueba?
En un programa en vivo siempre estás expuesto. Lo que pase, lo que digas, no lo puedes borrar. Ahí queda, sale y llega a todos, para bien o para mal. Es un riesgo, pero se disfruta mucho cuando te empeñas y queda bien.
¿Por qué el programa no tuvo continuidad?
Ese secreto, enigma tan bien guardado, algún día lo sabremos. ¿Confabulación de la directiva deseosa de hacer otro proyecto? No lo sé. Aquello fue una sorpresa para los conductores y para los televidentes. Aún hoy, más de 15 años después, tanto en Cuba como en cualquier parte del mundo, donde hay un cubano, me siguen reconociendo como la cara del canal Cubavisión.
¿Consideras que la televisión cubana está al nivel que exigen los tiempos actuales?
Ahora mismo no puedo darte una respuesta certera porque llevo dos años fuera. Sigo algunos espacios desde YouTube, pero lo que pasa ahora viene pasando desde hace algunos años. Los equipos de trabajo de la televisión hacen lo que pueden, hasta donde pueden. Con mayor o menor talento, con mayor o menor profesionalidad. Cuba está cambiando, como cambia la vida, y los medios deben cambiar con ella.
Has escrito libros y guiones de programas. ¿Se escribe mejor para uno mismo o para otros?
Amo escribir. Me encanta hacer guiones; me apasiona. Un buen guionista escribe pensando en las voces, en los personajes y en quien los va a interpretar. Ese es el bueno.
Da igual si escribes para ti misma o para varios actores o locutores. Se deben conocer las características de los personajes, las cadencias de quien va a interpretar. Primero hay que investigar, leer, buscar, y luego llevar todo ese material a diálogos. Escribir cuentos o narrativa ya es otra cosa, son técnicas diferentes. En verdad, siempre se escribe para otros.
¿Ser madre te hizo cambiar tu orden de prioridades?
Sí, ser madre es lo primero. Aprender a llevarlo todo junto fue difícil, pero la maternidad también me ayudó muchísimo. Más allá de las dificultades por las que pueda pasar una madre, mi hija me dio muchas ideas y luces para escribir en mis programas infantiles. Estuve muy cerca de la infancia a través de ella.
¿Has logrado transmitirle tus pasiones artísticas a tu hija?
Ella tiene un sentido crítico hacia el producto artístico que es increíble. A veces me sorprende su visión. No se dedica al arte y creo que la culpa es mía, porque la saturé. Tiene una excelente voz, actúa muy bien desde niña, pero ya de grande no quiere dedicarse a esto. Mi mejor crítica en lo que hago es ella.
¿Te ha tocado decir que no a muchas cosas?
Claro. También he tenido que renunciar a cosas importantes de mi vida, tanto en el ámbito artístico, como en el personal, como le pasa a todos, supongo.
¿Hay alguna característica tuya que pocos conocen o que el público no haya notado?
Bueno, cuando se tiene vida pública todo está expuesto. Aún soy un poco miedosa y tímida. Me pongo nerviosa en cada presentación, aunque la gente no lo percibe.
¿Los momentos difíciles son una puerta para las grandes oportunidades?
Indiscutiblemente. Te obligan a analizar, a sobreponerte, a reinventarte; son una oportunidad para enfocarte en quién eres y en qué quieres.
No te vemos muy activa en las redes sociales. ¿Esto ha sido un obstáculo para que más personas conecten con tu trabajo?
Estoy reactivando ese tema. Para mí, estos canales deben tener contenido, deben poder decirte algo y transmitir un mensaje a los demás. He pasado un tiempo reorganizando mi vida y también aprendiendo de tecnología, internet y redes sociales. Es una tarea que tengo pendiente.
Creaste en Cuba la Compañía de teatro Sueños para contar y te desempeñas actualmente como instructora de artes escénicas. ¿La escena forja a grandes guerreras?
Dejar por un tiempo a mis niños de Sueños para contar ha sido de las cosas difíciles que he hecho en estos tiempos. Me gusta enseñar y los extraño mucho. Acá en Montevideo, Uruguay, he logrado continuar con mi labor de impartir talleres para niños. También doy clases de teatro, actuación, y locución para adultos.
Adoro cuando veo un buen resultado en la escena. Lleva un gran esfuerzo, pero una vez que cada uno de mis alumnos lo logra, entonces siento que lo he logrado yo también. La escena te obliga a ser firme, fuerte.
¿Hacer teatro es algo más romántico que rentable?
El teatro ha sido siempre así, tiene un pago más espiritual que monetario, pero por un aplauso sentido, y por el proceso de ganárselo, vale la pena.
¿El mundo artístico no es tan bonito como parece?
No lo es, pero esa respuesta tiene matices. Si te toca lidiar con personas creativas, abiertas, colaborativas, bien, pero no siempre es así. A veces hay que sortear muchos escollos profesionales y personales.
Mi mamá, Zady Flor, me dijo una vez: “Puedes llegar muy rápido a la cima, tú eliges por cuál puerta: por la grande, la cual lleva esfuerzo, llanto, preparación y talento, o por la pequeña; es más rápido, pero tendrás que arrastrarte como las serpientes”. Elegí la grande, por supuesto, y me costó más tiempo, pero llegué con la frente en alto.
¿En qué rol (locutora, actriz, escritora, instructora de artes escénicas o promotora cultural) te sientes más segura?
En todos ellos siempre me siento un poco nerviosa, pero segura.
¿Ser una artista polivalente te hace sentir más certezas que incertidumbres?
Ser versátil me trae certezas, eso seguro. En términos prácticos, la versatilidad te permite optar por otros trabajos cuando no lo tienes en un rol concreto. Eso es una ventaja, la verdad, y tengo que agradecer por ello a mi mamá, a mi formación, a mi deseo de aprender y de atreverme, y también a los momentos difíciles que me hicieron crecer y encontrar otras habilidades y pasiones. También a los directores que vieron en mí otra posibilidad y la sacaron a flote.
Creo que cada persona, artista o no, viene al mundo con varios talentos, habilidades, solo hay que buscarlos, encontrarlos y desarrollarlos.
¿Qué te han enseñado los años fuera de Cuba?
La vida me ha dado la posibilidad de estar, trabajar, visitar y vivir en varios países. Cada viaje es una experiencia de crecimiento y aprendizaje. Mirar la Patria desde lejos es difícil, que no quepa la menor duda. Vivir fuera de Cuba nos crea una percepción diferente; lo que no cambia nunca es ese amor por ella, por rl malecón, los amigos, la familia, el agua salada de nuestro mar Caribe.
Los cubanos, todos, desde fuera sufrimos, admiramos y amamos Cuba. Son las raíces. Regresamos siempre a ellas.