A Gerardo Chijona no le importa ser absoluto: con perdón del resto, para él Reynaldo Miravalles es el mejor actor cubano vivo. Por eso dirigirlo en Esther en alguna parte fue un regalo después de la paliza que representó filmar Boleto al Paraíso con actores jóvenes y sin experiencia. Quizás para compensar tanto desgaste, la vida lo premió con un proyecto donde, además de Miravalles, tuvo a sus órdenes a una constelación, con Daysi Granados, Enrique Molina, Verónica Lynn, Alicia Bustamante, Paula Alí y Eslinda Núñez…
Chijona recibió a OnCuba en la terraza de su casa, en pleno Vedado. El pretexto fue el inminente estreno de Esther…, una peculiar película sobre una amistad improbable entre un adusto viudo (Miravalles) y un tarambana venido a menos (Molina), que de cierta manera reflejan la inmensa amistad que existió entre el propio Chijona y el autor de la novela que inspiró el filme, el difunto Eliseo Alberto “Lichi” Diego.
Entre sorbos de un café fuerte, el director de clásicos como Adorables mentiras lamentó que la muerte impidiera a Lichi ver el fruto del proyecto que ambos soñaron y llevaron adelante contra todo prejuicio. Porque desde el comienzo, tuvieron claro que querían a Miravalles para el papel de Lino Catalá, sin importar que hace años viviera en Miami…
¿Por qué Reynaldo Miravalles?
Cuando empezamos a soñar la película, lo que ahora es un comodín entonces era un problema: primero filmar una novela de Lichi, con sus particularidades en México, y con Miravalles, que siempre fue parte del paquete. Desde que Lichi sacó la novela en 2005, siempre pensamos en él. Nos preocupaba cuándo haríamos la película, y qué edad tendría Reynaldo para entonces. Acaba de cumplir 90 años en enero, y afortunadamente llegamos a tiempo.
Paradójicamente, porque la vida es así de terrible, el que murió fue Lichi. Para mi es muy duro porque no la podrá ver, como tampoco su hermano Rapi, otro que insistió en llevar adelante el proyecto. Miravalles siempre estuvo dispuesto, pero al principio tenía inseguridades, porque a su edad la memoria falla. De hecho, cuando le di la primera versión del guión me dijo que no, que él no podía retener tanto diálogo. Le dije que el guión estaba en proceso aún, y cuando volví a Miami con la versión definitiva, él aceptó.
¿Cómo fue dirigirlo?
Nunca había coincidido con Miravalles en un set, ni siquiera en mi época de asistente de dirección, pero conocía su personalidad porque Rapi había hecho dos películas con él… Es un peso pesado, con mucha experiencia. Para mí, con todo el respeto al resto, es el mejor actor vivo de radio y televisión en Cuba. Es muy seguro, va a lo suyo, es fuerte defendiendo su personaje, tan fuerte que a veces quiere que su contraparte lo haga como él quiere… A medida que empezamos a ensayar y a definir nuestras posiciones, yo director, él actor, fue una maravilla trabajar con él… Le hicimos un plan de trabajo que lo ayudara, rodando de día principalmente, en apenas seis semanas…
¿Cómo lo notó a él?
Él estaba como muchacho con zapato nuevo, porque este es su país… Él soñaba con volver, se sintió muy arropado, muy mimado por todos. Para el equipo técnico y los actores era un lujo compartir set con él… Además, Molina fue una excelente contraparte, por su amistad y su profesionalidad… A Reinaldo se le iba la letra, y a veces se la poníamos para que leyera, pero como él es un extra-clase, tú ni te enteras. Tiene un bagaje profesional extraordinario, nadie sabe poner las caras que él pone, son inigualables… No he visto a nadie que exprese tanto con el rostro como él. Por eso la película tiene tantos primeros planos, porque cuando tienes un actor que expresa tanto con los silencios, tienes que verle la cara…
¿Cómo fue el trabajo con el resto de los actores?
Fue un regalo, fue una fiesta para todos. Me sentí muy cómodo dirigiendo a actores de tanta experiencia, incluso más que yo. Cuando uno tiene actores con esas horas de vuelo, te basta con darles el guión, y discutir con ellos la historia, el recorrido del personaje, sus características, su psicología, sus motivaciones, para que enseguida sepan de dónde vienen y hacia dónde van sus personajes… Después del trabajo de mesa, los ensayos son menos intensos… Boleto al Paraíso fue un rodaje, pero también un taller. Me sentí realmente muy cómodo esta vez, dirigiendo a este Dream Team …
¿Qué te enamoró de este proyecto?
Lichi, Rapi y yo fuimos amigos por más de 40 años: fue amistad a primera vista. Desde que Lichi se apareció con el primer manuscrito de la novela, comenzamos a soñar cómo filmarla. Yo filmando la película y dirigiendo a esos actores, sobre todo a Enrique y a Miravalles, que se hacen amigos por el camino, siendo dos personajes que son como aceite y vinagre. De alguna manera me veía a mí con ellos, nuestra vida personal, y la novela tiene cosas que ver con nosotros.
¿Cuáles fueron las ventajas de filmar con tecnología digital?
De entrada, que no me limité con la cantidad de material. Ahora en Esther…, como teníamos a Miravalles y se iba, el rodaje tenía que ser más rápido, y por primera vez tuve dos cámaras en un set, iba mucho más rápido, revisaba enseguida el material, y la editora (Miriam Talavera) iba montando la película mientras yo rodaba.
¿Cuáles son los temas que prefiere tocar?
En todo mi cine, independientemente del tono, intento tratar la condición humana, los seres humanos con sus virtudes y defectos, sus aspiraciones y frustraciones, sus zonas de luz y de sombra. De alguna manera trato de reflejar los fantasmas que tengo en la cabeza: la gente tímida como yo intenta sacar así todos sus demonios.
¿No le preocupa que la película no guste?
Las películas no pueden ser cárceles. Es impredecible. A veces uno piensa que tiene tronco de película, y es un desastre. El listón lo ponen los demás. Eso sí, esta película será cualquier cosa menos aburrida