Fotos: Elio Miranda
El agua cubre aproximadamente el 70% de la superficie terrestre, formando los océanos, mares, ríos, lagos y corrientes subterráneas. El agua representa entre el 50 y 60% del cuerpo humano y tal es su importancia que para sobrevivir se necesita beber, cuando menos, un par de litros diarios. ¿Cómo no entender a cabalidad su inveterada presencia en el arte?
Desde que el hombre es hombre ha perpetuado mediante la representación artística aquello que le rodea y que le resulta esencial para el mantenimiento de la vida: los animales, la vegetación, el cosmos, la tierra misma y, por supuesto, el agua que sobre su corteza fluye. En esa tradición se enmarca la muestra Agua …lo Masculino y lo Femenino, a disposición del público en el Museo Nacional de Bellas Artes (Edificio de Arte Cubano) entre los días 11 de octubre y 11 de noviembre del presente año.
Agua intenta ir más allá de la mera exposición fotográfica (de ahí el calificativo que sus protagonistas le endosan: expo-instalación), integrada por una selección de obras impresas de doce importantes artistas contemporáneos —Mario Díaz, Humberto Mayol, Jorge Luis Álvarez Pupo, Lissette Solórzano, Pedro Abascal, Raúl Cañibano, Roberto Salas, Juan Carlos Alom, Julio Larramendi, Leysis Quesada, Arien Chang y el dueto compuesto por Liudmila y Nelson—, las que pueden ser apreciadas a la manera tradicional, es decir, cubriendo las paredes de la sala transitoria del museo.
Las piezas se complementan con una banda audiovisual que fue proyectada durante la inauguración y recogida, además, en un DVD multimedial que suple la ausencia del habitual catálogo. Dicha banda incluye material de los pintores italianos Angelo Colagrossi y Mauro Magni, así como del nacional Ángel Francisco Manzanet, conjuntamente con los fotógrafos Juan Miguel Morales (catalán) y Elio Miranda (de Cuba), quienes con sus personales poéticas ensayan una mirada al universo insondable de las aguas.
Un tercer elemento viene a redondear la muestra y a justificar indubitadamente su carácter instalativo: los aguamaniles de Raciel Feria (ceramista) y las aguas coloniales de Yanelda Mendoza (alquimista principal de la perfumería Habana 1791), que ofrecen una suerte de enfoque alternativo en relación con los usos que ha tenido (y tiene) el preciado líquido en la sociedad humana a lo largo de los siglos.
Acerca de las fotos expuestas habría que elogiar, ante todo, una versatilidad estilística que las hace transitar, desde la instantánea en blanco y negro —con toda probabilidad fotografía húmeda— de un maestro como Raúl Cañibano, hasta la experimentación conceptual de Roberto Salas o de Liudmila y Nelson, quienes, a partir de la manipulación digital, se inventan una manera propia de captar, digerir y devolver el entorno que les envuelve y su primordial conexión con la temática elegida.
Por su parte, la banda audiovisual dota a Agua de un dinamismo pocas veces presente en una exposición de artes plásticas (concebida como la simple colocación de las piezas en el área correspondiente). La imagen sonora en movimiento no sustituye a la estática sino que la prolonga, situándola a alturas ni siquiera soñadas hace tan solo unas décadas.
A un último acierto de Agua voy a referirme: al catálogo interactivo, realizado en lo fundamental por Lizette Vila y Humberto Mayol, con la intervención de un grupo numeroso de artistas y colaboradores. El DVD de marras reúne imágenes —las ya mencionadas, así como extensas galerías de cada uno de los participantes—, videos y fichas actualizadas de los autores, a las que se añaden textos críticos y entrevistas efectuadas en varios momentos. Cuenta el disco además con un trabajo introductorio firmado por Hilda María Rodríguez, curadora, crítica de arte, artista y profesora del Departamento de Historia del Arte de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana.
La cita con Agua en el Museo Nacional de Bellas Artes puede constituir una experiencia edificante, no solamente desde el punto de vista estético (si bien resulta válido el disfrute del arte por el arte). Sin descontar sus valores artísticos, este encuentro con la génesis de la vida debe asumirse —como se expresa en la contracubierta del catálogo— “como una función inteligente de cooperación y de alianza…”.