Los cubanos que fueron a descansar para entrarles fresquitos a las peleas finales de Mijaín López y Luis Alberto Orta en la lucha greco de Tokio, se van a llevar una sorpresa mayúscula cuando se levanten y vean otra presea de plata en el medallero general de la Isla caribeña en los Juegos de la XXXII Olimpiada.
“Esto es un error”, dirán algunos, incrédulos, hasta que caigan desde lo alto y se percaten de que Leuris Pupo –el pistolero que entrena sin balas– afinó la puntería y no paró hasta convertirse en el único cubano y latino con dos preseas olímpicas en la historia del tiro deportivo.
En otra prueba vibrante que hizo recordar por momentos aquel glorioso episodio dorado de Londres 2012, Pupo cargó su arma, controló el pulso y la respiración, visualizó los objetivos y, con su casta de campeón, logró dar en la diana en 29 oportunidades durante la discusión de las medallas en la pistola rápida a 25 metros.
El estelar holguinero, monarca hace nueve años en Londres, se había colado en silencio hasta la final, con un trabajado quinto lugar en la clasificación general. En esa instancia, dominada por el alemán Christian Reitz con 587 unidades, Pupo terminó con 583, ligeramente por delante de la línea divisoria de 582 con que cerró el último invitado a las tiradas finales.
Pero en la discusión de medallas la historia se escribe desde cero, y ahí el antillano se puso en modo olímpico con dos rondas perfectas y otras dos de cuatro unidades. Ese rendimiento le permitió evadir una y otra vez la eliminación y, por ende, acercarse al podio.
Mientras Pupo tiraba, sólido, caían poco a poco el chino Junmin Lin, el alemán Reitz y el sudcoreano Daeyoon Han. Despejadas todas esas variables y el podio definido con el también chino Yuehong Li, el cubano y el francés Jean Quiquampoix, solo era cuestión de ordenarse.
A la postre, el galo sacó la mejor parte y terminó con registro de 34 dianas, igualando el récord olímpico impuesto por el propio Pupo en Londres. El cubano no estuvo fino en las dos últimas ronda, sin embargo, le alcanzó para marcar diferencias con Li.
“Estaba tranquilo, al inicio sentí algo de tensión y ya después fueron fluyendo las cosas. Creo que pude tirar mejor, pero salió la medalla de plata, que es un buen resultado”, dijo Pupo en breves declaraciones a la prensa.
Este es una de las historias de superación y constancia más admirables del deporte cubano, porque los tiradores de la Isla sufren como nadie el pobre rodaje competitivo y unas condiciones de entrenamiento precarias, sin balas, sin pistolas y sin un escenario verdaderamente acondicionado para la práctica de alto rendimiento.
Al respecto, Pupo se mostró agradecido con todas las personas que los han ayudado a avanzar tanto pese a las limitaciones: “Esta es la compensación por el sacrificio que hacemos a diario y es un sueño hecho realidad”.