Arley Méndez (San Cristóbal, 1993) tiene un enorme tatuaje en el brazo izquierdo; lo componen varias figuras extrañas. No hace mucho se “marcó” también en el pecho con otro dibujo raro. Por su complexión física y esos diseños extravagantes, algunos lo comparan con el actor y luchador profesional Dwayne Jhonson, “La Roca”.
Ciertamente, Arley es una mole, un escaparate de músculos. Durante casi 20 años de lucha permanente con los hierros ha moldeado su cuerpo como un dios griego, hasta convertirse en múltiple campeón mundial de levantamiento de pesas.
Pinareño de corazón, Méndez ha escalado a la cima de la halterofilia lejos de su bandera y de su gente. Se fue de la Isla en el 2013, en teoría, para competir en un evento en Santiago de Chile, aunque antes de montarse en el avión ya tenía claro que no iba a regresar.
Desde aquella noche en que salió caminando para marcharse con un amigo, Arley ha atravesado un camino complejo. Antes de cumplir 20 años, vivió ilegal en Chile, alternó entrenamientos con el trabajo en una panadería y como guardia de seguridad en un hotel, lidió con el frío chileno, con los temblores de tierra…
“Tomar la decisión de quedarme fue muy difícil, tenía solo 19 años, pero estaba decidido. En Cuba, todavía no entiendo por qué, me habían negado la posibilidad de una beca olímpica otorgada por la Federación Internacional, y eso me incitó a buscar nuevos horizontes, a pelear por mis sueños en otro lugar”, cuenta Méndez a Oncuba en un diálogo digital que, por instantes, le permite rescatar sus historias en la Isla.
Vivir lejos de Cuba durante cinco años ha sido un reto tremendo. En todo ese tiempo, no ha visto más a su madre, Isabel, ni a su hermano, Alexis. Ellos no conocen a su esposa, la también pesista Antonieta Galleguillos, ni a su pequeño hijo Alexis Andrei, quien se llama así “por mi hermano y por Andrei Rybakou, un pesista bielorruso que es un animal en el arranque”.
El padre de Arley murió el pasado año a causa de una insuficiencia cardíaca, solo una semana después de su título del orbe en el Mundial de Anaheim, California. Se vieron por última vez en el 2013, cuando Aledio acompañó a su hijo al ómnibus que lo llevaría rumbo a La Habana para después partir a una competencia en Chile.
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La selección cubana de levantamiento de pesas no gana un oro mundial desde el 2007, cuando Sergio Álvarez y Yoandris Hernández se llevaron los títulos del envión en la cita de Chiang Mai, Tailandia.
Han pasado 11 temporadas de sequía dorada para una de las disciplinas de mayor tradición en la Isla, que cuenta, incluso, con campeones olímpicos de la talla de Daniel Núñez y Pablo Lara.
No obstante, Cuba puede presumir en la actualidad de un múltiple monarca del orbe gracias a Arley Méndez, quien se ha consolidado, bajo la bandera chilena, entre los mejores halteristas del planeta desde el 2017.
Su explosión llegó el pasado año en Estados Unidos, donde derrotó a Kianoush Rostami, referente del levantamiento de pesas en la última década. Titular olímpico y doble campeón mundial, el iraní vio como Arley arrasaba en arranque (175 kilógramos), envión (203) y biatlón (378).
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“El triunfo contra Rostami fue muy importante, en primer lugar, porque todo deportista aspira a ser campeón mundial, y si logras llegar a esa meta derrotando a un rival tan duro, pues entonces la victoria tiene mucho más valor”, precisa el antillano.
“Aquello fue un premio luego de tanto sacrificio y dedicación. Cuando competía por Cuba ya había sido subtitular mundial en la categoría juvenil, pero yo quería más. Me quedé con eso por dentro y seguí dándole duro a la palanqueta hasta que salió el oro en Anaheim”, apunta.
Ese éxito selló un 2017 de ensueño para Arley, al punto de ser nominado por la Federación Internacional entre los mejores pesistas de la temporada. Mucho incidieron en esas sonrisas el trabajo del preparador búlgaro Georgi Panchev, quien lo hizo crecer y coronarse en los Bolivarianos de Santa Marta, el Panamericano de Santo Domingo, los Suramericanos de Cochabamba y el Mundial de California.
“Panchev ha sido como un padre para mí. Siempre me ha apoyado y nunca me ha dado la espalda. Él ayudó en mi nacionalización y desde que empezamos a trabajar juntos he crecido muchísimo”, señala Méndez.
Sin embargo, los éxitos no despejaron el camino del cubano, a quien le retiraron las tres medallas de los Juegos Bolivarianos tras un reclamo de la comitiva venezolana, la cual alegó que el atleta no había cumplido el plazo de tres años que se le exige a los nacionalizados para representar a su nueva nación.
“Era mi primer evento en mucho tiempo y, después de ganar, no me imaginé que podía venir algo así. Fue un momento triste, aunque después todo se solucionó al otorgarme el Senado chileno la nacionalidad por gracia. En ese trayecto influyó mucho el apoyo de mi familia y mis amigos en Cuba; ellos sabían cuánto me había sacrificado para volver a competir”.
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Arley Méndez no podrá regresar a Cuba hasta el 2021. Así lo estipulan las regulaciones del gobierno de la Isla, que impiden a los atletas que hayan abandonado delegaciones deportivas volver al país en un plazo de ocho años.
“Yo me siento un chileno más, pero Cuba siempre tendrá un lugar en mi vida. Allá jugué pelota de niño, como casi todo el mundo, pero era muy chiquito y mi hermano Alexis, que ha trabajado en el béisbol por mucho tiempo, me quitó la idea y me presentó un especialista de pesas. Ahí arrancó todo”, recuerda el antillano, a quien lo ha marcado la distancia con su tierra.
“El levantamiento de pesas es un deporte muy complicado. Eres tú contra el hierro, y ese nunca se afloja, los discos siempre pesan lo mismo y hay que entrenar duro duro. Por eso, para mí fue muy difícil llegar a un país que no conocía, extraño, y enfrentarme solo a múltiples dificultades.
“Pero me ayudó la perseverancia y los deseos de triunfar que tenemos los cubanos, sobre todo en el ámbito profesional. Por ejemplo, cuando llegué, me encontré con nuevas formas de preparación y no me costó tanto adaptarme, porque tenía una base sólida que me permitió ajustarme a otros sistemas de entrenamiento”, explica.
Así, paso a paso, Arley fue saliendo de las sombras, comenzó a levantar más y más peso, se estabilizó. La BBC lo incluyó entre los atletas latinoamericanos de mayor impacto en el 2017 y en Chile, el Círculo de Periodistas Deportivos le otorgó el Cóndor de Oro como el mejor de los mejores de la nación en la campaña.
Por cierto, esta distinción levantó también suscitó polémicas, porque el ex velocista Sebastián Keitel –ahora inmerso en el mundo de la política– expresó en Twitter que para optar a esos premios los nacionalizados debían llevar compitiendo al menos tres o cinco años por Chile.
Pero Arley ni siquiera tuvo que responder. Inmediatamente le salieron miles de defensores, entre ellos el ilustre Claudio Bravo, capitán de la selección chilena de fútbol, quien dijo que el cubano, independientemente de su lugar de nacimiento, merecía respeto por representar a Chile con valor y compromiso.
¿Qué más se podía pedir? Arley había llegado a la categoría de héroe.
“Más que un héroe, yo diría que en Chile me ven como un ejemplo a seguir, porque nunca habían obtenido resultados de nivel mundial en este deporte. Lo más gratificante es que esas medallas han servido para motivar a decenas de niños que ahora practican el levantamiento de pesas”, dice, orgulloso.
Arley no se detiene. Ya en el 2018, ganó el Panamericano de Santo Domingo, los Suramericanos de Cochabamba y el oro en el arranque del Mundial de Ashgabat, Turkmenistán, el cuarto de su carrera.
“Tuve una lesión que me impidió rendir un poco mejor, pero si sigo preparándome fuerte puedo luchar por meterme en el podio olímpico. Mi objetivo es mantenerme en la elite mundial y llegar bien a Tokio 2020. Creo que voy por buen camino”.
¿Qué sientes al no obtener estos vistiendo el traje de Cuba?, –le pregunto–.
“Por encima de todo, me siento agradecido, porque en Cuba me formé como atleta. Allá me dieron todas las herramientas para que yo fuese alguien en la vida, y creo que lo estoy logrando.
“Con Cuba yo gané Panamericanos, fui subcampeón mundial juvenil, éxitos que me hicieron muy feliz. Ahora las sensaciones son diferentes, pero no pienso en eso, estoy enfocado en dar todo por Chile y en seguir obteniendo títulos en el deporte que más amo”.