Un centímetro es la longitud de la tabla de saltos, ese rectángulo blanco que antecede a la plastilina y que puede ser el último impulso para desvanecerse en el aire hacia algo más sólido que la arena.
Fue eso lo que convirtió a Joan Lino Martínez en el primer medallista olímpico cubano bajo los colores de otra bandera. El 26 de agosto de 2004, en Atenas, el habanero vestía el amarillo y rojo de España y en su segundo intento se estiraba hasta los 8.32 metros: marca personal y medalla de bronce, por delante del jamaicano James Beckford y su 8.31.
Cuatro años antes, por un centímetro no estuvo Lino en Sidney, pues esa puede ser tanto la medida de la felicidad como de la maldad. Tenía pretensiones de vivir en la península ibérica por haberse enamorado durante la gira del equipo Cuba de atletismo en 1999, en Guadalajara, razón por la que fue apartado de la delegación de la cita estival. En noviembre de 2000 partiría rumbo a España de manera definitiva. Un salto de bronce.
Pero ese centímetro se haría casi infinito para dos de sus colegas. El verde césped aparece ahora en el uniforme, intenso. Como el rojo, un tono más oscuro. En el torso, el dorsal blanco sigue poniendo “Allen”; en el pecho el águila aprieta la serpiente. Once segundos y 42 centésimas después, Liliana queda quinta en el primer heat clasificatorio. Corre por México, y también por Cuba. Es el 24 de agosto de 2004 y en la pista de Atenas Liliana Allen, la mejor velocista criolla de la historia, se convierte en la primera atleta de la isla que compite por otro país.
La corredora de los relevos cortos cubanos fue una de las integrantes de estafeta larga mexicana en esa cita, donde se quedaron en primera ronda. En el plano individual, la holguinera avanzó hasta semifinales, donde registró crono de 11.42 segundos. Con 11.09 es la recordista nacional de ese país. Por Cuba lo fue por más de 30 años hasta que, en 2023, Yunisleidy García la destronó.
Este escenario, en otro continente, pudo haber ocurrido cuatro años antes, pero la Federación Cubana de atletismo prohibió que Allen defendiera los colores de México en Sidney.
En una nota de prensa publicada en varios medios extranjeros en el verano del año 2000 aparecían declaraciones de Alberto Juantorena donde este explicaba que Cuba se acogía a la norma 46 de la carta olímpica, pues “Allen, Niurka Montalvo o el waterpolista Iván Pérez se habían nacionalizado por conveniencia”. La norma 46 de la Carta Olímpica establece que un atleta que desee competir por su nueva nación en Juegos deberá tener como mínimo tres años de haber obtenido la naturalización, de lo contrario requeriría del aval de su país de origen.
Liliana Allen se había casado con un ciudadano mexicano y obtenido la nacionalidad en 1998, por lo que su destino aún estaba en manos de los federativos cubanos. Luego de participar en Barcelona y Atlanta (último gran torneo con la Mayor de las Antillas) recibía el castigo de no poder ir a sus terceros Juegos. Decisión cruel, pues en aquel contexto un atleta no podía vivir fuera de la isla, o tener intenciones de irse, y seguir representándola.
Algo parecido sucedió con Niurka, la saltadora de longitud que en el mismo año 98 había marchado para España y ya en Sevilla 1999 era la campeona mundial, luego de derrotar en una polémica final a su archirrival, la italiana Fiona May. Llegaría a Sidney como una de las favoritas al título, pero lo que nunca llegó fue su salvoconducto. La Montalvo pudo desembarcar en Atenas, pero tras el bronce de Edmonton 2001, no era ya la misma y se fue sin marca en la ronda clasificatoria. Eran sus segundos Juegos, tras debutar en Atlanta 1996 con Cuba.
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Pero fue el triple, y no el largo, el salto que acaparó la mayor cantidad de cubanos luchando por otro escudo en la capital griega. En este caso, cubanas. La menos conocida fue la cubanoamericana Yuliana Pérez, quien representó a Estados Unidos en el torneo. Había nacido en Tucson, Arizona, en 1981, hija de emigrantes cubanos. Con solo 3 años su madre falleció a causa de una bala perdida en un tiroteo en su vecindario. Con un padre en paradero desconocido, fue enviada a un orfanato hasta que su familia paterna reclamó que la enviaran a La Habana.
En 1997 ya era subcampeona panamericana junior y en 1999 tenía una marca de 13.78. Por no querer renunciar a su ciudadanía estadounidense fue separada del equipo nacional ese mismo año. Mientras se desarrollaba Sidney 2000, Yuliana trataba de gestionar un viaje de vuelta a su país natal, que pudo lograr a través de la embajada de Suiza en La Habana.
En Estados Unidos, mientras trabajaba de camarera, el azar concurrente propició que mediante un taxista conociera a un entrenador de atletismo. A pesar de llevar meses de inactividad, obtuvo una beca en una universidad de Arizona y en 2002 alcanzó el segundo lugar en el Campeonato Nacional del país norteño con 14.19 metros, su marca personal de entonces. Después fue subcampeona de los Juegos Panamericanos de Santo Domingo 2003 y para Atenas 2004 arribó con registro de 14.23 que no pudo repetir y terminó en un discreto lugar 28.
Quienes sí llegaron a la discusión de medallas en la capital griega fueron Yamilé Aldama y Magdelin Martínez, compitiendo por Sudán e Italia, respectivamente. Por la isla, Aldama se fue sin marca en su debut en Atlanta 1996, pero en Sidney 2000 se había estirado hasta el cuarto lugar. Casada con un irlandés en 2001, en Atenas llegaría al quinto puesto, con un registro de 14.99, plaza que repetiría ocho años después en Londres 2012 con el escudo de Gran Bretaña. Mientras, Magdelin Martínez quedaba séptima, con un 14.85, en lo que abriría el camino de antillanos representando a la península itálica.
Desde Atenas 2004 hasta los inminentes Juegos de París ha habido al menos un atleta nacido en Cuba compitiendo por España (11) o Italia (5), las grandes naciones de acogida de los hombres y mujeres del campo y pista en la isla y las únicas que ha tenido más de un cubano nacionalizado.
En total, 22 atletas antillanos de 11 pruebas han representado a 9 países distintos desde Atenas 2004 si contamos los ya asegurados para París. Tres continentes: América, África y Europa, botín de 4 medallas (1 oro, 1 plata y 2 bronces) y 13 finales alcanzadas.
El área de saltos es la más destacada, con el triple como la especialidad más representada, con 7 (4 hombres y 3 mujeres), seguido por la longitud, con 3 (2 hombres y 1 mujer, todos con España, casualmente).
En el triple, precisamente, Magdelin Martínez y Yamilé Aldama compitieron por Italia y Sudán, respectivamente, en Beijing 2008, mientras Yargelis Savigne, Mabel Gay y Yarianna Martinez estuvieron con Cuba. Este hecho, 16 años después, se pudiera superar en la rama masculina con las 6 participaciones de cubanos en París 2024, donde tendremos a Lázaro Martínez, Cristian Nápoles y Andy Hechevarría bajo la Federación Cubana, a Pedro Pablo Pichardo con Portugal, Jordán Díaz con España y Andy Díaz con Italia. Todos con posibilidades de final y de medalla.
En Tokio 2020, Pichardo, con su estirón de 17.98 metros, se convirtió en el primer campeón olímpico cubano del triple salto, aunque con los colores de Portugal. Por la Mayor de las Antillas había ido a Río 2016, pero finalmente no compitió, en lo que marcó su salida de la Federación Cubana. Fueron los Juegos en Brasil los que más criollos dispersos por el mundo han tenido, con 9, incluido el habanero Yordanis Durañona con Dominica.
Fue en esa cita donde el artemiseño Orlando Ortega obtuvo la plata en los 110 metros con vallas con España y su 13.17 segundos. Fue la primera presea de ese color para los atletas cubanos transnacionales. En un heat semifinal había quedado Yidiel Contreras, su doble compatriota, pues nació y se formó en Cuba, pero también corría por España.
Esta carrera de Ortega produjo uno de los hechos más recordados en la historia de la relación Cuba-atletas emigrados, cuando el periodista de la televisión nacional Randy Alonso lo calificó como “ex cubano” después que Ortega prefiriera celebrar su triunfo con la bandera española y no con la de la estrella solitaria. Pese a la adopción de otros símbolos, ni aunque él mismo quiera puede ser “ex cubano”, pues la nación es algo más allá de las fronteras físicas de un determinado territorio y de sus símbolos identitarios. El vallista había concluido sexto en Londres 2012 con el equipo Cuba y su participación con la Federación había terminado tras el Mundial al aire libre de Moscú 2013. Aunque se inscribió en Tokio 2020, las lesiones no lo dejaron arrancar, y por esa misma causa ha quedado alejado de sus mejores marcas en los últimos tiempos.
De vuelta a la ciudad brasileña, los cubanos cruzaron las vallas a ritmo de samba. En los 400 metros, Yasmany Copello, hasta entonces desconocido para la afición de la isla, era bronce representando a Turquía, con 47.92 segundos, récord nacional para ese país. Además, se convirtió en el primer cubano y turco con presea en esa especialidad en lides estivales. Dicha marca la rebajaría en Tokio hasta los 47.81, logrando un sexto lugar. Copello, descartado en su momento de la escuela de alto rendimiento de Cuba, regresará a París y se convertirá en el cuarto antillano con tres participaciones olímpicas consecutivas bajo otra bandera.
Pero en esa histórica cita de Río, también se dio otro hecho relevante, protagonizado por la santiaguera Libania Grenot (Italia) en los 400 metros planos. Al correr 50.60 segundos en semifinales se convirtió en la segunda finalista cubana en la vuelta al óvalo después de Aurelia Pentón en Munich 1972. A la postre, Grenot terminó quinta con el relevo largo italiano y séptima en los 400 planos, mejorando sus actuaciones de Beijing y Londres, cuando cayó en semifinales compitiendo por Cuba. Válido destacar que Grenot es la actual recordista transalpina en la prueba.
Siguiendo la huella de los cubanos en Italia, en la cita carioca de 2016 también defendieron los colores de esa nación Yadisleydi Pedroso (400 con vallas) y la ochocentista Yunisleidys Santiusti, ambas eliminadas en semifinales. Pedroso repitió el mismo resultado en Tokio. En París debutará el triplista Andy Díaz por el país transalpino en un gran evento, ya que se cumplen los tres años reglamentarios que la World Athletics establece para que un atleta compita por una nación distinta a la de su origen. Andy fue inscrito oficialmente por la Federación Cubana para Tokio 2020, aunque él declinó asistir.
Antes de dicha baja, otro triplista cubano también renunció a Tokio. Hablamos de Jordan Díaz, quien asistirá ahora a sus primeros Juegos con España luego de proclamarse campeón europeo y lograr la tercera mejor marca de todos los tiempos en la especialidad. Asimismo, irá a sus segundos olímpicos la jabalinista Yulemnis Aguilar, quien se convertirá en la segunda lanzadora cubana que tire el dardo por España en una cita bajo los cinco aros, pues en Londres 2012 Nora Aida Bicet quedaba en el lugar 17, con envío de 57.77 metros. La Bicet, compitiendo por Cuba, había obtenido un séptimo lugar en Atenas 2004.
Y si entre las mujeres solo la jabalina ha aportado atletas del campo a otros países, entre los hombres ocurre lo mismo con el disco. En la escala en Madrid, tras el Campeonato Mundial de Helsinki 2005, Frank Casañas dejó el hotel donde se hospedaba la delegación cubana y se montó en el carro de su esposa, la martillista gallega Loli Pedrares. Para 2008 logró la ciudadanía española y en Beijing, con un tiro de 66.49 metros, alcanzaría un excelente quinto lugar, lo mejor para un cubano desde el bronce de Luis Mariano Delís en Moscú 1980. Con la isla, Casañas no pasó de primera ronda en Sidney y en Atenas.
También en la capital china obtuvo diploma olímpico el saltador Luis Felipe Melis, quien aspiraba a ser el sucesor de Joan Lino Martínez. Casi lo logró al concluir sexto, con brinco de 8.07. En la espectacular final de Sidney 2000, ganada por Iván Pedroso al australiano Taurima, Melis (8.06) fue séptimo con la bandera de Cuba. En ese año realizó un 8.43, la mejor marca de su carrera, que lo posiciona todavía hoy en la tercera cota más alta de la longitud cubana. Por España se estiró hasta los 8.23 en el Europeo de Helsinki 2012, lo que le valió la plata y la clasificación olímpica, pero en Londres cometió tres fouls en su despedida en citas estivales.
En Londres volvía el discóbolo Casañas a una final y el 7 sería el número de su suerte. Río constituyó su despedida olímpica, pero lo haría acompañado de Lois Maikel Martínez, participante junto a él en Atenas 2004: volvían 12 años después al círculo sagrado para girar con otros colores. Ambos tuvieron que conformarse con los 3 disparos de la clasificatoria. Algo que le ocurriría de nuevo a Lois Maikel en Tokio 2020.
Esta carrera desgastante llenas de viajes de idas y vueltas vamos a terminarla señalando la prueba más inesperada en la que ha competido una cubana nacionalizada: la maratón de Beijing 2008. Ahí estuvo Yesenia Centeno. Para lograrlo corrió dos veces un poco más de 40 kilómetros en 15 días en busca del mínimo olímpico. Después de quedarse a un minuto en las calles de Rotterdam, logró la marca clasificatoria sobre el asfalto de Hamburgo, el 27 de abril de 2008. Allí fue cuarta, con crono de 2:31.16 horas y así corrió hasta la capital china, donde terminó en el lugar 45, con 2:36.25, el mejor escaño para una mujer nacida en Cuba.
Con París 2024 tan cerca esperamos que los obstáculos vuelvan a ser leves para Yasmany Copello en su tercera final; que la jabalina avance hasta los 65 metros en el brazo derecho de Yulemnis Aguilar; y que la batalla del triple salto se convierta en un triple podio para Cuba, sin importar los colores que luzcan Pedro Pichardo, Lázaro Martínez, Andy Díaz, Christian Nápoles, Jordan Díaz o Andy Hecheverría. Todo puede ser cuestión de un centímetro. Para estos hombres y mujeres partir fue regresar a lo que habían sido. Esa es la medida de su gloria.