Quince metros de largo miden cinco kayaks en línea, un clásico autobús escolar amarillo, o el letrero de Hollywood sobre la colina del Monte Lee en Los Ángeles, California. Aproximadamente. Quince metros miden también la valía de una saltadora de triple. La atleta que alcance esa marca puede navegar en una fuerte regata, transitar por todas las fronteras terrestres y protagonizar la película que quiera. Y si la alcanza en un Campeonato Mundial, la gloria, que para ellos dura lo que el rebote, el paso, y el salto de la pistilla a la arena, se multiplica. Ya sabemos por cuánto.
Algunos dicen que el triple salto como lo conocemos hoy tiene su origen desde la antigua Grecia, otros que en las tribus celtas de la Edad Media, pero la única certeza es que se instauró en la modernidad con los Juegos Olímpicos de 1896, solo para los hombres. A las mujeres les tocó esperar casi un siglo, hasta que algún tipo decidió que ellas también podían practicar en las grandes competencias una de las disciplinas más técnicas del atletismo. En Stuttgart 1993 cayó por primera vez en los Mundiales el triple salto enorme que venía de muy lejos. De no se sabe exactamente cuándo ni dónde.
Y hubo una rusa (Anna Biryukova) que abrió los 15 metros. Treinta años después, en Budapest 2023, se espera que una cubana los logre. Leyanis Pérez no había nacido cuando se desarrolló esta edición alemana del Mundial, de tan pequeña no pudo ver a la primera cubana que superó la mítica marca en estas lides; a sus 22 y en el segundo campeonato de mayores al aire libre, es la mayor esperanza de la delegación cubana en tierras húngaras de alcanzar una medalla.
El cuarto lugar de Leyanis Pérez en Eugene 2022 es lo mejor por la isla desde la edición de Daegu 2011 en la especialidad, cuando Mabel Gay también quedó a un paso del podio. Su salto de 14.70 metros resultó la mayor marca para Cuba en un Mundial desde el 14.95 que le dio el oro a Yargelis Savigne en Berlín 2009.
Fue Savigne la primera y única cubana que saltó 15 metros en el evento más importante del deporte rey. Era 2007 y traía un 15.09 como mejor registro de la temporada. Pero en el primer intento de la final de Osaka se apareció con un 15.28 para desde ese instante derrotar a la favorita y bicampeona rusa Tatiana Levedeva, quien se quedó en 15.07, tres centímetros por delante de la griega Hrysopi Devetsi. Esta hubiera sido la segunda final de la historia con podio completo sobre la gran marca, pero 10 años después la helénica dio positivo a una sustancia prohibida, por lo que el bronce fue para la eslovena Marija Sestak con 14.72 metros.
El de Yargelis constituyó el salto más grande en una final desde que la ucraniana Inessa Kravetts estuviera contra las cuerdas en Gotemburgo 1995: fouls en sus dos primeros intentos y al borde de la eliminación. Antes de la carrera de impulso para la tercera ronda, recordó la foto que le había regalado días antes Jonathan Edwards, el sorprendente plusmarquista mundial de la categoría masculina. Kravetts aceleró como nunca su paso y en vez de asegurar en la tabla, saltó totalmente al vacío. Y 50 pies adelante se encontró la arena y la espuma. Había llegado hasta 15.50 metros. Le añadió 41 centímetros al récord anterior.
Pero volvamos con Savigne a Japón, doce años después. Su salto de 15.28 para el momento era sexto mejor de la historia. Y aunque la Federación Cubana lo considera récord nacional, en julio de 2003 Yamilé Aldama, quien todavía poseía únicamente la nacionalidad de la isla, se estiró hasta los 15.29 metros en un evento en Roma. Aldama había sido en Sevilla 1999 la primera triplista cubana medallista en un Mundial (plata), justo en la primera final sin saltos de 15 metros. No obstante, la sorprendente griega Paraskeví Tsiamíta se había clasificado con 15.07 para la discusión del título, que ganaría a la postre.
Antes de Aldama, la mejor actuación antillana databa de Stuttgart 1993, cuando una joven Niurka Montalvo (aún compitiendo por Cuba antes de radicarse en España y aún en el triple) perdió el bronce por un centímetro en el último salto de la búlgara Iva Prandscheva. Precisamente, la balcánica sería eclipsada dos años después, en Gotemburgo 1995, por el show de Inessa Kravetts en tierras británicas: quedó en plata con 15.18, el salto más largo que no fue oro en toda la historia de la prueba. Fue la primera y única competencia de la historia con un podio completo de 15 metros, pues la recordista anterior, la rusa, Anna Biryukova, alcanzó los 15.08 y terminó tercera.
Para Berlín 2009, la campeona Savigne impulsó su cuerpo hasta 14.95 para agenciarse su segundo oro consecutivo, prueba donde Mabel Gay saltó de plata. Tras el histórico 1-2 cubano vendría una sequía de medallas en la disciplina que promete acabarse ahora a orillas del Danubio. Fue esa final en Alemania la segunda sin marcas de 15 metros. Después ocurriría lo mismo desde Daegu 2011 hasta Londres 2017. En ese lapso, el 14.94 de la ucraniana Olga Saladuha en Corea fue el salto más largo de medalla de oro.
Todo eso hasta que en Doha 2019 la venezolana Yulimar Rojas voló hasta 15.37, el segundo salto más largo en una final y en ese momento el cuarto de todos los tiempos. Después pasó el record absoluto en Tokio 2020 de 15.67, pero en Eugene la mística de Kravetts se mantuvo intacta y la sudamericana se quedó en 15.47, a tres centímetros de al menos igualarlo.
Yulimar es la primera tricampeona de la especialidad. No creyó en el tres como número fatal, el triple campeonato siempre por delante de la tabla. Le pasó a tres de las más grandes: Tatyana Levedeba, Yargelis Savigne y Caterine Ibarguen, las únicas titulares por partida doble en Mundiales.
En suma, se han disputado 15 finales en la historia de la competición y, hasta la fecha, nueve de ellas han terminado al menos con una competidora con 15 metros. En la lista intentará incluirse en Budapest la cubana Leyanis Pérez, sin descuidar a su compatriota Liadagmis Povea, con registro de 14.85 en el año.
Los veteranos del triple
Quien sí hará historia en la capital húngara, pase lo que pase, será la jamaicana Kimberly Williams, quien se convertirá en la primera triplista con ocho apariciones en Mundiales y ya es la única en haber alcanzado 6 finales. Además, es la única sobreviviente de Berlín 2009 entre todas las mujeres que participarán.
En la capital alemana fue donde el cubano Alexis Copello, en el último intento, le arrebató el bronce al bahamés Leevan Sands: 17.36 metros, solo cuatro centímetros de diferencia lo subieron al podio. Y por tres no repitió presea en Daegu 2011. Esa fue la última edición mundialista en la que Copello compitió por la Federación Cubana. En Londres 2017 y Doha 2019 lo hizo bajo los colores de Azerbaiyán. Después de ausentarse de Eugene, reaparecerá en Budapest con 38 años, en la que puede ser su despedida. En la delegación antillana de este Mundial la más experimentada es la ochocentista Rose Mary Almanza, quien no se pierde una lid desde que debutara en Moscú 2013.
Alexis se convertirá en el triplista antillano con más edad en competir en la máxima instancia del deporte rey, aunque sea por la bandera de un país europeo. Asimismo, es el único medallista de Berlín 2009 de las pruebas de campo que volverá a intentar la proeza en la capital húngara. En la pista repite solo el corredor de 200 metros panameño Alonso Edward, plata en la histórica final de Usain Bolt.
No quedan viejos campeones, pero sí hombres incansables. Al lado de Copello será presentado el griego Dimitrios Tsiamis, recordista nacional en tierras helénicas (17.55) y el único atleta con una carrera de impulso tan distante como Osaka 2007. Tsiamis nació el 12 de enero de 1982 en Karditsa, ciudad de Tesalia, región que fue habitada por el hombre desde el 9000 antes de Cristo. Desde esa fecha le parecerá, a los actuales aspirantes a medalla, que viene saltando el pequeño Dimitros. Podría ser el padre de algunos.
En la justa de Japón ocupó el lugar 12 y su mejor resultado lo obtuvo Moscú 2013 al quedar décimo (16.66 metros). Antes que él, solo sus compatriotas Hristos Meletoglou (séptimo en Atenas 1997 y París 2003) y Kónstantínos Zalagítis (12 en Edmonton 2001) habían podido incluirse en una final. Tsiamis también fue octavo en la justa universal bajo techo de Moscú 2006 y bronce en el europeo de Berlín 2018.
No participaba en un mundial desde Londres 2017 y desde 2013 no salta 17 metros. Apenas cuenta con un 16.42 esta temporada. A sus 41 años, cuando ataque la tabla en el Estadio del Centro Atlético, vivirá su quinto gran campeonato al aire libre. Tsiamis superará como el más longevo triplista en Mundiales al alemán Charles Friedek, quien con 37 participó en Berlín 2009. Y será el más veterano entre hombres y mujeres en el triple, distinción que ostenta en el femenino la cubana Yamilé Aldama cuando en Daegu 2011 compitió por Gran Bretaña con 39 años. Igualmente ella es la finalista de más edad cuando se incluyó entre las mejores 8 en esa edición del Mundial.
Además, el griego se convertirá en el hombre más viejo en cualquier prueba de salto en toda la historia de estos torneos. En Budapest lo superará en cuanto a edad el marchista de 20km portugués Joao Vieira nacido en 1976, quien camina desde Sevilla 1999; y el maratonista brasileño Paulo Roberto Paula (1979).
Dimitros compite desde antes que se inaugurara el museo arqueológico de su ciudad. Quizá en 2000 años entre las estatuillas del templo de Asclepio de Cíero, cerca de una cabeza de Dioniso, o de una cabeza de caballo; por la estatua de bronce de Apolo, entre figurillas procedentes de un santuario de Ortos, tal vez junto a los ajuares funerarios de las tumbas de Argetia se exhiba una camiseta de malla azul marino. El último resto de un salto de Tsiamis.