Si le digo que cinco de los doce finalistas del triple salto en el Mundial de Londres habían nacido en Cuba, posiblemente usted hará una mueca de incredulidad o asombro. ¿Cinco? ¿Casi la mitad?
Y si añado que el mejor triplista cubano del momento no pudo competir allá por razones reglamentarias de la IAAF, entonces quedarán abiertas las interrogantes: ¿Pudieron ser incluso seis? ¿Será que estamos en condiciones de pelear con los Estados Unidos por la designación de “paraíso universal” de esta especialidad?
Sucedió que a la etapa crucial del campeonato concurrieron los jovencitos Cristian Nápoles, Andy Díaz y Lázaro Martínez, junto al semidesconocido –pero también hijo de la Mayor de las Antillas– Yordanys Durañona, quien compite hace algún tiempo por el pabellón de Dominica; y el veterano Alexis Copello, que ahora se desempeña para Azerbaiján pero antes vistió la camiseta insular y fue bronce en Berlín 2009 y cuarto en Daegu 2011.
Súmele a ellos el nombre de Pedro Pablo Pichardo, plateado en las dos ediciones mundialistas más recientes, que ahora se vio inhabilitado de participar debido a que no ha recibido el permiso de la Federación Internacional para lidiar bajo una bandera diferente a la de Cuba.
Finalmente, el jovencito Nápoles ancló en un peleado cuarto puesto con el mismo registro de su coterráneo Copello (17.16), pero lo hizo dos veces mientras el ahora azerí quedó 10 centímetros por detrás en su segundo mejor salto para terminar quinto.
Andy Díaz, que llegó a Londres con la mejor marca de los inscritos por Cuba, también aportó a la tabla por puntos con su séptimo escaño (17.13). Martínez (16.25) y Durañona (16.42) anduvieron bien lejos de los líderes –el podio lo coparon los favoritos estadounidenses Christian Taylor, Will Claye y el veteranísimo portugués Nelson Évora–, pero ni aun así se les puede borrar el mérito de haber clasificado entre los doce mejores.
Cabe sentir asombro. En medio de una crisis que ha golpeado severamente a todo el deporte de la Isla, este evento ha conseguido mantenerse en la élite de los campeonatos del orbe a través de un montón de figuras que han ido desde Yargelis Savigne y Yoelbi Quesada, únicos titulares del país en esta clase de certámenes, hasta Mabel Gay, Yamilé Aldama, Yoandri Betanzos, Aliecer Urrutia, Yoel García, Osniel Tosca o Arnie David Giralt.
En ninguna especialidad atlética hemos gozado de un éxito así. Las vallas cortas nos han sido propicias, y también la jabalina, el disco, el salto alto… Pero ocurre que el triple ya lleva 15 finalistas en 16 ediciones de la justa, con una docena de preseas alcanzadas. No digo yo que hayamos sido fundadores de una escuela en la modalidad –frase tan recurrente en boca de los supuestos analistas insulares–, pero sí que se nos da de maravillas.
¿Habrá alguna receta singular? Ciertamente, jamás nos han faltado entrenadores de nivel en la modalidad, ni tampoco tradición competitiva: para corroborarlo bastaría remontarse casi medio siglo atrás, cuando Pedro Pérez Dueñas estampó un récord del mundo en los Panamericanos de Colombia. Pero también sospecho que algo hay en el triple que lo asemeja al baile, y es esa coordinación que exige después de cada paso (1,2,3…1,2,3…). Ese respeto por el ritmo, imprescindible para que las cosas salgan bien.
No es el caso de las pruebas de sprint, que reclaman explosividad. O de los saltos verticales, tan exigentes en materia de concentración. El triple no es mejor ni peor, pero sí diferente, porque da la impresión de que viene con ritmo –instrumentos de vientos y percusión– incorporado. Y eso, la música, es un chip en el ADN del cubano.
Tal vez por ahí ande el secreto.
Tienes razón Michel, llevamos en los genes ese ritmo, esa facilidad para el baile y la música que nos viene de nuestra mezcla española y africana y eso lo plasmamos en todo. Lo del triple salto es de record, sino fuera porque los norteamericanos tienen también una notable tradición en esta prueba.
Cuba siempre año tras año ha mantenido una figura o dos entre las mejores de esta especialidad, algo parecido sucede con en el 110 c/v y algunas otras pruebas de lanzamiento, pero ninguna con la continuidad del triple salto, admirable.
En un artículo que leí y que guardo ya se habla que en 1926 en los I Juegos Centroamericanos dos cubanos se llevaron el oro y la plata en triple y cuatro años despues se llevaron el trio de medallas y de ahí para acá ha continuado la tradición en cuanta competencia participamos.
Como homenaje a todos esos atletas menciono a la mayoría (incluye juveniles) y de ellos algunos de los más destacados que hemos tenido en el pasado siglo: Pedro Pérez Dueñas y Gustavo Plá (década de los 70), Lázaro Betancourt, Jorge Alfredo Reyna, Juan Miguel López y Lázaro Balsindes (década de los 80), Yoelbis Quesada, Osiris Mora, Daniel Osorio, Yoel Garcia, René Hernández, Michael Calvo y Alieser Urrutia (década de los 90). Ya en los 2000, Yoandri Betanzos, Arnie David Giralt, Osniel Tosca, Denis Fernández, Héctor Dayron Fuentes, y Alexis Copello. En los 2010, Ernesto Revé, Pedro Pablo Pichardo, Lázaro Martínez, Osviel Hernández, Yordanis Durañona y ahora acabamos de ver en el Mundial a Christian Nápoles, Andy Díaz y nos dejamos en casa a Jordan Díaz campeón mundial sub-18 con record de 17, 30 y el socio solo tiene 16 años, así que el relevo está asegurado y la tradición sigue viva. Un saludo
Michel, se te olvidó mencionar que Pedroso fue el entrenador del portugues, medalla de bronce y de Copello.