Leonel estaba tirado en la pistilla del Estadio Olímpico de Londres. El frío que no tenían ni los más de 60 mil espectadores ni los atletas del campo lo absorbía él a un lado de los bancos, en lo que paradójicamente se conoce como el área de calentamientos. La pértiga lo hizo saltar hacia atrás en la tabla de posiciones del decatlón en la cita estival de 2012. Quedarse en 4.70 fue como quedarse paralizado en la pistilla.
Desde las gradas, su entrenador, Gabino Arzola, le comentaba a la esposa mexicana de Leonel que su hijo andaba embarcado. Pero para levantar su ancla llegó Ashton Eaton, líder de la competencia y el mejor decatleta del momento. El estadounidense le dijo en inglés que no se preocupara, que todo iba a estar bien: “relájate y descansa que ahora viene tu evento”. Y le dio su almohada y su colcha.
Leonel absorbió la energía de Eaton junto a la de los más de 60 mil espectadores del Estadio Olímpico de Londres y la de todos los atletas en el campo: lanzó la jabalina relajado, sin la presión de estar discutiendo medallas, sin pensar en una gran marca. Disparó el dardo hasta 76.50 metros en su primer intento, récord para el torneo. Érase un hombre a una jabalina pegado; ese podría ser Leonel Suarez, como si de tan liviano se hubiera ido volando hasta el verde con su brazo derecho estirado, para encajarse con instrumento y todo en los lugares que ningún decatleta conoce. Aquel tiro lo encajó en el bronce.
¿Y se corren fácil los 1500 metros después de nueve pruebas cuando se tiran 76 en la jabalina? “Se corren fácil, claro, cuando tienes un margen puedes darte hasta cierto punto el lujo de planificar una prueba sin tanto estrés, sin pensar que tienes que hacer una marca que nunca has logrado. Ahí sí es más cómodo.”
En Londres 2012 volvió a repetirse el mismo podio del Mundial de Daegu 2011, pero esta vez intercalados los dos primeros lugares: Ashton Eaton (oro) y Tree Hardee (plata). En la urbe coreana, un año antes, un jabalinazo le hubiera dado el título al cubano, pero se quedó en 69 metros y Hardee hizo marca personal de 67. La presión del liderato lo traicionó en su mejor evento. Las ambivalencias del deporte en una disciplina que se caracteriza por los altibajos: la contradicción del juego, el bronce sufrido en Corea del Sur y el disfrutado en la capital británica.
Londres 2012 fue la competencia que Leonel más disfrutó, y también fue su último gran resultado en la élite del atletismo. Con 24 años ya era doble medallista olímpico y mundial, y campeón panamericano. Tenía marca personal de 8654 puntos. Pero muy temprano en su vida ya era demasiado tarde. Nadie mide 1.80 impunemente, habrán pensado los semidioses del atletismo sobre Leonel, el débil mortal que les arrebató parte de su fuego tantas veces, el competidor de una isla del Caribe entre norteamericanos y europeos.
Había más de un mundo colapsando cuando Leonel Suárez terminaba una competencia como uno de los atletas más completos sobre la Tierra. Ni Atenea ni Hades ponían el campo y pista a su favor; la fuerza de Hércules tampoco, aunque sí un poco la astucia de Ulises, porque las tareas las dominaba a base de técnica y desparpajo; el de su sonrisa en la hora más oscura. Su coordinación ante la velocidad de Eaton, la fortaleza de Hardee, el empuje de Kasianov, el somatotipo prominente de su compatriota Yordanis García, subcampeón mundial juvenil y oro Sub-17.
En Beijing 2008 por Cuba estaban Yordanis, Yunior Pérez y un Leonel Suárez que quizá era el atleta al que menos cualidades se le veía a priori. Yordani parecía destinado a alcanzar los resultados que luego tuvo Leonel: había llegado a más de 8000 puntos siendo juvenil. Una proeza. Se pensaba que sería el recordista nacional mucho tiempo. Pero el enfoque de Leonel fue más fuerte que sus flaquezas físicas. Dejó la carrera de Ingeniería en Telecomunicaciones en la Cujae para poner su antena solo en función de las transmisiones de Gabino Arzola.
Leonel Suárez casi como un atleta zen. Un niño que se enamoró del atletismo por un cronómetro, y terminó enamorando al público con todos los instrumentos. El quinto elemento. Hasta que le pasaron factura su cuerpo, el país donde entrenaba y la dureza de la disciplina que corona al rey del deporte; el deporte rey.
Una década después de su última medalla bajo los cincos aros ya estaba retirado del deporte activo. La pandemia de coronavirus terminó con sus aspiraciones remotas de participar en sus cuartos Juegos Olímpicos en Tokio 2020. Desde entonces, el decatlón se convirtió para los cubanos en 10 maneras de generar nostalgias.
Un decatlón
Primer día: “Las pruebas del primer día son más de potencia: velocidad, salto largo, 400 metros. Ahí siempre trabajé y gracias a los entrenamientos y capacidades pude sobreponerme en este sentido. Resistía mucho a los trabajos y entrenamientos. Pero soy más técnico. A mí siempre me chocaba el comienzo de las competencias porque no era de los más rápidos ni de los que mejor salto largo tenía, ni el que mejor bala lanzaba. Para mí son las tres peores pruebas. Es muy frustrante, porque en esas pruebas los que son mejores te sacan mucho; después tenía que dar el 100, tratando de no fallar en las otras, eso choca. Siempre que tenía un buen comienzo iba menos tenso.”
100 metros: “Frustrante, no soy rápido y no era de las mejores pruebas.”
Salto largo: “Cómo pudiera decirte, salto largo, neutral, a veces me iba bien, otras regular. Pudiera haberlo hecho mucho mejor. Hacerlo bien da muchos puntos, te da ventaja.”
Bala: “Normal para todos. Uno lanza 16 metros y el otro 14 y no hay diferencia porque un metro son 30 puntos. No era complicado.”
Salto de altura: “Crucial, podía retomar los puntos perdidos e insertarme en el grupo. Era de mis mejores pruebas y no había muchos atletas que saltasen tan bien. En los Juegos Olímpicos de Londres lo gané, pero en el Mundial de Moscú 2013, en el salto de altura ya la rodilla no aguantó más y no pude sobrepasar el 1.90. Hardee y yo tuvimos el mismo problema. Él no pudo continuar, yo sí lo hice a ver si mejoraba y llegaba a ser finalista nuevamente, porque como quiera que sea no lo estaba haciendo mal. Pero en general mi competencia comienza desde ahí prácticamente.”
400 metros: “No fue de mis mejores pruebas. Siempre estuve estable a pesar que en los últimos tiempos no corrí tan bien. Una prueba fundamental, el primer día terminar bien el 400 es importante, tú sabes que los puntos que has perdido lo puedes recuperar y sabes dónde vas a terminar.
Recuperación del primero al segundo día: “Normalmente, como es un evento tan intenso, luego de que terminan los 400 metros, tienen preparado un local con hielo, profilaxis, masaje suavecito, músculos, comer frutas, cosas ligeras. Comida poco elaborada para que el organismo no gaste energía en la digestión”.
Segundo día: “Yo siempre he sido técnico, pero mis entrenamientos han sido de buscar mucha capacidad y entonces las disciplinas que yo trabajo más técnico son las del segundo día: jabalina, disco, pértiga, valla, más menos”.
Vallas: “Cuando pasaba las vallas tenía asegurado el decatlón, porque podías chocar, tropezar, irte de ritmo. Esa prueba define que termines bien o no termines. Le ha pasado a muchos.”
Disco: “Es crucial y medio complicado, es donde la gente puede enredarse o puedes sacar ventaja. A Lindon Víctor le pasó en un Mundial, era uno de los mejores lanzadores de disco del mundo y dio tres fouls. A veces es cuestión de que te sientes muy fuerte y quieres lanzar mejor que nunca y entonces no lo haces bien. El disco es ritmo y te pesa si no das los giros como tienes que darlos, te apuras a última hora, te adelantas, te atrasas, lo metes contra la malla [al disco] o te vas del área. Es una prueba complicada porque si estás bien tienes que seguir con tu ritmo, no puedes desesperarte, y si estas mal tienes que mantener la técnica. Es fácil pero complicada”.
Salto con pértiga: “Estuve enredado dos o tres veces, pero es una prueba que dominé y pude sacarle más margen todavía. Flotaba en el grupo, ni muy arriba ni muy abajo. Ahí faltó más entrenamiento. La pértiga demanda mucho horario de entrenamiento y, a veces, por querer adelantar otras cosas, la dejaba de lado. Además, lleva muchos elementos técnicos: pértigas, colchones, pistas y varias veces el atletismo ha estado enredado con esas cuestiones, o faltaba una cosa o la otra. Entonces, si fallaba una de esas tres cosas, al final da al traste con que no puedas realizar una determinada cantidad de saltos. Tuvimos dificultades por eso. Cuando tienes que depender de algo, te embarcas.”
Jabalina: “Se me daba fácil, prácticamente no entrenaba. Hacía dos o tres lanzamientos, pesas y salían los tiros. Siempre buen brazo y hacía la técnica bastante bien desde que empecé en la EIDE. Una mezcla de técnica y condiciones físicas. Hay que tener buena potencia en el brazo, si no sacas la jabalina como es, te puede volar mal.
1500 metros: “Es cuestión de capacidad física. No fui malo en resistencia, tenía buen ritmo y logré resultados. También los 1500 uno los corre en dependencia de cómo está la competencia, de lo que necesitas en términos de puntuación. Yo siempre tuve que correr bien 1500 porque tenía que sobrepasar a alguien o tratar de que no me sobrepasaran, a diferencia de otros atletas que van más cómodos y podían darse el lujo de ir más calmados.”
Se acabó el decatlón: “La primera vez que hice un decatlón yo lo único que quería era tomar agua, era lo que el cuerpo me pedía. Parecía que me había pasado un camión por arriba porque terminé exhausto. Después, aunque logras un nivel, los músculos terminan super cansados, pierde dos o tres kilos en la competencia por el golpe del sol, la cantidad de pruebas, el desgaste físico. Después de eso es cama. Luego dos días corriendo, trotando suavecito, hielo, masaje, profilaxis.”
Un niño nunca piensa en ser decatlonista. Posiblemente con nueve años no se conoce esa palabra. Pero a esa edad, con un cronometro enganchado al cuello, Leonel se despertaba todas las mañanas a darle una vuelta a la cuadra de su Holguín de crianza. Esa era su tarea de todos los días. Una tarea que se le hacía agradable. Una vuelta que luego daría al terreno local hasta 8vo grado pues, aunque tenía condiciones, era muy chiquito para entrar en la EIDE; después a un simulacro de pista en Santiago de Cuba, donde se le veían potencialidades pero no destacaba en ningún evento. Más adelante, una vuelta en el estadio Panamericano de La Habana, cuando era un juvenil haciendo octalón. Y, tras una década, terminaría su vuelta sobre la pista azul de los Juegos Panamericanos de Río 2007.
“Estuve dos años en el equipo nacional juvenil sin participaciones internacionales, casi siempre a los atletas les hacen estudios cuando entran a la escuela y allí me detectaron una alteración en los niveles de testosterona. Normalmente, en un atleta que participe internacionalmente, si no está homologado que eso sucede por una cuestión biológica, puede ser tomado como dopaje. Entonces yo estuve un año en estudio por esa causa. En 2006 me suben al equipo nacional y empiezo con el entrenador Gabino Arzola. Fue entonces que Yordanis García y yo sobrepasamos los 8 mil puntos después de muchos años sin esa marca en Cuba. Fue en Santiago, en un Campeonato Nacional donde hice 8 mil ciento y pico de puntos”.
Los 8000 puntos serían algo habitual, así como los constantes estudios de testosterona. Extracción de sangre y pruebas de orina para enviarlas a laboratorios en Barcelona. Tras las evaluaciones de los parámetros, los expertos determinaron que eran normal para su cuerpo tener esos balances. Leonel comenzó a competir con una carta homologada por el ente rector del atletismo a nivel global (la entonces IAAF) donde explicaba su condición en caso de que en un control de doping diera nuevamente alterado.
Su primera gran competencia internacional llega en 2007, con los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro, a los que estuvo a punto de no asistir. “En unos entrenamientos de pesas en La Habana, como tres semanas antes de ir para los Juegos, me lesioné el menisco y estuve a punto de quedarme. De hecho, me fui en el vuelo final porque me esperaron hasta el último momento para ver si me recuperaba. En los papeles ya habían puesto de suplente a Alberto Juantorena Jr., que en ese tiempo entrenaba con nosotros y era el tercero en el ranking. Al final logramos ir con algunos ejercicios de rehabilitación. Fui con molestias y eso influyó en que no pudiera ganar una medalla.
“No podía hacer el salto de altura. Salté 1.80, que es altura de inicio, y lo hice con una venda en la rodilla, con mucho sacrificio y siempre con la precaución y el miedo de que en cualquier momento no podía terminar la competencia, pero finalmente pude terminar. No hice una marca por encima de los 8 mil puntos, pero estuve cerca, hice 7 mil 900 treinta y tantos puntos y terminé en cuarto lugar. Fue una bonita experiencia, mi primer evento multidisciplinario y que me dejó con la sensación de que podía haberlo hecho mejor. Creo que eso fue algo que me dio el empuje para esforzarme más y llegar a grandes resultados.”
Llegando de la competencia de Río, tuvo que pasar por el quirófano para operarse la rodilla, en agosto 2007, lo cual le impidió participar en el Campeonato Mundial de Osaka. Ahí fue Yordanis; logró el récord nacional y terminó entre los ocho primeros. Viendo los toros desde la barrera, a Leonel no le quedaba otra que recuperarse, seguir entrenando y buscar el despunte, que finalmente se produjo al año siguiente.
“Después que empecé la rehabilitación fui a bases de entrenamiento en Guatemala y Ecuador. Creo que la rehabilitación que hicimos fue bastante buena. De ahí nos invitaron a una competencia —yo todavía no tenía la marca para acudir a los Juegos Olímpicos— en Austria, a Gotzis, que es la meca de las pruebas combinadas. Ahí tuve un resultado excelente. Por primera vez rompí el récord nacional (8366 puntos), terminé en quinto lugar entre todas las fieras que fueron, Yo, que era prácticamente un desconocido. Fíjate si fue así que me eligieron como el novato de la competencia, el rookie, porque fui el más joven, el que por primera vez participaba y el que mejores resultados tuvo y mayor margen pudo sacar de su marca. De ahí nos invitaron a otro evento en Alemania, en el cual volví a romper el récord nacional y alcancé el primer lugar. A partir de ese momento, me empezaron a tomar con más seriedad y me ubicaban entre los finalistas en los Juegos de Beijing.
A China no fui con pronósticos de medalla, iba pensando en ser finalista porque en los rankings había cinco o seis atletas con mejores puntuaciones que yo. Pero arranqué bien, todo me fue perfecto y hasta el último momento tuve la opción de competir por la medalla de Plata. Estaba en tercer lugar antes de los 1500 metros y el que estaba por delante de mí no tenía mejor 1500 que yo, pero tuve la mala suerte de hacerme un esguince saltando pértiga mientras entrenaba y tuve que estar parado 10 días, trotando suavecito en una estera sin poder hacer un entrenamiento fuerte. Ese contratiempo sin dudas mermó mi rendimiento. Esa molestia la arrastré hasta la competencia. Tuvieron que infiltrarme y darme analgésicos. Si no hubiese pasado eso creo que pudiera haber alcanzado la plata.”
Como el cambio del primero al segundo día, Leonel Suárez tuvo un ascenso meteórico de los Panamericanos de Río 2007 a los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Pasó de ser un desconocido a llegar a la cima con un bronce en la cita estival. Aún hoy no sabe exactamente a qué se debió.
“Esa pregunta nunca me la han hecho, ni yo recuerdo haber pensado en eso nunca. En dos años mejoré 1000 puntos prácticamente. Yo terminé mi último juvenil con casi 7400 puntos y llegué después a 8520 puntos. Pienso que fue que en los años juveniles no tuve la progresión que debí haber tenido. Realmente no sé qué fue lo que pasó. Fue un ascenso super rápido. Normalmente, en esta disciplina uno logra la maestría deportiva a partir de los 23, 24 años, y la plena forma a los 26, 27. La mayoría de los recordistas mundiales han logrado su récord después de los 25. También yo fui un atleta bastante técnico, que siempre entrené de lo más bien y tenía una base bastante sólida desde mi preparación en Holguín. Además, mis entrenamientos previos a los Panamericanos y Beijing fueron bastante buenos. Pienso que la base que traía me ayudó bastante a aprovechar al máximo cada oportunidad.”
En 2009, Leonel rompió de nuevo el récord nacional del decatlón en los campeonatos centroamericanos de atletismo que se celebraron en La Habana. Era también la mejor marca del año y ese detalle lo colocaba entre los favoritos para ganar el Mundial de Berlín, pero al final quedó en plata.
“Tenía planificada una puntuación mucho más alta que la que hice. No empecé al nivel que hubiese querido, no sé si fue la presión de ir como favorito la que me afectó, aunque fui de los últimos que terminamos el salto de altura. Tuve que ir remontando hasta quedar en el segundo lugar. Ahí fue cuando ganó el americano Trey Hardee. Yo esperaba lograr más de 8700, pero bueno, medalla de plata con 8640 puntos. Por primera vez alguien repetía de un año a otro en el podio de eventos mundiales con mi edad. Creo que la presión de que fue mi primer Mundial y que iba como favorito me afectó y no me dejó conseguir lo que tenía planificado. Físicamente iba en óptimas condiciones.
“Después de eso vino el Mundial bajo techo de Doha, al que fui mal físicamente, todo lo contrario de Berlín. Tenía también una gripe terrible por unos entrenamientos que hice al aire libre casi a 0 grados, y al final terminé en séptimo puesto.”
A pesar de ese resultado, Leonel estaba en la élite del decatlón. En 2011, un año antes de los Juegos Olímpicos de Londres, fue a su segundo Mundial al aire libre en Daegu, Corea del Sur, con opciones de escalar a la cima, pero una mala planificación tiró todo por la borda.
“Hubo mala planificación a la hora de los entrenamientos en Cuba y del viaje para la competencia. Nosotros estábamos entrenando en Europa y nos mandaron a buscar para Cuba. En ese momento estaban levantando la pista del estadio Panamericano y no teníamos donde entrenar. Tuvimos que ir para el Pedro Marrero haciendo 50 mil inventos para poder entrenar. Después de eso nos mandaron de la Habana hasta Corea dos días antes. Un viaje que es de prácticamente 24 horas. Llegué un día antes de la competencia. En el evento estaba dormido, porque son como 11 horas de diferencia de horario. En estas competencias todos llegan, mínimo, una semana antes y yo llegué un día antes. Ahí sí prácticamente no se pudo hacer nada. Al final terminé en bronce y volví a repetir otra medalla.
“A diferencia de otras competencias, en Daegu empecé bien el primer día. Nosotros competimos en el mismo día de inauguración, nos interrumpieron la prueba del salto para hacerla. Yo venía con el cambio de horario y me quedé dormido en plena prueba. Fue chocante para mí. El cambio de horario y la planificación no fue la mejor para un evento en el que iba a discutir el título mundial. Pero bueno, iba en plata, y Ashton Eaton, que cuando eso empezaba, me ganó en los 1500 y ya me mandó al bronce. En la jabalina, que era mi mejor evento, si hubiese salido como regularmente me salía en otras competencias que era de 74 o 75 metros, el oro hubiese sido posible, pero tiré casi 69 y se me fue. Hay cuestiones del organismo que por muy bien que esté a veces no se puede, además, de que a esa hora salen todos los problemas de entrenamiento y del viaje que ya te conté. Nosotros de por sí que vamos con cierto atraso en cierta cantidad de cosas, si llegamos el día antes de la competencia son cuestiones que restan. Además, Hardee y Eaton se superaron.”
Leonel sentía que podía ser campeón. Quizás por eso, pese a la alegría por repetir una medalla mundial en una disciplina tan exigente como el decatlón, le chocó el hecho de no haber ganado ante atletas estelares. Para él, la corona se le fue en la jabalina, su mejor prueba, porque en el cierre de los 1500 hubo mucha presión por la poca diferencia entre todos.
“Cada vez que se termina una prueba, todos los entrenadores y los atletas empiezan a sacar cuentas de cómo debe ser el rendimiento en las otras. En la jabalina de Daegu teníamos una planificación de más o menos cuánto tenía que hacer para luchar el campeonato. En este caso, a Hardee le fue muy bien, a pesar de que había sido operado del codo y estaba tirando 60 metros. Se apareció con una marca de 68 que fue más o menos lo que tiré yo. Recuerdo que tuvo un júbilo terrible, empezó a saltar porque vio que con eso tenía el oro asegurado. Yo al ver eso quería tirar la jabalina más lejos que nunca y puede que esto también me haya pasado factura. En la jabalina, que era donde tenía que ratificar, fue donde se me escapó el campeonato.”
Recuerdo que yo tenía 11 años y pasada la una de la madrugada fui derrotado por el sueño en una batalla tan encarnizada como la de Leonel con Eaton y Hardee. A las siete de la mañana, cuando desperté, pensé que me había perdido la medalla de oro del cubano, pero poco después el desconsuelo fue todavía mayor al enterarme por la radio que quien había perdido el oro había sido precisamente Leonel.
En la historia de los Juegos Olímpicos, solo 15 hombres han logrado más de una medalla en el decatlón, prueba de eventos combinados que se celebró por primera vez en Estocolmo 1912 y que después no ha faltado en ninguna de las citas estivales. Leonel Suárez es uno de esos 15 hombres desde que consiguiera su segundo bronce bajo los cinco aros en Londres 2012.
Esos Juegos de la capital británica pusieron fin a una época excepcional a nivel de resultados, y dieron paso a otra etapa mucho más dolorosa, marcada mayormente por las lesiones, incluida una intervención quirúrgica después del Mundial de Moscú 2013.
En la urbe rusa fue décimo con 8317 puntos, registro que, a su consideración, le hubiera bastado para ser quinto o sexto en cualquier otra competencia. “No estuve mal, pero fue un torneo muy fuerte porque habían muchos atletas con muy buenas marcas. Después tuve que regresar a Cuba, operarme y estar un año sin hacer nada. El problema fue en el tendón, pero gracias a dios ya no he tenido más problemas con la rodilla.”
Tras esa intervención, el hielo competitivo lo volvió a romper en los Panamericanos de Toronto 2015. “Fue mi primer gran evento después de la operación, aunque apenas pude entrenar para ir allí. Competí en la Copa Cuba, hice la marca que se me pedía para poder participar en Toronto. Como tenía muy poco tiempo de preparación, en algunas pruebas me fue mal, como en la pértiga, que no pude saltar. Estaba medio perdido, parece que la falta de entrenamientos hizo que no pudiera coordinar bien la carrera de impulso y la pértiga, e hizo que prácticamente se me escapara la posibilidad de lograr alguna medalla.
“Fue un momento frustrante, porque el fallo en la pértiga se produjo después de muchas pruebas realizadas. No es lo mismo que me pase como en el Mundial de Londres 2017, que me lesioné la pierna en el mismo primer evento. En Toronto me faltaban solo tres pruebas para finalizar y tenía opciones reales de medallas. Me frustró y chocó, pero ya. Tampoco podía hacer magia, el entrenamiento no fue suficiente. Entrenar es por acumulación y si faltas, al final tienes que pagar la deuda.”
En los Juegos olímpicos de Río de Janeiro 2016, con un gran esfuerzo, pudo terminar sexto. Recuperó un poco el ritmo de preparación, aunque todavía sentía que no contaba con esa gran fortaleza física por el año que estuvo parado. “Hicimos un buen entrenamiento, sobrepasé los 8400 puntos, fue una competencia fuerte y a pesar de que no llegué al podio, tuve la satisfacción de ser finalista nuevamente en una competencia de este nivel y quedar por delante de muchos atletas que iban con mejores condiciones.”
Sin saberlo del todo, la despedida venía acercándose. En 2018 obtuvo su último gran título internacional en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla. No obstante, pese a lograr el oro fue hasta cierto punto frustrante lo complicado que le resultó llegar hasta los 8000 puntos, una marca que se le daba antes muy fácilmente.
“Uno ya empieza a cuestionarse hasta qué punto puede lograr grandes resultados y debe seguir entrenando. La gran satisfacción fue la medalla. Ahí realmente no importaba tanto la puntuación como lograr la medalla de oro, sabiendo también que en otro momento con gran facilidad yo llegaba a esas puntuaciones. Pienso que no me pregunté tanto, disfruté más lograr la medalla. Claro, uno siempre se plantea el hecho de que ya está terminando su carrera deportiva.”
“Yo siempre pensé que mi pico seria llegar cerca de los 9000 puntos. No te digo sobrepasarlos, pero pienso que podía haber estado más cerca y haber logrado mejores resultados, pero cuando estaba en plena capacidad del deporte empezaron mis lesiones más fuertes y ahí empezó también a bajar mi rendimiento. Esas lesiones hacen que interrumpas tu progresión y bajes las cargas para después de recuperarte volver a subir. Para llegar al nivel que pensé, hay que estar en plena capacidad. La rodilla es una de las que más sufre y yo hice mucho salto, las carreras, los entrenamientos son muy fuertes, las pesas y eso siempre choca. Pienso que psicológicamente hay que estar muy fuerte porque tienes que afrontar varias pruebas, y si en alguno de los entrenamientos te va mal y no sabes sobreponerte, pierdes mucho.
Desde 2020, ya Leonel Suarez supo que tenía que acostumbrarse a la idea del retiro. Al momento de parar. Tenía metas fueras del deporte, como criar a su hija en México junto a su esposa. Pasar tiempo con su familia en Holguín. No pensaba en ser entrenador a corto plazo. Nunca se fue de Cuba durante su carrera porque, a pesar de las dificultades, contaba con grandes entrenadores y no encontró otro lugar donde asentarse.
Eso sí, en Cuba no tuvo osteópatas, ni quiroprácticos, ni la profilaxis necesaria para recuperarse después del desgaste que al menos en diez dimensiones sufría su cuerpo. Lo que sus rivales de siempre tardaban horas en reponer, a él y a sus compañeros le costaba un mundo o dos. Todo era por sus escasos medios, con los mismos que impresionaba a cualquiera atleta u entrenador por mantenerse en la élite. Esos mismos atletas que con menos logros que él ya eran “reyes” en otros lugares.
Sufrió las condiciones de las pistas de La Habana, todo el atraso que arrastra el país en un deporte que es o ha sido vanguardia en resultados. El Inder le dio un carro y una casa en Holguín, pero faltó la atención constante, por eso comprende a los compañeros que se fueron en busca de mejores condiciones para entrenar o por la sensación de que podían alcanzar mejores resultados en otros contextos.
En otros lugares, le sugirieron que debía retirarse con ese pesado palmarés a cuestas. Arrastrarlo con esa rodilla renqueante y el tendón tan cerca de Aquiles. Las lesiones le restaron años, pero sus marcas probablemente sumarán décadas antes que otro cubano las rompa. Siempre trató de disfrutar el momento en medio de la prueba más agobiante que tiene el atletismo dentro de la pista. Evitaba estar contraído o tenso. Ahí está su sonrisa intemporal, la de un atleta raro, legendario.
Cada vez que comienza un decatlón olímpico, mundial, panamericano, centroamericano, o incluso de los Juegos del Alba, cualquier cubano siente el frío del hombre tirado en la pistilla de un estadio de Londres. Solo la imagen de un jabalinazo de Leonel Suárez son su almohada y su cobija.