Arturo Castro Fuentes, el segundo de los hijos de Juan y Barbarita, siempre estaba en el estadio Capitán San Luis para ver el partido de turno de sus flamantes Vegueros. Su padre, el mítico dorsal 13 de los equipos pinareños y uno de los más elegantes receptores en la historia de la pelota cubana, lo agarraba del brazo y entraban en ese mágico diamante de sueños y pasiones.
Todavía esos pasajes están muy frescos en la memoria de Arturo, quien creció al lado del inolvidable Juan Castro y de esos Vegueros que tantos triunfos le dieron a la más occidental de las provincias cubanas.
“Cuando terminaba el juego y salíamos del estadio, me causaba una impresión muy grande el hecho de ver a tanta gente saludándolo, felicitándolo por su actuación en el partido”, dice Arturo a OnCuba, un auténtico privilegiado por los momentos que pudo vivir al pie del diamante.
“No sé si recuerdas aquellos ómnibus llamados Colmillo Blanco, en el que viajaban los peloteros. Pues yo siempre iba con ellos y, por supuesto, con mi papá. Donde quiera que llegábamos, yo me tiraba al terreno a pasarme pelotas con Lázaro Madera, Luis Giraldo Casanova, Fernando Hernández, Giraldo González… en fin, con todas aquellas glorias de la provincia y del país”, rememora Arturo.
En aquellos tiempos, le decían “El Bombero”, porque era muy pequeño y los enormes cascos de pelotero le quedaban bailando en la cabeza. “Ese mote me lo puso el estelar Maximiliano Gutiérrez y se me quedó. Es un recuerdo muy bonito que conservo de aquellos tiempos”, dice el heredero de Juan Castro.
Su vida siempre giró en torno a la pelota, quizás porque venía en los genes de los Castro ese amor por el deporte de las bolas y los strikes. Tan grande fue la influencia que Arturo y sus primos Luis Abel y Lázaro Arturo también se inclinaron por el béisbol y, como es de suponer, terminaron calzando los arreos en clara prueba de idolatría para con el referente supremo de la familia.
Sin embargo, Arturo Castro no transitó por todos los escalones de la famosa pirámide deportiva cubana ni practicó siempre béisbol. “Yo no soy fruto de ese tradicional proceso de formación. Comencé a jugar pelota en el área conocida como «El Guama», con el ya fallecido Luis Coloma, después no estuve ni en las categorías 13-14 ni la juvenil, aunque sí pasé por el 15-16 con Raudel Bencomo y salté directo a la Academia.
“También hay una cosa. A mí me gustaba mucho jugar canchas, lo hacía detrás del Capitán San Luis y llegué a ser campeón nacional en esa disciplina. Entonces era muy intermitente, alternaba los dos deportes y hasta tuve la oportunidad de ir a un evento internacional de pelota vasca. Recuerdo que mi papá me embullaba para que fuera para La Habana cuando me llamaban los entrenadores, pero lo mío era el béisbol”, cuenta Arturo, cuya insistencia dio frutos y llegó a la Serie Nacional.
El camino no fue sencillo. De entrada, con lo que primero se topó fue con la exigencia y mano dura de su padre, quien lo dirigió en la ya desaparecida Liga de Desarrollo. “Fueron momentos muy difíciles porque yo tenía que ganarme estar en la alineación. A mi papá no le gustaba aquello de que dijeran que yo jugaba por ser su hijo, pero el primer año en la Liga respondí terminé como líder de los bateadores.
“Sin embargo, cuando jugábamos en Pinar, mi padre no me ponía. Fuera de la provincia jugué más y muchos entrenadores viendo que yo tenía condiciones se le acercaban para pedirle que no fuera tan severo conmigo, y lo convencieron de que yo también podía ser regular cuando éramos home club”, precisa Arturo, quien tuvo un paso más bien efímero por los clásicos nacionales.
Durante cinco temporadas integró las filas de Pinar del Río, en las que tuvo una línea ofensiva de .268/.338/.359, con seis jonrones, 57 remolques y 147 jits en 618 comparecencias al bate. No obstante, su carrera en series nacionales la recuerda más por momentos puntuales que por números relevantes en orden general.
“Mi primer jit se lo conecté a Misael López, el derecho de Granma, pero uno de los batazos que más recuerdo es un jonrón que le di a Ormari Romero el día que nació mi hija Gabriela. Fue el 11 de enero del 2006. Yo por la tarde estuve en el hospital y en la noche salí a jugar contra Santiago de Cuba.
“Cuando estaba en el banco, poniéndome los arreos para ir a defender después del jonrón, se me acercó Omar Linares, me puso la mano en el hombro y me dijo que pocas personas han logrado botar la pelota el mismo día del nacimiento de un hijo. Eso no lo olvido nunca”, asegura Arturo.
Quienes lo vieron jugar recuerdan una de las facetas que más lo caracterizó: ser muy productivo como bateador emergente. “Llegué a conectar alrededor de ocho imparables en 13 turnos en ese rol. Me concentraba muy bien cuando veía a los lanzadores contrarios que se preparaban a venir como relevo, pero te confieso que es difícil. No todo el mundo logra lo que quiere en una situación así”, afirma.
Arturo Castro se retiró temprano del deporte activo. Una lesión en la cervical le impedía jugar como receptor a tiempo completo y decidió no continuar. Poco después, se fue de misión a Venezuela, conoció a su actual esposa y tuvo otro hijo, Juan Arturo.
“Desde que llegué aquí lo primero que hice fue trabajar en una jaula de bateo, sobre todo con niños de todas las edades y también adultos. Después se me acercaron los dueños y entrenadores de una escuela y me propusieron preparar a los niños de allí. Y en la actualidad estoy en una academia preparando receptores, dos de los cuales han firmado con equipos de Grandes Ligas: Carlos Rodríguez con San Diego y Gabriel Silva con Kansas. Es algo que me ha dado mucha satisfacción”, destaca.
En su voz, muy similar a la de Juan Castro, se siente una gran nostalgia cuando habla de su padre, lamentablemente fallecido en junio del pasado año. El otrora estelar receptor fue el espejo en el que Arturo siempre se miró, el hombre que le despertó la pasión por el mundo de las bolas y los strikes.
Diez meses después de la muerte de Juanito, el dolor no ha desaparecido, pero siente satisfacción plena por el cariño que tantas personas mostraron. “Cuando la vida me arrebató a mi padre, recibí muchísimos mensajes de afecto y solidaridad de innumerables lugares. Además, haber visto en esta temporada 60 de la Serie Nacional a los nuevos Vegueros con su número 13 en la manga derecha del uniforme, me ha colmado de un sentimiento que es imposible describirlo con palabras. Eso demuestra que se tiene bien presente quién fue mi padre para el béisbol cubano y mundial. Para mí, fue y siempre será un ídolo.”
Es real lo que dice Arturito para que lo pusiera teniamos que hablarle y el responder por que si no se demoraba pero era bueno y se lo ganaba Juanito defendia mucho a sus peloteros y entrenadores con fiestas chequeos emulacion y regalo personales como zapatos Italisnos te acuerdas cuales papa…. los primeros qu veas se los dio al ninja que contento se puso