Absolutamente todas las miradas de los especialistas estaban centradas en el dominicano Vladimir Guerrero Jr. cuando comenzó la temporada de MLB en el 2019. No había un candidato más claro para ganar el premio de Novato del Año si finalmente los Azulejos de Toronto decidían subir a las Mayores al poderoso prospecto.
Sin embargo, a mediados de contienda, el nombre de Yordan Álvarez acaparó todas las conversaciones sobre el debutante más letal. En cuestión de un mes, el zurdo tunero, a golpe de jonrones y una productividad desaforada, dejó en el olvido a Guerrero Jr., cuyos números no tenían margen de comparación con los del cubano.
La brecha solo creció mientras avanzó la temporada, y hoy Álvarez es, de forma unánime, el Novato del Año de la Liga Americana, circuito que ve coronarse por cuarta ocasión a un cubano como el debutante más destacado.
— Houston Astros (@astros) November 12, 2019
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Antes habían triunfado Tony Oliva, José Canseco y José Abreu, mientras Yoennis Céspedes (Atléticos de Oakland, Alexei Ramírez (Medias Blancas de Chicago) y Rolando Arrojo (Devil Rays de Tampa) habían sido segundos en 2012, 2008 y 1998, respectivamente, superados en cada caso por Mike Trout, Evan Longoria y Ben Grieve.
Por su parte, José Fernández permanece como el único antillano que ha logrado llevarse el galardón en la Liga Nacional.
Y justamente en aras de recordar a los Novatos del Año de la Isla, OnCuba realiza un repaso por nuestros ganadores. ¿Cuánto rindieron en su año de estreno? ¿Con qué margen se llevaron el premio? ¿A quién derrotaron? ¿Qué pasó después con sus carreras?
Tony Oliva (Mellizos de Minnesota-1964): A los 25 años y luego de dos temporadas con apariciones esporádicas en las Mayores (16 partidos y 19 comparecencias que conservaron su estatus de novato), Oliva explotó al máximo nivel en 1964.
Esa campaña fue al Juego de las Estrellas (la primera de sus ocho apariciones consecutivas), terminó de líder absoluto de MLB en jits (217) y comandó la Liga Americana en anotadas (109), dobles (43) y promedio ofensivo (.323). Además, despachó 32 jonrones, remolcó 92 carreras y fue cuarto en la votación del MVP.
En la lucha por el Novato del Año superó ampliamente al lanzador de los Orioles de Baltimore, Wally Bunker, dueño de 19 victorias, efectividad de 2.69 y WHIP de 1.042 en 29 aperturas (214 innings).
La carrera de Oliva en MLB fue corta (15 temporadas y cuatro de ellas con menos de 67 partidos) pero muy intensa y prolifera, pues ganó tres títulos de bateo (dos de ellos consecutivos en 1964 y 1965) y un Guante de Oro (1966), además de jugar una Serie Mundial que perdió contra los Dodgers en 1965.
José Canseco (Atléticos de Oakland-1986): Pasaron exactamente 22 temporadas hasta que otro cubano logró el premio de Novato del Año, y no es de extrañar que el laureado en cuestión fuera el jugador de la Isla con más peso en la década de 80.
Canseco ya había mostrado algo de su poder en unos escasos 29 partidos (100 comparecencias) durante 1985, pero al año siguiente comenzó su verdadera masacre con 33 jonrones, 117 empujadas, 29 dobles y 85 anotadas, números que descubrieron por completo el slugger que despuntaba en Oakland.
Esa fue tan solo la primera de ocho temporadas con más de 30 vuelacercas, departamento en el que siempre brilló, al punto de que es el segundo cubano con más cuadrangulares (462) en la historia, superado únicamente por Rafael Palmeiro.
En 1986, Canseco ganó el premio de Novato del Año por estrecho margen sobre Wally Joyner (California), quien también había llegado a 100 remolques y presentaba línea ofensiva de .290/.348/.457. Sin embargo, el bateo de poder del cubano pesó más en las votaciones.
Aunque después ha sido vinculado al consumo de esteroides –al igual que Palmeiro–, la imagen en el terreno que se recuerda de Canseco es aplastante, la de un pelotero poderoso, capaz de descoser la pelota y mandarla a volar.
Sus atributos le permitieron ganar cuatro Bates de Plata y ser seleccionado en seis oportunidades para el Juego de las Estrellas. Además, ganó el MVP en 1988 (dio 42 jonrones, se robó 40 bases y empujó 124 carreras) y dos títulos de Serie Mundial en 1989 (Oakland) y 2000 (Yankees).
José Fernández (Marlins de Miami-2013): Si hubo que esperar 22 campañas entre el primero y el segundo premio de Novato del Año para Cuba, más se dilató la llegada del tercero. Exactamente 27 temporadas mediaron desde el galardón a José Canseco hasta que se encumbró “El Delfín”.
Fernández impresionó en el 2013, cuando no muchos contaban con su presencia en las Mayores, y cuando no se esperaba tanto de una figura emergente en un equipo sin alma como los Marlins de Miami.
Pero José tenía algo especial, un halo mágico que lo lanzó al estrellato en cuestión de meses. El derecho villaclareño entró por la puerta grande y en su primer partido en las Mayores contuvo a la artillería de los Mets durante cinco entradas, en las que permitió una carrera y ponchó a ocho contrarios.
Ese fue el despegue de un curso impresionante, en el que dejó efectividad de 2.19, WHIP de 0.979, 12 victorias y 187 ponches en 172.2 innings brillantes. Pese a su juventud, lideró las Grandes Ligas con la menor tasa de jits permitidos (5.8) y culminó con un bajísimo promedio de 0.5 jonrones permitidos cada nueve entradas.
En la batalla por el Novato del Año en la Liga Nacional derrotó al también cubano Yasiel Puig, quien había desatado un brutal fenómeno mediático en Los Ángeles vistiendo la franela de los Dodgers. Además, “Delfín” dejó sin opciones en la lucha a futuras estrellas como Nolan Arenado o Hyun-Jin Ryu.
Esa propia temporada, Fernández estuvo en el primero de sus dos Juegos de Estrellas y terminó tercero en la carrera por el Cy Young, superado por Clayton Kershaw y Adam Wainwright.
El paso de José por las Mayores fue efímero, de tan solo cuatro temporadas, dos de ellas recortadas por una cirugía Tommy John y el posterior proceso de recuperación. Sin embargo, en ese cortísimo espacio de tiempo se ganó las simpatías de Miami, que llenaba el Marlins Park solo para verlo lanzar.
Esa propia comunidad, desconsolada, también se volcó a las calles cuando supo de la abrupta muerte de Fernández en un accidente marítimo. El 25 de septiembre del 2016, cinco días después de dibujar una última joya de pitcheo contra Washington (ocho innings sin carreras y 12 ponches), el cubano estrelló su bote en las costas de Miami.
Totalmente recuperado de su lesión, “Delfín” dilapidó 182 entradas en las que retiró a 253 contrarios por la vía de los strikes, con la mayor tasa de ponches (12.5) entre todos los lanzadores de las Mayores. Ganó 16 duelos, dejó efectividad de 2.86 y demostró que su meteórico ascenso a la cima no fue un mero golpe de suerte.
José Abreu (Medias Blancas de Chicago-2014): Si Cuba había tenido que atravesar por largos procesos de espera para conseguir premios de Novato del Año, el margen entre el tercero y cuarto galardón fue bien breve, pues el slugger de Mal Tiempo tomó el relevo de José Fernández un año después del triunfo del lanzador de Miami.
Precedido por sus descomunales batazos en la Serie Nacional y con el equipo Cuba, todos los rivales conocían a Abreu cuando llegó a las Grandes Ligas, por lo que podía esperarse que explotaran las lagunas que tenía en el rectángulo ofensivo.
Sin embargo, el gigante sureño se burló de las cartas de estudio de los contrarios y comenzó a repartir palos para todo el mundo nada más arrancar su aventura en Estados Unidos, como si se tratara de un consagrado con pleno conocimiento del mejor béisbol del mundo.
Abreu pegó 73 extrabases (36 jonrones), remolcó 107 carreras, anotó 80, lideró las Mayores en slugging (.581) y dejó promedios de bateo y embasado de .317 y .383, respectivamente. Estos fueron méritos suficientes para ganar el Bate de Plata, el cuarto lugar en las votaciones por el MVP, y la primera de sus tres inclusiones al Juego de Estrellas.
Con todos esos galardones, arrasó en la carrera por el Novato del Año, en la cual triunfó con el voto unánime, por encima de un quinteto de lanzadores (Matt Shoemaker, Dellin Betances, Collin McHugh, Masahiro Tanaka y Yordano Ventura) que lo persiguieron.
El cienfueguero ha sido el bateador cubano más estable de las Mayores en la presente década. Baste decir que en cinco de sus seis temporadas en Grandes Ligas ha conseguido al menos 32 dobles, 25 jonrones y 100 impulsadas, departamento este último en que lideró (123) la Liga Americana durante el 2019.
Abreu, agente libre de 32 años, tiene todavía gasolina en el tanque y, si la salud lo acompaña, podría perfectamente mantener un paso firme y consolidarse como el mejor toletero antillano en la historia.