Los precios de las entradas al Yankee Stadium bajaron drásticamente del tercero al cuarto juego de la Serie de Campeonato de la Liga Americana, luego de que la novena del Bronx quedara contra las cuerdas, a un partido de la enésima eliminación prematura en los últimos tiempos. La movida, como era de suponer, rindió frutos y más 46 mil personas repletaron el feudo neoyorkino, aunque el desenlace del duelo terminó siendo el mismo de días anteriores: victoria de los Astros.
El plantel dirigido por Dusty Baker volvió a aprovechar la fragilidad de los Yankees y completaron la barrida con un triunfo mucho más plácido de lo que reflejó el marcador (6-5). Pese a la diferencia mínima, Houston dio la impresión de tener bajo control los destinos del encuentro, incluso cuando estuvieron debajo en la pizarra, apoyados en una ofensiva dinámica y muy consistente en momentos de presión.
El novato dominicano Jeremy Peña sacó a relucir su poder y su clase cuando estaban debajo en la pizarra, Yulieski Gurriel dio una ventaja transitoria, mientras Yordan Álvarez y Alex Bregman se encargaron de completar el giro definitivo ante unos Yankees que, durante toda la Serie, ofrecieron una imagen dubitativa y errática.
Este domingo, parecía que podía ser diferente, pues anotaron tres carreras en los dos primeros episodios, pero fue solo un espejismo. Néstor Cortés Jr., un hombre que no permitía tres carreras en un partido desde mediados de agosto, ahora concedió tres anotaciones con un solo swing de Jeremy Peña, quien le botó la pelota con dos corredores en circulación al cierre del primer tercio.
El torpedero dominicano aprovechó un cutter del cubano en la zona interior y descargó toda su fuerza con un largo elevado que aterrizó en las gradas del bosque izquierdo. Ese bombazo, sumado a la lesión de Cortés que lo obligó a salir del encuentro, ya eran señales muy claras del estado terminal de los Yankees, encomendados a su endeble bullpen desde el tercer episodio de un juego de vida o muerte.
Justamente, el primer relevista de los Bombarderos recibió un irrespetuoso recibimiento de la artillería de los Astros. Yordan Álvarez le pegó una larga línea al derecho que se convirtió en doble, Kyle Tucker le negoció un boleto y Yuli Gurriel remolcó la ventaja de su equipo con roletazo al derecho.
El espirituano, que no ha dejado de batear desde el inicio de octubre, llegó a 38 impulsadas en su historial de playoff, a solo dos de igualar a Mickey Mantle y convertirse en el vigésimo jugador con al menos 40 empujadas en postemporada.
Pese a la superioridad, los Yankees no entregaron las armas y dieron un par de “patadas de ahogado”. Anthony Rizzo puso el empate de nuevo en la pizarra y Harrison Bader conectó su quinto jonrón en los últimos nueve juegos (segunda mejor marca en postemporada para un jardinero central de New York tras los seis de Bernie Williams en 1996), válido para colocar a su equipo a nueve outs del triunfo.
Pero eso no fue nada para los Astros, que lograron silenciar las tribunas del Bronx gracias a su oportunidad con el madero y a su habilidad para aprovechar el más mínimo error rival. Y los Yankees cometieron dos pifias en jugadas de rutina que a la postre le costaron la eliminación.
En el séptimo, con un out en la pizarra, José Altuve conectó un rolling débil a la derecha del infield y fue quieto en primera luego de que el lanzador nicaragüense Jonathan Loasiga demorara en entrar a cubrir la inicial. Después, Jeremy Peña dio otro roletazo a segunda base, ideal para el doble play, pero Gleyber Torres tiró mal a la intermedia y dejó a todos con vida.
Este tipo de errores se pagan muy caros y así lo certificó Yordan Álvarez. El cubano ajustó cuentas con un sencillo al derecho que igualó las acciones, mientras Alex Bregman completaba la remontada con otro cohete al izquierdo.
Ya con esa ventaja mínima, la historia estaba escrita. Los relevistas Bryan Abreu, Rafael Montero y Ryan Pressly retiraron a nueve bateadores por su orden en el último tercio y sentenciaron a los Yankees, que nunca pudieron descifrar el enigma del bullpen de los Astros.
En la Serie de Campeonato, los apagafuegos de Houston tiraron 12.2 entradas en las que solo permitieron dos anotaciones, para una efectividad de 1.42, la mejor entre los cuatro aspirantes al Clásico de Otoño. En total, enfrentaron a 48 bateadores y retiraron a 19 por la vía de los strikes, con un WHIP de 0.79 y un average rival de .116, punteros en cada uno de esos departamentos.
El destino quiso que Aaron Judge, el hombre de los 62 cuadrangulares en la temporada regular, fuera el último out de los Bombarderos en el 2022, año que quizás haya marcado el cierre de su carrera con el uniforme de rayas. El jonronero termina su contrato y su futuro es una absoluta incógnita, como el de los Yankees.
El riesgo generó sus frutos: los Phillies regresaron a una Serie Mundial
Esta vez, el béisbol recompensó a la franquicia arriesgada. Antes de comenzar la temporada 2022, los Phillies organizaron una reunión, en la que estaban la principal figura del equipo, Bryce Harper, el presidente de operaciones, Dave Dombrowski, el ex manager Joe Girardi y el propietario, John Middleton.
Después de varios minutos llegaron a un consenso, por primera vez en la historia pasarían el impuesto de lujo con una condición: alcanzar la Serie Mundial. Siete meses más tarde han logrado el objetivo.
El camino no fue sencillo, más bien, fue parecido al trayecto de la montaña rusa. Desde las firmas de Kyle Schwarber y Nick Castellanos hasta el despido de Joe Girardi; desde el colapso del bullpen hasta la provechosa fecha límite de cambios. Después de todo, cada paso respaldaba la visión del único presidente de operaciones que ha llevado a cuatro franquicias distintas a la Serie Mundial.
Desde su palco, Dombrowski presenció como los Phillies vencían 4-3 a los Padres de San Diego en el quinto juego de la Serie de Campeonato de la Liga Nacional. También observó como la figura que firmó por 13 años y 330 millones de dólares conectó un jonrón inolvidable para coronar otra remontada sorprendente. Al mismo tiempo, vio como Rob Thomson, el manager interino que puso en junio tras el despido de Girardi, manejaba el bullpen de forma impecable para sellar la victoria.
Como dijo el timonel de los actuales campeones, Brian Snitker, “la postemporada está hecha para los equipos que se calienten en ella”. De cierta manera, tiene razón. Los Phillies se calentaron para eliminar a los Bravos y ahora continuaron “On Fire” contra un conjunto que venía de eliminar a los Mets y los Dodgers….dos planteles con más de 100 victorias en la temporada regular.
La clave del éxito se basa en su temerosa ofensiva, la cual ha remolcado la mayor cifra de carreras en la postemporada (57) y ha dejado el slugging más alto (442). Al mismo tiempo, poseen el mejor bateo oportuno. Claro, ha sido liderada por uno de los mejores bateadores de nuestra época, Bryce Harper.
El cuadrangular de Harper en la octava entrada se quedará guardado en los anales del béisbol como uno de los más impresionantes. En este caso, inconscientemente, Bob Melvin preparó la escena para que todo ocurriera.
En la parte baja del séptimo inning, los Padres tomaron la ventaja (3-2) por un doble de Josh Bell y por el descontrol de Seranthony Domínguez, quien bajo una intensa lluvia lanzó tres wild pitch. Rápidamente, los Phillies amenazaron, pero Robert Suárez relevó a Yu Darvish para dar el cero.
Llegó el octavo capítulo y Melvin mantuvo a Suárez en el montículo con diez pitcheos. J.T Realmuto le conectó un sencillo y el escenario quedó listo para que el venezolano le lanzara al mejor bateador de la serie. Mientras Suárez se preparaba para enfrentar a Harper, Josh Hader, el mejor relevista zurdo del negocio, le lanzaba al receptor del bullpen. La decisión había sido tomada.
“Es un pensamiento en este momento, pero no era lo que estábamos pensando en el octavo inning”, dijo el manager de los Padres. “Estábamos tratando de llegar a la posición de cuatro outs para Hader, y teníamos mucha confianza en Suárez contra Harper”.
Melvin apostó por Suárez, que si bien era uno de sus mejores relevistas, lanza pitcheos rápidos el 65% de las veces. Harper, antes de la jornada de ayer, estaba bateando .522 contra los lanzamientos rápidos en esta postemporada, y tres de sus cuatro jonrones habían sido contra este tipo de pitcheos.
Además, el OPS que dejó Harper contra los lanzadores de su misma mano en la finalizada temporada fue .149 puntos más bajo que contra los derechos (.925 por .776). Todo indicaba que Hader tenía que ir allí para enfrentarlo, sin embargo, no fue así.
El turno de siete lanzamientos mostró la calidad de Harper. Todos ellos fueron ubicados en el exterior de la zona y los cinco primeros, serían rectas de 96 millas o más, ante los que el zurdo conectó tres fouls. El sexto fue un cambio de velocidad a 91 millas, pero Harper lo discriminó a la perfección para emparejar el conteo (2-2). Bryce lo sabía, Suárez regresaría a su envío rápido para tratar de dominarlo y así fue.
Una sinker a 98.9 millas asomó en la zona exterior y Harper hizo swing para soltar un misil de 108.9 millas que aterrizó por el left field a 389 pies. Literalmente, el tiempo se detuvo mientras los aficionados del Citizen Bank Park hicieron estallar la locura. El golpe anímico fue contundente, y ya sería cuestión de tiempo para que los Phillies rompieran una racha de 12 temporadas sin llegar al Clásico de Otoño.
Thomson envió a David Roberton a la lomita para que cerrara el juego, no obstante, después que sacó un out, otorgó dos bases por bolas consecutivas. Ranger Suárez entraría a relevarlo y con dos pitcheos y un inexplicable toque de bola de Trent Grisham, Philadelphia eliminaría a los frailes.
Minutos después, Harper fue elegido MVP de la Serie de Campeonato. La primera selección del draft en 2010 logró ocho jits en 20 veces al bate y remolcó cinco carreras, mientras se volaba la barda en dos ocasiones. El propio jugador le restó importancia al premio: “Realmente no me importa esto, pero MLB me obliga a hacerlo. Solo sé que nos faltan cuatro juegos y tenemos que seguir funcionado como un gran equipo”.
El riesgo valió la pena. Dombrowski no paró de tomar decisiones arriesgadas para cumplir con el objetivo. Los Phillies de 2022 son parecidos a los Tigres del 2012, pero en esta ocasión, intentaran alcanzar lo que Detroit no pudo: la cúspide del béisbol.