Podríamos llamar al 2014 en las Grandes Ligas como el “Año de Puig”, porque realmente el pelotero cubano está descosiendo la bola en el mejor béisbol del planeta. Pero dicha mención no tiene esas pretensiones, porque si hablamos del “Año de Puig” nos referimos al primer aniversario de su debut en las Mayores, que se cumple justo hoy, 3 de junio.
Aquel lunes, hace ya 365 días, la millonaria nómina de los Dodgers de los Ángeles recibía en sus predios de Chavez Ravine a los Padres de San Diego, un duelo de emergencia por intentar salir del terrible bache en que se encontraba, con solo 24 victorias y ¡32 derrotas!, bien distantes de la cima en la División Oeste de la Liga Nacional.
El talento de Hanley Ramírez, Adrián González y Andre Ethier no alcanzaba para llenar los huecos por lesión de Matt Kemp, Carl Crawford y Juan Uribe, por lo que se precisaba de alguien capaz de revolucionar todo el ambiente dubitativo generado en los fanáticos de los Dodgers.
Entonces apareció Yasiel Puig, un moreno fornido de sonrisa amplia y perenne, la misma del niño soñador, allá en su natal Palmira, que corría sin camisa y con zapatos rotos por los años noventa, retando la supervivencia característica de una familia en extremo humilde.
Y no apareció por la puerta de atrás, no como un bateador emergente, ni como un corredor de circunstancia, no como un jardinero sustituto para las últimas entradas. No. Apareció de primer madero y patrullero derecho titular, puestos que después ha moldeado a su forma para consolidarse en la mejor pelota del universo.
En su debut despachó un cohete al jardín central y después otro al derecho, dejó en su guante todas las bolas que le batearon, y en el epílogo del choque, cuando Kyle Blanks mandó un elevado a su zona y Chris Denorfia no calculó que se había separado mucho de la inicial, lo congeló con disparo que puso de pie a todo el Dodger Stadium.
Después de aquel juego, Puig fue oficialmente bautizado como un fenómeno. Era el clásico ciclón, Novato y Jugador del Mes de junio en la Liga Nacional, bombardero natural con 36 partidos de más de un hit, y siete con al menos dos empujadas en toda la temporada. De esa fiebre se contagió la novena californiana, imparable hasta el liderazgo de su División y solo quebrada en la discusión del cetro del Viejo Circuito frente a los Cardenales de San Luis.
Aquella derrota supuso un trago amargo para el sureño, cuya mentalidad ganadora sobrepasa cualquier límite imaginable. Ese es mi recuerdo de su persona, cuando era un muchacho de 18 años, en el estadio Latinoamericano. Allí todos le gritaban, lo provocaban y el respondía con líneas, pero Cienfuegos casi no podía con Industriales, y eso lo frustraba.
Años después, invariablemente el panorama cambió. No fue fácil, tuvieron sucederse siete peligrosos intentos de salir de Cuba, otro periplo igual de desafiante en México antes de llegar a la “tierra prometida”, donde volvió a sonreír, en el diamante, con un bate, un guante y una pelota bien cerca.
Después ha crecido, con todo y sus excentricidades fuera del terreno. Ni las llegadas tardes a los entrenamientos, ni las carreras a cientos de kilómetros en autos deportivos han impedido su ascenso vertiginoso a la élite del béisbol, al punto de que su manager, el estelar Don Mattingly, lo considera el mejor jardinero derecho de las Mayores.
En términos de habilidad, con el guante se maneja mucho mejor, sus desplazamientos cada vez son más largos y su actitud para afrontar las jugadas de tiros a las bases cada vez es más coherente, detalle que le habían señalado todos los scouts. Un brazo fuerte y preciso no basta, también hay que saber dónde se necesita lanzar la bola.
Su progresión es tan notable que en casi un centenar de lances esta temporada no ha cometido ni un solo error, sin obviar que colecciona una decena de jugadas espectaculares, de esas que levantan los estadios, de esas que motivan a los fanáticos a ir al parque solo para ver el show de un pelotero.
Con el madero, los números también evidencian una consolidación, sobre todo por su enfoque en el plato. Aprovecha más los turnos, su por ciento de swines a bolas fuera de la zona ha disminuido, lo que habla a las claras de su mejoría en la selección de lanzamientos, al punto que en 50 juegos tiene casi la misma cantidad de boletos que en toda la temporada de su estreno.
A partir de ese detalle, todo fluye más fácil en sus comparecencias, porque domina el juego con una naturalidad pasmosa, desafiante, que intimida a cualquier contrario. Y esto es solo después de un año en Grandes Ligas…con total seguridad, lo mejor está por llegar.
Foto: Jon SooHoo
muy buen articulo.