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En el Truist Park de Atlanta, justo a la 1:36 de la tarde del domingo 10 de agosto, Xavier Edwards entró el rectángulo ofensivo con su camisa gris de Miami. En la lomita, vistiendo el tradicional uniforme de los Braves, el zurdo Joey Wentz lo desafió rápido con una recta de 93 millas en la esquina interior. “¡Bola!”, exclamamos todos los que veíamos el partido por televisión, poniendo en práctica esa obstinada manía de juzgar cada conteo desde la comodidad del sofá mientras miramos “el cuadrito” de la zona de strike en pantalla.
No obstante, Jennifer Pawol (West Milford, 1976), parapetada detrás del plato con la aparatosa indumentaria de los árbitros, cantó strike, porque las cosas en el terreno no siempre se ven tan nítidas ni tan despacio. Sin importar el error, de inmediato el lanzador Wentz envió la pelota al dugout para que fuera autentificada y emprendiera, seguramente, el viaje hasta la inmortalidad del Salón de la Fama de Cooperstown.
De alguna manera, todo esto que se vivió el pasado fin de semana en el condado de Coob tuvo un punto de conexión con aquella primavera de 1947 en el barrio de Crown Heights. Si bien son dos sitios de la geografía estadunidense separados por casi 900 millas, ambos fueron testigos de hechos únicos en la historia de MLB.
Si en el Ebbets Field de Brooklyn fue Jackie Robinson quien quebró la barrera racial en el mejor béisbol del mundo hace 79 años, ahora en el Truist Park de Atlanta la protagonista de un nuevo hito fue Jen Pawol, la primera mujer que ejerce como árbitro en un partido de Las Mayores.
Con su cola de caballo, una sonrisa perenne y el brillo en los ojos que se descubría cada vez que se quitaba las gafas de sol, Pawol acaparó los focos vestida con los impecables trajes negros de los umpires. El sábado saltó al diamante para su debut en MLB y trabajó en primera y tercera base durante la doble cartelera de la jornada, mientras el domingo experimentó el gran reto de impartir justicia como árbitro principal.
“Vamos Bravos y todo, pero estoy aquí por Jen”, se podía leer en una pancarta en las gradas del Truist Park este domingo. Esta quizás sea la prueba más elocuente de lo que representa el ascenso y estreno de Pawol, que trasciende por completo su nivel de acierto detrás del plato.
Ella no solo ha derrumbado una barrera, también ha transmitido un mensaje de esperanza: ha demostrado a todas las mujeres amantes del béisbol y del arbitraje que no deben renunciar al sueño de hacerse de un espacio dentro del juego.
Para la historia quedarán los números de su primera presentación detrás del plato, que no fueron estelares, pero tampoco desentonaron. No cometió errores dramáticos y, sobre todo, no incidió en el cauce del partido entre Marlins y Braves. En sentido general, tuvo una precisión del 92.72 % en los 151 picheos que cantó, un porcentaje muy cercano al promedio de la temporada 2025, que es del 94.23 %. Además, tomó la decisión correcta en el 95 % de las bolas (vs. 97 % de promedio de la liga) y del 88 % en strikes (igual al promedio).
Congratulations to Jen Pawol on becoming the first woman to call an MLB game behind the plate in yesterday’s Marlins vs. Braves game! https://t.co/8dPlANSdfJ
— Umpire Scorecards (@UmpScorecards) August 11, 2025
Esto, para los más extremistas, es una especie de caos, pero seguramente ninguno va a apuntar con mirada inquisidora al resto de los árbitros que el mismo domingo también cometieron errores, algunos con porcentajes de acierto muy similares a los de Pawol. Para esos críticos, bien vale recordar que Jackie Robinson en su estreno de Grandes Ligas no pudo conectar jit en ninguno de sus primeros cuatros turnos y después ya sabemos la historia que escribió.
Y no, Jen Pawol no es Jackie Robinson, pero derribar la barrera de género en el arbitraje del béisbol tiene un valor incalculable, porque esta ha sido una parcela hasta el momento controlada exclusivamente por hombres. Si bien las mujeres han dejado ya huella en MLB como periodistas, analistas, gerentes, scouts y coaches, nunca una había llegado tan lejos en esta exigente aventura de impartir justicia en un diamante al más alto nivel.
Emociones
Si la primera bola arbitrada por Jen Pawol termina finalmente en Cooperstown, es muy probable que se exhiba justo al lado de la gorra que ella misma donó este fin de semana, cuando se convirtió de manera oficial en la primera mujer árbitro en Grandes Ligas. Quizá alguien pueda ver esto como un gesto egocéntrico, pero es una muestra de respeto a la memoria histórica del béisbol.
Durante todo el fin de semana, no se ha hecho más que poner en valor el significado de la hazaña de Pawol, quien ha sido muy respetuosa con las otras mujeres que en el pasado lucharon por inscribir su nombre en MLB. Bernice Gera, Christine Wren, Pam Postema, Teresa Cox, Shanna Kook y Ria Cortesio, mentoras de Jen, sentaron las bases para su actual logro.

“El sueño se hizo realidad, y todavía lo sigo viviendo. Estoy muy agradecida con mi familia y con las Grandes Ligas por crear un ambiente de trabajo tan maravilloso. A todos los árbitros con los que trabajo… es una camaradería increíble. Nos lo pasamos genial; trabajamos duro, pero nos divertimos. Estoy muy agradecida”, dijo Pawol el sábado.
Ese día, no podía ni describir bien sus emociones: “Recorrimos el campo temprano como equipo, y Gucc [jefe de equipo Chris Guccione] y yo nos mirábamos y dijimos: ‘¡Esto es todo! ¡Para esto trabajamos!’. Así que creo que comprendí entonces el significado de todo. Luego tuvimos un momento muy especial al final, cuando pasé por el último control de lanzadores para la parte alta de la novena, nos abrazamos y realmente me impactó”.

Pawol ha recibido también los elogios de los jugadores y mánagers, como es el caso de Cal Quantrill, lanzador de los Marlins en la jornada dominical, cuando ella estuvo detrás del plato. “Me pareció bien, y creo que hizo un trabajo excelente. Debería estar muy orgullosa de sí misma, y es una pequeña maravilla formar parte de esto”, apuntó el derecho, quien apuesta por la presencia femenina en el cuerpo arbitral como algo natural.
“Sé que es un día importante para ella, pero creo que parte de respetarlo es simplemente intentar mantener la normalidad y la profesionalidad. La felicité después de la primera entrada y, por lo demás, me centré en el juego”, añadió el serpentinero.
En tanto, Clayton McCullough, mánager de los Marlins, aseguró que Pawol hizo un excelente trabajo, muy serena y muy capaz para manejar el juego: “Es un gran día para ella, un gran día para las Grandes Ligas. La felicité por eso, porque es todo un logro. Le deseo lo mejor en el futuro. Espero que algún día sea árbitro permanente de tiempo completo en MLB”.

Un viaje a las raíces
“Una mujer en el arbitraje es una las últimas barreras del béisbol. Sin embargo, el deporte no solo necesitaba una mujer, necesitaba a la indicada. Pawol es una apasionada del béisbol de toda la vida, una exjugadora de softbol que envía por mensaje de texto los mejores momentos de los partidos a otros árbitros para que los analicen. Tiene una rutina de ejercicios rigurosa para mantenerse al día con las exigencias del trabajo físico. Durante la temporada baja, Pawol escribe cuadernos de ejercicios para árbitros, participa en clínicas y pinta uno de sus lugares favoritos: la zona de strike”.
Con estas palabras, The Athletic definió a Jen Pawol luego de su frenético fin de semana. Y en líneas generales, este ha sido el mensaje que han transmitido sobre ella los grandes medios deportivos de Estados Unidos, resaltando sus vínculos con el deporte desde pequeña, en particular el softbol y el fútbol, las primeras disciplinas que practicó en West Milford, New Jersey.
Del barrio escaló a la élite del llamado deporte de la bola blanda, como se le conoce al softbol. Su talento como receptora la llevó a obtener una beca deportiva en la Universidad de Hofstra, donde calzó los arreos con solvencia. Allí no solo perfeccionó sus reflejos y lectura del juego, también desarrolló una comprensión táctica que más tarde sería fundamental para su labor arbitral.

En 2001 fue seleccionada para integrar el equipo nacional femenino de béisbol de Estados Unidos, representando al país en torneos internacionales. Esa experiencia —mezcla de orgullo y exigencia— le enseñó a convivir con la presión de los grandes escenarios.
Al arbitraje llegó más tarde, por una combinación de azar y vocación. Terminada su etapa universitaria, Pawol empezó a buscar maneras de mantenerse vinculada al deporte y un día una amiga la invitó a arbitrar un partido de softbol amateur en su localidad. Ese fue el punto de inflexión. Sin saberlo, esos primeros juegos de ligas recreativas, donde ganaba apenas 15 dólares por partido, serían su laboratorio de aprendizaje.
Durante varios años, alternó arbitrajes de softbol y béisbol amateur, acumulando horas detrás del plato y aprendiendo a tomar decisiones rápidas bajo presión. Este período fue esencial para desarrollar la autoridad y el temple que hoy la distinguen.

En 2015 Pawol escaló un poco más y decidió profesionalizarse. Asistió a un campamento de arbitraje auspiciado por MLB y ganó una invitación a la Academia de Árbitros en Vero Beach, Florida. El salto no fue sencillo, pues se trata de un programa altamente competitivo y solo una minoría obtiene una asignación profesional.
En 2016 debutó en la Liga de la Costa del Golfo (nivel Rookie), enfrentando un calendario exigente bajo el calor y la humedad de Florida. Desde ahí, pasó por circuitos cada vez más competitivos: la New York–Penn League, la Midwest League, y la South Atlantic League.
Su avance fue constante pero marcado por desafíos: extensas temporadas lejos de casa, viajes interminables en autobús, y la necesidad de demostrar que su rendimiento no era solo “bueno para ser mujer”, sino excelente en términos absolutos. En 2023, alcanzó Triple-A, convirtiéndose en la primera mujer en 34 años en llegar a esa categoría, y arbitrando la final nacional del campeonato.

Y así, venciendo barreras una tras otra, Pawol llegó a Grandes Ligas, donde no era una desconocida. En el pasado ya había hecho historia al dirigir partidos de Spring Training en 2024, algo que ninguna mujer lograba desde Ria Cortesio en 2007. Cada paso fue fruto de resistencia física, preparación técnica y, sobre todo, la capacidad de sostener su pasión frente a un sistema históricamente cerrado a las mujeres.
Su debut en 2025 no ha sido un accidente, sino la culminación de un recorrido paciente y perseverante. Desde aquel primer juego de softbol amateur en un parque local, hasta recibir la alineación oficial de los Marlins y los Braves, el viaje de Jen Pawol es una prueba de que las barreras —incluso las que parecen más rígidas— pueden romperse con disciplina y amor por el juego.