El estadio Latinoamericano de La Habana es el gran templo del béisbol cubano, su más imponente catedral.
Con 75 años de historia y pasión, el bien llamado “Coloso del Cerro” sigue siendo hoy el lugar soñado para beisbolistas y fanáticos de la Isla. Aun con el innegable retroceso del campeonato cubano, los peloteros se empeñan al máximo en sus predios, se entregan con ardor en cada jugada, mientras miles y miles los vitorean desde la grada.
“El Latino”, como le conocen todos los cubanos, es el sitio en el que todos los conjuntos quieren brillar, el que todos quieren conquistar. Por ello, no hay equipos pequeños en sus partidos. Por más que alguno llegue con una larga estela de derrotas, en la grama habanera se engrandece, se revitaliza, se transmuta.
Para los visitantes, no hay mayor disfrute que poder derrotar en su casa a los Azules de Industriales, el equipo de béisbol más querido y también más odiado de Cuba. Y para los “Leones” capitalinos no hay mayor orgullo que imponer su ley en su propio feudo, ante el aliento incondicional de su público y el chiflido de la fanaticada rival.
Sí, porque “El Latino” es un estadio que se divide en dos en cada juego; una instalación que, en su inmensa anatomía, acoge sin resquemores a los numerosos parciales de locales y visitadores, reunidos en comitivas bulliciosas, ya sea llegadas desde otras provincias o de los más diversos rincones de La Habana.
Desde hace semanas transcurre en Cuba la edición 61 de la Serie Nacional de Béisbol y, en ella, el Latinoamericano ha vuelto a ser protagonista. Varios son los duelos que ha recibido hasta ahora y allí ha estado nuestro fotorreportero Otmaro Rodríguez, que nos regala esta selección de imágenes captadas con su lente. En ellas, con el estadio habanero como escenario, aflora toda la competitividad y el colorido de “la pelota”.