Dos pasiones públicas tiran de la vida de Leonardo Padura: la literatura y el béisbol.
En ocasiones, el autor cubano contemporáneo más leído dentro y fuera de la isla se muestra tan vehemente que subvierte ese orden y en modo de ráfaga dice cosas como esta:
“Estoy muy preocupado, muy preocupado, con lo que está ocurriendo con el béisbol en Cuba”, disparó, angustiado, un segundo después de contener el aliento en Último Jueves, el segmento de análisis y debate que contra viento y marea sostienen la revista Temas y su fundador y director, el sociólogo Rafael Hernández, hace casi un cuarto de siglo.
“Estamos hablando no solo de un deporte, de una práctica deportiva, de un ejercicio de ocio saludable; estamos hablando de un componente esencial de la espiritualidad cubana que está en peligro, por, fundamentalmente, malas políticas aplicadas con respecto al béisbol”, remató el escritor, alertando cómo la hasta ahora imparable decadencia de la disciplina en Cuba podría estar dañando el tejido de la identidad nacional, de la que hace parte en el imaginario colectivo.
Béisbol y nación
De acuerdo con Padura, la introducción y expansión del béisbol en la isla, rayando la década del 70 del siglo XIX, por un puñado de señoritos que lo aprendieron en Estados Unidos –los hermanos Nemesio y Ernesto Guilló los pioneros en 1864– corre pareja a la forja de la nación durante la primera y malograda guerra de independencia que se extendió por diez años.
A la sazón, surgieron las ligas profesionales y en torno a los terrenos de juego abundaron verbenas amenizadas con las primeras orquestas danzoneras. Juego y jolgorio se dieron la mano, mientras en el oriente y centro de la isla se peleaba a sangre y fuego.
“Ese cruce de factores raciales, culturales, económicos, a través del espectáculo que significaba el béisbol fue uno de los elementos más importantes en la consolidación de un concepto identitario cubano. Por eso se dice que el béisbol pertenece a la cultura cubana. Pero yo digo que no. El béisbol está más allá. El béisbol pertenece a la espiritualidad cubana”, insistió el premio nacional de Literatura 2012.
Un pelotero frustrado y un escritor exitoso
Son carnales las relaciones que Padura mantiene con la pelota, como se le llama en clave vernácula al béisbol en Cuba.
Escribió a cuatro manos El alma en el terreno, junto a Raúl Arce y durante su infancia fantaseó con ser pelotero. Incluso faltó un tercio a clases en uno de los grados de primaria, el tercero, porque a escondidas se iba a jugar pelota en los placeres yermos de Mantilla, el barrio donde nació y crecieron sus mayores.
Como no logró ser jugador en la liga nacional, buscó consuelo aspirando a ser cronista deportivo. Tampoco pudo. El cierre coyuntural en los 70 de la carrera de Periodismo frustró sus ambiciones. Como alternativa, Padura optó por un bien menor: una licenciatura en Letras hispanoamericanas.
Fue una deriva que el premio Princesa de Asturias 2015 –lo recibió en Oviedo mostrando orgulloso y chispeante una pelota de béisbol– deberá agradecer por siempre a la burocracia ideológica de entonces que estimó en demasía el número de periodistas en el país.
La época dorada
Hace un par de semanas, Padura disfrutó en el Tokyo Dome de un clásico del ceremonioso béisbol japonés.
“El espectáculo parece una puesta en escena”, describió, recordando a su vez que apenas acude a los estadios en la isla ante la escasa calidad de los partidos.
“El aficionado cubano se comporta como un cubano. Quitarle la razón al otro, no oír el argumento del otro, ocurre en todos los sectores de la vida nacional. Y lo que lamento es que a veces esa pasión deportiva comienza a desaparecer en muchos sentidos”, dijo apesadumbrado.
No es para menos. El autor de Pasado perfecto vivió la etapa gloriosa y romántica del deporte en la isla. Entonces los duelos de pitchers se anunciaban a ocho columnas en los diarios, los deportistas eran modelos de conducta cívica, y una Cuba triunfante e inédita ejercitaba una supremacía de gran potencia en las lides regionales, mundiales y olímpicas.
La implicación directa del liderazgo de Fidel Castro, él mismo un fan y practicante de deportes, fue decisiva para conseguir esos protagonismos.
A la cúspide se llegó en Barcelona 92, quedando en quinto lugar entre 162 naciones.
Hasta el presente, el récord no ha sido igualado por ningún país del Tercer Mundo, ni tampoco por otros muchos del Primero.
En paralelo, el país caribeño de tan solo 10 millones de habitantes había dejado una estela de proezas en el campo militar y médico.
Sus misiones en África y Oriente Medio municionó el nacionalismo y la autoestima de un pueblo acorralado por Estados Unidos que tributaba con mucho al cruce de golpes entre los dos sistemas socioeconómicos en disputa durante la Guerra Fría.
Para entonces, el deporte hecho en Cuba, incluida su masividad, se asimilaba como una certeza paradigmática del sistema, no como una promesa en la cara oculta del futuro.
“En los 80 y principios de los 90 Cuba se paralizaba para ver los partidos Cuba-Italia de volibol, y cuando jugaban Las Morenas del Caribe era ver la gloria. Fue el equipo más grande del siglo XX con el entrenador –Eugenio George– más grande del siglo XX”, exalta Padura y contrapone: “Que los deterioros de la sociedad cubana hayan llegado también al deporte es una consecuencia lógica”.
Las medallas y la realidad
Renier González certificó la nostalgia de Padura con una dosis de realismo. “No podemos renunciar a los resultados deportivos en Cuba, pero tampoco podemos aspirar a lo que teníamos, porque el deporte es el reflejo de la sociedad de un país, y en este momento tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos”.
Invitado al panel de Último Jueves, el más carismático de los narradores deportivos cubanos reconoció que “duele el retroceso”, el cual calificó de “normal para un país como Cuba y las condiciones socioeconómicas que tiene”.
“Creo que no se volverán a tener”, vaticinó González, al explicar las glorias pasadas a partir de un hecho esencial: “La existencia de un campo socialista” que permitió “tener todas esas medallas”.
Pero los cubanos quieren continuar ganando medallas, retrucó Rudens Tembrás, otro de los panelistas invitados a la sesión pública de la revista Temas en torno al béisbol, el fútbol y otras pasiones en el debate público.
“La pasión en el deporte e s una válvula de escape, porque si no se pueden debatir públicamente determinados temas, el deporte se puede debatir y en el escenario de Internet se discute sobre deporte y se incluyen otros temas de la sociedad cubana”, convino Tembrás. “El deporte es una plataforma donde hoy se expresa en directo, subliminalmente, explícitamente o implícitamente muchas de las contradicciones de la sociedad”.
Adiós al modelo burbuja. Llega la transición
Subdirector de la oficina de prensa del Inder, Instituto Nacional de Deportes y Recreación, Tembrás catalogó de “burbuja” aquel modelo de desarrollo intensivo del deporte –algunos le llaman de campeonismo– que funcionó hasta la crisis de los 90 y, en contraste, describió el actual modelo de doble propósito: amplia práctica de la actividad física y consecución de campeones. “Pero eso tiene un costo. Entonces se tiene que fundar un modelo que genere dividendos”, apreció.
Ante la pregunta de cómo hacerlo costeable, en 2013 Cuba abdicó parcialmente del amateurismo y optó por introducir algunos mecanismos de mercado, entre ellos el más importante, estratégico y perturbador: la contratación de deportistas cubanos de alto rendimiento en clubes extranjeros. Actualmente cerca de un centenar goza de la experiencia.
Para el profesor Tembrás, el deporte en la isla vive una “etapa de tránsito”, en la que se procura llegar a un modelo de gestión que haga dialogar las necesidades del municipio, de la Escuela Nacional de Deportes y la formación de atletas de alto rendimiento con el modelo de clubes, de alcance planetario.
Sin Despaigne y otros más
“Eso es muy difícil, porque impide que Alfredo Despaigne vaya a los Panamericanos, porque está en un sistema que no se lo provee”, admitió el experto, poniendo por caso al más formidable pelotero cubano insertado en la liga japonesa con un cheque millonario.
“No va a ser fácil”, concedió Tembrás. “No quiero ser pesimista, pero no veo el espíritu beisbolero de los 60 y los 70 de nuevo en Cuba, porque cambió el escenario”.
La lógica de la contratación, una alternativa a la succión de atletas cubanos ante ofertas jugosas, algunas millonarias, por Estados Unidos y otras potencias capitalistas, funciona como un mal menor para la pelota cubana y otras disciplinas. Conducirá, según Tembrás, a mejorar la calidad del deporte, aún a costa de la ausencia de sus mejores exponentes.
“Los peloteros que veamos en las series nacionales van a ser tres: los jóvenes que todavía no han llegado al estrellato, los que no llegarán al estrellato en las grandes competiciones y los que estén de regreso” de las contrataciones.
No hay naciones, hay clubes
En una contemporaneidad donde las lógicas del capital han secuestrado el espectáculo deportivo y desnacionalizado a sus protagonistas, “probablemente, hay mucho más sentimiento hacia el club que hacia la nación. Eso en términos identitarios ha ido jugando un papel”, estimó Tembrás, sin demonizar el arrollador consumo de fútbol en la isla a partir de una voluntad estatal de propagarlo en los medios desde la década del 90.
“No digo que es negativo, ni que está reñido con el béisbol, porque en ese mismo tiempo, el béisbol entró en crisis, no solo en Cuba. La MLB –Major League Baseball– está seriamente preocupada porque están bajando los niveles de audiencia y de visitantes a los estadios y están creando artilugios para resolver el problema”, expuso Tembrás.
El fenómeno se extiende viral por el Caribe beisbolero. “En el caso de Venezuela y de Panamá he constatado también el auge futbolístico, incluso en Nicaragua”, calzó Renier González.
Regresando a las comparaciones entre pasado y presente, Padura recordó cómo en su niñez y adolescencia había que llegar los domingos a las 7 de la mañana a la Ciudad Deportiva para reservar un terreno de pelota, y ahora, cuando pasa en las tardes por sus alrededores, solo ve en sus canchas a chicos chuteando balones. “El fútbol se está tragando a la pelota. No es que compitan uno con otro. Eso es un hecho”, apuntilló.
Ídolos y últimos traspiés
La fiebre por la cultura futbolística en Cuba cobra sus excesos. “Messi es más ídolo en Cuba que Mijaín López. Eso es construido. Messi es un gigantesco futbolista, Mijaín es un ícono de Cuba, pero los medios han puesto más a Messi que a Mijaín y lo hemos ponderado más”, reconoció Tembrás, luego de enaltecer al tricampeón olímpico y pentacampeón mundial en lucha grecorromana.
El debate en Último Jueves, en el que intervino también desde el panel la trimedallista olímpica Yumilka Ruiz, integrante de las míticas Morenas del Caribe, coincidió con la solicitud de Cuba para ser admitida como miembro de la Confederación de Béisbol Profesional del Caribe y con la imposibilidad de acudir a la próxima edición de la Liga Canadiense-Americana (Can-Am) debido a las dificultades para obtener la visa en la embajada de Ottawa en La Habana.
A ese traspiés se suma, en abril pasado, la decisión de la administración Trump de cancelar un histórico acuerdo entre Cuba y la MLB, tejido pacientemente durante años, por lo que más de una treintena de jugadores cubanos propuestos para entrar en el circuito de las Mayores quedó varado en la isla, a las puertas de un sueño.
El principio al que no se puede renunciar es el de “deportes para todos y derecho del pueblo ” y no entronizar el de “medallas en todo y para los seleccionados”. La virtud del deporte de un país subdesarrollado que construye una nueva sociedad, es que garantiza que todos puedan practicar deportes y no que todos deben aspirar a ser profesionales fuera del pais. Pues la vida se encargará de ello, junto a su esfuerzo personal, pero no debe ser la preocupación central del país
El país debe concentrar los recursos en estimular salarialmemente a los profesores de educación fisica en las escuelas, se promuevan areas deportivas para niños y jovenes, fomenten instalaciones modernas para las practicas desde niños, adolescentes y de la tercera edad. Que los padres y los abuelos se alegren y motiven con los equipos escolares de sus hijos y nietos sea la pelota o el futbol, no importa
Realmente que ganamos con tener medallas en uno u otro deporte y las escuelas no tengan porfesores de educación fisica, no existan decorosas areas deportivas, no se modernicen las instalaciones para la practica deportiva sana para todos. Al final la gloria de las medallas no podran ocultar el deterioro, abandono y quiebra del deporte como derecho de todo el pueblo, ademas hay que tener en cuenta que ese mismo deterioro lleva a la emigración de los que ya obtuvieron medallas o estan próximos a obtenerlas… entonces de que valio el sacrifico en que unos elegidos preparados especialmente de forma gratuita, ganen las medallas?